29 jul 2013

Milonga



(De Oliverio Girondo)

Sobre las mesas, botellas decapitadas de "champagne" con corbatas blancas de payaso, baldes de níquel que trasuntan enflaquecidos brazos y espaldas de "cocottes".
El bandoneón canta con esperezos de gusano baboso, contradice el pelo rojo de la alfombra, imanta los pezones, los pubis y la punta de los zapatos.
Machos que se quiebran en un corte ritual, la cabeza hundida entre los hombros, la jeta hinchada de palabras soeces.
Hembras con las ancas nerviosas, un poquitito de espuma en las axilas, y los ojos demasiado aceitados.
De pronto se oye un fracaso de cristales. Las mesas dan un corcovo y pegan cuatro patadas en el aire. Un enorme espejo se derrumba con las columnas y la gente que tenía dentro; mientras entre un oleaje de brazos y de espaldas estallan las trompadas, como una rueda de cohetes de bengala.
Junto con el vigilante, entra la aurora vestida de violeta.
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Imagen: Caricatura del poeta Oliverio Girondo, por Centurión.

28 jul 2013

El "Petit Colón", patrimonio argentino


(De Jorge Luchetti)

El ex cine-teatro “25 de Mayo” fue incluido en un libro sobre patrimonio argentino. El viejo edificio, que estuvo al borde de ser desmantelado, renació de sus cenizas y hoy figura entre las principales salas de espectáculos del país. Transformado en centro cultural desde 2007, es uno de los hitos arquitectónicos más singulares del barrio de Villa Urquiza.

La historia muestra que alrededor de un teatro, una biblioteca o un museo siempre se ha generado un espacio de variedad cultural, que hasta hace pocos años sólo llegaba a una elite de la sociedad. En la actualidad el centro cultural viene a democratizar estos ámbitos de cultura, logrando hacer un espacio que congrega a toda la sociedad. O sea que, además de ser un lugar generador de cultura, en ocasiones actúa como espacio de expresión e identidad para los vecinos. Algunas casas de cultura tienen salas de conciertos, microcines, talleres de arte, bibliotecas y otras tantas actividades comunitarias y sociales, que hacen del lugar un espacio participativo. Se transforma así en una esfera de expresión donde el hombre interactúa con el resto de la comunidad.
El llamado Mayo Francés produjo en 1968 un cambio no sólo en lo social y político, sino también en lo cultural. Dos años después nació el Centro Cultural George Pompidou, de París, un icono que expresa la nueva forma de manifestar el arte y muestra un carácter más popular. Ya desde su creación, el edificio supo manifestar sus diferencias y se contrapuso a la estructura convencional del museo clásico. En esta singular construcción la estructura de acero y vidrio, sumada al colorido de sus partes (los exteriores están pintados con distintos colores, según sean sus diferentes funciones técnicas), deja la idea de estar transitando dentro de una maquinaria futurista, que a pesar de tener varias décadas de existencia mantiene su vigencia. Pero el edificio, realizado por los arquitectos Renzo Piano y Richard Rogers, muestra su verdadera transformación -vanguardista y revolucionaria- en las entrañas de la sociedad, desafiando al museo tradicional.
En la ciudad de Buenos Aires nos podemos encontrar con varios centros culturales, de los cuales el “General San Martín” es un símbolo de los hábitos de tradición porteña. Construido en 1970, se encuentra anexado al teatro homónimo por un túnel que sirve como lugar de exposición. Este referente de la nueva cultura renació en 1983, con la llegada de la democracia. En un contexto de libertad y optimismo participativo, el Centro Cultural “General San Martín” (CCGSM) se convirtió en un paradigma del pluralismo y la cultura, donde la expresión común fue la convivencia y el respeto por la creatividad en un contexto de nuevo país.
Los centros culturales “Recoleta”, inaugurado a fines de los años 70, y “Borges”, a mediados de los 90, son modelos de expresión y espacios de participación artística. Si bien cada uno tiene un estilo distinto, ambos sirven como motores de la cultura porteña. Con su nuevo vocabulario cultural, esta explosión se fue expandiendo hacia los barrios. Es así que comunidades vecinales y centros comunales se interesan y luchan para que cada barrio pueda tener un ámbito de cultura comunitario con el fin de que las artes plásticas, la música, las propuestas teatrales, el cine y todo tipo de actividades participativas y sociales se desarrollen en un mismo escenario arquitectónico.

LA ARQUITECTURA DEL 25
En Villa Urquiza nos encontramos con el ex cine-teatro “25 de Mayo”, ubicado en la calle Triunvirato 4444. La obra fue realizada por el constructor Máximo Gasparutti en 1929 y fue promovida con orgullo por la importante comunidad italiana del barrio. Adquirió el mote de Petit Colón debido a las significativas figuras que transitaron por el lugar, como lo fueron principalmente Carlos Gardel y Agustín Magaldi entre tantos otros. El edificio se desarrolló con un frente de más de veinte metros de ancho y un largo que va desde Triunvirato hasta la calle Ávalos. La sala principal tenía 1.500 butacas en platea y dos balcones de amplias dimensiones; adoptaba la forma de herradura donde se desarrollaban los palcos bajos y los balcones superiores envolventes. Esto le daba las características típicas del teatro italiano. La superficie del foyer, sumada a los salones del frente, ocupaba una extensión semejante a la de la sala principal.
En sus comienzos en el edificio funcionaron locales comerciales y también algunas radios. En el primer piso había un enorme salón que ocupaba la mitad del largo del lote, separado de la sala principal y con acceso independiente. Sobre su cielo raso se suspendía una cúpula vidriada apoyada sobre columnas, la cual fue restaurada y hoy podemos todavía apreciar. Entre sus muchas actividades el lugar era principalmente usado como salón de baile. Además, en uno de sus lados había unas amplias cocinas, con lo que nos hace sospechar que también servía para banquetes comunitarios. En sus inicios el escenario tenía un fondo a cielo abierto que daba a la tranquila calle Ávalos.
La fachada es de líneas clásicas y muestra cierta simetría. Su cuerpo principal remata en un importante frontis que se apoya en columnas y dobles columnas con capitel jónico de diferentes dimensiones. El gran balcón, que asoma en su frente, es una libertad que toma el autor para enriquecer el edificio; desde el punto de vista estructural el trabajo que realizó en hormigón es excelente. Para 1982 las actividades comunitarias habían cesado, el teatro funcionaba más como cine y se hundía como empresa ante el avance de los videoclubes. Su dueño, el empresario Gruñeiro, lo vendió ese mismo año a un empresario inmobiliario, que arrasó con todo el atractivo decorativo y niveló el piso del salón. Así, el “25 de Mayo” perdió parte de su fisonomía teatral.

