Este pequeño acontecimiento ocurrió en febrero de 1924 en un
lugar muy conocido y transitado por los devotenses y los visitantes.
No concluyó en Devoto porque su protagonista, como podría
imaginarse, terminó alojado en la
Cárcel de Encausados. Y no fue así ya que estos hechos
ocurrieron en 1924 y la Cárcel
de Encausados (o como se llamara a través de los años) se inauguró recién en
1927.
Por esos días Villa Devoto tenía ya su seccional 45ª. Pero
de la Policía
de la Capital ,
porque así se llamó la institución policial hasta que en diciembre de 1943 se
creó la Policía
Federal Argentina. Esa seccional 45ª tenía entonces
jurisdicción sobre Villa Devoto, Villa del Parque y Villa Talar. Esta última
también fue llamada Villa Devoto Norte y hoy ha desparecido como barrio legal y
se encuentra repartida entre la vieja Villa Pueyrredón y la mucho más reciente
Agronomía.
Villa Devoto fue el lugar de los hechos. Por supuesto, no
toda la villa, sólo una parte que podría llamarse “el centro”. Sí, casi
inevitablemente, la
Estación. La Estación Devoto del viejo Ferrocarril Buenos
Aires al Pacífico, luego San Martín, y hoy mejor no hablar....
El caso es que en 1924, más precisamente en la noche del 11
de febrero, “la 45”
dispuso una batida para recorrer la jurisdicción, algo de rutina.
Entre los grupos de la partida, uno a cargo del ayudante
Domingo Cenci se encargó de recorrer la zona de las vías próximas a la Estación , con sus
entonces habituales vagones cargados o vacíos esperando su turno de viajar. La
acción se desarrolló presuntamente en la porción de Estación que linda hoy con
la calle Ricardo Gutiérrez, entre Fernández de Enciso y Asunción, frente a una
de las plazoletas que tienen desde los años 60 nombres que ahora se me escapan.
Podemos imaginar una linda noche devotense, algo de calor, aire perfumado y la
quietud y oscuridad que por esos años habría por allí…
El agente Santiago
Mazanessi (otros señalan el apellido Mazonetti, pero a falta de certezas
optaremos por el primero) tuvo su momento estelar. Los recortes de prensa que
conocemos dan dos versiones de los hechos.
Según una de ellas, el agente Mazanessi ingresó al sector de
vías y encontró a varias personas que, aparentemente, dormían en un vagón. Como
no era raro que hubiese quienes entraban a los vagones cargados con intención
de robar, detuvo al grupito sin que hubiese mayor resistencia.
Según la otra versión, uno de los sujetos (¿no es ésta la
palabra adecuada para una crónica policial?) se deslizó fuera de la zona de
vías intentando evitar a la policía y tomar el tranvía 86, cosa que no pudo
lograr por la acción de Mazanessi.
(Pido disculpas, pero la mente se me va al 86, haciendo allí
ese “codo” prácticamente terminal de su ruta, a su pausa, años después, frente
a la pizzería de Gualeguaychú… y al reinicio de su vuelta pasar por la esquina
de casa, al cruzar Pareja…).
Volviendo al 24, lo concreto es que todos fueron llevados a
la seccional, donde los que dieron explicaciones claras fueron dejados en
libertad y los otros demorados para identificación.
Uno de ellos, que dijo llamarse Feliciano Gómez y que había
dado respuestas confusas, intentó además escapar saltando la medianera de la comisaría, pero lo único que logró fue
llamar aún más la atención sobre él. Más aún cuando sus características físicas
no resultaban totalmente desconocidas…
Se le tomaron las huellas digitales y se empezó a
compararlas con las fichas. Allí Feliciano Gómez empezó a desmoronarse y en un
breve interrogatorio sugirió él mismo que no era quien había dicho.
Cuando el cotejo de
huellas terminó ¡gran alegría general y felicitaciones para Mazanessi!
¿Por qué? ¿Quién era en realidad Feliciano Gómez? Era en
realidad Eduardo Gallardo o Gallardón, alias “El Ñato”, con varios otros alias
y nombres “de batalla”, con veinte detenciones en diez años y un prontuario
importante por estafador (especialidad “cuento del tío”), robo, violación de
domicilio y cositas así. Pero todo esto, si bien hubiese justificado la
alegría, no explica el entusiasmo de la seccional 45ª.
Este entusiasmo se debía a que Gallardo (o Gallardón, o
Gómez, o González o Ruquietto), “El Ñato” en fin, con sus jóvenes 29 años, era
(por pura suerte, como vemos) ¡el décimo capturado de la célebre evasión de la Penitenciaría Nacional !
¿Qué evasión? La que se produjo el 23 de agosto de 1923.
Quizás sea una fuga muy conocida o probablemente se confundan varias fugas en
ella en la memoria ciudadana, ya que fugas hubo varias. Pero ésta, la de 1923,
fue de lejos la más atrevida y comentada.
En algún sentido era una especie de hazaña fugarse de la Penitenciaría Nacional.
Se erguía donde hoy está el parque Las Heras (Las Heras, Coronel Díaz, Juncal,
Salguero) y ocupaba toda su extensión. Era una institución muy adelantada para
su época y de estructura imponente. Baste saber que sus muros exteriores tenían
siete metros de alto y un espesor, en la base de cuatro metros. Nada menos.
Este edificio fue inaugurado en mayo de 1877, cuando su emplazamiento estaba en
las afueras de la ciudad y comenzó a ser demolido en septiembre de 1961 cuando
el crecimiento urbano había convertido al lugar en céntrico.
No detallemos esa fuga, ya historiada por gente calificada.
Sólo recordemos que un grupo de convictos cavó durante un año un túnel a casi
dos metros de profundidad y de veinticuatro de largo que alcanzaron para pasar
bajo los muros y llegar a la calle Juncal. Finalmente huyeron sólo catorce
internos, por razones que no están totalmente claras. Unos dicen que un guardia
advirtió la huída y obligó a Adolfo Wolff, el decimoquinto en aparecer en la
calle, a reingresar al túnel poniendo fin a la fuga y otros afirman que uno de
los que intentaba evadirse quedó trabado en el túnel y además de quedar
“adentro”, se ganó el apodo de “Tapón”…
Este hecho fue la base del libreto de un film argentino, “La Fuga ”, dirigido por Eduardo
Mignogna y estrenado en 2001. La muy buena película tiene algunas licencias
–sino poéticas, cinematográficas- disculpables en beneficio del necesario
impacto. Las excelentes actuaciones de Miguel Ángel Solá, Ricardo Darín,
Gerardo Romano, Patricio Contreras, Arturo Maly, Alejandro Awada y Vando
Villamil entre otros roles protagónicos contribuyeron a darle a la película,
merecidamente, público y renombre.
Y aunque Villa Devoto no aparece en el film (y no tenía por qué
aparecer) recordemos que fue escenario –protagonista en alguna forma– del otro
extremo de la historia, cuando la fuga concluyó. Al menos para uno de “los
catorce”.
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Fuentes:
- recortes periodísticos de "La Acción " del 12/2/24 y
"Crítica” y "Última Hora" del 13/2/24.
- www.spf.gov.ar
Imagen: Fragmento de la crónica y foto de Eduardo Gallardo,
alias “El Ñato”, en un diario de la época.
Nota e ilustración tomadas de la página www.barriada.com.ar