26 abr 2014

Baires de mi amor obtuso



(De Jorge Peribáñez Dobarro)

Un lejano país del fin del mundo
un stop final al fin de cuentas
un hasta aquí llegué, fin de la vuelta
un café con chele final, pan y  manteca
y la resaca vulgar, triste, grasienta
de estar varado en la mesa de este bar melancolía                      
emoción pertinaz
me embarga hasta llegar tarde al lugar equivocado
donde suena un fuelle en  la vitrola
y le marca un impasse
al cuore trucho de la mala racha 
entre feca y feca y cigarillo,
che Astor salí Piazzolla de una vez de la gramola
y regalá esta música paria y rantifusa
a los cuatro vientos del hastío
en este bar vacío en medio de la nada
con aroma a flores mustias
marchito velorio en la solapa del jetra azul marino
vendedora ambulante
pútrida corona de margaritas maltratadas
todos han muerto?
dónde estás?
City de Baires del amor esquivo
porque te fuiste tan lejos
con tus citas perdidas junto del río color mugre,
donde el olvido le puso una ginebra al olvido,
y no un color a tus ojos, ni a ti nombre,
rante pasión de musa abandonada
oración parcial voz inconclusa
quisiera recuperar rostros perdidos, borrosas caras tercas,
amores desvaídos
amigos des-nombrados  en la niebla perpetua del recuerdo
cementerios cerrados, desaparecidos oscuros,
ignorados, sin historia, sin lápidas, ni suerte, ni epitafios, 
    ni lágrimas,
ni nombres, ni flores, ni fechas,
ni nada para rescatar
si solo existiera el olvido
no volvería aunque sea para verte.
a comprobar tu falsa máscara de sabelotodo,
sabelosiempre
y huiré entonces por horas a telos suburbanos
sin saber de quién,
sin saber adónde,
sin saber con quién,
eterno pasajero penitente de ninguna parte
qué buscabas?
Qué perdiste aquellas madrugadas?
me pregunto, sólo el despojo hallaré de la efímera ramera  
    burlona de mi alma?
huérfanamadre,
patria del pasaporte caducado
vencida ilegal sin papeles de amor de niño
sudaca tonta amada patria dulce de leche, guardapolvo borracho 
    de  lunes en Almidón Colman,
madreplancha la infancia me he dejado solo para siempre,
y esta vez te pido perdón che Buenos Aires
me pianté de tu sombra aquella tarde
sin decirte soto voce que te amaba.

(Mallorca, Islas Baleares, 2014)
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Imagen: Café, acuarela del autor.

22 abr 2014

"Bohemia Agrupación de Arte"



(De Edelmiro Speranza)

La presente nota demuestra cómo tres pintores más tres pocillos de café, una mesa de bar y las sillas como polo Nº 1 y un barrio que trasciende a toda una gran ciudad como polo Nº 2, pudieron llegar a generar un sistema comunicacional que, durante más de doce años, llegará a agrupar a las grandes figuras de la plástica argentina.

A principios de 1953, tres amigos, jóvenes pintores, comienzan a hacer de una simple charla de café, la estructura de lo que muy pronto llegará a ser uno de los pilares del movimiento de artistas plásticos en la ciudad de Buenos Aires, que es un poco decir: el país entero.
Es en la esquina de Labardén y Patagones, pleno Parque de los Patricios, bar de Luis A. Ísola, Paulino Onorati, José Rombola y Héctor Fernández. Los pintores, como tantos parroquianos, alternando entre los discutidos goles del último partido futbolero, teorías de Picasso y Mondrián, las formas, luz y color en la nueva corriente que arrancan los informalistas o el “tachismo” de Juan del Prete –que ya escandalizaba señoras gordas– en las galerías de arte de Florida.
Y he aquí un hecho importante. Como exponer en las galerías de Florida es costoso, no hay dinero, y hay deseos de trasmitir, se discute de procedimientos y… sigue el truco y las añoranzas de los goles de Onzari con las opiniones sobre arte entre Justiniano García, Francisco López Boudón y Juan Laurido (los tres pintores de mentas) y algunos más que alternativamente se van  acercando al bar.
Una noche –junio 1953–, deciden comentar con los propietarios del local la necesidad de colgar sus obras y los convencen para hacerlo en las paredes. Ante el asombro de los proponentes la respuesta es rápida y rotundamente afirmativa. Y es así como se da a la luz una de las experiencias más interesantes en materia artística.
El 8 de julio se inaugura la primera exposición de la ya denominada organización artística con el nombre consecuente con su gente, su modo de vida, su forma de ser, se llama: “Bohemia, Agrupación de Arte”.
La muestra cuenta con 34 autores, muchos de los cuales ven, con emoción, colgadas por primera vez sus obras y sometidas al juicio del público. El éxito no tiene precedentes, el barrio responde con todo, la trascendencia supera a todo lo previsible.
Pero con una exposición no se hubiera ni remotamente satisfecho el espíritu que motivó la creación del organismo aun cuando pudiera existir la satisfacción de haber gestado por vez primera la realización de tomar un bar de barrio como galería de arte. Existía conciencia general de que además de las exposiciones, Bohemia puede y tiene que hacer algo más contundente, e inmediatamente se comienza a esquematizar la estructura de la Agrupación con más vuelo.
Las exposiciones se suceden. Se efectúan en forma alternada “colectivas” y “de conjunto” –estas últimas formadas por un invitado de honor y cinco pintores que lo acompañan–. Para dar una idea de la importancia de las muestras del primer año de actuación, basta señalar que colgaron obras pintores de la talla de Alfredo Guido, Enrique de Larrañaga y Lino Enea Spilimbergo como invitados, a quienes acompañaron Antonio Geraci, Héctor Tessarolo, López Boudón, Francisco Reyes, Enrique Gaimari, etcétera.
Bohemia inaugura las muestras “tout petit” (obras, exclusivamente, de pequeño formato), que serán el tipo característico que las definirá, salvo excepciones, a lo largo de toda su trayectoria.
Cumplidores con la determinación de la primera exposición, el 6 de diciembre efectuaban el primer “concurso de manchas” –elemento fundamental para dar vitalidad a cualquier agrupación de artistas plásticos–. Intervienen 96 participantes entre artistas y estudiantes. Nuestro barrio los acoge y vive con ellos la emoción festiva de ver sus veredas convertidas en apoyo de caballetes, cajas de pintura, pomos y pinceles estableciéndose el diálogo pintores-cuadro-barrio. Estas obras no son expuestas en el bar –quizás por la cantidad de las mismas–, pero gracias a la gentileza del señor Tomás A. Ducó, el club Huracán sirve de marco a la muestra del primer concurso de manchas de Bohemia.
En el bar siguen las reuniones y ya, a esa altura de los acontecimientos, la comunicación barrio-Bohemia es un hecho real porque ambos hablan un mismo idioma. Bohemia  absorbe vecinos con inquietudes, les expone sus obras y recibe a jóvenes principiantes a los que el señor Antonio Geraci inicia en un curso de perspectiva.
Pero el hecho realmente revolucionario, en el primer año de vida, lo significó la noche del 16 de enero de 1954, cuando las calles de Parque de los Patricios se vieron invadidas por pintores que farol en mano se disponían a plasmar la noche porteña. Se trataba del primer concurso (mundial tal vez) de manchas nocturno. Intervinieron 141 participantes. El jurado seleccionó 34 después de ardua tarea. Como muestra, si en el diurno se otorgaron premios a Mateo Mollo, Jorge Sotrel e Inocencio Muñoz, en el nocturno a Teresio Fara, David Heineman y León Martínez. En ambos casos citamos solamente los primeros premios.

