(De Enrique Espina Rawson)
Su biografía nos informa que fue Obispo de Tours, Francia.
Suponemos que por eso se lo debe considerar francés, ya que, en realidad nació
en el 316 de nuestra era en Panonia, territorio que forma parte de la actual
Hungría, y murió en Candes-Saint-Martin, Francia, el 8 de noviembre del año
397. Tiene una estatua en Buenos Aires, ubicada en la plazoleta de su nombre,
entre Avenida Alvear, Schiaffino y Posadas, emplazada allí el 20 de octubre de
1981, y obra del escultor Ermando Bucci. Se lo ve en la actitud que le adjudica
la conocida y edificante leyenda, esto es, tratando de cortar su capa para
darle la mitad a un anciano y aterido mendigo que le solicita ayuda. Hablando
con franqueza, nunca nos convenció demasiado esta historia.
En primer lugar porque es muy difícil cortar una capa con
una espada, y menos aún subido a un caballo. Cualquiera que vea la estatua se
da cuenta de la imposibilidad de esta tarea. Tampoco como ejemplo de caridad es
demasiado estimulante, ya que mucha gente común y silvestre, hubiera dado la
capa entera, entendiendo con sentido práctico que media capa no le sirve a
nadie.
Pero siguiendo la historia de este santo, y en lo que nos
atañe a los porteños, dícese que las huestes de don Juan de Garay, el día 20 de
octubre de 1580, se dieron a la tarea de encontrar un santo patrono para la
refundada ciudad de Buenos Aires. Y así fue como escribieron en unos papeles
nombres de santos diversos, los mezclaron en un sombrero, y se procedió a extraer
uno de ellos, que resultó ser, como todos sabemos, San Martín de Tours. Parece
que causó mala impresión la posibilidad de este padrinazgo, resolviéndose
volver a mezclar los papeles, y proceder al ballotage. Increíblemente, como un
dado cargado, volvió a aparecer este molesto santo extranjero.
Empecinados, los españoles alegaron fallas técnicas,
anularon el sorteo, y se procedió a un tercer sorteo, esta vez definitivo. Y,
créase o no, otra vez San Martín de Tours se las ingenió para sacar ventaja a
todo el santoral, y aparecer primero en el marcador, ante el notorio disgusto
de los presentes, que, a regañadientes, no tuvieron más remedio que consagrarlo
nuestro patrono. Hasta aquí la leyenda. Con las disculpas del caso, también se
nos permitirá mostrarnos escépticos al respecto. Y nuestra desconfianza surge
al no poder concebir que un español de esos tiempos hubiera sido capaz de
proponer para tan altas y delicadas funciones un santo francés, teniendo en
cuenta las pésimas relaciones entre ambos pueblos.
Para cualquiera de aquellos rudos combatientes el término
“afrancesado” era, lisa y llanamente, un insulto. De tal manera, proponemos
modificar esta creencia. Proponemos un milagro integral, completo, redondo, que
bien pudiera haber sido así: Luego de la frustrante ceremonia e interrogados
uno por uno los participantes para conocer cual de ellos tuvo la desatinada
idea de incluir en el sorteo al santo obispo de Tours, todos negaron ante Dios
haber escrito ese nombre.
El escribano, puesto como perito en letras tampoco pudo
reconocer en esos trazos de maravillosa caligrafía, la inexperta y torpe mano
de ninguno de los hombres que fraguaron el malhadado sorteo. ¿Y cómo era
posible que el trajinado papel tuviera un aroma a flores tan delicado como
persistente? Consultado que fue el fraile de la expedición, sostuvo que era
evidente la intervención divina, que procuraba demostrar a personas de tan
corto entendimiento, que los seres humanos eran todos iguales ante los ojos de
Dios. Aún los franceses. Y con esto se dio por terminado el asunto y quedó el
malquerido obispo de Tours a cargo de esta ciudad.
Si se acepta esta proposición, que no sólo acepta sino
también mejora el milagro, se nos ocurre una moción más, esta de carácter
administrativo, podría decirse. Viendo y considerando el estado de nuestra
amada reina del Plata al día de hoy, a tantos años de su re-fundación, sería
conveniente la designación de un nuevo santo patrono, ya que, (las evidencias
están a la vista), el santo de Tours no parece haber tomado demasiado a pecho
sus funciones en estos últimos tiempos. Lo primero que le pediríamos al nuevo
funcionario celestial -si es que nuestra iniciativa llegara a concretarse- es
que contemple y ayude a los miles de desdichados que no sólo duermen, sino que viven
en el desamparo de las calles. Y que, por favor, no se ponga a cortar capas,
sino que, por esta vez, las regale enteras. Amén.
______
Imagen: Monumento a San Martín de Tours emplazado en el
barrio de Recoleta (Foto de Iuri Izrastzoff).
Nota tomada de la página http://www.fervorxbuenosaires.com