23 nov 2012

El monumento a Juan Manuel de Rosas



(De Miguel Ruffo)

Durante la primera presidencia de Carlos Menem fueron repatriados los restos de Juan Manuel de Rosas. El acontecimiento formó parte de una operatoria ideológica del menemismo, fuertemente reaccionaria, donde aquella repatriación era presentada como el símbolo de la "reconciliación de los argentinos" a fin de justificar lo injustificable: los indultos a los genocidas de la última dictadura.
Posteriormente, en 1995, por ley 24.520, se autorizó la erección de un monumento a Juan Manuel de Rosas. Independientemente de las motivaciones ideológicas de este evento y sosteniendo, como siempre, que los monumentos y esculturas públicas tienen su propio status ontológico independiente del personaje al que remiten y de los comitentes de la obra, nos introduciremos en el análisis del monumento.
Se lo ubicó en el Parque 3 de Febrero (Palermo) donde Rosas había levantado su casa-residencia y en diagonal respecto del monumento a Domingo Faustino Sarmiento. "Se lo pensó como un monumento ecuestre por la pasión que Rosas sentía por los caballos y se tomó como modelo una lámina de Salinas. El monumento a Urquiza también es ecuestre y debió haberse tomado como referente a la hora de pensar el homenaje. El de Rosas debía estar a la par o superar al anterior y se tuvo mucho cuidado en que la figura del caballo y su jinete fueran armónicas, dando una imagen de fuerza y potencia con una marcha lenta y contenida, sofrenada por el jinete con mano firme, evitando toda ampulosidad. Quería esquivarse, con seguridad, la pose convencional del caballo y jinete realizados por Baldi y Rocha para el monumento a Urquiza. Acompañan al grupo ecuestre cuatro relieves alegóricos: El combate de la Vuelta de Obligado, La fundación de pueblos y fortines en la Campaña del Desierto, la firma del Pacto Federal del 4 de enero de 1831 y la cláusula III del legado del general José de San Martín". (1)
Juan Manuel de Rosas fue un estanciero y saladerista de la provincia de Buenos Aires y su acceso al gobierno en 1829 representaba la consolidación de la burguesía terrateniente de la provincia en el poder del Estado. Esta burguesía fue la primera "clase nacional" en nuestra historia porque, a diferencia de la burguesía comercial rivadaviana que compraba y vendía, los terratenientes estaban vinculados a la propiedad de la tierra y el ganado, a la estructura de producción social y, a partir de este anclaje, estaba en condiciones de negociar con el capitalismo internacional, particularmente británico, y, en caso de necesidad, enfrentarlo militarmente. Esto es lo que ocurrió en el combate de la Vuelta de Obligado el 20 de noviembre de 1845, donde las fuerzas de la confederación comandadas por Lucio Norberto Mansilla enfrentaron a la escuadra anglo francesa que, tras bloquear el Río de la Plata, trataron de imponer por la fuerza la libre navegabilidad de los ríos interiores de la Confederación, a fin de comerciar directamente con el litoral y el Paraguay. En este combate, que es uno de los motivos alegóricos del monumento, Rosas defendió la soberanía nacional como lo reconoció el propio general José de San Martín, quien en su testamento legó al gobernador de Buenos Aires el sable corvo que lo había acompañado en la lucha por la independencia de la América del Sur, tema aludido por otro de los relieves circundantes. El Pacto Federal de 1831 que establecía los principios de la federación como fundamentos de la organización política, motivo de otra de las alegorías, alude al principio medular de la organización política nacional. Finalmente la Campaña del Desierto de 1833 hace a la expansión de la frontera ganadera y es un anticipo de la delimitación del espacio geográfico del Estado Nacional.
Así, en el monumento a Juan Manuel de Rosas se conjugan los principios de la defensa de la soberanía nacional frente a las potencias europeas, la relación amistosa que unía al general José de San Martín con Juan Manuel de Rosas, ambos hermanados en la defensa de la independencia, el federalismo como principio constituyente y por ende el reconocimiento de la libertad y autonomía de las provincias confederadas; y, finalmente, la configuración de un espacio geográfico respecto del cual el Estado Nacional se reputaría como soberano.
Este principio, el de la soberanía, tan negado por el menemismo es, paradójicamente, el reivindicado por el monumento. Valga este artículo para demostrar cómo las intencionalidades de los comitentes, no siempre son las ideas que expresan los monumentos y las esculturas públicas.
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Nota:
(1) Magaz, María del Carmen: Escultura y poder en el espacio público, Acervo editora argentina, Bs. As., 2007.
Imagen: Monumento a Juan Manuel de Rosas  en el Parque 3 de Febrero.
El monumento a Juan Manuel de Rosas.

19 nov 2012

La primera "vecina" de Buenos Aires



(De Felipe Pigna)

