(De Luis Alposta )
En la segunda mitad del siglo XIX, y muy a principios del XX, a la clase social común, fuera de los bacanes, eclesiásticos y militares, o sea, al estado llano formando muchedumbre, además de plebe se le solía dar el nombre de chusma. También se llamó así al conjunto de indios que integraban una toldería, quedando excluidos de tal denominación los guerreros. Esta palabra que proviene del italiano ciurma, canalla, era, en principio, el nombre dado al conjunto de galeotes que servían en las galeras reales.
Después, chusma, por cruce con chisme, apuntando a conductas individuales pasó a significar chismoso, cediéndole el lugar que antes ocupaba a la palabra mersa, de origen genovés, que significa mercader. Y mersa, con el significado de chusma, de cáfila, de caterva, de runfla, de conjunto de gente de mala catadura o baja condición, se empleó hasta mediados de la década del 40, aproximadamente, que fue cuando se comenzó a hablar de los grasas.
Caído en desuso, el término mersa fue rescatado alrededor de 1960 por el dibujante y humorista Landrú, en la revista Tía Vicenta , pero con una nueva acepción: pasó entonces a designar al snob, al que alardea de finura sin darle el cuero, al filisteo, o sea, al mersa.
Fue así como esta palabra no sólo cambió de sentido y devino en sustantivo individual, sino que, también, terminó adjetivándose pasando a calificar objetos chabacanos, de mal gusto, ordinarios, rústicos y, por lo general, con tendencia al brillo, que son, precisamente, los que utiliza el mersa, o el mersón, según el grado.
Esperemos que no ascienda a gentilicio.
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Imagen: Una tapa de la revista humorística Tía Vicenta..
Tomado del libro: Mosaicos porteños.