COMO EL AVE FÉNIX
En los años 90 los avatares sufridos por el “25 de Mayo” parecían no tener fin; su travestismo y deformación arquitectónica, principalmente en su interior, se habían hecho realidad. Se auguraba un futuro poco feliz, ya que un grupo empresarial pensaba comprar el teatro y utilizarlo para un bingo. El viejo edificio vivió algo parecido a la mitológica Ave Fénix, leyenda que trataba sobre aquella ave fabulosa que se consumía por acción del fuego y resurgía de sus cenizas. Si bien el teatro no se incendió, su arquitectura fue devastada sin miramientos y resurgió como aquel colorido pájaro gracias a la lucha llevada a cabo por vecinos, entidades barriales, periódicos zonales, clubes y otras instituciones de Villa Urquiza.
Es así que se planteó reconstruir el lugar como centro cultural comunitario y de espectáculos, que no sólo iba a cubrir las expectativas del barrio sino que además se iba a transformar en un hito cultural para la ciudad. Finalmente entró en la política del Ministerio de Cultura de la Ciudad y la Dirección General de Infraestructura porteña llevó a cabo una reconstrucción y puesta en valor con todas las técnicas necesarias. La recuperación edilicia estuvo a cargo del arquitecto Álvaro Arrese.
En la edición del periódico  El Barrio correspondiente al mes de octubre de 2012 hablamos del 125º aniversario de Villa Urquiza mencionando los diez hitos arquitectónicos que hay en el barrio; ahí incluimos al ex  cine-teatro “25 de Mayo”, hoy devenido en centro cultural. Lo destacamos no sólo por su sabrosa arquitectura y su prolífica historia sino también por ser un ejemplo de rescate patrimonial, que además se ha vuelto un modelo a copiar en otras salas de barrio que en la actualidad corren el riesgo de extinción o tienen un destino incierto.
Tan excelente fue el trabajo de recuperación del “25 de Mayo” que el inmueble ya forma parte de las bibliotecas porteñas dentro de las obras más singulares que fueron rescatadas. Está incluido en “Patrimonio Argentino”, un libro coleccionable de Clarín producido y editado por el suplemento de arquitectura y el Centro Internacional para la Conservación del Patrimonio (CICOP). Allí se lo señala entre las más importantes construcciones con fines culturales del país. Y no exageramos: donde se mencionan al “Coliseo Podestá”, al teatro “Roma” de Avellaneda, al teatro “Colón” de Buenos Aires, al ya citado CCGSM, al anfiteatro” Martín Fierro” de la Plata y otros tantos lugares de arte y espectáculo se le dedicó un espacio a nuestro Centro Cultural “25 de Mayo”.
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Imagen: Frente del teatro “25 de Mayo”, en el barrio de Villa Urquiza. Foto: buenosires.gov.ar 
Nota tomada del periódico barrial El Barrio. 

Diego Luis Molinari, vecino de Balvanera


(De Mario Tesler)

