(De Jorge Luchetti)
Villa Ortúzar es un
vecindario dividido en dos sectores. Por un lado están las modestas casas
cercanas al Cementerio de la
Chacarita y por el otro las señoriales mansiones, que se
encuentran a la vera de los barrios de Belgrano y Villa Urquiza. A pesar de ser
tan diferentes, entre los dos estilos se sigue buscando una misma identidad.
Una de las primeras dificultades que surgen al plantear los
límites de un barrio es cuáles deberían ser las fronteras que lo delimitan.
Normalmente estos bordes están marcados por cuestiones culturales y formas de
vida, que suman valores identitarios. La identificación de un barrio, además de
por los límites políticos, queda determinada por su arquitectura, sus monumentos,
sus espacios urbanos con historia y otras tantas cosas que sirven como
referencia a quienes viven en él.
Ahora bien, cuando estas cuestiones no se manifiestan de
este modo aparecen confusiones, incluso para los propios vecinos, los que no
encuentran una identidad que los represente. Por eso creemos que la demarcación
de los límites de un barrio de forma parcial produce situaciones disímiles
dentro del mismo. Podríamos decir que algo así sucedió en Villa Ortúzar. Se
trata de un barrio más bien pequeño, donde abundan las calles tranquilas y en
donde el tiempo parece transcurrir más lento que en otras partes de la ciudad.
Es de geografía llana como el resto de la metrópoli y está ubicado al noroeste
de la ciudad de Buenos Aires, ocupando una superficie de 1,8 kilómetros
cuadrados.
Originariamente estas tierras formaron parte de los terrenos
que pertenecieron a las Chacaritas de los Colegiales, los que más tarde
pasarían a manos del señor Santiago Francisco de Ortúzar. Sus límites aparecen
un tanto caprichosos y están circundados por las calles La Pampa , Forest, Alvarez
Thomas, Elcano, las vías de Ferrocarril Urquiza, avenida Del Campo,
Combatientes de Malvinas y Triunvirato. Entre estas fronteras conviven,
buscando aunarse, ambas “personalidades” de un mismo barrio.
Uno de ellos fue forjado por inmigrantes obreros, que
vinieron a trabajar al flamante Cementerio del Oeste (hoy más conocido como
Cementerio de la Chacarita )
y también en las fábricas que crecieron en el lugar a lo largo del tiempo. El
otro barrio es aquel en el que la arquitectura se mezcla con la de sus vecinos
de Villa Urquiza y de Belgrano. Allí la arquitectura de chalets y mansiones
dibuja una silueta bucólica distinta del resto del lugar. Esta creencia tan
arraigada de que existen dos Ortúzar, donde quedan suspendidas las virtudes y
las emociones más elevadas del barrio, sigue siendo una realidad que aquí
intentaremos analizar. Los dos sectores, tanto el fabril de otros años, con
calle solitarias y de casas modestas, como la zona residencial, de hermosas
calles ajardinadas y cielos color teja, a pesar de ser tan distantes en sus
formas, siguen siendo fieles en la búsqueda de ser identificados como un solo
barrio.
BARRIO HUMILDE Y FABRIL
Cuando Santiago Francisco de Ortúzar fraccionó los terrenos
linderos al nuevo camposanto, muchos de los recién llegados vieron una
oportunidad para poder adquirir la tan anhelada vivienda propia. Tengamos en
cuenta que mayormente los nuevos propietarios eran inmigrantes que venían de
una Europa en crisis y que habían pasado por los tan conocidos y promiscuos
conventillos del centro porteño. Por eso muchos de ellos se fueron alejando en
busca de tierras económicamente accesibles que permitieran levantar una
vivienda mínima. También los costos de estos lotes eran muy ventajosos para las
nuevas industrias que se estaban gestando en el país.
Así surgió la fábrica textil Sudamtex, llamada “el coloso
textil de Ortúzar”, que llegó a tener casi 4.000 empleados. Lamentablemente, la
incesante decadencia de la industria de nuestro país llevó a cerrar sus puertas
en los años 90 y el viejo edificio fue ocupado por un supermercado. Este tipo
de industrias formó parte de la vida del barrio y es por eso que en el escudo
barrial aparece la chimenea como emblema del lugar. También funcionaron en
Villa Ortúzar la firma de plumas fuentes Everton y la perfumería y jabonería de
la familia Griet, esta última ubicada en Girardot y Tronador, frente a
Sudamtex. En toda esta zona se fue desarrollando una arquitectura modesta, de
casas bajas, entre las que se encuentran casas chorizo, casas de pasillo y las
casas cajón (típica vivienda mínima), algunas con pequeñas huertas, otras con
simples patios.