Suele llamar la atención que entre los primeros “vecinos” de la Buenos Aires fundada por Garay en 1580 aparezca una mujer, Ana Díaz.
Es importante aclarar que el término “vecino” de una ciudad en las normas vigentes durante la colonia correspondía a una persona mayor de edad, “blanca”, propietaria de solar en la jurisdicción de la ciudad (luego, como alternativa, se agregó que, en caso de no ser dueño de un inmueble, ejerciera una profesión “decente” por su cuenta, y no en calidad de dependiente –comerciante, abogado, médico–). Sólo los vecinos varones tenían derecho a participar en los cabildos.
Lo poco que se sabe de Ana Díaz es que se trataba de una viuda de Asunción, posiblemente nacida en el Paraguay, y llegada a Buenos Aires con la expedición fundadora. Su nombre está incluido entre los 232 beneficiarios del reparto de solares realizado por Garay. Su lote era el número 87 y ocupaba lo que hoy corresponde a la para nada despreciable esquina sudoeste de Florida y Corrientes. Pero en aquellos días era tierra marginal, ubicada en los límites de la traza urbana. Doña Ana habría venido para acompañar a una hija, y en la recién fundada aldea porteña se casó con un mestizo, uno de los tantos “mancebos de la tierra” que llegaron desde Asunción, llamado Juan Martín. Se la puede ver en el inmenso cuadro sobre la fundación de Buenos Aires por Juan de Garay pintado por José Moreno Carbonero que adorna el salón blanco de la Jefatura de Gobierno de la ciudad capital. Allí está entre el estandarte y el rollo fundacional. Ana no estaba en condiciones de imaginar que donde ella instaló una pulpería habría cuatrocientos treinta y un años después un “Burger King”.
Que fuese la única propietaria original de Buenos Aires da una pauta de un hecho que, en la España del siglo XVI, venía generalizándose. Las mujeres eran, a los efectos legales, consideradas “incapaces relativas”. Sus bienes eran administrados, cuando eran solteras, por sus padres y, cuando se casaban, por sus maridos. Solo al enviudar –como era el caso de Ana Díaz– adquirían la posibilidad de decidir por sí mismas.
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Imagen: Segunda fundación de Buenos Aires por José Moreno Carbonero.
Texto tomado del libro de Felipe.Piña: Mujeres tenían que ser.

10 nov 2012

La noche




(De Ezequiel Martínez Estrada)

La hora de Buenos Aires es la tarde, la hora del desierto. Echeverría lo intuyó; Keyserling llamó vesperal a la luz de nuestro campo.
Pero la noche es inmensamente más expresiva y profunda. Cualquier ciudad de noche pierde su sentido significativo. Londres, París o Roma de noche son absolutamente extrañas a sí mismas, como su categórica negación y aniquilamiento. Pierden su fisonomía de noche, para destacar su oasis de bullicio y libídine. Entonces es cuando Buenos Aires y todas nuestras poblaciones, más hondamente cuanto más australes, adquieren su sentido cósmico, sideral, telúrico. La luz estimula un tropismo de insecto fosforescente en el habitante. La población entera es atraída por las iluminaciones públicas a las avenidas insomnes. También las fiestas para el pueblo se realizan de noche, según leemos en alguna página de Amalia. Cuando la iluminación se hacía con velas de sebo o con gas, la concurrencia era idéntica, porque idéntica era la atracción de la luz. En cambio, las fiestas diurnas son melancólicas y frías.
La noche concierta con el estado de ánimo de Buenos Aires. La animación nocturna es una euforia de droga espiritual; la santa noche, infinitamente anterior al desembarco de don Pedro de Mendoza, envuelve materialmente a la ciudad en un regazo. Entonces surge de la febril y fría ciudad la otra más verídica y duradera.
Las formas que la ciudad destaca de noche coinciden muy poco con las del día; tan poco como el alma nocturna con la de las vigilias o como la ancestral con la actual nuestra. El alma nocturna de Buenos Aires es muchísima más rica de contenidos vitales y patéticos, y muchísimo más antigua, más arcaica que el día. Noche campesina que toma su desquite de la opresión y la insensatez de una faena jadeante sin objeto.
Barrios enteros se sumergen en el sosiego del descanso; párpados de amapolas cubren la vasta ciudad que estuvo de día despierta hasta la clarividencia, veloz hasta el vértigo, distraída hasta la crueldad, desconfiada hasta la agresión; un sueño que baja desde las altísimas estrellas y que cunde finísimo desde las soledades de los campos.
Otra función mucho más vital que ninguna se cumple entonces. De la noche cósmica en que se sumerge, Buenos Aires extrae energías para nuevas luchas en que casi está sin aliados. Las voluntades que en el ímpetu del día procuran la victoria de sus propios intereses, ahora reciben, en el sueño de la noche, un influjo de total unidad. Así Buenos Aires trabaja silenciosamente contra las potestades del caos.
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Imagen: Nocturno en Plaza de La República, Buenos Aires. 
Del libro de Ezequiel Martínez Estrada: La cabeza de Goliat.

9 nov 2012

Combo citadino



(De Beatriz Mazliah)

Brillo en el verde, luz en el azul,
John Lennon camina por Boedo.

Sonríe
pero un poquito y
se mira la sonrisa
en la vidriera del Dante,
café, bar, billares.

Desde el adentro gris
de película argentina
la ventana enmarca
el piano y los anteojos.

Un flaco apoya el taco en las baldosas,
entrecierra los ojos y murmura:
"Éste es de aquí;
la madre tenía un quiosco
enfrente de la escuela".

El otro apaga el pucho,
hace gemir la silla de madera
y construye la sentencia:
"Si el tipo es de Boedo,
aunque sea algo cambiado,
siempre vuelve".
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Foto: John Lennon. (Dibujo tomado del sitio careerminded.com).