TRASCENDENCIA
Bohemia ya es un sistema que funciona cuando el 8 de julio de 1954 se efectúa en el bar la exposición “Primer Aniversario”. Se hace una reseña de lo actuado; se aprovecha para agradecer la colaboración de todos los medios de difusión que posibilitaron esta integración; a los pintores que dignificaron las muestras, pero sobre todo, al barrio que les había brindado tanto apoyo, señalándose, en la oportunidad, la colaboración de todo tipo recibida por los vecinos J. Roncoroni, A.  Osquiguil y J. Rossi, que junto a otros parroquianos del bar contribuyeron a hacer posibles las metas que se habían fijado.
Las intenciones de superación anunciadas en la exposición “Primer Aniversario” habrán de ser el norte que en definitiva se fijará para Bohemia.
El punto clave lo constituye la necesidad de un local propio para erigir la escuela a través de la cual se pueda dictar clases de dibujo, pintura, modelado, estética y demás disciplinas a los habitantes del barrio, en especial jóvenes y niños por ser esta necesidad sentida ante el interés demostrado por la pintura, mediante el decidido apoyo brindado a los concursos de manchas infantiles. En el primero de ellos, 17 diciembre 1955, se presentaron 123 trabajos y se otorgaron 20 premios, uno de los cuales fue el instituido por la revista “¡Aquí, Boedo!” que mencionamos para demostrar que Bohemia ya había trascendido los límites de Capital Federal, pues el premio fue otorgado a los envíos del Ateneo de la Juventud de Lincoln, provincia de Buenos Aires. El acto de inauguración de la muestra, en este certamen, fue abierto por el escritor Francisco Mazza Leiva, que se refirió a la “Influencia de la pintura en la formación estética del niño”.
Las muestras subsiguientes mantuvieron el nivel. Cada una de ellas fue presentada por un charlista, escritor o un plástico. Entre otros muchos: Juan Gil Ferreyra Basso, que llevó a algunas de las muestras su particular manera de ver “el otro lado de las cosas”.
Bohemia siguió creciendo y entre las figuras que la corporizaron aparecen nombres ya galardonados con premios en salones municipales, provinciales y nacionales, llegando en función de su importancia a hacerse acreedora la Agrupación Bohemia al derecho de enviar representantes a jurados en todo tipo de salones, culminando con el Nacional de Bellas Artes.
Pero la búsqueda del local propio será una de las preocupaciones fundamentales y la única intención que se arrastrará hasta la disolución sin lograr el objetivo, pudiendo decirse que ese fue quizás el motivo principal de la desaparición.
Sobre las mesas trasnochadas del bar quedó demorada la trayectoria de Bohemia.
En 1956, de Labardén y Patagones hicieron una fugaz visita al “Sandrín” de la avenidas Caseros, de donde debieron mudarse a poco de llegar, al club “Bristol”, desde donde deben emigrar para volver, al estaño, ahora, del bar de Patagones 2902 (y Zavaleta). ¡Mucho deambular pero siempre en el barrio!
Se iniciaron trámites para obtener  un local de la Municipalidad en el centro del Parque de los Patricios sin que el éxito coronara la gestión.
Durante doce años de labor se presentaron más de medio centenar de muestras con puntos culminantes en la exhibición del décimo aniversario en la Galería Velázquez, en 1963, o en el homenaje póstumo a Francisco López Boudón en la Galería Nice en diciembre de 1967 (última exposición efectuada).
El compromiso asumido por los fundadores y sus consecuentes seguidores, como producto de las fuertes intenciones autoimpuestas y la trayectoria cumplida, demuestran que sin fronteras de edad ni grado de intelectualismo y bastando sólo una serie de intenciones y voluntades artísticas más un público ávido de recibir y dar, y con el manejo de un lenguaje conciso, con claridad que pueda llegar al pueblo sin ataduras ni modismos que lo invaliden, existe el arte como sistema y que éste realmente funciona.(1)
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Nota:
(1) El título original del presente trabajo es “Un movimiento artístico y el barrio”.

Imagen: Emblema de “Bohemia Agrupación de Arte”.
La nota fue tomada del cuadernillo Nº 5 del Ateneo de Estudios Históricos Parque de los Patricios, octubre de l971.

21 abr 2014

Andamios del Cervantes



(De Enrique Espina Rawson

Muchos recordarán los andamios de madera, que se usaron durante siglos, hasta que aparecieron los de hierro, que, además de ser mucho más seguros, se montan y desmontan con facilidad.
Esta innovación trajo, en su momento, aparejada una serie de ventajas, entre ellas las de su costo. Ya no era necesario comprar todo el infinito maderamen que demanda la construcción de un edificio; estos andamios metálicos se alquilan, se usan y se devuelven y se vuelven a reutilizar indefinidamente.
Por supuesto, no en todos los casos es así. Hay en la vía pública andamios que, no sabemos por qué, están emplazados hace años, y que podríamos felicitarnos que no sean de madera, ya que si no estarían transformados en bosques, gracias a las lluvias y a la humedad perenne de nuestra amada ciudad.
El problema inmediato y visible es, lógicamente, la molestia que genera a los transeúntes, que deben caminar esquivando las columnas y travesaños metálicos que obstruyen el paso.
Un caso emblemático es del Teatro Nacional Cervantes, ubicado en Córdoba y Libertad. Hace mucho, y en buena hora, se decidió su restauración, se montaron los andamios y algunas personas anduvieron por ahí haciendo alguna cosa, por algún tiempo. Después desaparecieron tan misteriosamente como habían llegado. Las personas, porque los andamios quedaron, aparentemente para no irse más.
Dado el tiempo transcurrido (¿años?) uno podría preguntarse si estos andamios, como casi todos los andamios de Buenos Aires, son alquilados. En tal caso, ¿se seguirá pagando el alquiler?...y ya que estamos ¿Qué pasó con las obras? ¿Seguirán alguna vez? ¿Habrá que restaurar las restauraciones?
La historia del Teatro Nacional Cervantes es conocida. Fue construido por iniciativa de dos grandes figuras de la escena hispánica, que obtuvieron resonantes sucesos en Buenos Aires: Fernando Díaz de Mendoza y María Guerrero. Por gestión de don Enrique García Velloso, estos nobles artistas convinieron en donar esta magnífica obra a la República Argentina, siendo inaugurado en 1921, con la presencia de las más destacadas personalidades del arte y la cultura.
Su fachada, de estilo plateresco, reproduce la del Colegio Mayor de San Ildefonso de Alcalá de Henares, y su interior fue  terminado con finísimas y decorativas mayólicas, y con carpintería y herrería de la más alta calidad importadas de España.
El Cervantes sufrió un par de incendios en su larga existencia. El segundo en 1961, sirvió, más allá de la tragedia y las pérdidas que significaron, para adecuar escenarios y todos los sistemas técnicos que posibilitan las puestas en escena a las necesidades de la época.
También se construyó el gran edificio adosado sobre la Avenida Córdoba, que significó una gran expansión de todo orden de las múltiples actividades, no sólo representación de obras, que se desarrollan en el Teatro.
Lamentablemente, la marquesina que da a la calle Libertad, obra del estudio de Mario Roberto Álvarez al igual que el edificio anexo mencionado, fue reconstruida, ignoramos las razones que llevaron a esta decisión, con un diseño que no concuerda para nada con todo el resto del edificio original.
Entendemos que debió respetarse el carácter histórico de la obra, tal como fuera concebida. Pero más allá de estos detalles, lo cierto es que el Teatro Nacional Cervantes, dependiente de la Secretaría de Cultura, que a su vez depende de la Presidencia de la Nación, está en el estado que cualquiera que pase por allí puede constatar y calificar sin necesidad de mayores explicaciones. Seguramente podremos coincidir en que este edificio histórico, emblema y orgullo de nuestra ciudad, merece mejor tratamiento.
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Ilustración: Andamios en el Teatro Nacional Cervantes. (Foto de Iuri Izrastzoff).
Nota y fotografía tomadas de la página güeb Fervor x Buenos Aires.

