5 dic 2011

De los bailes del internado


(De Luis Alposta)

El 21 de septiembre de 1914, los estudiantes de medicina porteños, coincidiendo con la reciente reglamentación del Internado, institución equivalente a lo que fue después el praticantado, y a los que es ahora la residencia, decidieron celebrar su día con un gran baile, el que estuvo animado por los quintetos de Roberto Firpo y de "Pirincho" Canaro. El primer escenario fue el Palais de Glace; los primeros tangos El apronte y Matasano, que estaban dedicados a los internos del Hospital Durand.
Estos bailes se realizaron en forma ininterrumpida durante once años, inspirando cada uno de ellos tangos memorables: Clínicas, Rawson, Muñiz, El anatomista, El internado, El galeno, El cirujano, Bicarbonato, Sal inglesa, Amoníaco, Bicloruro, Sulfato de soda, Cloroformo, La muela careada, La fractura, Pulmonía doble y Cuidado con los rayos X, entre otros muchos títulos.
El último de esos bailes, el  undécimo, tuvo lugar en 1924, fue cuando Osvaldo Fresedo en el Teatro Victoria, le dedicó a los estudiantes el tango El once.
Aquella fue una época en la que siempre se encontraban motivos  para componer música, y la ciudad entera era canto. Una época que nos muestra lo frecuente que era entonces, entre los músicos, dedicar tangos a los médicos como testimonio de gratitud y amistad. Y no sólo a los doctores, sino también a todo lo relacionado con la profesión médica. ¡Si hasta El termómetro tuvo su tango!
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Imagen: Grabación del tango El internado de F. Canaro Canaro en disco de 78 rpm.

4 dic 2011

Villa Santa Rita, el barrio del oeste porteño, sin plazas ni parques


(De Victoria Russo)
 
Las plazas y los parques de la ciudad de Buenos Aires fueron, desde siempre, lugares de recreación para porteños y visitantes, tanto en verano como en invierno.
Sin embargo, hay un barrio de la Capital que no puede ejercer ese derecho, pues carece de esos espacios verdes. Es Villa Santa Rita, situado al oeste de la ciudad. La población estimada del barrio es de 33.700 habitantes, según la Dirección General de Estadísticas y Censos, en un relevamiento realizado en 2001, como se informa en la página web del gobierno de la ciudad de Buenos Aires. La densidad habitacional es de 14.658,2 habitantes por km2.
A partir del informe de Sostenibilidad local: una aproximación urbana y rural, realizado por el Observatorio de la Sostenibilidad en España (OSE), la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que las ciudades dispongan de entre 10 y 15 metros cuadrados de área verde por habitante, distribuidos equitativamente. En Buenos Aires, están concentrados en la zona norte de la ciudad.
Los espacios verdes son considerados por la OMS como “imprescindibles” por los beneficios que reportan al bienestar físico y emocional. “Que no tenga un espacio verde significa que sus habitantes viven en una cárcel de cemento. No tienen el jardín del barrio”, dijo Sonia Berjman, licenciada en Historia del Arte, doctora en Filosofía y especialista en preservación de parques.
El déficit de espacios verdes es alarmante en toda la ciudad y especialmente en esta zona que, directamente, no los posee.
Osvaldo Guerrica Echevarría, arquitecto y coordinador de la Asamblea permanente de los Espacios Verdes Urbanos (Apevu), realizó una investigación, en la que concluyó que en la Capital tan sólo “hay 1,77 m2 de espacios verdes parquizados por habitante, sin contar la reserva ecológica, que suma 1,17 m2”. Además, el arquitecto afirmó que “la creación de espacios verdes va en retroceso”.
En el gobierno de la ciudad reconocieron que el déficit de espacios verdes es un problema por resolver. “Hasta el momento se realizó la revalorización de 41 espacios verdes. El Ministerio de Ambiente y Espacio Público está trabajando para sumar nuevas áreas de ese tipo”, informó Guido Iannaccio, del área de Prensa del Ministerio de Ambiente y Espacio Público del gobierno de la ciudad. Sin embargo, oficialmente reconocen que todavía no hay ningún plan para Villa Santa Rita.
Según explicó la especialista, “una regla urbanística dice que, a cinco cuadras de la casa de un vecino, debe haber un espacio verde público”. Se entiende como tal una superficie de no menos de una manzana.
“Tanto los árboles como los espacios verdes representan vida, calman la vista y ayudan psicológicamente a los habitantes de un barrio, más que nada en esta ciudad, que está plagada de contaminación visual”, dijo Berjman.
Ciudades como Nueva York y Bruselas superan los 20 m2 de espacios verdes por habitante; Madrid tiene 14, París 11,5 y San Pablo, 5,2 m2. Aunque la ciudad brasileña también tiene déficit de estas áreas, la densidad habitacional es mayor en comparación con Buenos Aires, aún así la supera.

