(De Migue Ruffo)
La esclavitud formó parte de las relaciones socioeconómicas del Buenos Aires colonial y criollo. Miles de esclavos fueron movilizados en los ejércitos de la Independencia. Uno de ellos fue Antonio Ruiz, más conocido por su apodo de “Falucho”. Era un esclavo de la familia Ruiz, que adquirió el nombre de su propietario. Se inició militarmente en el batallón de pardos y morenos, formó parte del Ejército del Norte, comandado por el general Manuel Belgrano, haciendo toda la campaña desde Tucumán (1812) hasta Vilcapugio (1813); luego integró el Ejército de los Andes, bajo las órdenes del general San Martín, formando parte del regimiento n° 8, participó en las batallas de Chacabuco y Maipú y luego como miembro del regimiento Río de la Plata, hizo la campaña libertadora al Perú. En 1824, ya alejado San Martín de la escena pública, con el partido sanmartiniano anarquizado, se produce la sublevación de El Callao, donde “un negro soldado del Regimiento Río de la Plata, nacido en Buenos Aires, llamado Antonio Ruiz (por sobrenombre Falucho), que se resistió a hacerle honores a la bandera española, fue fusilado al pie de la misma. Murió gritando: ¡Viva Buenos Aires!”, tal lo que refiere Bartolomé Mitre en su Historia de San Martín y de la Emancipación Sudamericana”.
Varias décadas después, el 17 de mayo de 1897 en la Plaza San Martín, se inauguraba el monumento a Falucho, actualmente en Palermo. Su autor fue Lucio Correa Morales, aunque Francisco Cafferata había comenzado a trabajar este motivo. Un diario de la época decía: "Mañana tendrá lugar la inauguración de la estatua de ´Falucho´. En ´Falucho´ no se premia solamente un acto militar heroico; si ese fuera su mérito, no habría lugar en todas las plazas públicas argentinas para las estatuas destinadas a conmemorar el valor de una raza que en el campo de batalla ha hecho figurar un héroe por cada soldado. No, ´Falucho´ es la fidelidad a la bandera, el sublime desprendimiento que llevó al alma a arrojar el cuerpo de la patria. Y es más todavía, es la fidelidad del negro argentino, de ese cuerpo humano, color azabache, que los conquistadores españoles vendían y compraban como cualquiera otra mercancía y que el nuevo mundo libertó de la infame esclavitud, convirtiéndolo en hombre, y en seguida en héroe. El negro ´Falucho´ es el representante supremo e ideal de ese tipo popular argentino que se va perdiendo y que en muchísimos hogares argentinos está asociado a los recuerdos más bondadosos y más cariñosos. Los negros han sido en la República Argentina fieles y bravos. Compañeros de los niños de las familias pudientes, han jugado con ellos; los han llevado después al colegio, los han defendido de las parrandas de la juventud; y cuando el niño, ya mayor ha salido a campaña a trabajar en la estancia o a pelear en la revolución, ¿quién hubiera reemplazado al fiel asistente negro, al modesto amigo de todos los momentos, siempre alegre y siempre dispuesto al sacrificio; al amigo de los días tristes y fríos, al amigo, en fin, que ninguna desgracia puede entibiar y ningún rencor de la fortuna puede arrebatar? ¡Cuántas han sido sus victorias, en los campos de batalla de la independencia! ¡Cuánta ha sido su inquebrantable fidelidad!,¡en cuantos hogares, negros y negras viejos, han sido venerados como dioses tutelares que se han ido en medio de las lágrimas de los niños y de la sincera gratitud de los jóvenes y de las señoras! Los negros han sido siempre nuestros amigos y el pueblo argentino los ha mirado más que con simpatía, con cariño. Esto demuestra que nosotros los hemos tratado con la bondad propia de un gran pueblo. Esa es la verdadera significación de la estatua que se inaugura mañana. La estatua, pues, está destinada a perpetuar esa figura familiar, que en ´Falucho´ alcanzó el grado de heroicidad que explica el homenaje a que todos concurrimos con la forma y con el fondo de nuestra simpatía". (1)
Más allá de la visión edulcorada de la esclavitud de este anónimo articulista, sirva el monumento a “Falucho” para recordar a la población negra y mulata del Buenos Aires colonial y criollo, muchas veces desaparecidos de las “historias oficiales” y que derramaron su sangre por la libertad e independencia de América.
Varias décadas después, el 17 de mayo de 1897 en la Plaza San Martín, se inauguraba el monumento a Falucho, actualmente en Palermo. Su autor fue Lucio Correa Morales, aunque Francisco Cafferata había comenzado a trabajar este motivo. Un diario de la época decía: "Mañana tendrá lugar la inauguración de la estatua de ´Falucho´. En ´Falucho´ no se premia solamente un acto militar heroico; si ese fuera su mérito, no habría lugar en todas las plazas públicas argentinas para las estatuas destinadas a conmemorar el valor de una raza que en el campo de batalla ha hecho figurar un héroe por cada soldado. No, ´Falucho´ es la fidelidad a la bandera, el sublime desprendimiento que llevó al alma a arrojar el cuerpo de la patria. Y es más todavía, es la fidelidad del negro argentino, de ese cuerpo humano, color azabache, que los conquistadores españoles vendían y compraban como cualquiera otra mercancía y que el nuevo mundo libertó de la infame esclavitud, convirtiéndolo en hombre, y en seguida en héroe. El negro ´Falucho´ es el representante supremo e ideal de ese tipo popular argentino que se va perdiendo y que en muchísimos hogares argentinos está asociado a los recuerdos más bondadosos y más cariñosos. Los negros han sido en la República Argentina fieles y bravos. Compañeros de los niños de las familias pudientes, han jugado con ellos; los han llevado después al colegio, los han defendido de las parrandas de la juventud; y cuando el niño, ya mayor ha salido a campaña a trabajar en la estancia o a pelear en la revolución, ¿quién hubiera reemplazado al fiel asistente negro, al modesto amigo de todos los momentos, siempre alegre y siempre dispuesto al sacrificio; al amigo de los días tristes y fríos, al amigo, en fin, que ninguna desgracia puede entibiar y ningún rencor de la fortuna puede arrebatar? ¡Cuántas han sido sus victorias, en los campos de batalla de la independencia! ¡Cuánta ha sido su inquebrantable fidelidad!,¡en cuantos hogares, negros y negras viejos, han sido venerados como dioses tutelares que se han ido en medio de las lágrimas de los niños y de la sincera gratitud de los jóvenes y de las señoras! Los negros han sido siempre nuestros amigos y el pueblo argentino los ha mirado más que con simpatía, con cariño. Esto demuestra que nosotros los hemos tratado con la bondad propia de un gran pueblo. Esa es la verdadera significación de la estatua que se inaugura mañana. La estatua, pues, está destinada a perpetuar esa figura familiar, que en ´Falucho´ alcanzó el grado de heroicidad que explica el homenaje a que todos concurrimos con la forma y con el fondo de nuestra simpatía". (1)
Más allá de la visión edulcorada de la esclavitud de este anónimo articulista, sirva el monumento a “Falucho” para recordar a la población negra y mulata del Buenos Aires colonial y criollo, muchas veces desaparecidos de las “historias oficiales” y que derramaron su sangre por la libertad e independencia de América.
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(1) Recorte de un diario no identificado, de fecha 16 de mayo de 1897 en Archivo del Museo Histórico Nacional.
(1) Recorte de un diario no identificado, de fecha 16 de mayo de 1897 en Archivo del Museo Histórico Nacional.
Imagen: Monumento a "Falucho" emplazado en la plaza homónima de la Capital.