El "Imperio" de la pizza



(De Roger Colom)

Con un par de amigos tenemos la idea de hacer un tour de las grandes pizzerías clásicas de Buenos Aires: paradas breves, una porción y un vaso de cerveza en cada una, todo en un sólo día. Como una saturación de pizza, prolongada durante horas, pero sin convertirla en un concurso, ni una búsqueda de la pizza perfecta —más bien es dar rienda suelta a la curiosidad… y a la gula.
Mientras no llega ese día, con su promesa de magia e indigestión, voy probando pizzerías por mi cuenta. En esta ocasión tocó una cuyo nombre me encanta: El Imperio de la Pizza. Suena, eso de imperio, un pelín totalitario —totalitario light, como en la Guerra de las Galaxias, esa saga de lo simple.
Fui con Fabiana, un día en que andaba ella por Buenos Aires. Coincidimos en la impresión general del lugar: es un sitio clásico, de los de antes, enorme, preparado para atender a mucha gente. Fabi dice que también en Mar del Plata las hay, y no me sorprende. Esa ciudad es como una continuación de Buenos Aires por otros medios.
Pedimos una pizza Bretona: muzzarella, roquefort y cebolla. Buenísima. Al molde, como es la verdadera pizza de Buenos Aires. Fabi la prefiere con menos pan, a la piedra; a mí me gusta de las dos maneras.
Un pequeño apunte de especulación histórica. Yo diría que las tres capitales mundiales de la pizza son Chicago, Nueva York y Buenos Aires, ciudades con una gran inmigración italiana. No cuesta imaginar que cuando los italianos llegaban a estos lugares, se asombraban con la abundancia barata de la leche, la harina y el queso. Y la tradición continúa en la pizza de molde, abundante, que hay que comer con tenedor y cuchillo, para evitar que el queso se desborde.
Era mediodía y la pizzería, frente a la Estación Lacroze, estaba llena. A nuestro lado, tres ancianos discutían de fútbol, desde el mundial hasta los destinos del club de su barrio, el Chacarita.
El servicio es mediocre, pero a eso, en Buenos Aires, ya estamos acostumbrados. Es como si los camareros supieran que, traten bien o mal a la clientela, van a vender lo mismo. Creo que se equivocan, pero tampoco me voy a poner vehemente al respecto. En todo caso, la pizza es buena, y el local no es bonito pero sí un clásico.
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Imagen: Logotipo de la pizzería "Imperio".
Texto y foto tomados de la página Buenos Aires Ideal.

4 nov 2012

De Camino Real a bulevar de ensueño





(De Jorge Luchetti)
   
La avenida San Isidro, ubicada en uno de los bordes del barrio de Saavedra, no es una arteria más. Es un remanso urbano que permite disfrutar de un descanso bajo sus árboles, todo a escasos metros de la populosa Cabildo. Sus dilatadas plazoletas con frondosa vegetación son parte de un encanto que nos invita a soñar.

Nuestra ciudad, nuestros barrios, nuestras calles no solamente se han fraguado a través de una rica arquitectura y una retícula uniforme. Además poseen situaciones urbanas singulares llenas de lugares atrayentes, que por ser incomparables adquieren un valor particular. La nueva idea de urbanismo ha significado en el contexto social una mayor importancia del uso del espacio público para el regocijo del ciudadano. La Ciudad de Buenos Aires siempre nos invita a visitar y recorrer lugares interesantes. La flanerie, o sea el vagar, el perderse en alguna calle o el explorar algún rincón de la urbe es una satisfacción para muchos porteños.
Así el caminar, por aquí o por allá, nos hace olvidar un poco el aburrido damero fundacional, buscando siempre que la ciudad nos depare alguna aventura urbana. Es que a pesar de la monotonía que pueda mostrar Buenos Aires siempre nos encontramos con lugares disímiles generados por distintos accidentes. Aparecen de esta forma arroyos, barrancos, desniveles, irregularidades en la partición de lotes (de aquí nacen generalmente los pasajes), tendido del ferrocarril y un largo etcétera. Todo esto que fractura la cuadrícula original enriquece la vida de la ciudad.
Desde el centro hasta los barrios nos iremos topando con espacios increíbles que tienen su verdadero encanto, por eso al recorrer la ciudad aparecerán a nuestro encuentro rincones, bordes, bulevares, cortadas, pasajes y otro tipo de caprichos urbanos, que hacen de nuestra metrópoli un lugar distinto. Estas atipicidades finalmente dan como resultado lugares como el pasaje Rivarola en el barrio de San Nicolás. Este se encuentra ubicado entre las calles Bartolomé Mitre y Perón. Con sus fachadas iguales en cada vereda, da la sensación de caminar al lado de un espejo. El pequeño pasaje tiene una atracción especial de coloración europea, tanto por la simetría de su arquitectura como por la calidez que se forma en su medio.
Y si nos referimos al pasaje Butteler sabremos que nos encontraremos con un descanso urbano, de calles adoquinadas, ubicado en el límite del Parque Chacabuco; su forma de X hace que se genere un trazado muy interesante de cuatro callejuelas con el mismo nombre. Además su ancho, de sólo tres metros, permite el paso de un automóvil por vez, lo que le da cierta intimidad al lugar. En el encuentro de las diagonales está la pequeña plaza Enrique Santos Discépolo, que parece esconderse dentro de la manzana; de allí que su nombre primigenio fuera el de Plazoleta Escondida.
Otro lugar atractivo para recorrer, que además actúa como punto de reunión de los vecinos de Belgrano, es el espacio que se genera en derredor a la Parroquia Inmaculada Concepción, más conocida como la “Redonda de Belgrano”. Allí los pasajes Policarpo Mon de un lado y José María Sagasta Islas del otro, con sus respectivas plazoletas y acompañados por la recova de los edificios de la parroquia, forman un paisaje distinto. Todo ese entorno, que incluye además a la iglesia, a la plaza y a los museos Sarmiento y Larreta, genera un foco cultural y de recreación para el barrio.
Por su originalidad urbana incluiremos en este paseo al barrio de Parque Chas, que con sus calles de forma concéntrica, único por su geometría en la ciudad, se diferencia del resto de la cuadrícula; es allí donde la calle Berlín termina donde empieza... Berlín.