AL MENOS, 18 PASAJES
El barrio fue diseñado con 18 pintorescos pasajes que aún conserva. Sus vecinos dejan antiguas macetas de barro en las veredas, algunas, como las viejas vasijas con patas, pintadas a rayas rojas y blancas.
Es uno de los últimos barrios de la Capital en los que todavía no se han generado asentamientos ni bolsones de pobreza y que conserva la arquitectura típica de hace 40 años. Tan sólo se construyó una torre, de dos módulos, y por sus calles no circulan muchos autos.
Santa Rita no tiene una gran zona comercial delimitada como otros barrios de la ciudad. Tampoco posee bares ni discotecas para jóvenes. Sin embargo, mantiene algunos tradicionales cafés, como “El Tokio”, en la avenida Álvarez Jonte y la calle Tokio, que funciona desde 1930. “Es un bar cultural de la ciudad. Desde siempre fue un punto de encuentro. Han pasado figuras como el dibujante Carlos Garaycochea, Diego Maradona y el músico Norberto Pappo Napolitano”, cuenta Leonardo Álvarez, hijo del dueño del bar.
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Imagen: Café bar “El Tokio”. (Foto tomada del sitio www.misfavoritosweb.com.ar )
Nota tomada del diario La Nación, julio de 2009. 

2 dic 2011

Cecilia o la fuerza del deseo


(De Viviana Demaría y José Figueroa)

Porque hay una historia que no está en la historia
y que sólo se puede rescatar aguzando el oído
y escuchando los susurros de las mujeres.
Rosa Montero

El 22 de noviembre de 1859 nacía una niñita a quien sus padres llamarán Cecilia. Lo más probable es que hayan elegido ese nombre por el Santoral. Su padre John Parish Robertson Grierson, era descendiente de los primeros colonos escoceses que llegaron al país y su madre  Jane Duffy,  era de origen irlandés.
Si alguien en la estancia de su familia donde pasó parte de su infancia en la provincia de Entre Ríos hubiese anhelado que la niña fuese una famosa cantante o una prodigiosa intérprete de música, la vida le depararía una sorpresa mucho mayor.
Cecilia era una muchacha inquieta y curiosa. Estudiar era su meta desde los 6 años que fue enviada a Buenos Aires a escuelas inglesas y francesas hasta que regresó debido a la muerte de su padre.
Para las posibilidades de la época, ser maestra era lo máximo que le estaba permitido a una mujer. Así que, en primera instancia, tomó lo que la sociedad le otorgaba ingresando a la Escuela Normal Nº1 en la ciudad de Buenos Aires. Ese establecimiento entregaba el título de Maestra de Grado Primario. Cecilia se recibió en 1878.
Al mismo tiempo que estudiaba, su mejor amiga, Amelia Kenig, enfermaba y Cecilia –profundamente impactada por su sufrimiento– decide que su vida debe dar un giro inevitable y controvertido. Estudiaría medicina.
Nada sería sencillo a partir de ese momento. Ninguna mujer argentina había logrado ingresar a ese recinto académico y luego de superar muchísimos obstáculos logra graduarse siendo la primera médica argentina, el dos de julio de 1889 en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Buenos Aires. Su tesis se tituló “Histero-ovariotomías efectuadas en el Hospital de Mujeres desde 1883 a 1886”  se hallaba impregnada de una fuerte mirada de género y absolutamente contemplativa de las cuestiones socioeconómicas que influían en las pacientes.
Cecilia, ahora la Dra. Cecilia Grierson, completó su carrera en el plazo estipulado por la academia de seis años. Mientras tanto participaba como  Ayudante del Laboratorio de Histología, al tiempo que realizaba la práctica hospitalaria en la Asistencia Pública. Tanta energía vital había en esa muchacha que antes de recibirse, en 1886, fundó la Escuela de Enfermeras del Círculo Médico Argentino.
Como podemos imaginar su tesis recibió burlas y críticas. Según el Feminist Theory Website de la Universidad Virginia Tech, Cecilia sufrió el ridículo y el aislamiento en su paso como la única mujer de la Facultad, luego de lo cual tuvo que dar una prolongada batalla legal para poder ejercer.
Sus fuerzas, sin embargo, no la abandonaron nunca. Apenas recibida se incorporó al actual Hospital Ramos Mejía dedicándose a la ginecología y obstetricia. Y si bien en 1891 participó en la fundación de la Asociación Médica Argentina y en 1892 colaboró con la realización de la primera cesárea que tuvo lugar en la Argentina, cuando en 1894 se presentó en el concurso para cubrir el cargo de profesor sustituto de la Cátedra de Obstetricia para Parteras, los miembros del comité académico lo declararon desierto porque en aquel entonces las mujeres no tenían permitido ni siquiera desear aspirar a la docencia universitaria.
Sin embargo, esos acontecimientos no amedrentaron su anhelo de cambiar el mundo. Ella encontró en otros espacios educativos, el lugar donde desplegar su deseo de enseñar. De ese modo fue integrante del Consejo Nacional de Educación. Como tal viajó por Europa y trajo a nuestro país nuevos planes de estudios para profesionales médicos. Al mismo tiempo escribe y publica sus primeras obras  “Educación Técnica para la Mujer”, “La educación del ciego” y “Cuidado del enfermo”.
Sin embargo, algo más allá de su tarea diaria la desvelaba. Fue así que  en 1906 concluyó un extenso estudio del Código Civil, en el cual demostraba que a las mujeres casadas se les otorgaba un  estatus de niños en la Argentina, discriminándoselas en mayor medida que a las mujeres solteras o viudas respecto de los mismos derechos civiles de los hombres adultos. Al llegar el año 1926, alcanzaría a ver algunos cambios “cuando se reformó el Código Civil con la incorporación de muchas de las demandas acerca de la condición de la mujer en el país, como la posibilidad de disponer de sus propias ganancias, formar parte de sociedades civiles o mercantiles, etc.”  Tuvo la oportunidad, además, de fundar una escuela técnica y de labores domésticos para mejorar la inserción económica de las mujeres.
Solidaria con sus compañeras de género, promovió y presidió el Congreso Argentino de Mujeres Universitarias así como el Primer Congreso Feminista Internacional de la República Argentina. Incansable luchadora por el sufragio femenino y pionera en la lucha por los derechos de las mujeres, dejó su huella en todos los ámbitos a los que tuvo acceso por una reforma civil y política para terminar con la discriminación de las mujeres en el ámbito académico y político.
Como si fuera poco, su veta artística la plasmó en la pintura, la escultura y la gimnasia y aunque al final de su vida, Cecilia Grierson sufrió la pobreza y debió sobrevivir con una magra jubilación, nada impidió que convirtiera su casa en un lugar de descanso para médicos y artistas. Al momento de su muerte, dejó en claro su voluntad de donar su casa que se encontraba en la localidad de los Cocos (Córdoba) al Consejo Nacional de Educación, donde luego se construyó la Escuela Nº 189 que lleva su nombre.