16 abr 2014

Los mezclados de "Cambalache"

 

De Eduardo Parise)

La idea original era que el público lo conociera con el estreno de “El alma del bandoneón”, la película para la que había sido compuesto y que se proyectó en febrero de 1935. Pero Luis César Amadori, quien conocía a Enrique Santos Discépolo, decidió otra cosa: llevárselo a Sofía Bozán para que lo cantara por primera vez en el Teatro Maipo. Cuando Ángel Mentasti (productor de la película) se enteró, corrió indignado hacia la calle Esmeralda para frenar aquello. Amadori lo paró casi en la puerta y fueron a debatir el tema a la confitería “Richmond” que estaba casi frente al teatro. Y mientras discutían, sobre el escenario “La Negra” Bozán estrenaba aquel tango de Discépolo. Ocurrió a fines de 1934, la revista se titulaba “Esmeralda al 400” y el tango era “Cambalache”.
Convertido en un símbolo de lo que fueron esos años de corrupción (y para muchos de otros que los siguieron), “Cambalache” es un fiel reflejo de la poesía irónica y lacerante que Discépolo supo ponerle a la mayoría de sus obras. Y para eso usó imágenes duras como aquellas de “la Biblia contra un calefón” o “el que no llora no mama y el que no afana es un gil”.
 Pero esta vez la intención es centrarse en los personajes que el poeta mencionó en su letra para graficar aquella mezcla donde “¡cualquiera es un señor!” y “¡cualquiera es un ladrón!”.
Los primeros que desfilan son Stavisky, Don Bosco y “la Mignón”. La última es una imagen figurada para representar a una prostituta. Pero los otros dos existieron e hicieron historia.
Serge Alexander Stavisky (20 de noviembre de 1886 - 8 de enero de 1934) fue un famoso estafador. Nació en Ucrania y luego se nacionalizó francés. Su mayor golpe fue cuando, con apoyos financieros y hasta políticos, defraudó en más de 200 millones de francos al municipio de Bayona. La estafa se descubrió a fines de 1933. Y cuando fueron a detenerlo, lo encontraron muerto con un balazo en la cabeza. En cambio Juan Melchor Bosco (16 de agosto de 1815 - 31 de enero de 1888) fue todo lo contrario. Educado por su madre en la fe, en su Italia natal y desde chico, mostró su vocación por servir a Dios y a los humildes. Y creó una obra religiosa con contenido social que se extendió por el mundo, incluida la Argentina: la congregación salesiana. Conocido simplemente como Don Bosco fue canonizado en 1934, el mismo año en que Discépolo compuso “Cambalache”.
 En la letra, también aparecen “Don Chicho y Napoleón, Carnera y San Martín”. El emperador francés y nuestro máximo prócer son figuras a las que no se necesita historiar. Pero, ¿quiénes son los otros dos? Don Chicho se llamaba en realidad Juan Galiffi (9 de diciembre de 1892 - Milán, 1943). Nacido en Sicilia, había llegado a la Argentina en 1910. Siempre se lo acusó de ser “el Al Capone argentino”, porque dicen que convirtió a la ciudad de Rosario en la “Chicago” del país. Él siempre negó tener relación con la mafia. Lo conocían como “Chicho Grande” y lo deportaron en 1933.
Por su parte, Primo Carnera (25 de octubre de 1906 - 29 de junio de 1967) también era italiano. Había nacido en Sequals, cerca de Udine. A los 18 años medía 2,05 metros y pesaba 125 kilos. Empezó haciendo demostraciones en un circo pero un promotor lo convenció para que fuera boxeador. Y aunque no era brillante, en 1933 llegó a campeón mundial de los pesos pesados. Tras su retiro, terminó haciendo peleas de catch (incluso estuvo en la Argentina) y hasta papeles breves en películas de Hollywood.
 La difusión de “Cambalache” muchas veces fue prohibida por los censores de turno. Y el tango también generó debate por su temática similar a la de “Al mundo le falta un tornillo”, obra que Enrique Cadícamo hizo en 1933. Los defensores de Discépolo dicen que otro tema suyo titulado “¡Qué sapa, Señor!”, fue escrito en 1931. Y ya estaba en esa misma línea. La polémica está abierta. Pero esa es otra historia.
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Imagen: Evocación de Discépolo, obra del artista plástico Jorge Cosenza. (Tomado de www.kp1.net)
Material tomado de "Ciudades", clarin.com del  6/8/2012.

13 abr 2014

De Palermo a Balvanera


(De Diego Ruiz)

