(De Fernando Sánchez Zinny)
Por Puente Saavedra se entiende el lado sur –o
metropolitano– del paso de la General Paz sobre Cabildo,
justo donde esta avenida cambia su nombre por el de Maipú, designación
correspondiente al partido bonaerense de Vicente López. Sin perjuicio de ello,
“puente Saavedra” –aquí sería pertinente el uso de la minúscula–, es también el
complejo entramado de puentes y vías de acceso existente en ese lugar, sentido
en el cual es frecuente escuchar, por ejemplo, “tres cuadras más allá de puente
Saavedra”; en el anterior, describe el inmediato sector capitalino que abarca
unas cuantas manzanas en semicírculo a partir de la mencionada referencia, como
cuando decimos “X vive en Puente Saavedra”, o “la avenida San Isidro es bien de
Puente Saavedra, es lo más característico que tiene”.
Por motivos diversos, la denominación resulta curiosa; el primero y
principal es que no suelen identificarse como puentes los pasos de la General Paz , por mucho que
técnicamente lo sean; el segundo, que la expresión sólo define una especie de
sub-barrio de la ciudad autónoma sin que, en cambio, tenga aplicación hacia el
Norte, pues universal y exclusivamente se dice, entonces, que N vive “en
Aristóbulo del Valle”. Y el tercero, lo llamativo del fortísimo arraigo que exhibe
esa designación, pese a que su causa sería de antigüedad apenas relativa, ya
que la General Paz
no se inauguró sino en 1941. Tengamos en cuenta, al respecto, la ridiculez que
entrañaría indicar, por ejemplo, que tal persona “vive en el Obelisco”. Por
otra parte, un testimonio personal que me cupo recoger, señala que para 1947 la
adyacente área de la provincia era conocida como Aristóbulo del Valle, y únicamente,
de esta manera.
Como se ve, el punto está rodeado de incertidumbres, al
menos para los porteños puntillosos. Para
ayudar a disiparlas expongo un dato esclarecedor, aunque, convengo, una pizca
estupefaciente: una vieja foto, atribuible a comienzos de la década del Veinte,
muestra un puente de arco, construido con ladrillo a la vista. En la parte
superior se atisban fragmentos de edificación y por el hueco pasa una doble vía
férrea; en la aclaración al pie se lee: “Verdadero puente Saavedra y, al fondo,
la estación Aristóbulo del Valle, que todavía no se llamaba así”, de lo que es
fuente el libro Historia del Ferrocarril
al Norte del Gran Buenos Aires, de Ariel Bernasconi, editado por Dunken en
el 2012.
Con ayuda de ese autor y de algunos recuerdos y
asociaciones, tratemos de fijar fechas: esos rieles fueron los últimos que se
tendieron en la zona. Fue en 1912 y la Compañía del Central Córdoba, constructora de la
línea, debió montar puentes para salvar las sucesivas vías de Vicente López y
de Florida; con el fin de mantener una altimetría congruente con esa exigencia tuvo,
a la vez, que cavar una trinchera para atravesar la barranca que se halla entre
Maipú y la costa, razón por la cual esa avenida, en aquel tiempo empedrada y
con bulevar, fue cruzada bajo nivel y la parada inmediata quedó, asimismo, por
debajo de la superficie del terreno. Esa parada se llamó Kilómetro 12 e,
informalmente, Parada Bosch, para recibir bautismo definitivo en 1924: estación
Aristóbulo del Valle. En tanto, el puente excavado bajo Maipú se llamó “puente
Saavedra” y adquirió inevitable notoriedad por ser él único que había en todo
el “camino del Norte”, a partir del “de Pacífico”. Se asegura que en algún
momento la totalidad de los alrededores, en ambas jurisdicciones, fue conocida
como Puente Saavedra, hasta que, con el tiempo, la gente de la Provincia tomó como
propia y excluyente la denominación que le proponía el cartel de la estación
ferroviaria, fenómeno identificatorio quizá similar al que selló el ocaso de
Barracas al Sur, nombre diluido tras el impuesto al partido, Avellaneda, en una
alteración que terminó afianzando la singularidad del paraje, escindiéndolo
para siempre del que está entre el Riachuelo y Constitución.
