17 jul 2014

Tor: clásicos, literatura y policiales por moneditas



(De Víctor O. García Costa)

Tor es el apócope del apellido de Juan Carlos Torrendell, nacido en Palma de Mallorca en 1895, que usó para denominar la editorial que fundó en Buenos Aires y que es motivo de esta crónica.
Juan Carlos Torrendell era hijo de Juan Torrendell, también nacido en Palma de Mallorca el 31 de agosto de 1869 y que habría de morir en Buenos Aires el 12 de marzo de 1937. Comenzó a publicar en el Semanario Católico de su ciudad natal, que dirigía José Miralles y Sbert (1860-1947). Miralles y Sbert, ordenado sa­cerdote en 1884, obispo de Lleida (1914), de Barcelona (1925) y de Mallorca (1937), enrolado en el clero franquista y que regis­tra en su haber la bendición de aviones italianos que llegaron para intervenir en la Guerra Civil Española, masacrando al pueblo español.
Juan Torrendell, seminarista frustrado, después de pu­blicar en La Almudaina, de Palma, llegó a Montevideo, República Oriental del Uruguay, en plena juventud, para dedicarse al periodismo y a la crítica literaria. Comenzó su labor en El Día, de Montevideo, firmando sus artículos con el seudónimo de "Blan­dengue". En esa ciudad dio a luz su primer libro: El picaflor, novela de costumbres sociales (1891), al que siguieron La ley y el amor, drama (1894), Pimpollos, novelitas breves (Barcelona, 1895), Currita Albornoz, comedia inspirada en Pequeñeces del sa­cerdote Luis Coloma (1851-1915) -estrenada en el Teatro Principal de Barcelo­na y en el Teatro Princesa de Madrid-, La familia Roldán, come­dia (1898) y dos obras de teatro, en catalán: Els encarrilat (drama estrenado en el Teatro Novedades de Barcelona, 1901) y Els dos esperits (drama estrenado en el Teatro Español de Barcelona, 1902).
 Don Juan Torrendell regresó a España y en Barcelona pu­blicó sus trabajos en La Ilustración Ibérica, dirigió La Última Hora y el semanario Fígaro, fundó y dirigió La Nova Palma y La Veu de Mallorca. En Barcelona  fundó La Cataluña, revista que apareció entre 1907 y 1910 para difundir el pensamiento de Soli­daridad Catalana. Se vinculó al político y economista Francisco de Asís Cambó y Batlle (1876-1947), el mayor inversionista en la Compañía Hispano Argentina de Electricidad,  CHADE, antecedente de la CADE,  -fallecido en Buenos Aires- y apoyó sus campañas desde La España Grande. En 1910 regresó a Montevideo donde fundó El Co­rreu de Catalunya y en 1912 se afincó en Buenos Aires vinculándo­se con los ambientes literarios de su tiempo. Así, fue redactor de El Diario Español y colaboró con las revistas Nosotros y Atlántida, especialmente como crítico literario. En Buenos Aires publicó El año literario (1918), con prólogo de Constancio C. Vigil (1876-1954), Los concursos literarios y otros ensayos críticos (1926), La literatura catalana  en su actual renacimiento (1928), Las lenguas de España (1933) y Crítica menor, en dos tomos, aparecidos en 1933 y 1934, respectivamente. Durante seis años integró el Jurado de los Con­cursos Municipales de Buenos Aires.
Su hijo Juan Carlos Torrendell, como decimos, motivo principal de esta nota, nació en Palma de Mallorca el 25 de oc­tubre de 1895 y murió en Buenos Aires el 11 de enero de 1961. Tenía 12 años cuando vino a Argentina y rápidamente se vinculó con las actividades relativas al libro. Trabajó en la librería La Facultad, de Juan Roldán, que importaba libros de España y que hacía, también, de editorial, con local en Florida 359. El 16 de junio de 1916, a los 20 años de edad, fundó la Editorial Tor, que revo­lucionó la producción editorial, con talleres en Río de Janeiro 760.
El sello editorial era una suerte de escudo con una barca en medio del oleaje y con una leyenda que decía: Contra viento y marea y así fue su labor editorial.