A ESPALDAS DE CABILDO
Como podemos ver, Buenos Aires siempre nos permite incursionar en ambientes distintos tanto para la contemplación y el descanso como para un paseo con historia. El bulevar San Isidro es uno de estos lugares; un remanso dentro del barrio de Saavedra. Tomemos en cuenta que este corredor urbano está próximo en todo su recorrido a la bulliciosa avenida Cabildo. Su forma curvada permite tener la particularidad de ser la única avenida en Buenos Aires que comienza y termina en una misma arteria, que es Cabildo. Nace a la altura de la calle Paroissien y finaliza a metros del Puente Saavedra, en el cruce con la calle Vilela.
La vieja avenida formó parte de lo que fue el antiguo Camino Real, que unía Belgrano con San Isidro para luego seguir al norte. Originalmente hacía este pequeño desvío para buscar un meandro que permitiera atravesar el arroyo Medrano, el cual por aquel entonces estaba a cielo abierto. Hoy se encuentra entubado bajo la avenida García del Río en ese tramo. La zonificación edilicia de la zona es distinta de una vereda a la otra, o sea la vereda par, más alejada de Cabildo, permite construcciones de hasta tres pisos, mientras que la vereda opuesta tiene alturas que llegan a los ocho pisos, una especie de espalda que la separa de la arteria mayor. El nombre del bulevar es en homenaje a Isidro Labrador (1080-1130), un santo de origen español que por sus milagros fue canonizado en el siglo XV.
Uno de los más importantes atractivos del lugar es la parroquia homónima, emplazada en el 4630 de la avenida. Fue construida en 1932 por el arquitecto Carlos Massa, autor de más de treinta iglesias en la ciudad de Buenos Aires. La fachada del edificio despierta movimiento e inquietud. Es de estilo neocolonial y tomó como modelo el frente de la Universidad de Chuquisaca, en Bolivia. Tiene a su izquierda una torre con reloj que remata en una cúpula de estilo neobizantino y sobre ésta una cruz de hierro; además la iglesia está en un terreno elevado, al cual se accede por una importante gradería que le agrega majestuosidad al templo. En su interior se puede ver un importante mural realizado en cerámica que ocupa un rectángulo de ocho por cinco metros, que representa el nacimiento de Cristo, obra del artista plástico Raúl Soldi.

TIEMPOS DE BULEVAR
A lo largo de diez cuadras se desarrolla el paseo San Isidro Labrador, de anchas plazoletas y frondosos árboles, algo raro de ver en este tipo de arterias. El bulevar separa en dos partes a la avenida, permitiendo así tener doble sentido para el tránsito. Desde Paroissien hasta Ruiz Huidobro el camino se va adentrando en Saavedra y luego comienza una corrección gradual, que lo vuelve a juntar con Cabildo.
Todavía quedan viejas casas sobre el bulevar, las que son recicladas y transformadas en comercios, pero lamentablemente el incremento de negocios en la zona puede terminar afectando el paisaje de sosiego que se vive en este sector del barrio, aunque la importancia de Cabildo como avenida comercial es un freno a este avance. El bulevar invita a una caminata y en su comienzo, como para seducir al paseante, aparece la singular escultura de bronce con figuras aladas y mástil denominada “La Agricultura”, ubicada en la plazoleta Carlos Malagarriga (abogado y periodista español) y obra de Luis Ernesto Barrias. El conjunto escultórico, junto con su similar ubicado en la Avenida de los Incas y Zapiola y otros dos semejantes, perteneció al Pabellón Argentino realizado para la Exposición Universal de París de 1889. La obra fue efectuada en los talleres de fundición Thierbaut Frères, en Francia. Esta empresa es responsable de una infinidad de trabajos a lo largo de todo el planeta entre 1869 y 1930. En sus talleres se realizó la columna que hizo construir Napoleón en la Place Vendôme, además de varias esculturas de Rodin.
A lo largo de todo el bulevar se van sucediendo las distintas plazoletas que llevan los nombres de personalidades de la política y la justicia, como por ejemplo Regis Martínez, Carlos Sánchez Viamonte y el diputado Carlos Almada. Estos nombres se mezclan con los de famosos poetas y escritores, entre ellos Alejandra Pizarnik, Oliverio Girondo y Arturo Marasso. En el final del recorrido, ya sobre Cabildo, se encontraba el famoso boliche “El Cajón”, nombre que deriva de la construcción con apariencia de ataúd que tiene la pequeña manzana. Hay varias versiones sobre la forma que se le dio a esta construcción. Una de las leyendas dice que el dueño de la vieja Cervecería “Zurich” fue dado por muerto y el cortejo fúnebre que trasladó el cajón se vio sorprendido, ya que el féretro parecía haber cobrado vida. A pedido del sacerdote fue abierto de inmediato y se encontró al supuesto finado con vida; se decía que había sufrido un ataque de catalepsia. El hombre, que era una persona adinerada, mandó a construir el edificio con forma de ataúd como una especie de homenaje a su salvación. Esta leyenda era contada por el afamado cantante de tangos Edmundo Rivero.
Diría nuestro poeta Roberto Arlt: “Aún pasará mucho tiempo antes de que la gente se dé cuenta de la utilidad de darse unos baños de multitud y de callejeo. Pero el día que lo aprendan, serán más sabios, más perfectos y más indulgentes”.
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Imagen: Frente de estilo neocolonial de  la iglesia San Isidro Labrador  en la avenida San Isidro.         
Nota tomada del periódico El Barrio (www.periodicoelbarrio.com.ar ).

