(De Marta Romero)
Boedo al igual que Almagro, Balvanera y San Cristóbal, son
los barrios menos favorecidos en “espacios verdes” de toda la Ciudad de Buenos
Aires. Tras conquistar su única plaza, Mariano Boedo recuperó otro pequeño
pedacito de verde, la Plaza “Mario Abel Amaya”, en realidad, una pequeña
plazoleta de escasos metros cuadrados en la calle Constitución entre Colombres
y Boedo; la forman los retazos del acceso a la autopista, que destrozó al
tranquilo barrio de la que yo era una antigua vecina.
A esta plazoleta la llamaron también “Plaza de los Aromas”,
porque le plantaron especies que, por su fragancia, guiaban a los ciegos que
buscaban en ella un perfumado descanso.
Por un tiempo, una vecina solidaria que vive frente al
predio aceptó abrir y cerrar la puerta de las rejas, pero luego de cansarse de
encontrar por las mañanas el espacio ocupado, los candados rotos y de recibir
insultos, abandonó la tarea.
Después de varios años de “ocupada”, y sin ciegos ni niños,
el lugar se deterioró por completo. Sin embargo, hace pocos meses fue
reabierta. La hicieron prácticamente de nuevo. Cuenta hoy con un mural, bancos
para lectura, cuidador permanente y sanitarios. La plaza lleva de nuevo el
nombre del dirigente radical asesinado en épocas de la dictadura, ha vuelto a
tener rejas y también ha vuelto a ser un espacio para mamás con niños, vecinos
que leen y algunos ciegos que por fin recuperan su escaso hábitat.
En su reinauguración las autoridades del Gobierno de la
Ciudad no mencionaron palabra alguna acerca de quién era aquel tal Amaya que le
dio el nombre a la plazoleta. Vale entonces hacer un poco de memoria y salvar
la imperdonable omisión.
Mario Abel Amaya (3 de agosto de 1935, Dolavon, Chubut - 19
de octubre de 1976, Buenos Aires) fue un abogado y político argentino, activista
en la reforma de la Universidad y miembro de la Unión Cívica Radical. Fue
detenido-desaparecido en 1976 por el V Cuerpo de Ejército con sede en Bahía
Blanca, murió como consecuencia de las torturas que padeció.
En 1973 fue elegido diputado nacional en su distrito de la
provincia de Chubut, y desempeñó el cargo hasta el golpe de Estado del 24 de
marzo de 1976. Había nacido en el Valle Inferior del Río Chubut. Sus padres
eran maestros rurales en Dolavon, y habían migrado provenientes de la provincia
de San Luis, en la década de 1920.
Cursó los estudios primarios y secundarios en Rawson. Cuando
contaba con 16 años, en las elecciones de 1951, se acercó como militante a la
Unión Cívica Radical. Realizó sus estudios terciarios en las universidades de
Córdoba y Tucumán donde mantuvo una activa militancia en el movimiento
reformista. Al recibirse de abogado se radicó en Trelew, e instaló un estudio
jurídico junto con Patricio "el Oso" Romero, un destacado dirigente
peronista.
Amaya se orientó a asesorar trabajadores y sindicatos. A
comienzos de la década del 70 comenzó a defender a presos políticos detenidos
en la cárcel de Rawson, uno de los cuales era el dirigente sindical Agustín
Tosco.
En 1972, cuando hubo una fuga de presos políticos de las
organizaciones guerrilleras Montoneros y Ejército Revolucionario del Pueblo y
gran parte de ellos quedó atrapada en el aeropuerto de Trelew, los fugados
exigieron como garantía la presencia de los abogados radicales Mario Amaya e
Hipólito Solari Yrigoyen. Pocos días después varios de los detenidos serían
asesinados en lo que se conoce como la Masacre de Trelew. Y, poco más tarde,
Amaya también fue detenido por la dictadura que gobernaba en ese momento.
Desde su origen Amaya adhirió al Movimiento de Renovación y
Cambio que lideraba Raúl Alfonsín, enfrentado a la línea conservadora que
dominaba el radicalismo, encabezada por Ricardo Balbín. En 1973 se presentó en
su provincia como candidato a diputado nacional, ganando y asumiendo el 25 de
mayo. En la Cámara de Diputados siempre alzó la voz con la pasión inusitada del
militante que tiene fe en su pueblo, en sus ideales, poniendo de manifiesto su
democracia y la honradez descarnada de su voluntad. En sus detonantes discursos
el panorama social era amplio, pródigo, como quien contempla el conjunto desde
alturas donde no es posible ver los raquíticos arbustos de la llanura.
Como diputado se distinguió en el ejercicio de su mandato
por la defensa de las libertades públicas, de las causas populares y de los
derechos humanos. Amaya concurría también incesantemente a asambleas
reivindicativas de los ideales por los que luchaba, en diversos puntos del
país. Como resultado de sus luchas comenzó a figurar en las listas negras de la
intolerancia, que los propios servicios de informaciones y sus grupos
terroristas anexos, como la Triple A hacían públicas con fines de intimidación.
Amaya fue
secuestrado el 17 de agosto de 1976, por
orden del general Acdel Vilas, subcomandante de la 5ta. Región militar. Simultáneamente,
en Puerto Madryn, casi al mismo tiempo secuestraron también al senador radical
Hipólito Solari Yrigoyen. Ambos fueron trasladados en avión militar a la Base
Aeronaval de Bahía Blanca y de allí al centro clandestino de detención La
Escuelita, que funcionaba en el Regimiento 181 de Comunicaciones. Los dos
permanecieron desaparecidos hasta el 31 de agosto, cuando la presión nacional e
internacional por sus vidas obligó a los captores a liberarlos en Viedma, tras
simular un rapto realizado por alguna organización guerrillera. "Se nos
arrojó con violencia del vehículo en que veníamos atados, amordazados y
encapuchados, a una zanja lateral al camino", relata Solari Yrigoyen.
En ese estado los encuentra la policía que, sin embargo,
volvió a detener a estos parlamentarios, quienes fueron devueltos a Bahía
Blanca, llevados a la cárcel de Villa Floresta primero y a la de Rawson
después, el 11 de septiembre.
Las torturas sufridas por Amaya y el retiro de los
medicamentos y el inhalador (ya que era
asmático), lo llevarían a la muerte,
Solari Yrigoyen recuerda ese momento con estas palabras: “Si bien estábamos
todos incomunicados en el Pabellón 8 de Rawson, con la intención de que no
trascendieran al exterior los tormentos recibidos, tuve ocasión de ver a Amaya
por última vez en el baño, tenía la cabeza partida, estaba morado por los
golpes y hablaba con dificultad. Alcanzó a decirme: ‘Estoy muy mal’”.
Ante la gravedad de su estado, internaron a Amaya en el
hospital de la cárcel de Villa Devoto, en Buenos Aires, donde murió el 19 de
octubre de 1976, a los 41 años. La dictadura no permitió que el dirigente fuera
velado en la Casa Radical. Su entierro se realizó en Trelew, en pleno apogeo
del terrorismo de estado que impuso el Proceso de Reorganización Nacional.
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Imagen: La plaza “Mario Abel Amaya”.
Nota e ilustración tomadas del periódico barrial “Primera Página”.