11 jun 2015

Boedo: los mitos heredados y los construidos



(De Haydée Chiocchio y Liliana Zuntini)

Este abordaje forma parte de un proyecto más amplio titulado Boedo en la mira, destinado a desentrañar las características del barrio (parte junto con el barrio de Almagro, de la Comuna 5 de la ciudad de Buenos Aires, en Argentina) que pone el acento en la oferta cultural así como en el consumo cultural que han realizado y realizan los habitantes del barrio y extrabarriales, en tanto Boedo funciona como polo de atracción en la ciudad.

               
A LA BÚSQUEDA DEL MITO Y LOS IMAGINARIOS
En la búsqueda de material para lograr nuestro objetivo, nos propusimos por un lado detectar las expresiones culturales y su patrimonio simbólico en el barrio.
Para esto, además de la profusa información histórica que ya teníamos, acudimos a distintas fuentes. Una de ellas fue consultar información en los periódicos barriales, en folletos y volantes de la oferta cultural en lugares públicos; en la Radio Abierta que se
emite casi todos los sábados a las 11hs, en la emblemática esquina de Boedo y la cortada San Ignacio y, además, en la Mesa de Publicaciones que funciona en el mismo horario, en la vereda del café “Margot”.
Otro reservorio fueron los Fundamentos de creación de algunas de las numerosas entidades que conforman la Red de Cultura de Boedo, que está formada por más de cincuenta asociaciones y lleva más de cinco años de existencia. Asimismo consultamos
la ponencia que, sobre la misma, se presentara con éxito en el II Congreso Argentino de Cultura realizado en la ciudad de Tucumán (provincia homónima, Argentina) en 2008.
Por último en la mención, pero central en la búsqueda, se acudió a la historia oral para rescatar vivencias de algunos protagonistas de la movida del barrio, que son participantes en la Red de Cultura.
Así mismo para ampliar opiniones, se consultaron los resultados de una encuesta sobre preferencias y consumo cultural.
Intentamos una triangulación entre abordajes cualitativos y cuantitativos y usamos observación participante en tanto asistimos y participamos personalmente del ajetreo barrial.
En esta ocasión pretendemos observar: qué mitos heredó el barrio y cuáles se construyeron o se están construyendo respecto de este espacio, que constituyen su patrimonio cultural.
Hablamos de mitos en el sentido de “representación deformada o idealizada de algo o alguien que se forma en la conciencia colectiva”. (Diccionario del uso del español, de María Moliner). Con un enfoque sociológico deberíamos decir “imaginario”.
Nos dice Colombo (1993:23) que en lo social, el imaginario es “creación incesante y esencialmente indeterminada (social-histórica y psíquica) de figuras/formas/imágenes, y sólo a partir de éstas puede tratarse de 'algo'. Lo que llamamos 'realidad' y
'racionalidad' son obras de esta creación".
Bronislaw Baczko sostiene que: “A lo largo de la historia, las sociedades se entregan a una invención permanente de sus propias representaciones globales…”
“Estas representaciones de la realidad social (y no simples reflejos de éstas),inventadas y elaboradas con materiales tomados del caudal simbólico, tienen una realidad específica que reside en su misma existencia, en su impacto variable sobre las mentalidades y los comportamientos colectivos, en las múltiples funciones que ejercen en la vida social” (1999: 8).
Más adelante afirma que respecto de los imaginarios existen dos polos: “por un lado las utopías, por el otro las memorias colectivas; en la realidad histórica casi siempre una completa y alimenta a la otra”.
Adentrándonos en nuestra ciudad, podemos afirmar que no caben dudas que los porteños aman a Buenos Aires, sometiéndola, además, a cuanta operación de memoria y utopías se les ocurren. Se ha dicho que pocas ciudades en el mundo han sido objeto de
tantos poemas y canciones, entre ellos por supuesto: el tango.
Y otro tanto pasa con la mayoría de sus barrios.
Los bares y los cafés fueron y son una institución ciudadana y cada barrio se ufana de tener los suyos.
Todo movimiento artístico o grupo de intelectuales tuvo su preferido o su sede en alguno de ellos. Por ejemplo Quinquela Martín, el pintor del puerto de La Boca, fue el inspirador de una peña de artistas y escritores que tenía su sede en los sótanos del café “Tortoni” de la Avenida de Mayo. Borges solía reunirse en la confitería “Richmond” con su grupo literario de Florida. En los 70, jóvenes intelectuales o activistas se reunían en “La Paz” de la calle Corrientes. Y en el Boedo de los años 30, la confitería “Biarritz” fue el espacio de la peña Pacha-Camac, creada por González Castillo.
Vamos a reseñar brevemente los mitos fundadores del barrio de Boedo.
Boedo como barrio es relativamente moderno ya que surgió jurídicamente en 1972, sin embargo en el imaginario, la calle que le dio el nombre (alude a un jurisconsulto salteño que adhirió a la causa de la independencia argentina), y que es de larga data (1882) creó pertenencia. Así en cronistas y escritores aparecen referencias como ‘nací’ o ‘me crié en Boedo’ y en realidad, se referían a zonas aledañas. Tal vez porque la calle reunía locales comerciales y fondas en un barrio de los suburbios habitado por obreros e inmigrantes que buscaban tierras baratas o inquilinatos más accesibles.
Hay estudios que adjudican un papel identitario barrial a manifestaciones literarias, a grupos artísticos, así como al club de fútbol vecino, además de las marcas que en las experiencias individuales y afectivas imprimen el hogar, los parientes, la cuadra, los amigos y los momentos compartidos.
Para indagar sobre las representaciones de quienes, siendo participantes de esta movida están acostumbrados a reflexionar sobre estas cuestiones, que además forman parte de sus inquietudes y de su quehacer, decidimos entrevistarlos y, junto con algunos datos filiatorios o de profesión, les formulamos tres preguntas:  1) ¿Qué imaginario histórico del barrio de Boedo, cree que se ha mantenido o ha inspirado algunas acciones que se han realizado en el presente? 2) ¿Qué efecto, supone Ud. producen en el imaginario actual sobre el barrio, las acciones que se vienen realizando en este siglo? 3) ¿Qué aportes destacaría de los objetivos y realizaciones, de sus respectivas entidades de pertenencia?