Sintiéndome decaer, pensé en acogerme a los beneficios de la jubilación ordinaria, a la cual creía tener derecho, pues había trabajado asiduamente en el magisterio durante cuarenta y dos años. Eso sí, nunca me había preocupado de que el puesto fuese rentado o no; de si era municipal, provincial o nacional la repartición en que servía. Presentados algunos documentos que conservaba, resultó que, según la ley, no pudo computárseme sino veintidós años de servicios con sueldo. ¡Había principiado demasiado joven y había trabajado demasiado ad honorem, y, por lo tanto, quedé excluida del amparo que la Nación Argentina presta a sus servidores!... (Cecilia Grierson)
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Imagen: Cecilia Grierson.
Nota tomada de  la revista El Abasto, noviembre del 2011.

1 dic 2011

El sur de Villa San Carlos


(De Hugo Corradi)

Un poco más al sur de San Carlos comenzaba la zona de grandes terrenos baldíos y potreros incultos que por entonces rodeaban la ciudad, como los pertenecientes a don Carlos Guedes, despoblados solitarios que ocupaban más de veinte hectáreas entre Pavón, Asamblea, Viel, Zuviría, Cochabamba y Treinta y Tres por los cuales atravesaba solamente un desdibujado camino muy poco transitado –hoy avenidas Pavón-Asamblea–, que llegaba hasta los llamados “terrenos de la pólvora”, ubicados al sur de Caballito. Por aquellos parajes rara vez  cruzaba un carro y, menos aún, alguna volanta, pues el estado del referido camino era malísimo. Sólo  ocasionalmente se veían solitarios jinetes o cazadores acompañados de sus perros. Si algún carrero se atrevía a aparecer  con su “charret”, era únicamente para amansar caballos de tiro bravos, o potros, favorecido por la ausencia de tránsito, árboles y alambrados.
A la altura donde hoy se cruzan Asamblea y Doblas existían unos pantanos intransitables, cuya prolongación con destino a los bañados de Flores, consistía en un profundo zanjón, conocido por los vecinos que luego fueron poblando esos lugares, por el nombre de “la tercera”. Ese accidente era bastante peligroso, en especial para el paso de carros y carretas en días de lluvia. Por ello, a fin de siglo (1), las autoridades debieron construir un puente, que, a poco de quedar habilitado, fue bautizado por la voz popular como “el puente del muerto”, designación que se mantuvo durante muchos años, hasta su desaparición al urbanizarse la zona. El origen del curioso nombre fue el crimen –en el lugar– de un solitario jinete, lechero a caballo, como era común entonces (2).
En los terrenos donde actualmente levanta su estadio el club San Lorenzo de Almagro (3) se encontraban los alfalfares de la quinta de Carballo, que en 1895 pertenecía a don Francisco Oneto y, vecinas, dando frente a la avenida Pavón, las de Bartolomé Pereyra y Coulín, donde se fueron instalando hornos de ladrillo. En la última, descuidado e ignorado, estuvo emplazado muchos años el portón de hierro que había pertenecido al histórico Fuerte de Buenos Aires, trasladado e instalado allí luego de su demolición. Uno de los pilares que lo mantenía  llevaba la chapa Nº 4050 de la referida avenida (4).
Finalmente, bien al sur, corría rumbo a los bañados el “camino de la arena”, actuales avenidas Chiclana-Cruz, bastante solitario, que conducía a los pasos “chico” y “de la noria”.
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1. El autor se  refiere al siglo XIX. (N.del E.) 
2. Dato referido por el antiguo vecino don Ambrosio Cerruti.
3. El autor se refiere a la antigua cancha y sede social del mencionado club, que entonces estaba en la avenida La Plata. ((N.del E.)
4. Ver Caras y Caretas del 25-5-1910.