3 nov 2012

Belgrano, desde su esquina símbolo




(De Eduardo Parise)
   
En cada barrio de Buenos Aires hay una esquina que oficia de punto central, convirtiéndose no sólo en referencia obligada, sino también en símbolo del lugar. En Belgrano, ese lugar es el cruce de las avenidas Cabildo y Juramento. Y aunque en la zona hay otros sectores que pueden resultar representativos (como las Barrancas, las estaciones de tren o la iglesia de la Inmaculada Concepción, a la que todos conocen como “la Redonda”), lo cierto es que Cabildo y Juramento tiene mucho para erigirse como corazón del Belgrano actual.
Como comienzo se debe considerar que si uno despliega un mapa del barrio, Cabildo y Juramento queda casi en el centro de ese lugar que en 1855 era un pueblo, en 1883 pasó a ser ciudad y que en 1887, tras ser anexado a Buenos Aires, quedaría como un barrio más de la gran metrópolis. Los nombres actuales de las dos avenidas recién fueron impuestos el 27 de noviembre de 1893. Antes, Cabildo era 25 de Mayo y Juramento, Lavalle.
Y aún en los tiempos en que Cabildo era el Camino Real del Norte, un ancho sendero de tierra que usaban los troperos (vale recordar que en el cruce con la actual calle La Pampa estaba la pulpería "La Blanqueada", antigua parada de carretas), la esquina con Juramento ya empezaba a figurar como lugar importante. Es que a unos metros vivía Juan Callaba, dueño de las diligencias que llegaban desde el Centro hasta Belgrano. La más famosa era una llamada "La Golondrina". Hoy, por Cabildo y Juramento circulan unas quince líneas de colectivos.
Y si de transportes se trata, aquella esquina también vio pasar muchas veces al famoso tranguaicito, un tranvía tirado por tres caballos que iba desde la estación del tren, en el Bajo, hasta la actual calle Vidal. Era un servicio especial que circuló hasta noviembre de 1915. Durante muchos años, la concesión de ese servicio estuvo a cargo de Luis Cevasco, un antiguo vecino del barrio quien también era famoso por ser el dueño de "Toro", un caballo percherón que ganó muchas cinchadas. La historia dice que, con "Toro", don Cevasco ganó e hizo ganar mucha plata a muchos apostadores que le tenían fe a la fuerza de su caballo.
En tiempos más actuales, Cabildo y Juramento tuvo también otros sitios que la hicieron cita obligada: la famosa Confitería "Mignón", el cine que también tenía ese nombre y la Galería "Juramento", punto de encuentro hasta la década de 1980. La confitería era famosa por servir en bandeja de plata las masas que acompañaban el té. En la ochava que ocupaba ahora hay pequeños comercios de distintos rubros.
Donde estaba el cine "Mignón" (sobre Juramento, a unos metros de Cabildo en dirección a Ciudad de la Paz), ya casi nadie recuerda su decorado edificio y su gran sala con las tradicionales butacas forradas en gamuza. Después de haber albergado a un restaurante de "tenedor libre", en la actualidad el lugar es sede de una iglesia evangélica. Al lado estaba el local de la heladería "Venecia", que también pasó a la historia.
En cuanto a la Galería "Juramento", muchos la evocan como Churba. Tenía tres pisos y dos subsuelos y a los locales se llegaba caminando por una amplia rampa que dejaba un gran hueco central que proveía aire y luz. Fue un lugar de moda y diseño y albergó comercios que quedaron en la memoria de muchos: la disquería "Downtown Records", las casas que vendían jeans y remeras exclusivas y, en el tercer piso, la famosa "Toldería de la Griega", donde los hippies conseguían la ropa que los distinguía.
Hoy, en esa esquina, hay una pizzería y un gran local de ropa deportiva. También se ve un mural que recuerda a John Lennon pidiendo una oportunidad para la paz. Los árboles escasean, la boca de la estación del subte se sumó al paisaje y ningún dato alude a don Policarpo Mom, un personaje que fue clave en el desarrollo de Belgrano. Pero esa es otra historia.
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Imagen: Cruce de Cabildo y Juramento: Confitería "Mignon" en la esquina sudeste (Foto circa década del 40).

1 nov 2012

Che, Buenos Aires




 (De Armando Tejada Gómez)

Amanecí de niebla en los andenes.
Dicen que con la luna a las espaldas.

No sé en qué viento vine. Te traía
ese polvo tenaz, esa distancia
agreste y cereal como la tierra
donde recobras tu paloma diaria.

Toqué tu aroma gris. Crucé el tumulto
incorporándolo al sonido de mi sangre.
Empuñé el viejo amor. Entré a la lluvia
y me volví guitarra en tu regazo.

Dicen que desperté como naciendo
con todo el sol en vilo en las pestañas,
que salí a conocerte en las esquinas
donde ya eras leyenda, puro tango,
porque anduve de olvido y fui tu ausencia
durante mucho hueso y mucho llanto
y teníamos tanto que decirnos!
tanto país doliendo que contarnos!

Andabas multitud, cálido río
de muchedumbre mía y navegante,
pero te busqué el rostro donde sueñas
y me quedé en tus ojos a soñarte.

Te averigüé la vida y era urgente
compartir el insomnio en un estaño,
discutir ese asunto del otoño,
demorarme en tu vino mano a mano
hasta fundar esa alegría lenta
que arde en la sal más fuego de una lágrima
desde donde se crece a la ternura
porque uno es hombre así, che, Buenos Aires.

Se dio el amor. Andaba entre la gente
como una flor perdida entre los pájaros.
Lo vi cruzar crepúsculos y esquinas
llevándose la tarde de la mano.
Jugándose en las calles. Combatiendo
por el íntimo pan y el trecho de alba.
Todo el amor se dio incesantemente
y yo lo vi estallar en sudestada.