Andaba el cronista, durante su último callejeo allá por los Portones de Palermo, evocando al viejo café “La Paloma” que, como tantos, ya es sólo parte de la memoria de Buenos Aires y, siguiendo su periplo, prometió rumbear para el Centro, no sin hacer algunas escalas necesarias en su gira por aquellos cafés y afines que fueron cuna y hogar del tango. Una parada obligada es el antiguo barrio de Balvanera, que incluye los sub-barrios del Abasto, Once y Congreso, aunque para el imaginario popular dichas denominaciones tengan más fuerza identitaria que la fría letra de las ordenanzas municipales. El cronista no puede dejar de comentar que Balvanera –hoy delimitada por Independencia, Entre Ríos-Callao, Córdoba y Sánchez de Bustamante-Sánchez de Loria– es, fuera de los fundacionales Monserrat y San Nicolás, uno de los más antiguos barrios de la ciudad, pues su primer antecedente es un oratorio público puesto bajo la advocación de “Nuestra Señora de Valvanera”, creado en 1799 por fray Damián Pérez, procurador del Colegio de Propaganda Fide. Asimismo supo ser hasta bien entrado el siglo XIX su parroquia más extensa, pues abarcaba todo el territorio al oeste de la actual línea Entre Ríos-Callao hasta toparse con su similar de San José de Flores. Sufrió una primera partición en 1869 al crearse San Cristóbal, desgajándole el territorio comprendido entre Independencia, Boedo-Sáenz y el Riachuelo, y el crecimiento posterior de la ciudad hizo el resto hasta reducirla hasta sus actuales límites.
Pero, en el tiempo imaginario en que el cronista anda vagabundeando, Balvanera ya estaba totalmente urbanizada y en la esquina de San Luis y Pueyrredón se alzaba el café “Garibotto”, donde en la década de 1910 sentó sus reales Juan “Pacho” Maglio, que venía de actuar largo tiempo en el ya mencionado “La Paloma”, acompañado por José “Pepino” Bonano en el violín, Carlos “Hernani” Macchi en flauta y Luciano Ríos o Leopoldo Thompson en guitarra de siete cuerdas. Acá el lector estaría en todo su derecho de increpar al cronista: “–¿Pero en todos lados estaba Pacho, caray? —. Y sí... no en todos lados, pero en esos primeros tiempos heroicos Maglio tocó casi en cuanto café, peringundín o lugar de mala fama tuviera un palquito para la “orquesta”, palquito que en más de una ocasión sólo constaba de unos cajones vacíos apilados. El cronista piensa a veces que Maglio está un poco olvidado y que en la radio sólo pasan, y de vez en cuando, su famoso tema “Sábado inglés”, pero la obra de difusión que hizo este músico no tiene parangón. Piense nada más el lector que, allá por la década de 1920, era habitual que cuando alguien iba a comprar un disco dijera simplemente “déme un Pacho” para medir la popularidad que llegó a alcanzar. Pero volviendo al “Garibotto”, si en “La Paloma” Maglio se quejaba por las ratas que pululaban entre las mesas, aquí también encontró la anécdota joco-seria: según refieren los hermanos Bates –primeros historiadores del tango que llegaron a entrevistar a muchos de sus primigenios protagonistas–, una noche irrumpió en el local la policía debido a una denuncia por juego ilegal –o sea timba de la pesada– y parroquianos, propietarios y músicos fueron a parar en dulce montón a la comisaría. La cosa fue debidamente aclarada, por medios forenses o “de los otros”, y a las pocas horas el local fue nuevamente habilitado, pero quiere la leyenda que Pacho aprovechó esas horas de calabozo para componer “¡Qué papelón!”, seguramente inspirado por el trago amargo que acababa de sufrir.
A unas pocas cuadras, en Corrientes y Pueyrredón, se erguía por la misma época un antiguo reducto de payadores, el “Almacén Suizo”, o sea uno de esos establecimientos que a la “despensa” propiamente dicha sumaban un despacho de bebidas, herederos de las antiguas pulperías y germen de los posteriores cafés con orquesta. Allá por 1908 actuaba en dicho almacén un trío formado por Ernesto “el pibe” Ponzio en el violín, el morocho y ciego Eusebio Aspiazu en guitarra y Vicente “el tano” Pecci en flauta. Ponzio ya acreditaba por entonces, pese a su juventud, una larga carrera tanguera: nacido en 1885 en “la Tierra del Fuego” –o sea entre la Recoleta y la Penitenciaría Nacional– de padre napolitano y arpista y madre uruguaya, la temprana muerte del progenitor lo obligó a abandonar los estudios en el Conservatorio Williams y a ganar el pan familiar tocando y pasando el platito en cafés y cantinas. Según Juan Silbido (el periodista e historiador Emilio Juan Vattuone) habría compuesto su primer éxito, “Don Juan”, en 1898, estrenándolo en 1900 en la casa de bailes de Concepción “Mamita” Amaya, de Lavalle 2177. Ponzio logró después renombre en los establecimientos de Palermo “El Tambito” y “Hansen”, haciendo dupla con el clarinetista Juan Carlos Bazán, en “lo de Laura” y en lo de María “la Vasca” Rangolla, de Carlos Calvo 2721, donde se codeó con Vicente Greco, Manuel Campoamor (el de “La c...ara de la l...una”) y, posiblemente, con Rosendo Mendizábal.
Parece que Ponzio tenía pocas pulgas, o que era bastante compadrito, pues en 1902 fue procesado por lesiones en Coronel Suárez y, en 1906, condenado a dos años por lesiones con arma de fuego. Lo cierto es que en enero de 1924, en un prostíbulo del barrio Pichincha de Rosario, mató de un balazo a otro concurrente y fue condenado a veinte años de cárcel con la accesoria de reclusión por tiempo indeterminado por registrar antecedentes, pena que sólo cumplió hasta 1928 cuando fue indultado. A pesar de todo esto, se había casado en 1906 con Adela Savino en Lanús Oeste, de donde era la niña, instalando el almacén “El Pibe”, luego trasladado y rebautizado “Los Paraísos”. En la década de 1930 formó la Orquesta Ponzio-Bazán, en la que participaban Vicente Pecci (flauta), “el Pardo” Alcorta (violín), José María “el Yepi” Bianchi (bandoneón) y el cieguito Aspiazu en la guitarra, orquesta que llegó a actuar en el Luna Park. También fue convocado por Pascual Carcavallo para actual en el teatro “El Nacional”, en la Orquesta de la Guardia Vieja junto a Bazán, Enrique Saborido, José Luis Padula, Luis Teisseire y otros viejos próceres. En eso estaba cuando, en 1934, falleció del mismo mal que su padre, de un aneurisma en el corazón. Curiosamente para un músico que trabajó tanto, no han quedado grabaciones propias ni en otras agrupaciones, pero podemos ver su estampa junto al “gordo” Bazán en la película “Tango”, donde aparecen tocando, con una orquestita, “Don Juan”.
El otro reducto insoslayable de Balvanera, más precisamente en el Abasto, fue el café “O’Rondeman” de los hermanos Traverso, en Humahuaca 2202, donde dio sus primeros pasos artísticos Carlos Gardel, pero este cronista ya ha hablado largo y tendido sobre este lugar legendario, por lo que pide disculpas al lector por la omisión y prosigue su camino hacia el Centro, deteniéndose quizá en algunos cafés de la Avenida de Mayo si es que el tranvía lo deja cerca.
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Imagen: Parroquia Nuestra Señora de Balvanera.
Nota tomada del periódico “Desde Boedo”, abril de 2014. 

11 abr 2014

El intrépido gran señor



(De Haydée Breslav)

La muerte lo sorprendió a Jorge Newbery el 1º de marzo de 1914 en un accidente aéreo ocurrido en la localidad de Los Tamarindos, de la provincia de Mendoza. Precursor de nuestra aviación civil, creador de la militar y defensor de los intereses nacionales, varios tangos fueron compuestos en su homenaje.

Nacido el 27 de mayo de 1875 en Buenos Aires, en la calle Florida 251, Jorge Newbery realizó sus estudios universitarios en los Estados Unidos, el país de su padre, donde tuvo entre sus maestros a Thomas Alva Edison y se recibió de ingeniero electricista.
Es sabido que “el intrépido gran señor”, como lo llamó el general Mosconi, cumplió históricas hazañas aéreas: la primera, el cruce del Río de la Plata en globo, que realizó con Aarón de Anchorena a bordo del “Pampero”. Voló después en el “Patriota”, en cuya segunda ascensión lo acompañó Alfredo Palacios, en lo que fue el inicio de una estrecha amistad; en un tercer globo, llamado “Huracán”, llegó hasta Brasil, marcando el cuarto récord mundial de tiempo de suspensión y el sexto de distancia recorrida. Y en el “Buenos Aires” batió el récord sudamericano de altura al ascender por sobre los 5.100 metros.
No se conoce tanto su preocupación por el desarrollo científico, industrial y energético, el cual le inspiró varios artículos que fueron publicados por la Sociedad Científica Argentina, en los que puso de manifiesto su pensamiento laicista, ni su desempeño al frente de la Dirección de Alumbrado de la Municipalidad de Buenos Aires, desde donde municipalizó los servicios eléctricos de la ciudad, ni del libro “El petróleo”, que en 1910 escribió junto con Justino Thierry, en el que propiciaba que, para proteger a la zona petrolífera de Comodoro Rivadavia de las multinacionales, se la declarara territorio nacional.
Decidido a volar en aparatos más pesados que el aire, en 1912 cruzó en avión el Río de la Plata y en 1914 alcanzó con su monoplano los 6.225 metros de altura superando el récord mundial. Se había propuesto cruzar la cordillera de Los Andes y con ese objetivo se trasladó a Mendoza donde, ante unas jóvenes que querían verlo volar y a pesar de que otros aviadores, entre ellos Teodoro Fels, intentaron disuadirlo, inició una exhibición que sería la última.