Tuvo locales de venta al público en la calle Florida y, también en la calle Maipú. Durante una crisis financiera, instaló en su local una gran balanza y ofreció y vendió libros por kilo: 1 kilo de libros m$n 1, y 2 kilos de libros m$n 1,50. Esta mo­dalidad fue muy criticada por la Academia Argentina de Letras, que se oponía a que el libro se vendiera como cualquier mercancía de almacén.             
Las ediciones de Tor eran económicas, en papel diario, con tapas en papel satinado y con dibujos  anónimos en colores. Alguna vez, con los cantos coloreados.
Entre sus “exclusividades” estuvieron las novelas román­ticas de M. Delly, César Duayen y Pedro Mata, las poesías de Ama­do Nervo y las obras de Anatole France, Manuel Gálvez, Knut Ham­sun, Giovanni Papini, Marcelo Peyret, Eça de Queiroz, Eduardo Za­macois, Stefan Zweig, entre muchos otros.
Entre esa literatura romántica, resubida de tono para su tiempo y hoy más pálida que el rostro de Manón, publicó El árabe y El hijo del árabe, de F. M. Hull, con cuyas lecturas muchas jovencitas soñaban ser ellas la raptada Virginia Mayo, llevadas a las are­nas calientes de Arabia y poseídas por estos poderosos persona­jes, y que mi hermana Nieves leía a escondidas de mis padres, seguramente con iguales esperanzas,  lectura que yo usaba como factor de extorsión para que pusiera la mesa y levantara los pla­tos y que ella me devolvía amenazándome con decir a mis padres que yo, a los 8 años, fumaba y guardaba el atado de "Combinados" en el ropero, en un bolsillo interior de mi sobretodo. 
Tor editó, del citado Marcelo Peyret: Alta Gracia, Car­tas de amor, Mientras las horas pasan, Padre nuestro y, sobre to­do, Los pulpos, cuya lectura era conceptuada como alta y grave­mente pecaminosa, casi delictual. En esa misma onda, también pu­blicó Naná,  novela de Emilio Zola y Safo de Alfonso Daudet, cu­yas lecturas eran pecado mortal.
También editó y difundió Mi Lucha, de Adolfo Hitler, El fascismo, de Benito Mussolini y Mirando adelante de Franklin De­lano Roosevelt.
Dentro de la colección El Pensamiento Argentino publ­icó, de Juan Bautista Alberdi, Las Bases y El crimen de la gue­rra; de Agustín Álvarez, ¿Adónde vamos?, El mundo moral, Historia de las instituciones libres y La transformación de las razas en América; de Miguel Cané, Juvenilia; de Godofredo Daireaux, Los milagros de la Argentina, de Esteban Echeverría, El matadero; de Domingo Faustino Sarmiento, Facundo, Recuerdos de provincia y Viaje a los Estados Unidos; de José María Ramos Mejía, Las mul­titudes argentinasSimuladores del talento; de José Ingenie­ros, El hombre mediocre, La simulación en la lucha por la vida, Las fuerzas morales, Hacia una moral sin dogmas, Las doctrinas de Ameghino, La locura en la Argentina; de Manuel Gálvez, Vida de Sarmiento, Vida de Rosas y Vida de Hipólito Yrigoyen, además de Nacha Regules, Historia de arrabal y otras, de Julio y Rodolfo Irazusta La política británica en el Río de la Plata; de E. M. S. Danero, Toda la historia de las Malvinas.
También editó los Episodios nacionales de Benito Pérez Galdós, un relato novelado de la historia de España, y lo hizo en una gran cantidad de tomitos accesibles al bolsillo popular.
Entre las exclusividades de Tor estaba la Colección En­canto de cuentos encuadernados ilustrados, para niños y adoles­centes, iniciada con Simbad el marino y al que seguían Pulgar­cito, Alicia en el país de las maravillas, Gulliver en el país de los enanos, Aladino y la lámpara maravillosa, Caperucita Roja, El Príncipe Copete, Piel de asno, Alí Babá y los 40 ladrones, etc.
En la década de los años '40, para su Colección Los Maestros de la Música, editó las biografías de Beethoven, Wagner, Gounod, Verdi, Massenet, Mozart, Schubert, Schumann, entre muchas otras.
Hacia la década de los años 50 publicó la Enciclopedia de Gómez Nerea-Feud, con 10 títulos iniciados con Freud y el chiste equívoco y concluidos con Freud y su manera de curar.
