(De Luis Alposta)
El lunfardo, en sencilla definición, no es más que un
repertorio de voces, muchas de las cuales fueron traídas por la inmigración,
para comenzar, después, a desarrollar una existencia paralela al habla común y
terminar, en no pocos casos, siendo asimiladas por nuestro lenguaje familiar y
coloquial.
El 21 de diciembre de 1962, cuando nos estábamos despidiendo
del tranvía, unos hombres amantes del estudio de esas voces y expresiones
populares, resolvieron seguir siéndolo, pero de un modo más enfático y
aplicado: fundaron la
Academia Porteña del Lunfardo.
Sabiendo que, adaptar a nuestra manera de ser y de sentir no
pocos de los vocablos de nuestra “parla madre” (que es el castellano), y el ir
sumando voces a los entresijos del idioma, es una tarea de la que siempre se ha
ocupado el pueblo, la
Academia adoptó entonces el emblema que representa un
farol del alumbrado público, circundado por un lema que encierra esta elocuente
definición: “El pueblo agranda el idioma”.
En la imagen adjunta se ve a los miembros de la Academia Porteña del
Lunfardo posando en plena calle, frente a la que fue la segunda sede de la Institución (Lavalle
1537). La fotografía fue tomada por Norberto Mosteirín, fotógrafo del
diario La Nación , el sábado 8
de diciembre de 1973 y publicada en la revista cultural de dicho diario, el 27
de enero de 1974. Fueron sus fundadores:
León Benarós, Luis Ricardo Furlan, Francisco P. Laplaza, Santiago Ganduglia,
Luis Alposta, Osvaldo Ellif, Lorenzo Stanchina, Luis Soler Cañas, Enrique H.
Puccia, Bernardo Verbitsky, Joaquín Gómez Bas, Enrique Grande, Tomás de Lara,
Héctor Azeves, Miguel Ángel Lafuente, Antonio J. Bucich, Arturo Berenguer
Carisomo, Sebastián Piana, José Barcia, José Gobello, Jorge A. Bossio, César
Tiempo, Arturo López Peña, Luis A. Sierra, Enrique R. del Valle, Ricardo M.
Llanes, Juan B. Devoto, Luis Sciutto y Juan Carlos Lamadrid.
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Foto: Miembros fundadores de la Academia Porteña
del Lunfardo.