JORGE NEWBERY, TANGO Y POESÍA
Cuentan que a principios del siglo pasado no era aconsejable transitar por las veredas de Buenos Aires (y de muchas localidades suburbanas) entre la caída de la tarde y bien entrada la mañana, porque en ese lapso barras de compadritos solían instalarse en las esquinas, desde donde agredían a los transeúntes: a las mujeres de palabra, dedicándoles expresiones soeces, y a empujones y golpes, si se daba la ocasión, a los hombres.
Quiere la tradición que cierta vez la patota que había sentado sus reales en Corrientes y Esmeralda quiso burlarse de un elegante joven, pero las pullas cesaron cuando quienes las proferían dieron con sus huesos en el suelo: Jorge Newbery, que no otro era el joven, los había noqueado. El boxeo, de práctica incipiente entonces en Buenos Aires, era uno de los muchos deportes en que sobresalía. El episodio quedó inmortalizado por Celedonio Flores en los versos iniciales del tango “Corrientes y Esmeralda”, con música de Francisco Pracánico: “Amainaron guapos junto a tus ochavas / cuando un cajetilla los calzó de cross”.
No es este el único nexo de Newbery con el tango: varios autores del género le dedicaron sus creaciones. Se mencionan, entre otros, los tangos “Jorge Newbery”, de Aquiles Domingo Barbieri; Newbery”, de Luciano Ríos;  “Un recuerdo a Newbery”, de José Arturo Severino; 
“De pura cepa”, de Roberto Firpo; “Prendete del aeroplano”, de José Ezcurra, y los dos titulados “El Pampero” como el globo aerostático en el que Jorge Newbery navegó varias veces y a cuyo bordo encontró la muerte su hermano Eduardo: uno pertenece a José De Caro y el otro a Luis San Martino; también se nombra al vals de Eduardo Arolas Tu sueño”.
En ese sentido, uno de los homenajes más entrañables fue el que le dedicaron Gardel y Razzano en el primer aniversario de su muerte, con un estilo que titularon  “A la memoria de Jorge Newbery” y no llegaron a grabar, y de cuya letra transcribimos la primera décima: “En un abrazo inmortal / la guitarra y el poeta / sollozan por el atleta / de la Aviación Nacional... / ¡Newbery, el cóndor genial / que fue en sublime locura / a seis mil metros de altura / rompiendo brumas ignotas, / cayó con las alas rotas / en la negra sepultura!”.
Según contó Razzano, Newbery fue uno de los más entusiastas admiradores del dúo que aquel conformaba con Gardel, cuyas actuaciones solía presenciar en el elegante local nocturno Armenonville, donde tocaban además Firpo y Arolas, integrando un cuarteto típico que completaban Tito Roccatagliata y Lorenzo Thompson.
En un interesante trabajo, Miguel Alejandro Sánchez Peña traza un paralelo entre Gardel y Newbery en el que encuentra, entre muchas otras similitudes, que “los dos fueron ídolos de Buenos Aires” y que “los dos sedujeron a la multitud”. Por nuestra parte, agregamos que los dos cayeron en accidentes de aviación (obviedad trágica, pero obviedad al fin) y que los dos fueron homenajeados por poetas. Así, Raúl González Tuñón escribió, en “Muerte y entierro de Gardel”: “Cuando muere un cantor suele nacer un sueño / y en algún mar distante se desploma un albatros”.
Y Belisario Roldán, en la oración fúnebre que pronunció en las exequias de Newbery en la Recoleta, expresó, entre otros, estos conceptos: “Ha caído esta gloria, toda nuestra; ha caído el héroe de la sonrisa eterna, ha caído con el ala rota, como el ave fastuosa de la leyenda antigua”.
Ahora reposan los dos –Newbery y Gardel– en la Chacarita, donde el pueblo les construyó sendos monumentos. En 1937, en oportunidad de dar sepultura definitiva a Newbery, Alfredo Palacios dijo, ante una multitud: “[…] Y eso que él ejecutó, en una escala tan grande, no lo hizo sólo para sí mismo, sino para todo el país. Lo dominaba el afán de ensanchar los límites del hombre y lo consiguió espléndidamente. Dilató nuestros dominios en el aire y en la atención y el respeto de las gentes”.
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Imagen: Monumento a Jorge Newbery en el cementerio de la Chacarita, obra de Hernán Cullen Ayerza; atrás y a la izquierda, la bóveda que guarda los resto del aviador (Foto tomada de  http://www.arcondebuenosaires.com.ar ).
Nota tomada del periódico barrial “Tras Cartón”, marzo de 2014.

9 abr 2014

Mi Buenos Aires querido




(De Juan Gelman)

Sentado al borde de una silla desfondada,
mareado, enfermo, casi vivo,
escribo versos previamente llorados
por la ciudad donde nací.
Hay que atraparlos, también aquí
nacieron hijos dulces míos
que entre tanto castigo te endulzan bellamente.
Hay que aprender a resistir.
Ni a irse ni a quedarse,
a resistir,
aunque es seguro
que habrá más penas y olvido.
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Imagen: Juan Gelman (Foto tomada de juangelman.net)

Clemente

 


(De Néstor Gustavo Giunta)

Clemente es un extraño personaje que, con el tiempo, se convirtió en un clásico de la historieta argentina. Fue creado por Caloi (Carlos Loiseau) en el año 1973, e hizo reír a los lectores del diario “Clarín”, desde la contratapa del mismo, a lo largo de más de 40 años. Físicamente es una criatura de una especie indefinible, algo así como una especie de pájaro a rayas, con trompa en lugar de pico (aunque originalmente lo tenía), sin alas ni manos, pero que puede volar. Su manjar preferido son las aceitunas, aunque generalmente no son unas aceitunas comunes, sino unas que hablan, se le escapan, y amenazan con suicidarse. “Clemente es un personaje del absurdo, pero no tiene lugar en la escala zoológica”, contó Caloi en una entrevista. El personaje de Clemente es, sin lugar a dudas, el crítico político y económico de las tiras por excelencia. Sus comentarios y conclusiones responden a la realidad social, política y económica del país con un tono sarcástico e irónico, y suele burlarse de las figuras más encumbradas no sólo de la Argentina sino del mundo. Desde las viñetas, analiza y comenta la situación del país y el mundo, derribando con sus juicios a grandes personalidades del planeta. Junto a él lo acompañan un grupo de personajes desopilantes, cada uno de ellos con una característica particular y extravagante. Con su mirada irónica y su carácter “porteño” fue cronista de varios de los grandes momentos de la historia argentina reciente.
Surgió como un personaje secundario en la tira del diario “Clarín”: "Bartolo el maquinista" en el año 1973. La historieta original se trataba de un porteñísimo y algo melancólico conductor de tranvías llamado Bartolo que recorría Buenos Aires, con su mascota (Clemente). En esas primeras aventuras el tranvía se movía como loco, volaba, se achicaba o se agrandaba. Como Bartolo era hincha de River (al igual que el autor de la tira), Caloi hizo que Clemente fuera de Boca, de forma tal de lograr un contrapunto con el protagonista. A pesar de que no se lo propuso, Clemente fue cobrando mayor protagonismo que Bartolo, y, en un tiempo corto, fue convirtiéndose en el protagonista de la historieta, sacando de este lugar a Bartolo, para finalmente quedarse con todo el espacio en la tira. Así, con el tiempo Bartolo desapareció con su tranvía, y Clemente inició una nueva etapa, una nueva tira, donde él era el protagonista.
En sus tiras y personajes rondan muchas de las pasiones características de los habitantes de estos confines australes del mundo, entre las que se destacan el fútbol, el amor por la palabra y la ironía y, por supuesto, las mujeres. A medida que fue cobrando protagonismo, a mediados de la década del 70, aparecieron con mayor nitidez los elementos de identidad que lo convertirían en un personaje único. Uno de los más singulares, el que produjo la gran conexión con el público, era su capacidad para filosofar, para devanear existencialmente, con un pie siempre puesto en la sabiduría de barrio, en el sentido común de la calle, en la manera de ver las cosas del ciudadano de a pie. A Clemente le encanta el fútbol, y es por eso que se destacó su participación no sólo en tiras, sino también en la televisión, mediante su versión animada durante los mundiales. En esos momentos suelen aparecer decenas de Clementes saltando y gritando a favor del seleccionado argentino desde una tribuna de fútbol, con gorros, banderas y vinchas. También suele aparecer “el hincha de Camerún”, un personaje similar a Clemente pero negro, que simpatiza por el país africano y que se hizo conocido durante el mundial de España ´82. Pero ya en el mundial anterior, en Argentina ’78, Clemente cobraría fama por alentar el uso de papel picado cuando salían los equipos a la cancha, peleándose incluso con José María Muñoz porque el relator estaba en contra de la campaña del personaje para que la gente tirara papelitos cuando aparecía Argentina. Es un símbolo de la pasión criolla, representó al hincha y se convirtió en un digno representante del folclore argentino futbolero.
A Clemente y sus múltiples dobles, Caloi le sumó otros personajes a su tradicional tira:
Mimí: Es una canaria de crianza, de aires aristocráticos, fina y delicada, pero un tanto fría. Vive en una jaula y es muy romántica. Está muy enamorada de Clemente, y lo ama con todo su corazón.
La Mulatona: Junto con Mimí forman el triángulo amoroso de Clemente. Apareció después que ella, enamorando completamente a Clemente. Contrasta totalmente con la fina Mimí; ama el ritmo, los vestidos con escotes pronunciados y la diversión. Es de tez morena, tiene unos prominentes pechos y labios gruesos pintados de rojo. Es un amor explosivo e inestable, y Clemente, a veces, aparece hablando desde los pechos de este singular personaje.
Jacinto: Es el hijo mayor de Clemente, y es la versión pequeña de éste. Tiene generalmente un chupete, y está celoso de su hermana. Charla asiduamente con su padre sobre diferentes problemáticas.
Clementina: Es la hija de Clemente, pero parecida a la Mulatona. Posee unos gruesos labios, lleva unas trenzas y unos pañales. Habla en una jerga que molesta a Jacinto (según éste, ella es una "cheta").
Clementosaurio: Es una mezcla de un Clemente y un dinosaurio; es alto, robusto, alargado y, al igual que Clemente, amarillo con rayas negras. Es cariñoso y simpático.
En el año 2004 Clemente fue nombrado "Patrimonio cultural de la ciudad", por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires. En noviembre de ese mismo año se llevó a cabo la inauguración del Monumento a Clemente, obra del escultor Fernando Rusquellas, en la plazoleta Clemente, en pleno centro de Adrogué, provincia de Buenos Aires. Hay también una estatua de Clemente en la "República de Los Niños", en Gonnet, partido de La Plata, provincia de Buenos Aires, Argentina.
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Imagen: Clemente, el singular personaje de historieta creado por Caloi.
Nota tomada de la página web: todohistorietas.

