(De Edgardo Lois)
Se conocieron en
1921, cuando Borges regresaba de Europa y Mastronardi había dejado su Gualeguay
natal y buscaba refugio en Buenos Aires. Compartieron el gusto por la
literatura y también por la ciudad que descubrieron juntos.
Toda amistad alumbrada sobre esta tierra tiene momentos de alta o baja mar, es sinfonía íntima entre los ejecutantes. Se puede dejar constancia de su historia, y por sobre los elementos fundadores y pasionales en ella convocados, habrá testigos que agregarán palabras al relato. Jorge Luis Borges (1899-1986) y Carlos Mastronardi (1901-1976) fueron amigos y dejaron constancia del hecho.
Borges conoció a Mastronardi en 1921, a poco de haber
regresado de Europa. Mastronardi había dejado su Gualeguay natal y buscaba
refugio en Buenos Aires. Mantuvo relación con los escritores de Martín Fierro.
En “Siete conversaciones con Jorge Luis Borges” (Fernando
Sorrentino, 1973), el autor de "El Aleph" dijo: "Nos hicimos muy
amigos y nos dimos al curioso vicio de descubrir la ciudad de Buenos Aires. De
suerte que yo recuerdo muchas noches y muchas madrugadas pasadas con Carlos
Mastronardi, desflorando los fondos de Palermo, el bajo de Saavedra, el barrio
de la Chacarita ,
el puente Alsina, las largas y apacibles calles de Barracas, y discutiendo
siempre sobre problemas estéticos, ya que la poesía era nuestra pasión."
En 1986 Borges dijo al diario El País de Madrid: "Con Mastronardi
profesamos una curiosa amistad. Una amistad que no necesitó de la frecuencia; a
veces pasamos un año sin vernos, pero eso no significaba una sombra en nuestro
trato. Nos sentíamos amigos y podíamos serlo sin frecuentarnos, sin
confirmaciones, sin dudas de ninguna especie." En esa misma entrevista agregó:
"Era, como yo, un autodidacto ajeno al rigor azaroso de los exámenes y a
esa 'contradictio in adjecto', la lectura obligatoria. Leía por placer, y sólo
interrogaba los textos que realmente le interesaban, los que nos acompañarán
hasta el fin. Durante más de medio siglo fuimos amigos."
En 2007 se publicó “Borges”, un libro inédito de
Mastronardi. Es un análisis de su personalidad, un riesgoso intento de
definición cuando se estuvo tan cerca del analizado: "Hace muchos años,
durante una homérica caminata nocturna y ya de regreso al centro de la ciudad,
a esa hora en que toda conversación se vuelve íntima, nos (confió) con
descontento y modestia: 'Quisiera escribir de manera más suelta y llana'. Le
recordamos aquello de las estrofas que brotan como agua de manantial, y
entonces, llevado naturalmente por el curso de la meditación, nos responde:
'Cierto… escribir poemas en el tono, por ejemplo, de '¿aquí me pongo a
cantar…?'"
Borges afirma en el libro de Sorrentino: "El caso de
Mastronardi me parece raro en la historia de la literatura, porque, aunque ha
publicado varios volúmenes, y últimamente un admirable libro de recuerdos
titulado Memorias de un provinciano, él sigue siendo una suerte de homo unius
libri, (hombre de un solo libro): él sigue siendo autor de ese poema dedicado
a Entre Ríos, a la nostalgia de Entre Ríos. Y yo diría que una de las razones
que hacen que Mastronardi viva, solitario y noctámbulo, en Buenos Aires, es que
en Buenos Aires puede sentir mejor la nostalgia de su Entre Ríos, que él quiere
tanto."
Carlos Mastronardi llevó entre 1930 y 1974 un diario de
escritor “Cuadernos de vivir y pensar” (1984). Algunas de sus obras: “Tierra
amanecida” (1926), “Conocimiento de la noche” (1937), que contiene "Luz de
provincia", el poema a que hace referencia Borges; "Memorias de un
provinciano" (1967) donde Buenos Aires es el lugar destacado. A los días
en la ciudad se refiere Borges en la entrevista citada de “El País”:
"Pocos hombres conservaron la soledad con la minuciosidad de Mastronardi.