Imagen:  La avenida La Plata en la cuadra de la entonces entrada a la cancha de San Lorenzo de Almagro, y donde hoy se levanta el supermercado Carrefour.
Texto tomado del libro de H.C.: Guía antigua del oeste porteño. (Cuadernos de Buenos Aires, 1ª edición, Bs. As., 1969).

Tango para cruzar Corrientes


(De Roberto Esmoris Lara)

cuando Corrientes se inclina allá en el bajo
donde oscurecen las historias de ultramar
se desbarrancan las voces y los gestos
la confianza
el candor
la caridad
y cruza la noche una niña de provincia
disimulando sus ganas de llorar

entonces sopla el viento desde el este
agita el cielo portuario de Viamonte
y en las mesas del bar El Navegante
brilla como el filo de un puñal

gracias a dios el hombre de las luces
no para de alumbrar
y enciende de verde su semáforo
para dar paso a la emoción de algún encuentro
en una esquina de la calle Soledad
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Imagen: Corrientes y Callao (Foto tomada del sitio www.rochester-hotel.com )

Enrique Puccia, el historiador autodidacta


(De Diego González)

Enrique Horacio Puccia nació en Barracas en el año 1910. Hijo de familia inmigrante, vivió parte de su adolescencia en un conventillo de la actual avenida Ramón Carrillo, frente al Hospital Neuropsiquiátrico Braulio Moyano. Las vivencias en aquel Buenos Aires fueron plasmadas en su libro  póstumo La cuadra de los locos.
Se casó y tuvo de aquel matrimonio dos hijos. Aquella familia fue testigo de la pasión que Enrique ponía en su tarea, recopilando, redactando y compartiendo las historias de su querido barrio.
Su formación educativa se resume en un 6° grado de escuela primaria. No obstante, su amor por la lectura y su temprana inserción en los círculos ilustrados porteños, hicieron de él un historiador autodidacta. Años más tarde, sus colegas y amigos comenzarían a llamarlo “el maestro”.
A lo largo de su vida llegó a ser miembro de las más diversas y prestigiosas instituciones de la ciudad. Podemos nombrar entre tantas a la Junta Central de Estudios Históricos de la Ciudad de Buenos Aires, la Academia Porteña del Lunfardo, la Academia Nacional del Tango, la Asociación Fraga, el Club Sportivo Barracas y la Junta de Estudios Históricos de Barracas.
Su obra literaria se compone de más de 20 libros, entre los que se destacan Historia de la Calle Larga, El Buenos Aires de Angel Villoldo, Historia del Carnaval Porteño y Barracas, su historia y sus tradiciones 1536-1939, cuya 3ra edición se editó al cumplirse el centenario de su nacimiento.
El 18 de noviembre de 1990 fue nombrado Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires a través de la ordenanza N° 44589 decreto 7121. En el año 1996, se instauró el Día del Historiador Porteño (Ley N° 833, ordenanza N° 51088/CjD/96), y la fecha elegida fue el 14 de noviembre. Esta efeméride es un homenaje a Enrique H. Puccia, ya que dicha fecha conmemora el día de su nacimiento. A partir de ese momento, cada año, la Legislatura porteña entrega el galardón de Historiador Porteño a 3 personalidades elegidas por la Junta Central de Estudios Históricos de la Ciudad.
Antes de despedirse de esta vida, don Enrique nos dejó un legado enorme. El Archivo Histórico de Barracas, que lleva su nombre, sigue vigente y en crecimiento. La profunda admiración que siente cada uno de los que forman parte de aquel reducto por el material historiográfico que Enrique reunió durante toda su vida, hace que cada jornada de trabajo se vea envuelta de alegría y amor por la tarea realizada. Colaboradores e integrantes de la Junta de Estudios Históricos enfrentan el desafío diario de mantener vigente la memoria y la identidad del querido Barracas. El querido maestro falleció el 26 de septiembre de 1995.
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Imagen: Enrique Puccia.
Tomado del blog de la Junta de Estudios Históricos de Barracas.