7 abr 2014

Acerca de algunas expresiones de origen futbolero


(De Luis Alposta)

Es sabido que el lunfardo se nutre, también, con vocablos procedentes de distintas jergas. Y entre las jergas importantes, en razón de su popularidad, se encuentra la del fútbol. Su vocabulario específico ha suministrado algunas voces y expresiones que han pasado al uso común, generalmente con sentido figurado.
Es así como el hincha o el simpatizante, gusta de trasladar la terminología de la tribuna al ámbito de lo cotidiano. Tiende rápidamente un cordón umbilical entre dos realidades. Y es entonces cuando con una economía de lenguaje asombrosa, nos dice:
No me dan pelota, queriendo decir que no le hacen caso, que no le llevan el apunte. 
Parar la pelota, refiriéndose al hecho de frenar un impulso y recapacitar. 
Colgar los botines, con el sentido de retirarse o jubilarse de una actividad cualquiera. 
Estar o quedar en orsai, por estar desubicado, en situación difícil, en falta. 
Tirarse de palo a palo, ir al fondo de la cuestión; jugarse entero.
Jugar el descuento, queriendo decir que le quedan los últimos recursos, que debe resolverse rápido. 
A esta altura del partido, a cierta edad de la vida; con cierto grado de experiencia.
Marcar de cerca, vigilar a alguien, controlarlo. 
Sudar la camiseta, trabajar en exceso; hacer grandes esfuerzos para obtener algo. 
Irse al descenso, perder posiciones, terreno, chance. 
Pegar en el palo, salvarse de chiripa. 
Salir con los tapones de punta, decidido a todo; poner las cosas en su lugar y con cierto ánimo belicoso. 
Golazo, logro espectacular. 
Gol de media cancha, lograr un triunfo inesperado; acertar con una decisión impensada.
Tal vez la más gráfica es la que me dijo un paciente después de haberse recuperado de un infarto: “No me engañe doctor. Esta vez sí que de pedo la saqué al corner”.
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Ilustración: Afiche de la película "El hincha", con Enrique S. Discepolo, Diana Maggi y Ricardo Passano, con dirección de Manuel Romero.

5 abr 2014

Allá por la calle 25 de Mayo



(De Luis León)

Cuando los sefaradíes llegaban a Buenos Aires desde distintas partes del Imperio Otomano, el primer sitio conocido eran las inmediaciones de la calle 25 de Mayo. Enclavada en “el bajo”, parte vieja de la ciudad, era frecuentada por marineros en busca de alojamiento o diversión. Debido a su proximidad con el puerto, allí habitaban en pocas manzanas, numerosas familias sefaradíes que hicieron de ese sector de la ciudad, su propia “djudría”.

LAS VIVIENDAS
 “Se vivía en grandes casas de múltiples habitaciones, los tradicionales conventillos, y en cada una había una familia. Nosotros alquilábamos dos piezas que daban a patios, la de adelante, mi padre la convirtió en local, y en la otra vivíamos todos juntos, ellos y nosotros, los cinco hermanos. Recién cuando progresó, nos mudamos a una casa más amplia, separada de su local, donde le iba muy bien.” (*)
 En esa parte del barrio vivían no sólo sefaradíes, también otros inmigrantes, de los cuales algunos se destacaron. Por ejemplo la familia Aleman, dos de cuyos hijos fueron ministros de economía, “compartieron el conventillo con nosotros. Su madre los esperaba al venir del colegio para que no cruzaran solos la calle Reconquista. También Onassis, que se había hecho amigo de mi padre y vivía por allí. Papá acostumbraba tomar café en un bar muy humilde de la bajada de Viamonte donde lo atendía un mozo que apodaban “el griego”, que no era otro que el luego famosísimo multimillonario. Un día le regaló un barquito de marfil. “El griego” contaba que iba y venía a Montevideo en bote todas las semanas haciendo negocios que nadie conocía.”(*)

EL PROGRESO ECONÓMICO
 Al progresar económicamente, los djidiós permanecían en el barrio, buscando viviendas grandes y de construcción más confortable para la familia. En los conventillos, algunos edificios hacían a la vez de negocio, para abastecer a la gente del barrio o para proveer a los vendedores ambulantes. Había una casa donde todas las habitaciones, como conformando una primitiva galería, servían de depósito de mercaderías de un djidió(**). “A mi padre le fue muy bien económicamente. Viajaba frecuentemente a Francia en barcos de lujo para importar mercadería para su negocio. Durante ese tiempo mi madre se hacía cargo del local. 
El era muy generoso y acostumbraba a ayudar a los necesitados, tenía la costumbre de llenar con monedas durante la semana un recipiente de estaño que llamábamos “chanaca” (1). Cuando llegaba el sábado, comenzaban a desfilar los menesterosos para llevarse una moneda de “un cobre” (2), nunca se abusaban tomando de más”. (*)
 Pero la mayoría era humilde, como una mujer que era admirada por los dulces típicos que hacía y solía convidar a los vecinos del conventillo. Cierto día, decidió comprar una “chanaca” enlosada que estaba de oferta en el bazar, para reemplazar una olla que se le había roto, y usarla con fines reposteros. Cuando los dulces estuvieron hechos, fue a convidar a sus vecinas, pero todas le dijeron “no gracias”.