Después me preguntaste: ... qué hay del aire
y ese color Oeste del verano?
En qué cañaveral, aún gimiendo,
anda la suerte pobre de la Patria?
Qué árboles recuerdas? Qué camino
pisa la dura copla que me cantas?
Cómo quedó tu madre? Siempre cobre
bajo la luz enorme y camarada?
Se crece allá? Perdura lo profundo?
sigue subiendo el sol a nuestra causa?
Qué traes en los ojos? Cómo ejerces
tu oficio de badajo y de campana?

-Vos siempre de país...!
-Siempre andariego!
-Sacate el viento...
-La camisa agraria.
-Es hora que hagás sombra por Boedo
donde una luna bandoneón te aguarda...

Entonces, me quedé a contarte el viento
y a saberme tus vidas y milagros,
fundé la casa al sur con mi Gloriana,
un grillo Glorianita y otro Paula.

No sé por cuánto tiempo. No sabemos
qué tiempo de vivir es necesario
para serte guitarra, canto tuyo
crecido en el tumulto de tu canto.

De noche, suelo caminar tus lunas.

Dicen que ando de niebla...

No hagas caso.
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Ilustración: Cubierta del LP Testimonial del Nuevo Cancionero, poemas y canciones de A.T.G. acompañado
 por la guitarra de Oscar Matus.

29 oct 2012

Como todos sabemos



(De Pablo Vinci)
 
Como todos sabemos, las puertas del infierno han sido ubicadas en los cafés. Desde allí es posible cruzarlas con cierta facilidad para entrar al universo que arde en llamas eternas y estáticas. Pero bueno, no hace falta aclarar lo que ya conocemos a la perfección, el problema es salir del infierno, huir de Satán, Lucifer, Zagam, Belgefor, Abaddón o como demonios se llame. Entonces la cuestión ahora es analizar el tema de esas puertas, detenerse a pensar en qué son, pero desde el otro lado de la condena. Porque allí están o estuvieron (¿qué diferencia?) El Mudo y El Polaco, un palenque en Mataderos, una palmada en el hombro, tres docenas de billares, la que se mira en el espejo esperándome a mí, a mí que la lloro en un bar distinto acariciando otro vaso.
Están la eterna traducción de Ferdidurke a un idioma improbable, un encuentro de abrazos, Pancho y yo esperando a las horas, un grillo, un escarabajo inventándose las letras. Están los cuentos de la oficina, y los cuentos de poesía y tabaco, las lunas llenas marcadas de lunitas de sidra y vino, el rayón de aquel cuchillo, un cronopio llorando su triple de jamón cuando una fama baila catala, y una máquina de red para  encerrar a los amigos. Están un turco judío en la calle Gurruchaga, un encuentro secundario, una cucharita girando, ellos y nosotros, una mariposa regalándole a un dragón un pedacito de ala, y el movimiento final, el encastre perfecto para que el mundo al fin camine.
Esperando el clac de un ensamble de libertad lloré desengaños, nací a las penas y me entregué sin luchar. Mil veces miré y deseé todo desde allá, desde el calor que calcina y eterniza sin remedio. Mil veces no pude nombrar las puertas frescas de buenos y grandes aires, que me arrancan del infierno. Y como sabemos, lo que carece de nombre carece de existencia. Desde allí estas líneas, que sólo me sirven para creer de nuevo. Disculpen ustedes, es que me hacían falta estas letras para poder empezar a luchar, y para ponerle nombre a las puertas de un paraíso.
______
Dibujo de Vialola.
Texto e ilustración tomados de Un cortado,  publicación de la Comisión de Protección y Promoción de los Cafés, Bares, Billares y Confiterías Notables de la Ciudad de Buenos Aires.

26 oct 2012

Tango de verano



(De Alicia Dellepiane Rawson)

Siempre me cantaste
desde esa "lejana tierra mía"
del campo, la adolescencia y el verano

Los discos de pasta
la victrola a cuerda
tu sonrisa engominada
y algún amor único y eterno

Volverás con el galope
de las noches estrelladas
con la solemne ingenuidad de tu sabiduría.
______
Ilustración: Carlos Gardel, dibujo de J. Muñoz.

23 oct 2012

Los paraguas de Avellaneda




(De Rubén Bianchi)

Fui a la cancha por décadas a ver al viejo Racing Club, Hoy, lo miro por TV: ir me parece una odisea urbana. Sin embargo a  veces recibo invitaciones para ver un partido desde la platea (donde supuestamente se está más cómodo y seguro) pero realmente allí no me siento muy a gusto. Estoy en un territorio ajeno y no en aquel sector de la tribuna que frecuenté a través de los años, y que sí sentí como propio.
Allí estaban casi siempre los mismos y en algunos casos se imponía el saludo al llegar porque ya eran rostros conocidos, como el de Atilio Stampone, un grande del tango. Se disfrutaba o se sufría el partido codo a codo, en un clima de mucha comunicación. En cambio los hinchas de la platea cercana parecían más aislados, más fríos…, ¡y para colmo, sentados!
Además, en la tribuna, había y sigue habiendo a pesar de todo, un humor muy espontáneo. Un estilo propio, individualista, alejado de gestos colectivos  como “la ola”, que se popularizó en todo el mundo, menos aquí. Sólo la silbatina o los epítetos de todo calibre se practican en armonioso conjunto. Argentinos al fin.
Siempre recuerdo una lluviosa tarde de mayo en la que Racing iba perdiendo uno a cero con Bánfield. Paró de llover y todos  cerramos los paraguas, pero en el escalón anterior un hincha hipnotizado por el trámite del partido, seguía con el paraguas abierto tapando la visión de los que estábamos atrás. De pronto un señor con vibrante voz de tenorino, le gritó: “¡Che, viejo…, cerrá el paraguas que ya somos libres!”.
Al escuchar la antológica ocurrencia imaginé la lámina del “Billiken”, impresa en nuestra memoria colectiva.
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Imagen: Dibujo de Casartelli tomado de la página  cvclavoz.com
Crónicas tomada del libro de R. B.: Afectos especiales, Ediciones Papeles de Boedo, CABA, 2004.

