13 abr 2015

Lola, mora en el viento


(De Abel Langer)

El amor, la pasión y la muerte en los tiempos de la Conquista del Desierto (*).
                                                                                                               
                                                                                                                 (A los indios desaparecidos)

La estatua, porque para mí es eso, una estatua, la que todos conocen como la Fuente de las Nereidas de Lola, mora allá en la Costanera, lugar definitivo, por ahora, de ella, la única, la niña mimada de la aristocracia argentina, de sus hombres y mujeres que a regañadientes toleraban sus transgresiones, y que no le permitieron ser mi amante, y que sea mi amada, y que la mandara a estudiar a Europa, mientras yo, aquí, conquistando el Desierto... para otros, guerreando con indios... para otros, organizando el ejército... para otros, robando tierras... para el blanco. Sí, yo, Roca, primero Presidente, luego ministro de Guerra de mi cuñado ladrón, el que nos quebró a todos y yo, penando por ella que volvió y la hizo para mí, y siguió sola, esperándome, desgastándome Roca, tallándome Roca, esculpiéndome Roca por todo el norte argentino, y ahora ya no está, ya murió y se llevan sus cenizas a Tucumán, el cofre se cae y se abre  y se la lleva el viento y todo se va al carajo. Y yo, Roca, tras ella, volando, libres, por primera vez sin importarnos qué dirán la oligarquía, los terratenientes, y los militares hijos de puta, que para ellos desorejé indios, degollé mujeres, despené ancianos, mutilé niños y los dos...solos, Lola Mora y yo, Roca y la Fuente de las Nereidas y sus estatuas, escondidas en Tucumán, maltratadas en Jujuy, pero ya no importa porque Mora libre y yo, Roca esculpido soy ella que ama y vuela como siempre quiso, como siempre pudo...
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(*) Durante la dictadura militar se intentó trasladar las cenizas de Lola Mora a Tucumán, su provincia, pero durante la ceremonia militar en el aeropuerto metropolitano, la urna con las cenizas la tiró el viento y éstas (las cenizas, se entiende…) se desparramaron y se las llevó (el viento, se entiende…). Los milicos, tozudos, allá fueron con la urna vacía a la ceremonia militar que encabezó Bussi: no pudieron con Lola Mora ni siquiera después de muerta: se les escapó de entre los dedos: primer caso de fuga registrado durante la dictadura y aceptado por estos hijos de puta.

Imagen: La escultora Lola Mora.