A fines del tercer trimestre de 1929, un ateneo radical que funcionaba en Tacuarí 1355 publicó un libro de Diego Luis Molinari con el título Los diplomas sanjuaninos. Tanto en la tapa como en la portada y a manera de subtítulo encontramos esta aclaración: Discurso pronunciado en el Honorable Senado de la Nación en las sesiones del 31 de Julio, 1 y 2 de Agosto de 1929. Este libro fue de distribución gratuita. 
Como bien expresan los editores en sus Dos palabras, a manera de prólogo, se trata de un documento de interés político circunstancial. No obstante en su contenido se encuentran párrafos que recuerdan el significado de las enseñanzas familiares, el respeto para la vida privada,/ y / el concepto de la moral política.
 Molinari fue protagonista de importantes debates en el Congreso Nacional. Exponente del radicalismo personalista y luego una de las figuras del justicialismo, Molinari fue abogado, diplomático, legislador, académico y bibliófilo; si bien no se lo olvidó en estas actividades es memorado como catedrático, al unir claridad de exposición con profundidad en el tratamiento, y muy especialmente como historiador por su erudición arrolladora.
Molinari no dejó editado un trabajo autobiográfico pero sí algunas páginas manuscritas, tal vez destinadas sólo para conocimiento de sus íntimos, o en la esperanza de poder en algún momento completarlas y darlas a publicidad.
En cambio, en el discurso parlamentario que contiene el libro sobre Los diplomas sanjuaninos involuntariamente se refirió a su infancia y adolescencia, con acentos que son a veces húmedos de lágrimas. Con lo dicho por Molinari en el recinto nacional más trascendente de los argentinos, recinto éste ubicado en el barrio donde nació y donde pasó sus primeros años de vida, más aquellos apuntes y una de sus libretas con registros inéditos es posible construir las páginas iniciales de su biografía.
Aunque estaba referida al mismo tema, Molinari dividió esa exposición parlamentaria en tres partes, pronunciadas en sesiones diferentes pero consecutivas.
En la primera parte dice: En mis horas angustiosas de estudiante pobre no tenía más libros que los de las bibliotecas públicas de Buenos Aires y acudía a la biblioteca del general/ Bartolomé Mitre/ y removía sus papeles.
 Luego el recuerdo de un libro obtenido como trofeo: En los lejanos días de mi infancia -comentó a sus pares- alimenté mi espíritu en una escuela extranjera, en esta Capital, y recuerdo como si fuera hoy el día aquel en que un profesor, cuya formación intelectual se había conformado en el espíritu y en las condiciones culturales de la Italia que surgió después de 1870, como primer premio a mis desvelos de escolar incipiente, puso en mis manos un ejemplar de la “Divina Comedia” del Dante.
 También compartió en el recinto la emoción de un aniversario para él de gran importancia: Mañana/ ... /, mañana -repitió- cumple 80 años mi padre, señor presidente. Llegó de Italia a este país, en la época de Sarmiento. Conoció, uno a uno, a aquellos hombres del pasado, que más de una vez he invocado con tanto calor, con tanta justicia, por que él me enseñó a discernir la verdad por debajo del oropel, y a juzgar a los hombres y los  acontecimientos, tal como deben ser juzgados.
Por último, en esa sesión, al explicar por qué entonces él hacia causa común con todos aquellos que luchan por la libertad en cualquier parte que ella estuviese en peligro,  volvió a traer el recuerdo de sus mayores, de su padre y de su abuelo paterno: Eran las viejas enseñanzas de mi abuelo; era la palabra de Mazzini, era el exilio de mi padre, que antes que aceptar un régimen político/ con el/ que no comulgaba prefirió lanzarse a través de los mares, viniendo a buscar para él en este suelo, la garantía de sus derechos y la libertad de sus descendientes.
De ahí, señor presidente, que con este verbo inflamado de mis antepasados he ido recogiendo una gran lección de la historia, y he comprendido los movimientos del pueblo, por lo que ellos significan y no por lo que de ellos se dice.
Antes de reanudar su exposición sobre el tema de marras, al comenzar la tercera intervención Molinari informó, para conocimiento de sus pares, sobre una cuestión personal. Al finalizar la exposición anterior los reporteros parlamentarios, duchos en recoger incidentes y dichos para comentarios de color en las columnas de sus respectivos medios, difundieron dos expresiones dirigidas a él, de las cuales tuvo noticias y no por haberlas leído en el Diario de Sesiones. Una, que desechó por falta de valor, lo amenazaba con sacarlo a patadas del recinto, de la otra expresión que alcanzó a percibir dijo que para él tenía en ese momento cierto valor y la respondió, legando para los vecinos de Balvanera, una remembranza de las que no proliferan en nuestros diarios de sesiones, algunos de cuyos párrafos transcribo:
Es una expresión que yo no sé con que espíritu se habrá dicho, pero que la recojo tal como ella vale: la de carbonero. Curiosa situación la del senador que habla. Ayer era un hombre perfumado, hoy es un pobre carbonero, ¿que será mañana? ¡No lo sé!  Pero quiero explicar, señor presidente, al Honorable Senado la verdad que puede haber detrás de esta expresión.
Sí, señor presidente, yo he sido carbonero.
Yo he dicho ayer, señor presidente, que mi padre llegó al país cuando era presidente de la República Sarmiento, el gran Sarmiento. Y llegó como llegan todos los emigrantes a esta tierra, con una mano atrás y otra adelante, sin tener seguro el pan de  cada día, librado a todas las contingencias y a todas las necesidades. Terrible situación en la que tenía, hora por hora, que afrontar todas las contingencias de la vida con el producto de su trabajo honrado y personal, señor presidente.
Y fue carbonero de Sarmiento. Y cuenta mi padre que cuando llegaba en horas tempranas de la mañana a la casa de Sarmiento, el viejo y formidable luchador, que era muy madrugador, lo recibía personalmente y le decía: “¿Cómo te va, gringo? Sí, así es como necesitamos que sean los hombres que vienen a la República; queremos que vengan hombres que trabajen y luchen; ¿en qué puedo ayudarte gringo?; ¿necesitas algo?”. Mi padre me decía que nunca le pidió nada al presidente de la República, señor presidente. Y es cierto; siguió siendo carbonero de Sarmiento!