Pues lo de Saavedra, en efecto tenía que ver con el barrio
de nuestra ciudad –para entonces, mejor zona, porque mayormente era campo–, no
obstante estar aquel puente unos 200 metros metido en la jurisdicción provincial,
pero la imprecisión venía ya de antes: el tranvía Lacroze llegaba hasta el extremo
de la Capital
y tenía su terminal saliendo de ella, en ese terreno en que ahora hay un playón
donde concluyen su recorrido varias líneas de colectivos. La terminal –que
nuestra generación conoció como de trolebuses–, se llamaba –incorrectamente,
según los formalismos de hoy– “Estación Saavedra”, y justo a su lado estaba el
puente de ese nombre. Que, en realidad, sigue estando, disimulado por las obras
que luego se superpusieron, pero está –advirtamos– no en el sector homónimo
sino en Aristóbulo del Valle.
Un serio equívoco de ubicación retrospectiva lo origina en
nuestra ciudad el puente de la
Noria , ostentosa réplica neocolonial del puente Alsina actual,
hoy mero ornamento sin uso situado en la finalización hacia el Sur de la General Paz , donde ésta
–salvado el Riachuelo-Matanzas– se convierte en el Camino Negro, apelativo
criollo y escondedor de una excelente autopista a la que, con la escasa
inventiva acostumbrada, se llama Presidente Juan Domingo Perón.
Por cierto, ahora existe un nuevo puente de la Noria , adecuado a los
presentes requerimientos viales, que es el tercero de ese nombre. El primero
fue construido en 1905, unos tres mil metros más cerca de la desembocadura del
Riachuelo que el sitio asignado a sus sucesores en la denominación. Se hallaba
en terrenos que hoy pertenecen a la provincia, debido a la rectificación de ese
curso de agua, en la proyección imaginaria de las calles Ameghino o Mozart, bastante
cerca de la dársena o ensanche que marca
la confluencia del Cildáñez. Antes ahí había habido un vado llamado “de la Noria ”, por la proximidad de
una movida por caballos, propiedad –en época indeterminada– del vecino Gregorio
Rodríguez. Ese puente, orientado completamente hacia el Sur en razón de los
meandros del río se construyó cuando en el andurrial era todo barro y más barro,
pajonales y bañados, con el fin de facilitar el acceso de las tropas de ganado
a los Mataderos, habilitados en 1900.
Por el lado de la provincia se conectaba con un camino que
venía de Cañuelas, cuya traza en las
inmediaciones coincidía, poco más o menos, con la actual calle Olazábal, en el
Partido de Lanús. Por el de la
Capital venía a dar a una tablada en la que eran encerrados los
animales, posteriormente Parque de la Tablada y, por último, parque Julio A. Roca,
aunque también se lo conoce como Parque Interama.
Desapareció esa estructura, con su río incluido, al rectificarse
el cauce del Riachuelo, y al despuntar los años cuarenta se tendió –de hecho,
en plena pampa–, la presuntuosa reemplazante, con sus tejados y espadañas, que,
aguas arriba, reitera la silueta del puente Alsina. Un enigma lo constituye el
porqué se le dio el nombre del anterior puente, situado en realidad lejos. Aunque
aventurado, no es ilógico suponer que medió la intención de preservar una
partícula de nuestras más bien recientes y apenas relevantes tradiciones. Al
fin y al cabo, esos eran años de entusiasta nacionalismo cultural, hispanista y
criollista, corroborado hasta por el estilo arquitectónico elegido para la
obra; tal vez se haya creído conveniente o enaltecedor conservar un nombre que
aunaba ambas sugerencias, a despecho de que al hacerlo se incurriese en una
inexactitud topográfica.
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Imagen: Tranvía Nº 31 de la Corporación cruzando el viejo puente Saavedra (Foto circa 1957).