(De Enrique Mario Mayochi)
Es uno de los muchos pasajes que existen en Palermo. Va de Este a Oeste y sólo tiene una cuadra de extensión, yendo en su numeración del 4001 al 4100, desde Jerónimo Salguero 1652 a Medrano 1701, con código postal 1425.
Elisa Casella de Calderón, quien en 1982 lo recorrió y describió, lo calificó de “íntimo” por su escasa anchura, que otrora hacía dificultoso el paso de grandes carros, diciendo sobre su origen que bien pudo ser parte de un brazo de agua que llegaba hasta la laguna cercana –que en el siglo XIX se formaba por lluvia en la hondonada que, rellenada en gran parte, hoy corresponde a la plaza Güemes – o el resto de un camino interior de una de las muchas quintas que por allí había.
En antiguos planos figura con el nombre de las calles que lo flanquean, Paraguay y Soler. El que ahora ostenta, Del Signo, le fue dado por ordenanza municipal en 1893, denominación que para algunos vecinos de imaginación frondosa tenía algo de misteriosa, siendo muchos –así lo escuchamos decir siete década atrás– los que lo atribuían a un supuesto dibujo o jeroglífico de carácter maléfico que alguna vez habría existido por allí, aunque nadie aseguraba haberlo visto ni de lejos. En realidad, recordaba a Norberto Javier del Signo, un abogado cordobés que se plegó a la Revolución de Mayo y, siendo asesor del gobierno de Salta, se incorporó como auditor al ejército enviado desde Buenos Aires a las provincias norteñas o “de arriba”, lo que lo llevó a asistir a choques bélicos, como Cotagaita, Suipacha, Huaqui y la primera Sipe-Sipe. Su nombre se mencionó cuando hubo que reemplazar al Director Supremo Posadas y al tener que designarse en Córdoba diputados al Congreso de Tucumán, pero en ningún caso fue elegido. Vivió entre 1777 y 1817.
Desde las últimas décadas del siglo XX, el pasaje Del Signo es atractivo por la calidad de sus edificios, algunos de propiedad horizontal y de construcción relativamente reciente. De día llama la atención por la tranquilidad ambiental y por la noche ostenta un aspecto agradable por la buena iluminación pública y privada que posee. Pero no era todo así en la década de 1940 porque allí se mezclaban con buenas y trabajadoras familias ciertos individuos de dudosa traza y pocas pulgas, a los que los díceres del vecindario vinculaban con el juego clandestino, la oferta carnal y otras lindezas. Quizá hubiera algo o mucho de exagerado en esto, pero el rumor corría. A tal punto era así que algunos lo consideraban de paso peligroso, especialmente cuando se marchaba el sol, en esas horas en que se exhibía lóbrego porque siempre había alguien dispuesto para lapidar las lamparillas eléctricas que “cada muerte de obispo” (dicho bien válido por entonces porque no abundaban los prelados en el país) colocaba la administración municipal. Hasta se afirmaba que el cartero y las celadoras del "Coro de Ángeles" parroquial preferían no correr el riesgo de ingresar al pasaje. Aquél y éstas dejaban cartas e invitaciones en una panadería que estaba en la intersección con Medrano, cuya dueña –¿se llamaba María Quindimil?– las entregaba a sus destinatarios cuando llegaban al mostrador para hacer alguna compra.
El final de un largo juicio sucesorio y la derogación de la Ley de Alquileres contribuyeron a cambiar para su bien a Del Signo, hoy hermoso rincón que dejó en el olvido leyendas y temores.
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Imagen: Nomenclador de la calle. (Foto rubderoliv).
Tomado de la revista: Historias de la ciudad. Una revista de Buenos Aires, Nº 37, agosto de 2006.