En el área de las novelas policiales Tor editaba las Aventuras de Mister Reader, con una producción de una aventura por semana. Mister Reader era, aparentemente, un anciano policía de Scotland Yard que transitaba los sórdidos barrios londinenses y que sólo usaba como arma un pedazo de cubierta neumática que llevaba dentro de su infaltable paraguas, que jamás abría, y que estaba muy vinculado a algunos viejos delincuentes retirados que le pasaban información, uno de ellos apodado "el Ratón". Todos los adolescentes de mi generación disfrutábamos con las andanzas de Mister Reader y, alguna vez, con libritos de la Colección Ras­tros que publicaba Acme Agency, pero que era algo más cara. Los policiales del Séptimo Círculo, que editaba Emecé, no estaban al alcance de nuestros jóvenes escuálidos bolsillos.
Recuerdo una dura polémica sobre los libros de Tor, en medio de otra polémica mayor, de carácter político, desatada en el seno del Partido Socialista después del golpe militar de 1955 y antes de las elecciones presidenciales de 1958. Las cabezas vi­sibles de esa polémica eran, por un lado, el profesor José Luis Romero (1909-1977) y, por otro lado, el profesor Américo Ghioldi (1899-1985). La confrontación incorporaba polemistas de ambos lados, cuyas largas tiradas recogía el órgano oficial del Parti­do, La Vanguardia, que por entonces dirigía la doctora Alicia Mo­reau de Justo (1885-1986).
José Luis Romero, historiador e investigador depurado, cuestionaba a sus contrincantes políticos, devenidos en contrincantes literarios, porque en sus citas mencionaban las ediciones de Tor, aduciendo que las traducciones no eran exactas y que no siempre los textos estaban completos, lo que ponía como locos a los "ghioldistas" que sostenían que Romero, profesor uni­versitario y ex Rector de la Universidad de Buenos Aires, debía de tener buenos recursos como para comprar otras ediciones más cuidadas, pero que los trabajadores socialistas apenas podían acceder a la lectura gracias a los libros de Tor.
En lo personal, debo decir que desde que me interesé por los libros, sobre todo en los primeros tiempos en que conté con algunos recursos de un remanente que me quedaba de mi sueldo como cadete -civil o administrativo- de la Municipalidad de Bue­nos Aires, no sólo compraba libros de Tor, sino también de Calo­mino, libros muy baratos que rara vez superaban los m$n 0,50 el ejemplar. Usados, en las mesas de saldos, se compraban por m$n 0,10 y m$n 0,20.
Cayetano Calomino, a quien también es bueno recordar, editor de La Plata, en la calle 7 Nros. 152/66, publicó para una Biblioteca de Cultura Integral, obras de Plejanov, Stalin, Glas­ser, Engels, Lenin, Marx, Sobolev, Serafimovich, Shestakov, Glad­kov. Liebknecht, Luxemburgo, Schire, etc. y, para su colección Ediciones Populares Calomino, obras de Rilke, Wolf, Delly, Fran­ce, Stendhal, Wilde, Turguenev, Maupassant, Balzac, Gorki, Puschkin, Bjoernson, Queiroz, Chateaubriand, Loti, Dostoievski, Conan Doyle, Bocaccio, Daudet, Darío, Andreiev, Berlioz, Kuprin, Voltney, Verlaine, Zola, Poe, etc.
 Juan Carlos Torrendell tuvo 7 hijos: Carlos Enrique, Jorge Mario, Ofelia Margarita, Miguel Ángel, Juan Carlos, Julio César y Ana María, vivió en Vicente López muchos años y murió en Buenos Aires el 11 de enero de 1961.
En las páginas de los libros de Tor, los jóvenes de mi generación, que trabajábamos y estudiábamos y por entonces poco o nada sabíamos de cuidadas ediciones, tuvimos la posibilidad de conocer a los clásicos de la literatura universal y argentina. De ahí que siempre haya tenido para Tor, como para Calomino, un afectuoso y agradecido recuerdo. Tanto es así, que a pesar de tener de esos libros en buenas ediciones, atesoro cientos de libros del sello editorial  Tor y los conservo impecables.
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Imagen: Librería de la editorial Tor en la calle Maipú, en Buenos Aires.
Material tomado del periódico barrial  ABC.Almagro+Boedo-Caballito.