28 nov 2011

Luz en el pasaje De la Piedad


(De Luis Alberto Ballester)

Es un pasaje luminoso, sumido en un silencio de mínimo viento, con dos entradas. De la pared cuelga un viejo letrero, invadido por palabras de un desvaído celeste: Pasaje de la Piedad - Salida para carruajes".
Se tiende en Bartolomé Mitre al 1500, casi rozando la iglesia de la Piedad, iluminado por una luz y un silencio casi místicos. La leyenda afirma que perteneció a la familia Gramajo: su antigüedad supera los cien años...
En la calle interior del pasaje se guarece una expresiva hilera de casas, que se ahonda en tres entradas, de las que brota una oscuridad de gruta. Su forma se aproxima a la de una detenida marquesina, dibujada por la incesante rotación de las estaciones. Columnas dóricas la sostienen, de un ocre pálido, de un rosa intenso. La ornan círculos misteriosos, arpas que resuenan con una exacta nostalgia.
Una verja de hierro hiende el espacio, germina un silencio colmado. Plantas burlonas ondean sobre el techo de estas diminutas entradas, y su sonido es un alarido, y su ruido una lenta carcajada vegetal. Cavernas umbrías originan las plantas de sombra en los pequeños jardines, que explayan el frente de las casas. Gomeros y geranios se confunden en esta apartada selva.
Al lado de las casas cabecean árboles con impensada gracia cortesana. De pronto centellea en la fachada de ladrillos de una casa coronada por una banderola, con un brillo de agua.
Las puertas de las casas son de madera, nobles. En los edificios fronterizos fulgen altos vitrales, en los que a vecen brotan el violeta o el azul. Arriba, ventanitas que hablan un lenguaje interior.
En su antepecho surgen plantas que el cielo torna transparentes. Una pausada calma invade al paseante, y algo innominado y feliz nace, como el distante resplandor de la plenitud.
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Imagen: Cartel en el pasaje De la Piedad.
Tomado de Revelación de Buenos Aires, de L. A. B. (Torres Agüero editor, Bs. As. 1985)

25 nov 2011

Borges, Antonio Carrizo y el teléfono


(De Mario Tesler)