En 1875 aparecieron los primeros tranvías a caballo, o sea
el primer medio de transporte que se adentró en el barrio. Esto hizo que este
rincón urbano tuviera buena conexión con el centro de la ciudad, lo que fue un
factor determinante para que la zona se poblara rápidamente. El primer templo
católico fue el de los padres de la
Compañía de Jesús, construido en el siglo XVIII y demolido en
1899. Hoy la parroquia más trascendental y representativa es la de San Roque,
inaugurada en 1908, en estilo claramente definido como neo-románico. También se
apostó en el barrio la Estación Meteorológica , que comenzó a funcionar
en 1906. Todo este pequeño resumen muestra las variadas actividades que se han
instaurado en esta parte de la ciudad.
EL OTRO BARRIO
Como ya mencionamos, el otro barrio es aquel donde la
arquitectura de caserones de tejas, con amplios parques, se mezcla con la de
los barrios vecinos. Por eso sucede que cuando recorremos el lugar nos brota la
duda de en qué barrio nos encontramos. Nos estamos refiriendo a aquella franja
que va desde la calle La Pampa
hasta Avenida de los Incas. Las casas se retiran, dejando lugar al verde de los
jardines y a las arboledas que adornan cada calle.
Uno de los lugares más emblemáticos es el “Café de los Incas”,
en la avenida homónima y el cruce con la calle Tronador: una vieja casona de
estilo normando que da calidez a sus visitantes. Entre los edificios más
singulares debemos destacar la obra realizada por la empresa Salvatori,
dedicada a parques y jardines, en Heredia y La Pampa. De arquitectura
moderna, es un ejemplo del trabajo paisajístico que saben realizar: el edificio
exhibe una singular fachada de vidrio y hormigón cubierta por enredaderas, que
en las diferentes épocas del año le dan distintas tonalidades a esta esquina.
En algunas partes del barrio, debido al retiro municipal
obligado, se pueden apreciar verjas, muretes y murallones que dejan entrever
los tejados de las hermosas mansiones, rodeadas del verde horizonte. Por
ejemplo, en la esquina sudoeste de Virrey del Pino y Heredia, un chalet de
línea pintoresquista queda cubierto por un cerco vivo y un bosque de árboles;
en sus fondos se pueden divisar hermosos cipreses y otras especies arbóreas.
Del mismo estilo aparece custodiado por dos enormes palmeras el chalet de
Virrey del Pino 3802. Si bien impera en el lugar este tipo de casas, otros
estilos deslumbran en la calle. Por ejemplo la ladrillera vivienda de estilo
posmoderno de Tronador 1673, la vivienda racionalista de Estomba 1641, el
chalet moderno de Virrey del Pino 3880 y las imponentes y modernas torres de la Avenida de los Incas,
sobre la cual se desarrollan unas hermosas plazoletas que forman el bulevar
República de las Filipinas, donde se mezcla el verde de los canteros con el
polvo de ladrillo del camino.
Cabe destacar, como paradigma de la arquitectura que ocupa
esta franja, la casa construida en el triángulo formado por la avenida Forest y
las calles 14 de Julio y Virrey del Pino. El típico chalet, que parece salido
de un cuento de hadas, inspiró a la artista plástica Anikó Szabó para realizar
una pintura naif. Sin duda, el ámbito
urbano y arquitectónico que alguna vez tuvo el barrio fue fuente de inspiración
para los más grandes escritores de nuestro país, como Adolfo Bioy Casares (Dormir al sol y El sueño de los héroes),
Leopoldo Marechal (Adán Buenosayres)
y hasta el mismísimo Jorge Luis Borges, quien dejó su sello con el poema “Último
sol en Villa Ortúzar”.
______
Imagen: Emblema del barrio de Villa Ortúzar.
Nota tomada del periódico “El Barrio”, Nº 166, enero de
2013.