Pasaron los días de 1874. El eco de la revolución todavía no se había apagado; acudían a esta ciudad los prisioneros. Vivía mi padre en el barrio de los Corrales de Miserere. Era presidente Avellaneda. Y así como lo fuera de Sarmiento, mi padre fue carbonero de Avellaneda.
Y cuenta mi padre, señor presidente, que en las mañanas, temprano, cuando acudía a aquella vieja casa porteña de patios amplios y de vida sencilla y republicana, encontraba al presidente que era un espíritu ágil y ensoñador, cuidando sus flores en el jardín. “¿Cómo te va, gringo”?, le preguntaba mañana a mañana; y mi padre contestaba al presidente republicano, sencillo y austero, como antes le contestaba a Sarmiento. Y nunca le pidió nada para sí. Esta es la verdad.
Avellaneda, que tenía sobre sus labios la inspiración genial con que el espíritu divino anima a la palabra pura, porque hay un pensamiento puro y un corazón puro que la agita, envió a mi padre al Congreso a presenciar un debate formidable; y así fue como tuvo mi padre la noción de que había en el país hombres e instituciones que cimentaban, más que con las promesas falaces y los programas que se olvidan, que cimentaban con los hechos la libertad de los que acá acuden a cobijarse bajo los preceptos sacrosantos y generosos de nuestra Constitución.
Fue dura la vida para mi padre. Pasaron los años. Casó. Tuvo hijos. Vio cómo se convulsionaba el país en 1880, fue testigo de los días terribles del 90...
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .   Yo también, señor presidente, he sufrido grandes privaciones, porque nuestra familia carecía de dinero, y yo tenía que volver de la escuela para ir con las cuartillas de carbón al hombro, para ayudar a ganar  el sustento de cada día.
Afectado por la circunstancia Molinari interrumpe por unos instantes su exposición y al retomarla agrega  un dato más que viene a cuento para esta reunión: Es mi emoción una  emoción natural. Recuerdo, señor presidente, que yo no podía comprar los libros y me veía obligado a sacarlos de la biblioteca pública, de una modesta biblioteca pública obrera situada en la calle Méjico 2070, y los leía muchas veces a la luz de los faroles.
Es cierto: llevé cuartillas de carbón y fui carbonero, y aprendí a respetar aquellos nombres de Sarmiento y Avellaneda, y comprendí entonces, que cuando mi padre me daba aquellas lecciones de dignidad, yo heredaba sus conceptos honrosos sobre los hombres que ayer no más, evocaba en este recinto.
Nueve años después volverá sobre el origen carbonario de su abuelo y de su padre, motivo que los obligó a emigrar de su tierra natal, el 12 de noviembre de 1938 cuando pronunció, en la Sociedad de Cultura Italiana “La Nuova Dante”, su conferencia sobre La ideología de José Mazzini en el Río de La Plata dijo: Son las organizaciones secretas. Son las ventas carbonarias, a las que pertenecieron mis antepasados.
Con sus apuntes y la libreta de registros personales se sabe además que aquel padre, recordado con ternura, fue Miguel Molinari y su madre Paula Marin, él hijo de Francisco Molinari y Teresa Abbondanza, ella de Federico Marin y Teresa Victoria Centenaro. El matrimonio de Miguel Molinari y Paula Marin fue consagrado en la Parroquia de Nuestra Señora de Balvanera el 24 de mayo de 1880, según figura registrado en el folio 76 del Libro de Matrimonio número 26.
De dos de sus hermanos no hay indicio y es probable que hayan fallecido a los pocos días de nacer, Ángel Luis, que él señala como 3er hijo, nació el 20 de mayo de 1883, Herminia Teresa el 20 de agosto de 1891 y  Aída Florinda el 27 de marzo de 1893, en tanto el nacimiento de Diego Luis se produjo el 30 de setiembre de 1889.
Solamente de Ángel Luis él indicó que consta su nacimiento en la Parroquia de Na Señora de Balvanera -Libro 59, folio 853. Habida cuenta que su padre era un mazziniano es probable que sólo haya permitido el bautismo del primer hijo sobreviviente. El nacimiento de Diego Luis se registró en la Sección 5a|, en tanto sus dos hermanas figuran en la Sección 4ª .
La familia Molinari-Marin habitó los cuartos construidos en la planta alta del corralón ubicado en Cangallo 2554; abajo se guardaban los carros que manejaban su padre, su hermano Ángel Luis y él, como también servía para depósito de mercaderías. Al ser designado por Hipólito Yrigoyen en 1916 subsecretario en el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, fue precisamente en este corralón donde recibió a los periodistas.
 En cuanto a la “Biblioteca Obrera”, tal era su nombre, que funcionó en México 2070, se trataba de un edificio construido por  C. Haupt. Esta biblioteca socialista fue fundada el 25 de septiembre de 1897, contaba con algunos miles de ejemplares, ofrecía la consulta gratuita en su sala, en el horario de 20 a 22 horas, y cobraba una pequeña cuota trimestral a aquellos que preferían llevar los libros a sus domicilios.
Cuando en los ya citados apuntes inéditos, cuya custodia me fue confiada por su hijo Ricardo Luis, se refiere Diego Luis Molinari a su iniciación en la vida pública dedica un párrafo a la etapa inicial de su formación, sin precisar en qué establecimiento solo tuvo presente las dificultades.
 Mis estudios primarios se realizaron a salto de mata, en la medida que me permitió hacerlo la humildad y pobreza de mi hogar. La modesta situación de mis padres que, con muchos hijos, procuraron dar educación a todos, a costa de admirable sacrificio y tenacidad.
En cambio, cuando se refiere a su paso por la enseñanza media tiene presente a los dos establecimientos del barrio de Balvanera donde cursó, uno de carácter confesional y el otro laico: Los secundarios los cumplí en el Colegio San José de esta capital, (1903-1906), donde aprendí las reglas más firmes y sanas de conducta y trabajo; y los completé en el Colegio Nacional Bartolomé Mitre (1907), vinculándome a los que han sido los más leales y constantes amigos de toda mi vida.
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Ilustración: Diego Luis Molinari.