Borges el memorioso, tal es el título del libro que, impreso en Buenos Aires, publicó hace algunos años la editorial Fondo de Cultura Económica.
Esta obra está integrada por una serie de pulcras entrevistas, efectuadas a Jorge Luis Borges en el año 1979, para el programa La vida y el canto, que se emitía por Radio Rivadavia. La obra esta dividida arbitrariamente en capítulos y cada uno de ellos contiene una entrevista.
La tarea estuvo a cargo del versado locutor Antonio Carrizo. No sin esfuerzo, éste permitió al reporteado que se extendiera sin mayores interrupciones. Aunque esto es lo que comúnmente debiera ocurrir, en estas épocas de anormalidades no deja de sorprender.
Además el diálogo aparece en un todo espontáneo, menos en lo que se refiere a las preguntas, para cuya formulación se advierte un elaboración previa y muy cuidada.
Más que diálogos entre periodista y entrevistado, es decir más que una comunicación entre ambos, se trata de un monólogo. En este caso la labor del locutor no alteró el objetivo primordial de las entrevistas, que era dar a conocer algunos pensamientos de Borges, es decir difundir sus reflexiones y opiniones en torno de un conjunto de temas.
De ahí el acierto de Carrizo al manifestar en una nota explicativa que se trata de entrevistas. El término diálogo se suele emplear en casos similares, pero lo cierto es que deber ser aplicado cuando por lo menos se da una compenetración entre emisor y receptor. He aquí un aspecto de la diferencia entre comunicación y difusión.
Esta obra es la versión impresa de un monólogo de Borges, de un muy extenso monólogo. La intervención de Carrizo, como la mayoría de las acotaciones del diplomático y periodista Roy Bartholomew, sirven de pie para que él incursiones, sin interrupciones sacrílegas, en una crítica nada indulgente y en una autocrítica ¿ por qué no reconocerlo? exenta de complacencia.
La diversidad de temas tratados por Borges, las anécdotas aportadas, los comentarios marginales que va realizando, en el pasar de los diez encuentros mañaneros, convierten al libro en una aproximación autobiográfica; es un informe sobre él y los de su época. El libro contiene una suma de recuerdos y omisiones.
Los comentarios y opiniones sobre sus trabajos, el análisis de las décadas pasadas (a veces sintetizado en una escueta oración), complementarias reflexiones atemporales, proponen un sólo marco geográfico posible: la ciudad de Buenos Aires.
La lectura de estas entrevistas, en algunos momentos, es tediosa, pero revela una grabación magnetofónica respetada, sin correcciones posteriores. ¡Claro!: se trata de quien estaba acostumbrado, por desgracia, a dictar con buen estilo.
En tanto al lector recorre las páginas van apareciendo los nombres de muchos que también otros citan en sus memorias o en sus autobiografías. Lo destacable consiste en ciertos aspectos ignorados o poco conocidos, que otros se han cuidado bien en revelar.
Como corresponde a todo buen escritor, no faltaron alusiones a los medios auditivos y audiovisuales, es decir a la radiotelefonía, la televisión y otros males de nuestro tiempo, como lo manifiesta Borges  en la Segunda mañana.
Sería injusto omitir que en el contexto de las diez entrevistas, todo lo dicho por Antonio Carrizo no es mero y constante complemento. La muy perdida reflexión, por ejemplo, con la cual inicia uno de los encuentros mañaneros es, hasta hoy, la más sencilla y atractiva tipificación de la función del teléfono que he recogido. De manera depurada graficó la esencia de ese medio de comunicación. En esto Borges colaboró pero la idea surgió de Carrizo.
La cuarta entrevista se inició así:
Carrizo: ¿Cuándo usted era chico había teléfono en su casa?
Borges: Sí. Nuestro número era... Creo que era Palermo 47.
Carrizo: Sí. El primer teléfono se lo pusieron a don Bernardo de Irigoyen, y siempre se me ha ocurrido que era un teléfono inútil, porque el teléfono necesita un par, otro...
Borges: Desde luego
Carrizo:... para poder hablar con él.
Borges: Se necesita la dualidad
Carrizo: Por un rato ese teléfono fue teléfono inútil, porque era solo.
Carrizo no acertó en la referencia histórica. Es cierto. Pero no hizo más que reiterar lo que muchos historiadores aceptaron sin molestarse en corroborar.
Además la gran difusión existente de esta afirmación pone en evidencia lo poco que preocupó averiguar la importancia de ese hecho en relación con el objeto de la comunicación, no ya desde la óptica filosófica sino en su faz técnica.
En materia de investigación histórica, sus cultores acostumbran a entablar reñidas competencias por el hallazgo y tratamiento de todo pormenor referente al primero, al inicio, en cualquier tema. Quien primero habla del primero es tradicionalmente merecedor de doble alabanza (Si acierta, el mérito se triplica).
Entonces se comprende que por deformación profesional no se haya exceptuado a la telefonía como tema, excluyéndola por la particularidad de su función.
Quienes están apartados convenientemente de la historiografía y adentrados en las comunicaciones, tampoco advirtieron la particularidad del caso. Todo lo cual redundó en beneficio del error.
Además de repetir las inexactas referencias, sobre la instalación del primer aparato telefónico, nadie se ocupó en conocer lo ocurrido con el segundo; sin el cual la comunicación no hubiera sido posible, al no darse el vínculo intersubjetivo.
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Imagen: Antonio Carrizo y Jorge Luis Borges. (Foto tomada de lakbzuhela.blogspot.com)

24 nov 2011

El canillita


 (De Néstor Pinsón)

