(De Carmen Ortiz)
Acaso porque está
asociado a lo misterioso, de alguna manera el tema del descenso al Hades, al
Averno o simplemente al Infierno católico ha sido siempre atractivo y hasta
recurrente para los escritores. Así conocemos textos como la leyenda mitológica
griega de Eurídice, su descenso al Hades, y el de su amado Orfeo, convertida
más tarde en ópera; el apasionante infierno del Dante en La Divina Comedia,
o el recorrido y pruebas del héroe clásico de La Odisea -atribuida a Homero- narradas en el
excelente libro de Joseph Campbell.(1)
Siempre la presencia
del temido y desconocido infierno ha atraído a los autores, Cortázar no fue la
excepción: el personaje de Oliveira en Rayuela dice de Talita cuando ésta baja a la
morgue del manicomio, después de haberla confundido con La Maga : “Estaba en su pequeño y cómodo
Hades refrigerado pero no había ninguna Eurídice que buscar…” Pero no es ésta la única mención del
autor argentino a ese misterioso lugar, más aún, Cortázar tiene cuentos que se
desarrollan tanto en el metro de París “Manuscrito hallado en un bolsillo” (2),
como en el subterráneo de Buenos Aires, “Texto en una libreta”. Precisamente,
quiero referirme a este relato que ocurre en Buenos Aires, en la línea A de subterráneos, entre 1940 y 1946.
Los trenes centenarios
de la línea A de subterráneos de Buenos Aires hace
unos meses han sido reemplazados por otros modernos y confortables, que no
tienen, ni la atracción ni el misterio que el autor argentino encontró en
aquéllos. Los antiguos eran de madera barnizada, su ritmo se marcaba con un
ruido acompasado al desplazarse, con sus luces parpadeantes que muchas veces
acompañaba mi lectura apurada de algo que debía estudiar para la Facultad o algún párrafo
de una novela. A veces solía mirar aquellas viejas estaciones que con el tiempo
fueron trasformándose con aditamentos más modernos, pero que no dejaban de
sorprenderme, por ejemplo, como una estación fantasma, la clausurada estación
Alberti, toda oscura y donde una vez vi ¿maniquíes? que simulaban bailarines
danzando. Misterioso hallazgo que nadie me supo explicar.
No deja de ser
interesante conocer el costado histórico de los reales trenes en que se
desarrolla el cuento de Cortázar. Los antiguos vagones de madera con trabajo
artesanal y donde hasta las bobinas fueron colocadas manualmente, habían sido
fabricados en Brujas (Bélgica) y fueron el primer subterráneo del hemisferio
sur, funcionado en Buenos Aires a partir de 1913. (3) El 12 de enero de este
año hicieron su último viaje en nuestra ciudad y ya han sido desmantelados por
orden del Jefe de Gobierno de la
Ciudad y reemplazados por modernos coches de origen chino.
El cuento de Cortázar
se llama “Texto en una libreta” (Queremos tanto a Glenda, cuentos,
1981). En él se percibe la transtextualidad (4) de “Informe sobre ciegos” (Sobre
héroes y tumbas, novela, 1961) de Ernesto Sabato, allí el personaje va
descubriendo paulatinamente las costumbres de una siniestra secta de ciegos que
parece acecharlo. En el texto de Cortázar se trata de los habitantes del
subte “A”, y, en ambos, la cofradía amenaza al protagonista, es secreta y
pretende apoderarse de todo, de la ciudad o acaso del mundo. Como en
“Manuscrito hallado en un bolsillo” el título sugiere el final trágico del
protagonista.
Después de la lectura
sabemos que el narrador estaba haciendo un informe, lo sabemos por ese texto en
una libreta, que es lo que queda, por lo que decidimos que ha desaparecido. La
acción está ligada a los subterráneos de la
línea A (Anglo), que va desde
Primera Junta hasta Plaza de Mayo. El mismo personaje narrador nos cuenta del
Hades: ”Es cierto que entre Loria y
Plaza Once se atisba vagamente un Hades lleno de fraguas, desvíos y depósitos
de materiales y raras casillas con vidrios ennegrecidos”. A medida que avanzan los
hallazgos del protagonista es mayor su miedo y la sensación de estar vigilado.
Si revela su descubrimiento pueden matarlo o recluirlo por loco, como lo
sugiere Montesano, el inspector en jefe (léase: la sociedad). Porque este
perseguidor innominado no cejará, llegará hasta el final de “un descenso progresivo y
cauteloso del subte, entendido como otra cosa”.
Tal vez el narrador
haya sido muerto por la secta, recluido por loco o sometido. No lo sabemos,
sólo podemos suponerlo. Si bien el cuento describe una verdadera pesquisa al
estilo de una narración policial, la atmósfera alucinante y el manejo de
los distintos niveles lingüísticos lo colocan en otro tipo de ficción. Aunque
el autor usa la ambigüedad propia de lo fantástico, la metáfora parece ser tan
clara que creo conveniente no ubicarlo dentro de la literatura fantástica del
autor sino en la realista. (5)
______
(1) CAPMBELL, Joseph, El
héroe de las mil caras, Psicoanálisis
del mito, México: FCE, 1972.
(2) CORTÁZAR, Julio, Octaedro, Madrid: Alianza, 1981.
(3) Ver “Argentine: le plus vieux métro du monde tire
sa révérence”, Le Point, 9 janvier 2013.
(4) GENETTE,Gérard, Palimseptos,
Madrid: Taurus, 1989. “Transtextualidad: es todo aquello que relaciona,
manifiesta o secretamente, a un texto con otros”.
(5) ORTIZ, Carmen¸ Cortázar
el Mago, Buenos Aires: Díada, 2010, págs.147-148.
Imagen: Julio Cortázar.