Era un inseparable amigo de la noche que sabiamente abusó de la noche y del
café, que tanto se le parece a la noche. Para vivir eligió la Avenida de Mayo; acaso una
de las zonas más tristes de Buenos Aires. Como Augusto Dupin, el primer
detective de la literatura policial, que de noche recorría las calles de París
en compañía de sus amigos, Mastronardi recorría las calles de Buenos Aires
buscando ese estímulo intelectual que sólo puede dar la noche de una gran
ciudad."
A finales del '20, cuando muere su padre, vuelve a
Gualeguay. Regresa a Buenos Aires en 1937.
Para Mastronardi la vida en la provincia era la luz, a la
oscuridad se la encontraba en la ciudad. Emma Zunz, el personaje de Borges,
también supo de la luz: "Recordó veraneos en una chacra, cerca de Gualeguay…",
y de la luz también sabe Aron Jajan, el memorioso de Gualeguay. A él llegué
buscando la historia de la desaparecida confitería “El Águila”. Jajan, testigo
de Mastronardi y de Borges, tiene 89 años, memoria clara, relato seguro y voz
agradable. Recuerda: "Carlos Mastronardi vivió sobre calle San Martín, en
una casa grande que todavía está en pie. Mi padre tenía almacén enfrente. Fue
en los años treinta y pico. En la casa de los Mastronardi trabajaba una mujer,
la cocinera, algo muy común en esa época. En esos años había que ir temprano a
la cocina y avivar el fuego. Era una mujer mayor. Ella contó en el almacén que
tenía una preocupación por el niño Carlos, y yo la escuché. Sucedía que en las
mañanas, casi de madrugada, cuando se levantaba para encender el fuego de la
cocina, muchas veces lo encontraba al niño Carlos: Que debe estar enfermo, dijo
ella, porque a veces está mirando para arriba y escribe en un cuaderno. El niño
Carlos debe estar enfermo, esa era la conclusión de la mujer. Yo era chico y escuché.
Yo era un gurí y él un muchacho grande, no teníamos nada de qué hablar. Debido
a su enfermedad, cuando lo veía en la vereda, lo miraba con atención."
Jajan recuerda un encuentro en Buenos Aires: "Lo
encontré una noche. Yo paraba en el “Hotel du Helder” de la calle Rivadavia,
detrás del 'Tortoni'. Aguardaba en la puerta haciendo tiempo para cenar, y veo
que viene Mastronardi. Yo lo conocía, pero no tenía contacto. Lo saludé: Buenas
noches, don Carlos. Él se para y me mira. Entonces le digo quién soy y que
vengo de Gualeguay. Le doy el apellido y se ve que recordó algo del vecindario.
Le digo: ¿Qué anda haciendo, don Carlos? Y él me contesta: Caminando la noche,
y siguió rumbo al Bajo."
Aron Jajan, nacido en Gualeguay, la ciudad de toda su vida,
guarda un último recuerdo. Esta vez habla de Borges y Mastronardi: "Cuando
se descubrió el busto a Mastronardi en el cementerio, vino Borges. Dio una
conferencia y contó muchas cosas de sus caminatas por Corrientes, desde el Bajo
hasta la
Chacarita. Mientras hablaba decía: ¿Te acordás, Carlos?, y
contaba el siguiente recuerdo. Contó muchos. Mientras hablaba miraba hacia el
busto. Cuando ya terminaba, dijo: Nunca le pregunté si era casado, si estaba
separado o si era soltero."
Aron Jajan dice que pensó: Claro, no tuvieron tiempo.
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Nota tomada del diario “Tiempo Argentino”, 1 de setiembre de
2013.
Imagen: Los poetas Jorge Luis Borges y Carlos Mastronardi.