(De Miguel Ruffo)
Roma, la
artísticamente bella, es la ciudad de las fuentes, basta recordar la Fontana di Trevi. El arte
fontanero en Buenos Aires está muy lejos de emular al de la ciudad eterna. No
obstante tiene sus representantes. Entre ellos se encuentra La Fuente de los Catalanes,
obra del escultor catalán Joseph Llimona i Bruguera, que fue inaugurada en 1931
y se encuentra en el Parque Rivadavia. La obra es un regalo de la comunidad
catalana a la Ciudad
de Buenos Aires. Luis Macaya, al referirse a la instalación de esta obra de
arte, escribía: “Se alza ya, majestuosa y grácil, en uno de los
parques más discretos de la ciudad, casta en su desnudez, sencilla y bíblica en
su actitud, la mujer catalana sublimada por el gran Llimona, en testimonio de
agradecimiento de los catalanes en la Argentina. Parece que la fuente constituye una
retribución por los monumentos que Buenos Aires erigió en homenaje a Matheu y
Larrea…”(Recordemos
que ambos fueron catalanes que lucharon junto a los patriotas contra el yugo
español por la independencia argentina y formaron parte del primer gobierno
patrio)” (1). Pero la fuente no permaneció siempre en el Parque Rivadavia. En
1969 fue retirada de su sitio originario porque “ofendía” la moral católica. “Al respecto cabe informar a esta
Dirección (Secretaría de la Municipalidad de Buenos Aires) que con fecha 5 de
noviembre de 1969, la Junta Coordinadora de la Parroquia Santa María, Liga de Padres de Familia y la Comisión Pro Monumento a la Virgen de Luján en el Parque Rivadavia, se
dirigen al Sr. Intendente (…) solicitando el retiro de la citada obra…”. Al tomar intervención la Dirección de Paseos y la Comisión creada por la Ordenanza 15.778 se expidió: “se aconseja el retiro” (2). La obra recaló en depósitos
municipales, luego se la instaló en la Plaza San Martín y sufrió numerosos deterioros; mientras miembros de la colectividad
catalana y vecinos del barrio de Caballito iniciaban una larga lucha por la
restitución de la fuente en el Parque Rivadavia. Finalmente, en febrero de
2010, fue reinstalada en ese espacio verde, pero no en el lugar original,
frente a la avenida Rivadavia, sino junto a la calle Rosario. Los avatares de esta fuente que
denominamos de los catalanes, porque su autor no le puso nombre alguno, nos
lleva a preguntarnos por la relación entre el cristianismo y la sexualidad,
entre el cristianismo y el arte y por la moralina del catolicismo ultramontano
del onganiato y de dictaduras posteriores. Es casi un tópico de la conciencia
social afirmar que el pecado original consistió en algo relacionado con el
sexo. Sin embargo, y tal como lo señala acertadamente Javier S. Maskin, tal
relación sólo existe en una institución eclesiástica que le ha dado la espalda
a la tradición originaria. En efecto, si leemos atentamente el Génesis, en su
segundo relato de la creación, veremos que antes de que Adán y Eva comieran del
árbol del conocimiento del bien y del mal, “Estaban ambos desnudos, el hombre y
su mujer, pero no se avergonzaban el uno del otro” (3). La sexualidad era vivida
naturalmente, es después de comer del árbol prohibido, que tienen vergüenza de
su desnudez, porque al comer del árbol de la contradicción, ya no pueden
reconocerse a imagen y semejanza de Dios: “Creó, pues, Dios al ser humano a
imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó” (4). El pecado original no tiene que
ver ni con la sexualidad ni con la moral, es una transgresión que no le permite
al hombre (varón y mujer) reconocer que son a imagen y semejanza de Dios. Nos
alejaría del tema de este artículo señalar cómo y porqué se produjo esta
asociación, sólo nos interesa señalar que cuando el cristianismo se transformó
en factor de poder y en religión oficial del Imperio Romano, como tal, tuvo
cada vez un mayor interés por controlar la sexualidad porque tratándose de un
instinto vital, una sociedad basada en la explotación y la opresión necesita de
la represión sexual (Freud, Reich, etc.). Pobre favor le hacen al cristianismo
en su versión católica, esos sacerdotes y padres de familia que contraponiendo
a la Virgen de Luján con la ninfa desnuda de la Fuente de los Catalanes,
exigieron su retiro del Parque Rivadavia. La moralina católica reaccionaria del
régimen de Onganía y sus sucesores operó como “fundamento” para retirar la
fuente.
En cuanto
al desnudo femenino en el arte de occidente (se sobreentiende que hacemos
referencia al arte de los tiempos históricos) data fundamentalmente de la época
helenística. Cuando el cristianismo se expandió por el Imperio Romano, el arte
greco-romano fue tachado de pagano y pecaminoso, entre ellos las obras de
desnudos femeninos. Otro tema cuyo desentrañamiento nos llevaría mucho tiempo,
pero al que no podemos dejar de señalar, es que la renuncia a la sexualidad en
algunas comunidades cristianas estaba vinculada al fin de los tiempos y al
Apocalipsis; alejados en este sentido de ese bebedor y comilón que era Jesús y
de sus relaciones con María Magdalena.
Y para
terminar citamos a Ramón Canals “Tus nudos, Llimona, subliman nuestra raza,…
son mujeres… nuestras mujeres, y semejan ninfas, semejan diosas” (5).
______
Notas:
(1)Lorenzo, Blanca; “La fuente de los
catalanes”, pág. 13
(2)Lorenzo,
Blanca; Ob. Cit., pág. 37
(3)Gén,
2,25
(4)Gén, 1,
27
(5)Lorenzo,
Blanca; Ob. Cit., p 15
Imagen: La
llamada Fuente de los catalanes, del
escultor catalán Joseph Llimona i Bruguera.
Nota e
ilustración tomadas del periódico “Desde Boedo”.