Hubo que esperar hasta 1904 para que el vendedor de diarios callejero tuviera el nombre de "canillita".
El 11 de enero de 1868 el Dr. Manuel Bilbao produjo un hecho que bien puede considerarse revolucionario para el periodismo. Hasta esa fecha los diarios llegaban a sus destinatarios por suscripción, a través del correo o bien se los compraba en la misma imprenta. Pero a partir de entonces, cuando aparece el diario La República, fundado por el propio Bilbao, junto a Alejandro Bernheim, se sorprende el ciudadano al escuchar por primera vez en las calles céntricas las voces de algunos muchachos pregonando: ¡La República, a un peso! Y no sólo aparece el vendedor ambulante de diarios, sino también el impacto de una importante rebaja. El éxito fue notable y rápidamente imitado por los colegas. La innovación trascendió las fronteras, llegando incluso a Francia.
Lentamente se fueron instalando puestos callejeros fijos y rápidamente creció el número de muchachos ágiles y resistentes para correr las calles ganándole al tiempo, para dar cuanto antes el impacto de las noticias, muchas veces exageradas o a medias inventadas. Los muchachos vieron copada su actuación con la abundante presencia de niños; época de miseria, de falta alarmante de puestos de trabajo y los pequeños daban la posibilidad a tantas familias de tener unos centavos más de ingresos. Además eran requeridos porque eran más rápidos y arriesgados que los de mayor edad.
Subir y bajar velozmente de los tranvías –su vehículo por excelencia–, dejar uno para abordar de inmediato otro, sin importar el rumbo que llevaban y valiéndose exclusivamente de su olfato para la venta.
Un nuevo personaje se había incorporado al paisaje de la ciudad de Buenos Aires, que rápidamente se extendió a las ciudades del interior del país. Pero el vendedor de diarios callejero no tenía aún un nombre que lo distinguiera de manera especial. Para ello hubo que esperar hasta el año 1904.
La palabra "canilla" deriva de la palabra latina "canella", que es el diminutivo de "canna", caña, en español. El diccionario define el término: "canilla es el hueso largo de la pierna e incluso de los brazos".
El 17 de enero de 1875 nace en Montevideo Florencio Sánchez.
Desde los 16 años se dedica al periodismo en distintos medios uruguayos y siendo aún muy joven decide que su futuro está en el teatro, sueña con ser autor.
Llega por primera vez a Buenos Aires en el año 1892, trabaja en La Plata como escribiente, en esta ciudad hace sus primeras obras. En 1902 viaja a Rosario, para asumir como redactor en el diario La República, fundado por Lisandro de la Torre.
El ambiente periodístico lo inspira y escribe una pieza teatral, una pequeña obra de un acto con tres cuadros. El personaje principal es un niño vendedor de diarios. Le faltaba el título, pero lo conmueve uno de los vendedores rosarinos de piernitas muy delgadas. Espontáneamente, le surge la palabra "canillita" y así denomina su obra.
Una compañía española dedicada a las zarzuelas, la de Enrique Lloret, accede a ponerla en escena. Se estrena el 1º de octubre de 1902. El rol principal lo desempeña la "tiple" del conjunto una tal señora Iñiguez, conforme surge del elenco publicado en el programa. "Tiple" se denomina a las más agudas voces humanas, propia de las mujeres y los niños.
La obra tiene buena acogida, tanto que se representa doce noches seguidas. En aquella época, Florencio padecía urgencias de dinero, vivía casi en la miseria, además aspiraba a casarse con su novia de siempre, a quien finalmente hizo su esposa.
En 1903 conoce al actor y empresario Jerónimo Podestá, quien le estrena su título M'hijo el Dotor, que tuvo un gran éxito. A raíz de este suceso se anima a proponerle a la compañía presentar en Buenos Aires su pieza de un solo acto Canillita. En aquel entonces no existían niños actores, pero sí mujeres jóvenes con las condiciones para interpretar a un niño. La elegida fue la luego famosa actriz Blanca Podestá.
La repercusión de Canillita supera lo esperado. Las críticas son altamente elogiosas. Los "diarieros" se identifican totalmente con el nombre. Entonces, de común acuerdo con los artistas, se propone una función gratuita para todos los vendedores de periódicos. El acontecimiento sucede en el Teatro Comedia, aquel de la calle Carlos Pellegrini, entre Cangallo y Cuyo (en la actualidad Tte. Gral. Perón y Sarmiento). La cita es un domingo a las dos y media de la tarde. La concurrencia excede la capacidad de la sala y festeja ruidosamente los versos sencillos de las partes cantadas e intenta intervenir cuando la policía se lleva preso al "canillita". Aún no distinguen entre ficción y realidad, como en tiempos pasados ocurriera con las representaciones de Juan Moreira.
Florencio está enfermo de tuberculosis, tiene un dinero ahorrado y viaja a Europa. Pero, igual que en el tango, su cuerpo enfermo no resiste más. Fallece el 7 de noviembre de 1910. Años más tarde ese día es consagrado "El Día del Canillita", en homenaje al querido Florencio Sánchez.
Hay otros datos que intentaron explicar el significado de la palabra, alguno de ellos provenientes de la imaginería popular, según los casos. Se dijo que el apodo había nacido cuando alguien observó en invierno a los pibes con las narices chorreando como una canilla.
En el año 1957, en una carta de lectores publicada en el diario La Nación, un señor uruguayo, antiguo distribuidor de diarios, se consideraba el creador del término. Recordaba en la misiva que a fines del siglo XIX tenía un chico vendedor, hijo de una tal María Canilla. En ocasión de tener que llamarlo desde cierta distancia y no conociendo su nombre, gritó "Canillita", luego se corrió la voz para todos los muchachos diarieros.
Un par de notas periodísticas publicadas años atrás historian la vida de María E. de Ísola, conocida en su época como la "China María", quien falleció en 1934 a los 82 años de edad. Fue considerada la primera mujer vendedora de diarios, siempre establecida o rondando la esquina de Rivadavia y 25 de Mayo.
Florencio Sánchez en su obra Canillita, con sencillez poética, traza las características del personaje cuando en el primer cuadro hace su aparición en escena y se pone a decir:

Soy canillita
gran personaje
con poca guita
y muy mal traje.

Algo travieso
desfachatado
chusco y travieso
gran descarado.

Soy embustero
soy vivaracho
y aunque cuentero
no mal muchacho.

Muy mal considerado
por mucha gente,
soy bueno,
soy honrado.

