(De Mario
Sabugo)
En el principio, había sido una fantasía arquitectónica: La
fábrica de Tangos, propuesta en “Nuestra arquitectura”; era un intento de
formalizar aquella idea de Ramón Gómez de la Serna , que soñaba con una suburbana fábrica, a la
cual irían los doloridos y desengañados de la fauna porteña, para que se les
hiciera un tango. El proyecto se basaba en una combinación de edificios de la
historia de la ciudad, los construidos, los proyectados e incluso los
demolidos. Contrastaba, adrede, las tramas universales de los tiempos recientes
con los oropeles del siglo XIX, o bien la prepotencia del neoclásico con la
humildad de las casas bajas con el patio.
Pues bien, resulta que al fin algo que uno barruntaba que
iba a suceder, tarde o temprano, se presenta y confirma, plenamente, que la
fantasía de la que hablábamos más arriba no era más que un recuerdo confuso de
lo que Buenos Aires ofrece a cada paso.
Paséese usted por la zona de Plaza Lavalle y, de golpe,
fíjese en la cuadra de Libertad al 500…¡Allí
está! La cuadra que mezcla más violentamente todas las épocas, las alturas, los
estilos, las intenciones… y sin embargo es un conjunto consistente, porteño.
De izquierda a derecha, la escuela Roca (neoclásico, de Carlos Morrra), el edificio de oficinas (minirrascacielos vidriado de los ’70), el Instituto Libre de Enseñanza Secundaria
(racionalista de los ’30-’40), el Conventillo
del Arte (ecléctico, principios de siglo), y un bloque que, derivado de la regular codificación de la Diagonal Norte , da la vuelta y
se asoma a nuestra cuadra. Abajo, a la izquierda, el Petit Colón.
Sin embargo, hay una unidad que (como dirían los académicos),
se refuerza con la variedad. Variedad de épocas y de alturas.
Parecería que la unidad
viene dada por cuatro elementos: primero, la división parcelaria, que ha mantenido
una repartición más o menos equivalente de los frentes, lo que permite un reparto
equilibrado de los mismos. Segundo, que todos han aceptado, en general, contribuir
a su manera a la composición del conjunto y ninguno, por ejemplo, ha retirado su frente de
modo que interrumpa la continuidad de las fachadas. Tercero, todos los edificios
son de calidad constructiva y estilística. Cuarto, que todos y cada uno han
sido fieles a un momento: han seguido el espíritu de su época y han hecho el
estilo que les aparecía como conveniente. Ventaja adicional: con la plaza
enfrente, se puede ver el conjunto y gozar de los saltos, de la variedad que
va de uno a otro. Ventaja ésta de la perspectiva que no está a disposición de
la mayoría de nuestras cuadras.
Y los saltos de una parcela a otra no se realizan impunemente:
vea usted, si se acerca un poco más, cómo la escuela Roca incrusta una cornisa,
alevosamente, contra el núcleo vertical de hormigón del minirrascacielos.
Claro está que uste conoce ideas similares: el barroco latinoamericano (Carpentier), la
ciudad análoga (Rossi). Pero en Libertad al 500 está la posibilidad real
de ver y tocar una cuadra transhistórica, prototipo de la arquitectura de
Buenos Aires. Y frente a la cual se pueden hacer jugosas reflexiones sobre
nuestro estilo, no el de 1880, ni el de 1970, sino el de ambos y sobre un modo
de producción colectivo, que es el urbano por excepción, el que define a las
ciudades.
Ramón soñaba con la Fábrica de Tangos cerca de la ciudad, pero ahora
usted puede descubrir cómo nuestro mercado negro de estilos, Buenos Aires, es, Toda Ella, una gran fábrica de
arquitectura.
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Imagen: La escuela "Presidente Roca" vista desde la Plaza Lavalle, en una antigua postal. (Tomado de la página web arcón de buenos aires.)
Nota del libro La ciudad y sus sitios de Rafael E. J. Iglesia y Mario Sabugo.
Nota del libro La ciudad y sus sitios de Rafael E. J. Iglesia y Mario Sabugo.