25 jul 2013

Más allá de un emblema nacional



(De Pablo Lema)

“Quien sea turista y no conozca el Obelisco en carne viva nunca sabrá lo que es Buenos Aires”, sentencia Ramírez, uno de los tantos vendedores de artesanías que se pasea a diario entre el cruce de la avenida Corrientes y 9 de Julio, a la pesca de nuevos clientes. El arquitecto Alberto Prebisch fue quien lo diseñó y Siemens Bauunion, la empresa que lo construyó de la mano de más de 150 obreros en tan solo 31 días. Tal construcción no sólo es conocida por su peso histórico sino también por la opinión de los transeúntes que lo ven a diario. Sus opiniones van desde la fría objetividad hasta la más pasional de las subjetividades, ¿Por qué? Porque el obelisco es símbolo de época, de Historia, y de historias. Por sus cercanías hay un grupito de señoras cacatúas que andan despotricando a los cuatro vientos que su diseñador fue un burdo imitador del arte egipcio debido a su parecido con las construcciones antiguas. Sin embargo, una enamorada anónima de Prebisch, en una de sus cartas póstumas, deja en claro el amor que Alberto sentía hacia todo lo relacionado con el antiguo Egipto. Otros absurdos revelan que el arquitecto viajó al pasado, a través de la galería Güemes, para copiarse de sus maravillas y luego regresó como si nada para dar comienzo a la construcción que con los años se transformaría en el icono de la ciudad. En medio de este escenario excéntrico cargado de diversas simbologías me topé con Sebenir Suárez; un hombre ya mayor curtido por los años, ex cantante desconocido y actual taxista. Ni bien le dije que planeaba hacer una nota sobre el obelisco se mostró predispuesto y pasó a contarme su historia a la que resumió como "una herida en su pecho que le recuerda que su felicidad es carente de longevidades". El nombre de su maldición, según el hombre, era Lucía; una administrativa que trabajaba en una de las oficinas de la calle Florida y vivía en Almagro. Se conocieron una tarde en uno de los cafés de la cuadra del "Burger", hace años, y desde ese momento quisieron estar juntos. "Los ruegos a Cupido no fueron escuchados. El amor es fugaz y generalmente ilusiona más que lo que deja, pero lo que lo hace mágico es que mientras dura, nos permite sentir lo eterno y lo milagroso en medio de realidades abstractas y racionales como las nuestras", me reveló Sebenir. La relación no duró mas que unos cuantos encuentros fogosos y algunas charlas de cafés. La mujer, si bien la pasaba bien con el hombre, sentía que su mundo se quebraba junto al fulano. Según ella, Sebenir la hacía feliz y como no estaba acostumbrada a esto prefirió terminar con la relación. El hombre, preso del dolor y del desconsuelo se metió en todo tipo de relaciones desafortunadas e hizo infeliz a cuanta mujer pudo sin poder mermar el dolor y despecho que sentía por dentro. Hasta en una tarde, en la que vagaba medio ebrio, se cruzó con un hombre vestido de traje al que le ofreció una buena suma de plata si le contestaba tal pregunta: ¿El precio por ser feliz es tan alto que hasta es menos doloroso ser infeliz? El extraño de traje agarró los billetes de un manotón y salió corriendo en medio de una 9 de Julio aborrecida por el tránsito y el ruido de las bocinas. "¿Tan ridícula le habrá parecido mi pregunta?", se preguntaba Sebenir a la vez que se sentía como un idiota. Con el tiempo, Suárez, perdió todo interés por contestarse preguntas. Sin embargo cuando conoció a Rocío se enamoró, ahora sí se contestaba todo tipo de incógnitas y hasta veía La felicidad como una sensación posible en cada esquina y no como un invento de los católicos y optimistas para justificar un anhelo inexistente en medio de un mundo patas para arriba. Sin embargo, a pesar de todo, una noche de otoño terminó el noviazgo frente al coloso de la 9 de Julio. "Desde esa noche otoñal renuncié a la única posibilidad de volver a ser niño en un cuerpo adulto, de reírme de las parejas tomadas de la mano pero infelices, de conocer la armonía de los Budas y entender finalmente el porqué de nuestra existencia", expresó con tristeza el taxista, antes de llorisquear y pedirme disculpas por no poder continuar con la nota. Sebenir, actualmente recorre en su taxi la zona céntrica de Buenos Aires preferentemente en las noches. Y es así donde se da tregua con sus dos más hermosos recuerdos: La Vida y La Muerte. Él, solo añora lo pasado y no tiene ningún interés por el presente mucho menos por el futuro, siente que ya conoció los saberes más importantes y que ahora solo le resta esperar. Su obelisco es Lucía; colosal, eterna, bella y fría. Y todo el entorno a su alrededor es Rocío; ríos en movimientos, ruido, mucho ruido, miles de historias en una o una historia con el poder de miles, lo bello, lo sublime, los momentos felices pero transitorios. Para los turistas, el Obelisco, es una linda representación para fotografiar. Para los mendigos de las esquinas representa la soberbia humana hecha realidad, los psicólogos analizan que tal construcción es el poder masculino hecho falo y las feministas ironizan que el mismo representa el pene que todo hombre querría tener pero carece. Y que si pudiera llegar a tener seguramente no sabría cómo usarlo. Testimonios hay a rolete. El obelisco suscita miles de simbolismos, controversias (como su historia misma que va desde la censura hasta las diversas manifestaciones) y mucha pasión de sus testigos. Es un recorrido casi obligatorio para los extranjeros y por qué no para los mismos porteños que muchas veces se quedan estancados en lo que ven y no intentan ver mas allá de la ilusoria vista. La magia del Obelisco es gratuita para todos, pero tengan cuidado, porque se suele decir que por sus cercanías todo aquel que tiene contacto vivo con el coloso, debe pagar un precio. El precio de dejar parte de su vida alrededor de su imponente imagen, que predican algunos, nunca dejará de existir ya que en su interior guarda el secreto de La Eternidad heredada de los antiguos egipcios.
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Ilustración: Con el Obelisco en el corazón.
Nota y dibujo tomados de la página web Buenos Aires Sos.