RESCATE DE IDEAS FUERZA SOBRE LA TRADICIÓN DEL BARRIO.
Diego Ruiz (museólogo, 56 años. Miembro de Baires Popular) nos dice que el imaginario local tiene dos vertientes: una popular y otra intelectual. La primera está teñida por la pertenencia al club San Lorenzo cuya fundación data de más de cien años atravesando varias generaciones, y “en su origen contiene un elemento arquetípico muy propio de los mitos, la figura del ‘benefactor’ en la persona de Lorenzo Massa, un curita que encauza a la niñez de un barrio entonces proletario a través de la enseñanza y el deporte, alejándola de las tentaciones de la ‘mala vida’”.
Mito que será reforzado “a través de un medio a la vez intelectual y popular como es el cine, con la película ‘El cura Lorenzo’ (Augusto César Vatteone, 1954)”.
Por otro lado en la década de 20 surge el Grupo de Boedo, al que pertenecieron numerosos intelectuales de distintas ramas del quehacer artístico, nucleados en la editorial Claridad, radicada en el barrio. Fue un movimiento cultural de vanguardia abiertamente enrolado en la izquierda que, según opina Ruiz no eran habitués de peñas ni de despachos de bebidas, acordes con las posturas de sus filiación política.
¿Cómo se trasforma en mito fundacional boedense un grupo que sólo duró cuatro años, que sólo uno y medio estuvo radicado en Boedo y cuyos integrantes no eran del barrio ni paraban en él?
Ruiz sostiene que la reivindicación del Grupo de Boedo tiene su origen en la década de 1950, “en la nueva crítica nucleada en la revista ‘Contorno’ de los hermanos Viñas y en otros referentes académicos. A partir de ese momento tomó vuelo y generó muchísimas páginas la ‘polémica Florida-Boedo’, delimitando posiciones políticas en ese momento histórico a través de una clara apropiación simbólica”.
El tercer elemento, es la Peña Pacha-Camac fundada por José González Castillo en 1932 y que extendió su vida, con altibajos, hasta la década de 1950. A diferencia del Grupo Boedo, la Peña (como la otra creación de González Castillo, la Universidad Popular de Boedo) no pretendía ser un grupo de vanguardia. “Era una institución barrial integrada por gente del barrio y su misión estaba centrada en lo que hoy llamaríamos ‘educación permanente’ y que era, con otros términos, uno de los pilares del pensamiento anarco comunista (como lo era González Castillo y muchos de sus seguidores)”.
Por otro lado nuestro entrevistado considera que una de las causas identificables de que estos dos movimientos de sesgo “intelectual” se hayan incorporado al imaginario barrial ha sido la actividad durante más de veinte años de la Junta de Estudios Históricos local,
especialmente en el caso de la Peña, ya que el Grupo de Boedo ha merecido la atención que le brindó el campo intelectual en general. Por último considera que la generación poética vinculada al tango, de los años 40, habría creado una mitología de los barrios del sur.