LA INSTRUCCIÓN
 Muchos de aquellos inmigrantes eran analfabetos, lo cual no los limitaba para desempeñarse inteligentemente en sus negocios y buscar instruir a sus hijos.
 “ Mi padre un día en Izmir, se encontró con un conocido que le dijo que lo buscaban para que fuera a hacer l´askierlik, el servicio militar obligatorio en Turquía, muy temido por lo prolongado y riesgoso. Sin dudarlo, pidió que avisara a su madre, y sin regresar a tomar siquiera un poco de ropa se subió al primer barco que estaba en el puerto, ignorando a dónde lo llevaría. Así llegó a Buenos Aires, allá por 1902 o 1903...” “...Trabajó muy fuerte y le fue muy bien. Cerca de casa estaba el Colegio José Manuel Estrada, cuyo director el Dr. Armando, iba todos los días al negocio de mi padre para aconsejarle que aprendiera a escribir, aunque él y mi madre rehusaban a hacer el esfuerzo diciéndole ¿para qué sirve?,¡no kero!...pero con esfuerzo, logró que aprendieran a escribir sus nombres y firmar.”(*)
 “En cambio, todos nosotros estudiamos. Mis hermanos fueron al colegio Carlos Pellegrini y al Buenos Aires, mi padre los obligaba, y uno de ellos por pedido de mi madre se recibió de médico y puso el consultorio en la habitación de adelante de nuestra casa de la calle Entre Ríos 177. Las hermanas fuimos al Colegio Gral. San Martín allá cerca, en la calle del mismo nombre.
Era exclusivo para mujeres, aunque hasta tercer grado era mixto. Allá cursaron los primeros grados Perón y Frondizi. (3) (*).
Un día fundaron el Club Social Israelita, en una vieja casona de Reconquista y Viamonte donde hoy está la sede del rectorado de la Universidad de Buenos Aires. En un principio le propusieron a mi padre que fuera presidente, pero luego lo nombraron a Alberto Danón, quien era considerado un hombre de cierta cultura, a él lo pusieron como tesorero, ya que había donado plata. Todas las vísperas del 25 de Mayo y 9 de Julio, las fiestas patrias, hacían una reunión especial donde el presidente hacía un discurso alusivo. Pero era sabido que más allá de su “saber” desconocía la historia y los próceres del país, por lo cual comenzaba a mezclar a Belgrano con Sarmiento y San Martín. Los concurrentes que sabían menos que él, se impacientaban y le gritaban “curto hazeló.., curto hazeló” (4) y el disertante les respondía “he dicho” y se sentaba”.(*)

LA VIDA SOCIAL Y COMUNITARIA
 El barrio carecía de sinagoga, aunque fueron contribuyentes fuertes en la compra del terreno donde se erigió la de Camargo, de los sefaradíes de Esmirna, del barrio de Villa Crespo.
“Funcionaba en una gran habitación donde un jajám que hacía los oficios de sacerdote coordinaba las ceremonias, y para las fiestas no faltaba la gran mesa donde se decía ”todo el ke tiene ambre ke venga i coma” y se recibía a quienes no tenían para celebrar en las fiestas”.
 Se solían visitar entre familias con mucha frecuencia, la comunidad en general vivía con buen ánimo. Algunos hombres en verano se juntaban para ir, a veces todos los días, a la costanera Sur y ver los espectáculos de cantantes españolas que ofrecían algunas confiterías de esa época para la temporada de verano.
 Había dos cafés visitados con habitualidad por los sefaradíes, el más conocido fue el de Buchuk. Antes de esa época,” no recuerdo el nombre del dueño, una buenísima persona, que regenteaba un bar donde iban los sefaradíes. Tenía un gran horno de panadería y aceptaba cocinar comidas que mi madre preparaba, porque la mayoría no tenía horno en su casa. Cierto día decidió animar las veladas contratando una bailarina turca llamada Madame Blanche. Les tomó el meoio (5) a los hombres, y cuando se hablaba de ella en casa, nos sacaban de la pieza. Un día decidí conocerla, fui a la panadería a buscar unas pitas que mi mamá había dejado para cocinar y cuando el dueño me preguntó qué quería, le dije que en principio conocer a Madame Blanche. Me miró de reojo y me sacó del local diciendo que el llevaría personalmente las pitas cuando estuvieran cocinadas.”(*)
Los alrededores del “bajo” en la calle 25 de Mayo de Buenos Aires, como dije al principio, fue el puente para los recién llegados. Allí paraban las primeras noches hasta poderse ubicar, trasladándose a menudo a los conventillos del otro barrio judío: Villa Crespo, o bien tentar suerte en ciudades del interior. La gente de acá se consideraba un tanto “superior” según testimonios, ya que fueron de los primeros en llegar con el siglo XX. A medida que se fue formando la comunidad de Villa Crespo también con mayoría de inmigrantes de Izmir, y más tarde la del barrio de Flores, los de 25 de Mayo los asistían en todo lo necesario, pero eso mismo y su antigüedad, los hizo considerarse en cierta medida una aristocracia en la comunidad.  
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Notas:
 (*) Testimonio brindado por la señora Arouj de Bembasat.
 (**) Testimonio de Isaac “Chuny” Emanuel.
(1) bacinilla (en djudesmo).
(2)Monedas de 1 y 2 centavos de la época, acuñadas en cobre.
(3)Ambos, fueron presidentes de la Nación.
(4)“Hacelo corto, hacelo corto” (expresión en djudesmo).
(5) Les tomó la cabeza. Los mareó (del djudesmo).

Ilustración: Logotipo del Centro de Investigación y Difusión de la Cultura Sefardí de Buenos Aires.
Nota tomada de la revista “SEFARAires,” Nº 24, abril, 2004 

¿Qué es un barrio?



(De Jorge Luchetti)

Si bien sabemos conceptualmente lo que significa, hay veces que la ordenación de un vecindario y las circunstancias en que se generó, como sucede en Coghlan, nos obligan a hacer un análisis más profundo de su origen. ¿Simplemente se conformó de manera administrativa o tiene una identidad y sentido de pertenencia que lo avalan como tal?

Cuando hablamos del urbanismo de Buenos Aires, indefectiblemente nos debemos referir a sus barrios como ámbito generador de la propia ciudad. La palabra barrio la usamos de forma habitual, incluso forma parte del título de nuestro periódico con la finalidad de identificar sus alcances, como nos dice su director Marcelo Benini. “Cuando buscábamos un nombre para el periódico siempre pensé que debía ser concreto y poco pretencioso. Así como los grandes diarios del mundo aluden a unidades geográficas de diferentes medidas (El Universal, El Mundo, La República, El País, La Nación), me pareció que El Barrio representaba -mejor que cualquier otro título posible- el concepto editorial que buscábamos definir. De alguna manera, nos impusimos un límite temático y jurisdiccional, que le proporcionara a nuestros lectores un claro sentido de pertenencia. Creo que, en ese sentido, nuestra marca fue una pegada”, reflexiona Benini.
Ahora bien, más allá de saber qué queremos decir cuando nos referimos a un barrio, debemos preguntarnos ¿de qué hablamos cuando hablamos de barrio? Sepamos que no existe una definición puntual y específica que comprenda el concepto total de barrio. George Galster, analista urbano, hace una comparación interesante para entender lo difícil que se hace definir el significado del barrio y nos dice: “Los científicos urbanos han tratado al barrio como los jueces han venido tratando a la pornografía: como un término difícil de precisar. Todos saben qué es eso cuando lo ven, pero no pueden dar una definición precisa”.
Si vamos a una de las definiciones más comunes de barrio, que generalmente aparece en alguna enciclopedia o algún compendio de urbanismo, encontraremos que un barrio, es una subdivisión que se fija dentro de una ciudad o pueblo, la cual tiene una identidad propia con sentido de pertenencia. Pero el análisis de su función es mucho más extenso que esta corta frase. Un barrio debe establecerse como un elemento trascendental de políticas urbanas, el cual deberá actuar como ámbito de cobijo para esa comunidad barrial. Además, su identificación como tal debe ir en beneficio de la vida del ciudadano. Como dijimos, no hay una tesis estricta referente a qué es o qué hace que un lugar se transforme en barrio.
Sabemos que un barrio se pudo haber gestado por una decisión administrativa, por sus condiciones geográficas, por el devenir histórico o por el impulso del desarrollo inmobiliario. El sentido de pertenencia barrial, como así también la identidad que adquiere el vecino con el lugar, forjan una diferencia con respecto a aquellos que pertenecen a otro barrio. Basta ver la rivalidad que se va gestando entre los diferentes clubes de barrio, que en ocasiones llega a provocar una enemistad desmedida.
En algunos países la idea de barrio se la relaciona con poblaciones carenciadas, o sea se la compara con lo que aquí conocemos como villas miserias. A diferencia de esto, en nuestro país se incluye al barrio dentro de todos los escalafones sociales. La palabra barrio está democratizada, ya que si bien a veces no se cumplen ciertas pautas los derechos y obligaciones son iguales tanto para Recoleta, San Telmo o Villa Riachuelo.