Desmemorias de las calles porteñas


(De Gabriela Sharpe)

En la ciudad de Buenos Aires existen 2113 calles y 640 plazas. Números que a simple vista nos dan información precisa de algo. Algo que es nada más y nada menos el lugar donde vivimos. Podemos hacer otra lectura de este dato tan preciso; podemos preguntarnos por los nombres que llevan estas calles y estas plazas. Llegado a este punto podemos indignarnos, asustarnos o tirar furiosos la guía de calles. Buenos Aires fue, es y será una ciudad mimada por sus escritores y poetas. En muchos casos, sus legisladores se esfuerzan en no reconocer este gesto de cariño. Miremos el mapa. Julio Cortázar figura en una calle de sólo dos cuadras, si bien es cierto que se le respetó el barrio donde vivió: Agronomía. Pero a usted le parece que quien les dio vida a la Maga, Talita, Traverso y Horacio Oliveira, en Rayuela, se merezca tan poco. Mientras que Federico Lacroze tiene una avenida, una estación de subte y otra de tren con el único mérito, según Canido Borges, de haber sido un industrial que se hizo rico. Pero, ¿quién lo conoce a este Lacroze? Roberto Arlt no tiene calle. "...¡qué maravillosamente atorranta es por la noche la calle Corrientes...", escribe en Aguafuertes porteñas. Y no tiene calle. Al poeta urbano Roberto Arlt, le tocó en suerte una linda plaza céntrica. Pero si de plazas hablamos, también la tiene el general Eduardo Lonardi, quien participó en el derrocamiento del general Juan Domingo Perón en septiembre de 1955, (está ubicada en el barrio de Villa Pueyrredón entre las calles obispo San Alberto, Condarco, Cabezón, Bolivia, Ladines, Artigas y las vías del ferrocarril Mitre). Pareciera ser que para los legisladores porteños no hay mayor diferencia entre un escritor que se dedica a cortejar a la ciudad y un militar golpista. Contradicciones de la historia. Trompadas de la memoria. El escritor Macedonio Fernández, que tiene unas 6 cuadras de recuerdo en Saavedra, soñaba, en su obra Museo de la Novela de la Eterna, con una ciudad que en vez de nombrar a próceres y gobernantes recordara a las máximas vivencias humanas. Por eso pedía la calle de la Novia, entre muchas otras. A este maestro de maestros lo perdieron en el parque Presidente Sarmiento, lugar en que ahora mismo están protestando por tanta ingratitud Dulce-persona, Quizagenio, Simple o, lo más probable, Deunamor. Mencionamos a Domingo Faustino, y Jorge Canido Borges afirma que "existen algunas calles cuyos nombres se repiten, sin que sus protagonistas lo merezcan. Sarmiento tiene un exceso de homenajes, directos e indirectos. Existen la calle Sarmiento, la avenida Sarmiento, la calle Fragata Sarmiento, la calle Paula Albarracín y la plaza Dominguito, por una parte. Hay además tres parques que se llaman Sarmiento, también la calle Facundo se llama así por su libro, en tanto que a la calle Chacho se la denominó así por el capítulo de su libro “Facundo”, dedicado al líder montonero Chacho Peñaloza. El Rastreador es otro capítulo del mismo libro y también tiene su calle, a lo que habría que sumarle también el Pasaje El Maestro". ¡Un poquito mucho! A Jorge Luis Borges le fueron asignadas nueve cuadras en el barrio de Palermo, y sus lectores sabemos cuánto era su amor por esta ciudad. En el libro "Fervor de Buenos Aires" aparecen estos pocos ejemplos: "Las calles de Buenos Aires ya son mi entraña..." o "La ciudad está en mí como un poema que no he logrado detener en palabras". George no te quejes que te dieron una buena cantidad de cuadras. Nacen en la plazoleta Cortázar y terminan en el Jardín Botánico, al que tan lindo poema le dedicaste. Hace poco le pusieron el nombre de Guillermo y Alfredo Barbieri a una plazoleta en Parque Patricios. Guillermo fue uno de los guitarristas de Carlos Gardel, que murió junto con él en Medellín y Alfredo fue un actor cómico muy conocido y padre de la conductora de televisión, Carmen Barbieri. Pero ya existe una plazoleta en Palermo, en la esquina de avenida Dorrego y Figueroa Alcorta que se llama Guillermo Barbieri. No queremos pedir mucho, pero algo se le podría dar a poetas y escritores que amaron a esta ciudad como lo fueron Raúl González Tuñón, Leónidas Barletta, Álvaro Yunque, Oliverio Girondo, por nombrar sólo algunos. Y no tienen ningún reconocimiento ni como porteños, ni como excelentes escritores, ni como los que protagonizaron la rivalidad entre los grupos de Florida y Boedo. Que se reconozca a un cómico de teatro de revistas no está mal, pero qué lindo sería alguna vez poder citarnos en las calles Nicolás Olivari y Elías Castelnuovo, por ejemplo. Si bien hay algunas plazoletas que evocan hoy al autor de El Eternauta, Héctor Oesterheld; al escritor Haroldo Conti; al poeta Paco Urondo;al periodista Rodolfo Walsh, al poeta Roberto Santoro (todos ellos detenidos – desaparecidos durante la última dictadura militar), habría que llenar la ciudad con avenidas, calles, parques con tantos escritores, poetas y periodistas, que la amaron, la sufrieron, la escribieron, la lucharon, la patearon, la militaron, la... Convengamos que hay un exceso de historia tergirversada, como sostiene el historiador Osvaldo Bayer: "El que tiene el monumento más grande, el más céntrico, apuntando a la Casa de Gobierno, es el General Julio Argentino Roca (presidente entre 1880/1886 y 1898/1904). Hace dos años y medio que presentamos el proyecto en la legislatura porteña para sacarlo, pero ningún legislador se anima a meterse con el tema Roca. Los fundamentos del proyecto de ley son la responsabilidad directa de Roca en el asesinato de decenas de miles de mapuches y otros Pueblos Originarios". Simplemente un genocida. Siguiendo con la historia es llamativo que después de Rivadavia (también paradoja de la historia) la calle más larga es Ramón Lorenzo Falcón, quien, cuando ejercía el cargo de Jefe de la Policía de la Capital Federal, perpetró una masacre contra obreros en una marcha por el primero de mayo de 1909. Simplemente un asesino. Todos sabemos que las callecitas de Buenos Aires tienen ese qué se yo ¿viste?. Todos queremos un equilibrado reconocimiento a toda la gente que amó y sufrió esta ciudad. Para que tanta gente quepa en el mapa es preciso hacer una revisión y ver, lo que se ve a simple vista, cuántos militares conocidos y desconocidos figuran entre ellas. Cuántas personalidades que nada hicieron en la historia universal del pensamiento, figuran entre ellas. "El callejero de Buenos Aires es surrealista, absurdo", sostiene el profesor de Historia Felipe Pigna. "Yo no tengo nada en contra de Montiel, una selva de la provincia de Entre Ríos. Pero la calle que lleva este nombre tiene unas sesenta cuadras de extensión, contra las cuatro que recuerdan a Juan José Castelli, en Balvanera". "Y ni qué hablar -continua Pigna- de uno de los traidores más notables de la historia argentina, Manuel José García, con calle propia en Parque Patricios. Fue el enviado de Rivadavia a Río de Janeiro para negociar la entrega de la Banda Oriental, agente inglés comprobado. O Carlos María de Alvear, el de la elegante avenida de la Recoleta, un señor que en 1815 le ofrece a Inglaterra el protectorado de las Provincias Unidas, manifestando que 'desean pertenecer al imperio de su graciosa Majestad'". ¿Será por eso que la calle Estados Unidos corre paralela y muy cerca de la avenida Independencia? "Para vagar por las calles porteñas hay que estar por completo despojado de prejuicios y ser escéptico como esos perros que tienen mirada de hambre", escribió Roberto Arlt.
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Foto:Prometeo, una calle angosta de sólo dos cuadras en el barrio de Coghlan.
Nota tomada de la página Buenos Aires Sos.

