(De Ariel Prat)
“Ah maldito, maldito
mil veces
Seas blanco sin fe, tu
cruel memoria
Es eterno baldón para
tu historia.”
(Horacio Mendizábal, 1869, poeta afroporteño)
A menudo tengo que
exceder mi papel de simple juglar urbano/suburbano, teniendo que honrosamente,
como los es en este caso, aportar con la palabra o la escritura lo poco que sé,
vale así mi visión de protagonista curioso, más que la de un profesional
licenciado o un antropólogo, quienes en buen número están haciendo un gran
trabajo de recuperación y visibilidad de esta oculta argentinidad que hoy
explota en miles y miles de brazos, caderas y piernas juveniles, quebrando con
africanidad el espacio dedicado por la cultura oficial dentro y fuera del
territorio instalando la equivocada y parcial idea de una Argentina “europea”.
A pesar de haber aportado tanto a nuestra formación como
nación, la presencia afroargentina no solo se intentó velar sino que incluso en
tiempos de cabildantes fervores, los señoritos decían que “la república está
muy mal servida” al observar las costumbres de nuestros negros de entonces a
bordo de bambulas, chicas y calendas entre otros ritmos que aportaban las
naciones, quienes protagonizarían aquel gigante candombe en mayo de 1836, en
presencia misma del restaurador de las leyes y su hija Manuelita. El carácter
de clase que adoptarían con el tiempo de libertos en nuestra sociedad, estaría
signado por la educación basada en los valores europeos (aquello de los negros
“ché” y los “negros finos”). En las artes y en las letras como en la política,
irían destacando varios representantes de la comunidad afroargentina como Zenón
Rolón (músico, profesor, escritor, se puede encontrar obra suya en el museo
histórico de Morón), Lucas Fernández y Casildo Thompson, quienes crearon desde
el movimiento “Democracia Negra” en el año 1858, el primer órgano de
orientación de lucha de clases antes que cualquier influencia europea se haya
amarrado a nosotros y que se llamó “El proletario”. Ya en la música, Rosendo Mendizábal, quien
fuera el autor de “El entrerriano”, primer tango que se conoce con partitura
del año 1896.
Esto nos sirve como anticipo para observar el desarrollo de
los candombes porteños y argentinos y en una rápida ojeada, pasar de los toques
rituales, al sincretismo más o menos público de principios del siglo XIX, hasta
la participación de las naciones en los carnavales con sus toques y bailes
característicos, que dejan como seña de identidad no solo la ropa y el desfile
(más varios pasos que hacemos en la murga porteña), sino las famosas “topadas”,
para intentar tapar los sonidos de los otros, que a veces solían acabar en
riñas generalizadas callejeras y que con el correr de los años nuestras murgas
siguieron sin solución de continuidad no ya representando a una “nación”, sino
a un barrio. No solo por “tapar” a la otra, también contender para intentar
actuar primero en el corso “a lo guapo”.
Cito para ilustrar un estribillo de tema propio “Candombe de
Buenos Aires”:
“El candombe no murió/
En el barrio del tambor/ Muy porteño se mezcló/ En los toques del murgón/ En la
murga revivió/ Meta rumba y guariló”.
Miles y miles de murgueros que hoy integran con ilusión y
vitalidad murgas y agrupaciones de carnaval, tal vez no sepan ni sueñen que sus
pasos y el origen de sus murgas, radique en aquellos antiguos habitantes de
esta tierra. Cuando el compadrito criollo comenzó a transitar el camino del
baile, espiaba de “coté” a los candombes ya ocultos y entre sorna y admiración
que fue a derivar en el baile del tango, nos dejó en la murga ese eslabón que
yo llamo “perdido” entre el candombe y la murga, entre el compadrito y el
negro. De aquel salvaje candombe (guariló o bariló), pasando por la milonga
(también de un vocablo africano “mulonga” que significa “palabra”) y la llegada
de la inmigración,sobre todo italiana, el aporte del bombo de origen turco que
luego terminaría afianzado como parte sustancial de nuestro folklore, que como
el bandoneón, sin haber nacido en nuestra tierra, nadie ejecuta ni lo
representa culturalmente como en la Argentina , se fue formando nuestra murga que hoy
crece y se dispersa vital y pendiente de muchas influencias por todo el
territorio y asombra a propios y extraños con su particular y único modo de ser
un vehículo latente de negritud.
“Ya no hay negros
botelleros,/ Ni tampoco changador,/ Ni negro que vende fruta,/
Mucho menos pescador;/
Porque esos napolitanos/ Hasta pasteleros son/ Y ya nos quieren quitar/ El
oficio de blanqueador./ Ya no hay sirviente de mi color/ Porque bachichas
toditos son;/ Dentro de poco ¡Jesús por Dios!/ Bailarán zamba con el tambor.” (Anónimo, probablemente de fines del siglo
XIX).
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Fuentes, notas y lecturas recomendadas:
“Breve Historia del Tango” (Fernando Araníbar)
“Cosa de Negros” (Vicente Rossi)
Estudios y escritos de Ortiz Oderigo.
“El periodismo de la Disidencia Social ”
(Dardo Cúneo)
“El Negro en el Río de la Plata ” e “Itinerario de los Negros en el Río de la Plata ” (Ricardo Rodríguez
Molas)
“El Primer Genocidio” (Emilio Corbiere)
El antropólogo e investigador norteamericano George Reid
Andrews
Textos y notas de Pablo Cirio, Alejandro Frigerio y Alicia
Martín.
Imagen: Candombe en una fogata de San Juan (año 1938). Foto tomada de Wikipedia.
Nota tomada del sitio raizafro.com.ar