22 oct 2012

"La Ideal"


(De Mario Bellocchio)

El 5 de octubre de 2000 la Legislatura porteña sancionó la Ley 35 que instituye al 26 de octubre -fecha fundacional del Tortoni (1)- como Día de los Cafés, por considerarlos un rasgo típico de la Ciudad y para apoyar una actividad que desde hace décadas forma parte de la cultura ciudadana. Este necesario marco legal hoy se debate con las amañadas prácticas de las catalogaciones del CAAP (Consejo Asesor de Asuntos Patrimoniales) manejadas arbitrariamente y los hechos consumados de los buitres edilicios.

"Háganse justicia a sí mismos, y no destruyan su historia y su cultura”  
(Yoko Ono, luego de visitar "La Ideal" en 1998).
Pocos bares y confiterías de aquel viejo esplendor resisten al acoso del mandato de los negocios. Ahí pena la "Richmond" entre conservacionistas y zapatilleros de marca. O la Confitería "Del Molino", debatiéndose en dispar contienda con las penurias de una sucesión y sus tironeos. O "Las Violetas", que emergió de los infiernos con la ayuda de alguien quele encontró la vuelta productiva sin abandonar la esencia. Y hablamos de los que se hicieron con bolsillo holgado y dispuesto, no de los cafés rantes rescatados del olvido y el deterioro a fuerza de transformaciones for export que caminan por la cornisa del buen gusto, cuando no se descuelgan por el lado kitsch.
Hace 100 años, en 1912, cuando a don Manuel Rosendo Fernández, un próspero comerciante gallego, se le ocurrió abrir "La Ideal", la calle Suipacha tenía en su contra no ser la Avenida de Mayo -reino del "Tortoni"- y la virtud de su discreto encanto céntrico. Así que se decidió por no escatimar gastos y construir algo elegante y lujoso. Granito gris y mármol veteado para la fachada coronada por importantes farolas de bronce y presidida por el óvalo que enmarca la simbólica flor de lis adoptada como símbolo de la empresa. Farolas de tres luces en el salón confitería, en la planta baja, recubierta por una boiserie original de roble de Eslavonia. Mobiliario Thonet, en sillas, sillones, mesitas y percheros. Arañas francesas, sillones checoslovacos, vitrales italianos... Y diez columnas, con estuco marmolado, que pueblan el ámbito coronado por un ignoto palco que balconea en un extremo del salón... 
“En algunas confiterías, como en la llamada Ideal, hay, en un palco flotante, una orquesta de señoritas vestidas con traje de baile. Y tiene un gran público admirador que las mira, como miran al cielo entreabierto las benditas almas del purgatorio...”. Ramón Gómez de la Serna, asentado en Balvanera desde que la Guerra Civil lo expulsara de su Madrid natal, gastó un párrafo para su “ideal” rincón entrañable de Buenos Aires, que lo tendría como huésped hasta su deceso, en 1963.
Por una suntuosa escalera de mármol o un ascensor -que se incorpora como un bello elemento decorativo-, se accede al gran salón del primer piso con la presencia de su magnífica pérgola, protagonista, desde sus orígenes, de las fiestas y reuniones sociales para las que fue concebido.
Es probable que, en un principio, aún sin ser el propósito original, el coqueto salón de té tuviera la marcada afluencia de la comunidad inglesa. La “cup of tea at five o’clock” pasó a ser una costumbre arraigada en la naciente confitería de la década del 10 del siglo pasado. No ajena a esta habitualidad es la “cocarda” que se le atribuye como primer establecimiento en producir sandwiches de miga, originados, según se cuenta, en la solicitud de un grupo de ingenieros ingleses ávidos de volver a saborear el “pan inglés”, materia prima esencial para ese tipo de emparedados.
Casi de inmediato a su nacimiento, "La Ideal" cobró fama pastelera y confitera. Se llegó a contratar a un afamado artesano de la elaboración de bombones, un tal Maggione, quien ratificó sus pergaminos con deliciosos bombones decorados, masas y “bombas” de chocolate y crema.
El incomprobable mito barrial certifica que Yrigoyen mandaba a buscar a diario, las clásicas “Palmeritas de la Ideal” y que el Gral. Juan Domingo Perón, durante su mandato, también se hacía llevar el servicio de lunch hasta la Casa de Gobierno.
Las exquisiteces de la confitería dejaron su prestigio pegado, seguramente, a una hoja amarillenta de almanaque. Hoy, sentarse a una mesa de "La Ideal" combina, en marcado contraste, un efluvio de Chanel N° 5 y las concesiones que hubo que hacer para la supervivencia. El tango y el atractivo turístico de su aprendizaje “in situ” brindan una oportunidad supérstite al viejo salón del primer piso, ausentes ya Juancito Díaz, Roy Granata, los Mariscales, los hermanos Dante, o el pianista Osvaldo Norton, casi un sello de la casa.
En las mesas de la confitería rondan los fantasmas de Witold Gombrowicz, Abelardo Arias, Maurice Chevalier, María Félix, Dolores del Río, Vittorio Gassman, Germaine Damar o aquel Sandrini de cuando “los chicos crecían”..., las mesas, decía, conservan ese hálito por el que Alan Parker eligió el lugar para filmar escenas de su “Evita” y Carlos Saura de “Tango”. Una “locación” de privilegio, de las que quedan pocas. Con clima. Basta panoramizar hacia sus ornamentaciones circulares en relieve o referenciar sus carameleras de dieciséis frascos para oprimir, amorosamente, el “play” de la máquina del tiempo.
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 (1) La fecha -propuesta por la Comisión de Protección y Promoción de los Cafés, Bares, Billares y Confiterías Notables- no es casual: el 26 de octubre de 1894 fue inaugurado el pórtico y frente  –diseñado por Christophersen- de Avenida de Mayo 825 que le dio su característica definitiva al histórico Café Tortoni. La referida Ley es de protección a 54 locales del rubro que son considerados como tales por sus hechos o actividades culturales de significación, su antigüedad, su diseño arquitectónico o la relevancia local. En este marco, han adquirido un importante valor patrimonial. El objetivo perseguido es la promoción de la participación de estos sitios en la actividad cultural y turística porteña, impulsando en ellos actividades artísticas acorde a sus características,  asesorarlos en proyectos de  conservación, rehabilitación o restauración edilicia y mobiliaria con profesionales especializados, como así también subsidiarlos en caso de efectuar arreglos edilicios por necesidad.
 Imagen: Frente de la confitería "La Ideal".
Nota y fotografía tomadas del periódico "Desde Boedo.