Otro tema trascendental es su delimitación, a través de parámetros que permitan identificar a qué lugar pertenecemos. La científica social Dooren Massey, hablando del lugar y del espacio, hace una reseña para poder plantear irrefutables criterios de delimitación que no impliquen una barrera, una frontera entre un “ellos” y un “nosotros”, entre un “dentro” y un “afuera”. En definitiva, la idea de límites marca su propia identidad, pero a la vez no debe estar desconectado con la ciudad en su conjunto. O sea, no puede ser que un barrio viva aislado del contexto de la ciudad, como pasa por ejemplo con Puerto Madero.
¿Dónde empieza y termina un barrio? El problema de la delimitación a veces se torna conflictivo, ya que aparece en ocasiones como un capricho. En este artículo analizaremos lo que sucedió en Coghlan, donde se mezclan los límites reales con algunas fronteras virtuales que producen confusión hasta en los propios vecinos.

COGHLAN Y LA IDENTIDAD BARRIAL
Sabemos que el 1 de febrero de 1891 se fundó la Estación Coghlan, pero debieron pasar varias décadas para que el lugar adquiriera la categoría de barrio. Es que, como ya hemos mencionado en distintas oportunidades, a partir de la propia estación se fue generando este nuevo lugar, aunque necesitó un largo tiempo para saber hasta dónde llegaban sus límites, para que de alguna forma pudiéramos afirmar que Coghlan era realmente un barrio.
En 1968 comenzó el proceso de identificar a este lugar como barrio y fue en 1972 cuando se dictó una ordenanza municipal que le daba esa categoría, determinando a su vez sus límites. A saber, van desde las vías del ex Ferrocarril Gral. Mitre del ramal Mitre, siguiendo por Núñez, Zapiola, Franklin Roosevelt, Av. Dr. Ricardo Balbín, Av. Monroe, vías del ex Ferrocarril Mitre, ramal Suárez, Estomba, Franklin Roosevelt, Tronador, Av. Congreso, San Francisco de Asís y Quesada hasta su intersección nuevamente con vías del ex Ferrocarril Gral. Mitre, del ramal homónimo.
Este pequeño paraíso urbano sigue dando batalla para crecer con armonía y fortalecer su identidad barrial, la cual queda especificada a través de sus hitos urbanos, arquitectónicos y culturales. En alguna oportunidad nos hemos referido a esa identidad, que a menudo se ve avasallada por los cuatro gigantes que rodean a Coghlan: Saavedra, Núñez, Villa Urquiza y Belgrano R; este último es quien sigue influyendo en los valores identitarios del barrio. Por ejemplo, en el rubro inmobiliario es común ver avisos que titulan “vendo o alquilo casa en Belgrano-Coghlan”. Además, algunos emprendimientos parecen olvidar su nombre. La zona donde se encuentra la vieja Villa Roccatagliata es conocida comercialmente como Altos de Belgrano. Si bien sabemos que es una cuestión de marketing, ya que el nombre de Belgrano vende, esto a su vez crea un desconocimiento mayor: incluso ayuda a que los propios porteños desconozcan dónde queda ese lugar llamado Coghlan.
Para que el nombre de Coghlan deje de ser anónimo para muchos se necesita una promoción que estampe sus referentes culturales más destacados y los beneficios que el lugar brinda al vecino. En una de estas promociones inmobiliarias figuraba el siguiente eslogan: “Coghlan, un nuevo lugar de moda en Buenos Aires”. Si bien hay una hermandad con Belgrano -debemos tener en cuenta que, hasta no hace mucho tiempo, un sector de Coghlan pertenecía jurisdiccionalmente a Belgrano- tanto en la parte arquitectónica como cultural existen otros componentes que distinguen al barrio como un lugar distinto. Entre ellos su forma de isla, que se generó a través de las vías, la estación y el hospital, que lo encierran de tal forma que se hace difícil desandarlo.
 Si bien los límites son algo absolutamente burocrático, a la vez representan la mejor forma de preservar la identidad de un lugar y permiten saber cuál es el adentro y el afuera. O sea el pertenecer aquí o allá, evitando cambios sustanciales que puedan hacer perder el costumbrismo típico coghlense.

LUGARES Y EDIFICIOS IDENTITARIOS
Hablar de la identidad coghlense significa sin dudas hablar del ferrocarril, de la estación de tren, del puente peatonal construido en Glasgow (el símbolo barrial por antonomasia, de ahí que figure en el escudo), de la Biblioteca Bartolomé Mitre dentro de la propia estación, del edificio de la vieja usina (aún en ruinas y a la espera de una nueva actividad), de la torre de ventilación de Quesada y Congreso (conocida como el Obelisco de Coghlan), de la Escuela Félix de Azara y del Hospital Pirovano, muchas veces confundido como hospital del barrio de Belgrano, sin dejar de lado la Villa Roccatagliata.
Pero Coghlan es más que eso: es también el conjunto de casas amarillas de la calle Washington (una tipología distinta del común de las viviendas del lugar) y el grupo de casas inglesas en derredor a la estación, que son “estas cosas de ladrillo y tejas viejas”, como las llaman quienes poco les importa conservar un pasado que vale la pena. Así también es la ex Fábrica Nestlé, hoy transformada en modernos loft, un edificio que guarda la estructura original de carácter fabril dada por sus chimeneas. Coghlan hoy se abre a una joven generación de vecinos, que vienen a vivir en una nueva arquitectura que responde a una tipología que funciona de forma similar a la de los viejos PH.
Durante años Coghlan no tuvo plazas ni parques, componentes urbanos que dan identidad a un lugar, pero en estas dos décadas pasadas se crearon el parque de la estación y la pequeña plaza que ocupa el frente del supermercado ubicado sobre la avenida Congreso. Tampoco tuvo iglesia en sus comienzos, algo indispensable para identificar un barrio; cuando era necesario se usaba la pequeña capilla del hospital para celebrar misas o algún casamiento. Recién a mediados de los años 30 se inauguró la Parroquia Santa María de los Angeles.
Hace poco tiempo se inauguró el primer museo coghlense, hoy conocido como la “Casa de Ana Frank”, ubicado en Superí 2647, indispensable para la cultura de un lugar. También hacen a esa identidad de la que tanto hablamos los vecinos destacados que pasaron por el barrio, entre los que figuran el afamado pintor Lino Enea Spilimbergo (quien habitó su casa-taller de Tamborini 3818), el poeta Julián Centeya, la artista plástica Anikó Szabó, el músico y profesor Athos Palma y otros tantos personajes que dejaron su huella en el lugar. Sin duda, esto es una muestra de cómo día a día Coghlan sigue forjando su identidad, esa que lo hace indiscutible como barrio.

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Imagen: Antiguo bebedero en la estación Coghlan (Foto rubderoliv).
Nota tomada del periódico "El Barrio".