Placeres sencillos


(De Cecilia Spinetto)

Mi primer recuerdo de un Café es en Buenos Aires, mi ciudad natal, mi ciudad en el mundo.
Mi primer recuerdo de un Café, tiene olor a té y algo de nostalgia.
Cuando era chiquita uno de mis planes favoritos era ir a trabajar con mi papá, ir al Centro. Además del paso por su oficina, había muchas cosas divertidas en el paseo: visitar las librerías de la calle Corrientes (de las que nunca me iba con las manos vacías), viajar en subte, almorzar en algún restaurante como "Prosciutto" o "La Robla", y ala tarde, indefectiblemente, ir a tomar algo a un Café.
Por aquel entonces yo todavía no tomaba café (gusto que descubrí en el año 2001, en mi primera visita a Europa, en los Cafés de una hermosa melliza de Buenos Aires, Madrid), habitualmente pedía una gaseosa o quizás un submarino, pero una tarde la gaseosa y el submarino me parecieron muy infantiles (tenía 6 o 7 años) y decidí pedirme un té con leche, como si me diera un aire más adulto.
Esperaba una taza blanca con un saquito inmerso en agua blancuzca que empezara a teñirse con el té, pero no. Cuando el mozo se acercó a nuestra mesa, traía en su bandeja de acero inoxidable una taza blanca vacía, en otro platito un saquito de té, una mínima tetera, también de acero inoxidable,  con agua caliente y, por otra parte, una jarrita con leche, además del porteño vasito de agua para acompañar.
Mis ojos vivieron ese despliegue como una especia de ritual digno de una bebida tan noble como el té.
Había entrado en aquel bar sin prestar mucha atención en dónde estábamos, pero ante semejante ceremonia me apresuré a preguntarle a papá, al mismo tiempo que me empezó a gustar más la barra hecha con diferentes mármoles y los viejos carteles enlozados que decían "Se ruega no escupir en el suelo", iguales a los que había en la terraza de mi casa (y yo no entendía muy bien). Estábamos en "La Embajada" (Santiago del Estero e Hipólito Yrigoyen), que lejos de lujos, protocolos y formalidades, acababa de ofrecerme el mejor té de mi  ida.
En los días sucesivos, me encargué de enloquecer a mis padres con un pedido: una tetera chiquita de acero inoxidable. Llegó envuelta en papel madera, comprada en algún bazar, simple, plateada, rústica si se quiere, una de esas que con el tiempo no cierran bien o pierden agua al servir: mi mejor tetera, que aún está en la casa de mis papás, pero que, seguramente, algún día va a estar en la mía.
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Ilustración: Barra del  café "El Federal", dibujo de Natalia Müller.
Nota e imagen tomadas de la revista "Un cortado" .

18 jul 2013

EL "Bon Marché"


(De Ricardo Llanes)

En 1904 las autoridades del Convento de Santa Catalina de Siena, situado en San Martín y Viamonte, formalizaron ante la Municipalidad el pedido para la construcción de diez casas de altos y bajos en la cuadra de la calle Córdoba. Todavía se mantienen ocupadas algunas de ellas. En la cuadra siguiente tenemos la manzana de la llamada Galerías Pacífico, pero que para los viejos porteños (1) continúa siendo la manzana del "Bon Marché". En 1889 comenzaron allí las obras destinadas a la edificación de grandes tiendas al estilo de París. Pero el estado económico del país, en bancarrota, agravado por la revolución del 90, paralizaron los empeños y todo quedó en veremos...
Años más tarde, la administración del entonces llamado Ferrocarril de Buenos Aires al Pacífico, compró y se instaló allí. Con  todo, debemos decir que a los autores de aquel proyecto que demolió los conventillos que existían en esa cuadra de Florida, les corresponde la prioridad  de haber construido en esta ciudad la primera galería con entrada y salida a cuatro calles.
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(1) Esta nota fue escrita aproximadamente a mediados del siglo pasado (N. de la R.)

