8 sept 2013

"La Casa del Ángel"


(De Fabián Slongo)

La residencia del doctor Carlos Delcasse, en la calle Cuba 1919 del barrio de Belgrano, fue la locación principal de la película “La Casa del Ángel” de Lepoldo Torre Nilsson. De tendencias renacentistas, construida en la última década del siglo XIX bajo la dirección del arquitecto Carlos Nordmann, el conjunto principal de la misma daba a la calle Cuba y, siguiendo por Sucre, sus jardines se continuaban hasta la calle Arcos.
Contaba con veinte habitaciones, una escalera de ébano labrado y de sus paredes colgaban numerosas obras de arte que constituían la colección privada de su propietario. La planta baja, en uno de sus lados, remataba en una galería que hacía las veces de terraza para las habitaciones del primer piso. Finalmente, sobre ellas, se despegaba un solitario mirador con techo de pizarra debajo del cual, en un ángulo de la pared, se encontraba una figura alada que sugería la idea de un ángel.
El doctor Delcasse, su propietario, además de un temprano difusor de todas las actividades físicas, era un hábil practicante de la esgrima y un experto tirador por lo que disponía, allí mismo, en un sector apartado, de un polígono de tiro y salones para gimnasia. Las elites porteñas también encontraron en su residencia el espacio necesario para la realización de numerosos combates de boxeo; deporte que por entonces estaba prohibido.
Y cuenta la historia que en sus parques, al abrigo de un imponente cedro, de palmeras y magnolias, se llevaron a cabo muchos lances caballerescos.

LA PELÍCULA
La Casa del Ángel” es una obra de ruptura que se atreve a confesar su pertenencia al cine moderno y su deuda con la Nouvelle Vague francesa. Sus excesos formales, por otra parte, lucen perfectamente apropiados para mostrar una realidad deformada por el recuerdo.
De los muchos puntos de vista desde los que se la puede analizar, el tema del duelo aparece, dado que en el parque de la Casa del Ángel los hombres dirimían sus diferencias a punta de pistola, como el lugar indicado para iniciar una lectura original.
En principio, es necesario destacar que a un duelo a muerte, a ese enfrentamiento final y decisivo que clausura definitivamente a una de las partes en disputa, se arriba una vez que todos los puentes han sido destruidos; cuando los elementos opuestos, aquellos que en otra circunstancia podrían haber sido complementarios, no han encontrado la manera de conciliarse y la controversia termina, fatalmente, con la supresión de uno de ellos.
Leopoldo Torre Nilsson (según la novela homónima de Beatriz Guido), sitúa la historia en las primeras décadas del siglo XX cuando estas citas en el campo del honor, aunque ya más espaciadas para esa fecha, todavía eran moneda corriente en ciertas clases sociales.
Es probable que de la trama pueda desprenderse, además, una lectura universal de la historia humana (“La guerra es la madre de todas las cosas” consignaba Heráclito mucho antes del comienzo de la era cristiana) pero también que refiera, de manera lateral, a la historia particular del país en ese tiempo (En 1956, el año en que se filmó la obra, una de las partes activas de la vida política argentina había sido suprimida por la fuerza).
Pero la película, concretamente, habla de otras controversias además de las que se resuelven armas en mano: La puja entre lo angelical y lo diabólico, entre lo reprimido y lo liberado, entre el universo cerrado (representado por el ángel pétreo que custodia la casa) y el abierto (el crecimiento, la evolución); entre la muerte y la vida.
En la ficción, Ana (Elsa Daniel) es una chica de catorce años, de apariencia angelical, que ha sido criada según las convenciones de una familia de clase alta del barrio de Belgrano. Se debate, como otras de su edad, entre sus deseos nacientes y la rígida moral social que la conmina a reprimirlos bajo la amenaza flamígera del infierno. El dogmatismo religioso de su madre (Berta Ortegosa) y de su nana (Yordana Fain) no podrá evitar que sus ansias se corporicen en la persona del diputado Pablo Aguirre (Lautaro Murúa).
Por otra aparte, fuera de la casa, en la ciudad, el poder se mueve al ritmo del universo masculino. Es el mundo de la política (con sus honores y deshonras) y el de los permisos sexuales (con relaciones furtivas y visitas a burdeles).
Promediando la historia, Pablo Aguirre, luego de un tenso debate en el congreso, retará a duelo a otro legislador y el padre de Ana (Guillermo Battaglia) ofrecerá el parque de su residencia (la Casa del Ángel) para que el mismo se realice. Según es tradición familiar, el duelista pasará la noche previa al lance como invitado en la casona de Belgrano. Pero mientras todos duermen, antes de matar a su adversario, Pablo viola a Ana.
Finalmente, transcurridos algunos años, con la muerte de la madre, Pablo adoptará la costumbre de visitar al viudo y a su hija todos los viernes. Se verá a Ana que, como rehén de un plan indescifrable, les prepara y sirve el café (con estas imágenes comienza la película) y que luego, resignada, pidiendo permiso para retirarse, saldrá a dar una vuelta con sus amigos de siempre. Como una autómata, la infeliz regresará algunas horas más tarde a encerrarse en su cíclica rutina.
Se diría que los puentes de Ana, los que deberían haber unido de manera invisible su adolescencia con la adultez, han quedado destruidos luego de aquel suceso traumático. Y, prisionera de la casa, petrificada como una estatua, no podrá hacer otra cosa sino repetirse eternamente. Definitiva y final, de piedra, como un ángel de los deseos muertos.

EL FINAL DE “LA CASA DEL ÁNGEL”
El doctor Delcasse había muerto en 1940 y la casa continuó ocupada por su hija, la señora Carlota Delcasse de González. Las cámaras de cine ingresaron en otras oportunidades y, además de la película reseñada, se filmaron allí escenas de “Un guapo del 900” (1960) del propio Torre Nilsson y “La casa de las sombras” (1974) de Ricardo Wullicher.
Pero, luego de su venta, el destino de la casa quedó definitivamente sellado; la misma perdió el duelo contra la impetuosidad de los tiempos modernos y, sin defensa vecinal, fue demolida en 1977. Sin embargo el terreno quedó en estado de abandono por mucho tiempo dado que no se otorgaba el permiso, de acuerdo a una ordenanza municipal existente, para levantar allí el grupo de edificios que estaba proyectado.
Finalmente se erigieron tres altas torres y, en la actualidad, el sitio que ocupara la residencia Delcasse, se conoce como “Galería del Ángel”.
La escultura del ángel, al menos, consiguió salvarse de la picota. Descansa en el Museo de la Ciudad.
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Imagen: “La Casa del Ángel” en la esquina de Cuba y  Mariscal Antonio José de  Sucre, en el barrio de Belgrano, ya desaparecida.
Nota tomada del periódico barrial “Mi Belgrano” (www.mibelgrano.com.ar)