No soy pillete
y para un diario
soy un elemento
muy necesario.

El segundo cuadro comienza con un "pasacalle". Así se denomina en el género chico español, cuando delante de un telón corto o secundario, se desarrolla una escena musical mientras se da tiempo para el cambio de vestuario y escenografía. Son cinco cuartetas entonadas por varios chicos, las interesantes son las primeras tres:

Vendemos los diarios
en esta ciudad
por calles y plazas
boliches y bares...

La Nación, La Prensa,
Patria y Standard
se venden lo mismo
que si fueran pan.

Llevamos nosotros
la curiosidad
por diez centavos
que el público da.

El cine no estuvo ajeno al tema. El 26 de junio de 1936 se estrenó el film Canillita, con los actores Gregorio Cicarelli, Benita Puértolas (madre del recordado conductor de televisión Héctor Coire), Lopecito y las cantantes Amanda Ledesma y el Príncipe Azul. La orquesta de Pedro Maffia interpreta el tango homónimo compuesto por Julio César Sanders y Daniel López Barreto, con letra de César Vedani.
El día 8 de junio de 1938 se produce el estreno del film El canillita y la dama con Luis Sandrini y Rosita Moreno, dirigida por Luis Amadori.
El tango, como era de esperar, generó muchas obras sobre el tema y con el mismo título.
Aparte del nombrado, existen otros tangos Canillita: uno compuesto por Carlos Pibernat, grabado por Julio de Caro; otro de Francisco Canaro, quien primero lo grabó con su orquesta el 31 de marzo de 1936 y luego con su quinteto Pirincho, el 19 de diciembre de 1956. También lo registró en 1978 el Cuarteto Centenario.
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Imagen: "Canillitas" en Buenos Aires circa década del 30 del siglo pasado.
Nota tomado de la página Buenos Aires Sos,  abril de 2007.

22 nov 2011

Jorge Larroca


(De Otilia Da Veiga)

Jorge Larroca había nacido en Buenos Aires el 31 de agosto de 1930. Alrededor del año 1963 se afincó junto a su mujer Alicia Baudrix, en el departamento del 4to piso del edificio sito en la calle Constitución al 1800, casi esquina Combate de los Pozos y, de inmediato, se interesó por la rica historia del barrio de San Cristóbal.
Atraído por las manifestaciones populares  de la vida porteña, pronto comenzó el estudio minucioso y sistemático del pasado cristobaleño, que culmina con la edición del primer libro: “San Cristóbal el barrio olvidado”, hoy inhallable en las librerías de Buenos Aires.
Ideológicamente comprometido con el peronismo, fue hombre de gran entereza espiritual, lo cual le permitió superar momentos aciagos de su vida, mereciendo por ello el aprecio de sus colegas y de quienes tuvieron la oportunidad de tratarlo.
La Junta de Estudios Históricos de San Cristóbal, creada después de su muerte a instancias de su viuda y de sus amigos, lo hizo su Patrono.
Fue historiador, conferencista, periodista, autor de varios libros, recordamos “Entre cortes y apiladas” un ensayo sobre los tangos de prosapia burrera, “Rieles de lucha” en colaboración con Armando Vidal entre otros títulos de ensayos y artículos periodísticos, pero por sobre todas las cosas fue una personalidad sensible y un hombre de bien.
Amante de la música, solía distenderse ejecutando tangos en el piano y hasta compuso la letra de una milonga dedicada a San Cristóbal, musicalizada por Sebastián Piana que lleva el sello de la editorial musical Korn y que transcribo:

Parroquia de San Cristóbal
lejano arrabal del sur
La estampa del Padre Arenas
se ve en la calle Jujuy
Allá por Garay galopa
su drama don Juan Manuel
la mano herida en Caseros
la Patria herida con él.

Veredas que traen memorias
prendidas de algún ayer,
la luna en Pichincha asoma
recuerdos que hacen doler.
Romance de amor perdido
silencio de algún balcón
dolor que lloró el olvido
de aquello que se alejó.

Cortada cordial de Oruro
por donde pasaba el tren
Compinche de aquella esquina
ladina, del almacén.
Frontón de paleta vasca
lugar donde Leandro Alem
alzó con su barba blanca
la insignia del tiempo aquel.

Romance de San Cristóbal
con versos de corralón
de Greco, los “Ojos negros”
embrujo del milongón...
Misterio del barrio antiguo,
paisajes que ya no son.
Nostalgias que nos envuelven
con penas el corazón.

Adiós que lloró el mentido
“te quiero” que fue traición.
  
Falleció en el año 2000 a la edad de 70 años en el mismo barrio que eligió para vivir.
Y como de los hombres lo único que perdura es su obra, es por la suya que estará presente en nosotros por mucho tiempo.
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Imagen: Jorge Larroca (Fotografía tomada de su libro: San Cristóbal el barrio olvidado).