Imagen: Revista de moda o "figurín", como también solían llamarlo, de comienzos del siglo XX. 
Tomado del libro de R. Ll. Recuerdos de la ciudad porteña.

16 jul 2013

A los héroes y mártires del ghetto de Varsovia


(De Miguel Ruffo)

Hemos definido al Parque Centenario como un parque cultural y recreativo vertebrado en torno a las ciencias de la naturaleza. Esto no quiere decir que todos sus monumentos y esculturas remitan a estas disciplinas científicas. Algunos de ellos están preñados de historicidad. Es el caso de la escultura-altorrelieve “A los héroes y mártires del ghetto de Varsovia”, obra del artista Carlos Biscione, emplazado en el Parque Centenario por resolución de la Ley 1133 del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Se trata de una copia del monumento homónimo que se encuentra en la capital de Polonia. El texto de la ley es el siguiente: “La Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires sanciona con fuerza de ley: Artículo 1º: Autorízase el emplazamiento de la escultura “A los héroes y mártires del gheto de Varsovia”, realizada por el artista plástico Carlos Biscione y donada por la Federación de Entidades Culturales Judías de la Argentina, en el Parque Centenario, delimitado por las Avenidas Díaz Vélez, Patricias Argentinas, Ángel Gallardo y la calle Leopoldo Marechal. Artículo 2º: Autorízase a la Dirección General de Espacios Verdes a determinar el lugar más conveniente del Parque para el emplazamiento. Artículo 3º: Comuníquese, etc. (firmado) Cecilia Felgueras y Juan Manuel Alemany”. Ubicado frente a una de las entradas al anillo interior del parque, este altorrelieve representa a los judíos: hombres, mujeres y niños con armas y cócteles molotov en sus manos, que se levantaron contra el nazismo. Una de las figuras recuerda a Mordechai Anielewicz, sosteniendo una granada. Todo este grupo constituye la expresión de “la lucha” y alude al valor de los insurgentes que se habían levantado contra el dominio nazi. Otra parte de la escultura representa el sufrimiento y martirio de los insurrectos y lleva por título “camino al exterminio”. A ambos lados del altorrelieve se encuentran dos placas. En la de la izquierda leemos: “El 19 de abril de 1943, un grupo de jóvenes, débiles  y mal armados del ghetto de Varsovia, Polonia. Sólo con coraje se levantaron contra el poderoso ejército nazi, prefiriendo la muerte en combate al sombrío destino de los campos de concentración. En 1948 se levantó allí un monumento al heroísmo de los combatientes. Entre 1953 y 1955 realiza esta obra réplica de aquella, el artista argentino  Carlos Biscione. 2007”. La de la derecha dice: “A los héroes y mártires de la organización judía del ghetto de Varsovia que perecieron luchando contra el ejército nazi. Como lo expresaron en la proclama de su lucha: Por nuestra y vuestra voluntad/ Por nuestra y vuestra libertad/ 19 de abril 1943. No olvidar, no perdonar. Nunca más nazismo.”
Este altorrelieve, réplica del monumento que se encuentra en Varsovia, recuerda a los judíos, que aislados en el ghetto, ante las deportaciones y el exterminio, se levantaron en armas contra la bestia parda. Los judíos a través de sus organizaciones lograron cierto éxito. Pasaron a controlar el ghetto construyendo numerosas barricadas. La última batalla sería el 19 de abril de 1943. Los nazis y los colaboracionistas polacos avanzaron sobre el ghetto, mientras los partisanos judíos esperaban armados con pistolas, fusiles y explosivos. Los nazis fueron obligados a retroceder. Ante esto, Himmler y Stropp ordenaron la quema de todos los edificios de ghetto para obligar a los rebeldes a abandonar sus escondites. Todo se llenó de llamas y humo negro. Muchos judíos murieron gaseados por los nazis, otros se suicidaron saltando de los edificios devorados por las llamas. La resistencia fue finalmente sometida entre el 23 de abril y el 16 de mayo. En esta fecha los nazis volaron la sinagoga Tlomacki (que estaba fuera del ghetto) como signo del fin del ghetto de Varsovia. Alrededor de 6.000 judíos murieron en combate, 7.000 fueron fusilados y otros 7.000 fueron deportados a Treblinka, donde murieron. Más de 56.000 judíos fueron capturados durante los días de los enfrentamientos. La importancia de este levantamiento judío sólo podemos evaluarlo en toda su dimensión si nos ubicamos en el año 1943. Por entonces, si bien los nazis habían perdido la iniciativa en el frente oriental -recordemos los triunfos del ejército rojo en Moscú (1941) y Stalingrado (1942) y el que se efectivizaría poco después en Kursk (1943)- todavía controlaban la mayor parte de Europa y la guerra recién concluiría en 1945. Frente a la política genocida del nazismo, los judíos del ghetto de Varsovia, al insurreccionarse, dieron un ejemplo de la lucha por la libertad y la vida. Estos son los valores imperecederos que recuerda el monumento polaco, del que el altorrelieve del Parque Centenario es, como ya dijimos, una réplica. Y son precisamente esos acontecimientos los que hacen de esta escultura una obra artística preñada de historicidad.
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Imagen: El monumento erigido en Parque Centenario.
Nota e imagen tomadas del periódico Desde Boedo, Nº 132, julio 2013.