19 oct 2012

Cosa de negros




(De Enrique Espina Rawson

Era muy común denominar así a las cosas mal hechas, las tareas realizadas a medias, las chambonadas. ¡Qué injusticia!
Desde los tiempos de la colonia, todo lo que hacían los negros estaba bien hecho. Por de pronto, es bueno saber que los negros de Buenos Aires, eran llamados morenos, como una forma de atemperar en las palabras la realidad cromática. Tan es así, que la famosa payada de Martín Fierro es contra “el moreno”, ya que sólo lo llama negro cuando lo interpela con acritud.
Y también estaba el famoso regimiento de Pardos y Morenos, de las guerras de la Independencia…
Los morenos tuvieron en nuestra ciudad un excelente trato, en líneas generales, muy lejano a los horrores que vivieron sus hermanos de raza en casi todas partes, desde Estados Unidos hasta Brasil. Aquí eran bien acogidos, llevaban el apellido de la familia propietaria (¡qué mal suena esto!), de la que se sentían parte y con sus trabajos contribuían al sostenimiento de las economías domésticas.
A veces por cuenta propia, pero la mayoría dependiendo de sus patrones, las negras eran excelentes reposteras, famosas por el arroz con leche, las roscas y los pastelitos, que salían a vender en sus canastas tapadas con lienzos blancos.
Notoriamente, su ocupación principal era la ropa. El lavado se hacía sobre las toscas de la orilla, que en ese entonces llegaba al Fuerte, hoy la Casa Rosada, lo que daba lugar a animadas reuniones aprovechando el tiempo que tardaba la ropa en secarse. Eran muy solicitadas también como amas de leche, y todos los próceres de nuestra historia fueron amamantados por estas serviciales “amas de crianza”.
Los negros, por su parte, tenían infinidad de oficios. Desde los escoberos, que voceaban sus escobas y plumeros de plumas de avestruz, (ñandú, en realidad); los barberos, especialistas en navajas y tijeras, muchas veces “sacamuelas”, y los sastres de gran reputación, hasta los increíbles “hormiguereros”.
Pertenecían estos a una misteriosa cofradía de sapientes y graves morenos, especializados en la lucha contra estos terribles insectos, que devastaban huertas y socavaban árboles y casas. Concurrían a las entrevistas solicitadas por afligidos vecinos provistos de unos largos canutos con los que auscultaban el suelo, demandando a veces consulta con otro afamado colega, para dar con el nido de las hormigas, muchas veces muy distante de las bocas de entrada.
Eran notables también por sus aptitudes musicales. Casi todos los profesores de piano eran negros, y era fama su circunspección y don de gentes, como que enseñaban a las niñas de las casas más distinguidas.
Pero hay una pregunta común al tema de los morenos de Buenos Aires, y sobre la cual parece no existir una explicación convincente. Es esta: ¿Dónde fueron los negros? Que se complementa con el por qué hay tantos en el Uruguay y aquí no.
Algunos dicen que muchos fueron muertos en las batallas de la Independencia, otros que murieron en la epidemia de fiebre amarilla, y otros afirman que fueron blanqueándose al mezclarse con los blancos. Tal vez todos tengan una parte de razón.
Pero tal vez, ya que todo es cíclico en este mundo, vuelvan a predominar los negros, o los morenos, sí así lo prefieren en nuestra ciudad. Nuevas hornadas de estos se ven en las calles porteñas provenientes de alguna lejana etnia africana. No son ya barberos, ni escoberos, ni profesores de piano ni persiguen hormigas. Todos parecen tener el mismo oficio: son vendedores de bisutería. Los vemos parados con sus camisas multicolores, munidos de una bandeja plegable sobre la cual despliegan sus doradas baratijas arriba de un paño rojo.
Tal vez dentro de unos años, si todo marcha bien, la evolución de las cosas haga posible que las principales joyerías de Buenos Aires sean propiedad de una nueva generación de morenos porteños.
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Imagen: Uno de los  Candombe, óleo de Pedro Figari.
Nota tomada de la página web http://www.fervorxbuenosaires.com