Virginia Ameztoy (socióloga, 62 años. Pertenece a Comisión Todos por la Plaza y otras) también está de acuerdo con el peso de las instituciones mencionadas: los Artistas del Pueblo, la Peña PachaCamac, la literatura social agregando que “los habitantes del
barrio – en su mayoría–- adhieren a un pasado de luchas”.

Mario Bellocchio (editor barrial del periódico “Desde Boedo”, y otras asociaciones. 70 años) afirma que “las raíces culturales de este barrio están firmemente consustanciadas con toda acción colectiva de carácter barrial….Se incorporan a aquel sentimiento solidario del proletariado de nuestro ayer”.

Leonardo Busquet (autor, periodista y locutor. 54 años) se refiere el recuerdo de los memoriosos que aún quedan, aunque advierte que el imaginario popular es “aquello que sucedió y lo que nosotros creemos que sucedió”, valorando los importantes cambios que
las ricas experiencias actuales han producido en Boedo.

Ildefonso Pereyra (pertenece a varias asociaciones. Es el creador de la Unión de Orquestas Típicas- UOT) dice que Boedo se fue construyendo en el imaginario barrial a partir de los primeros años del siglo XX, y considera que pudo resistir los embates del
autoritarismo. “Es la imagen de un emprendedor cultural, de un socialista tradicional, de una persona luchadora y difícil de convencer con argumentos banales. Sin dudas pareciera que el terreno simbólico convertido en tradición obliga o empuja a los que trabajamos en este presente”.

Josefina C. (docente, 61 años, pertenece a varias instituciones) sugiere que lo más importante de la transmisión del pasado de Boedo, no son los acontecimientos sino la pasión y la convicción de que es posible realizar acciones culturales transformadoras en
el barrio. Esto hace pensar sobre las responsabilidades de los adultos respecto de las generaciones jóvenes, tal como decía Hannah Arendt.

RESPECTO DE LOS APORTES DE LA MOVIDA CULTURAL ACTUAL EN EL IMAGINARIO
Ameztoy considera que en los últimos años la constitución de la Red de Cultura de Boedo ha dado un notable impulso a las actividades barriales. “De aquí surge la Comisión Todos por la Plaza de Boedo que ha luchado hasta conseguir el por tantos
años esperado espacio verde para el barrio”, y que impulsa además “el proyecto Ecomuseo participativo barrial, un espacio para la interrelación vecinal, la comunicación social y la memoria, entendida esta última como conjunción de pasado,
presente y futuro.
Bellocchio dice que las acciones institucionales contemporáneas realimentan el impulso solidario, acrecientan la participación vecinal y son un ariete en la lucha contra el individualismo, cabeza de playa del desembarco neoliberal”.
En la ponencia presentada (Ferrentino, 2008) se definía el proceso que llevó a la creación y desarrollo de la Red de Cultura del Barrio de Boedo, como el paso de la “Colección al colectivo”, en tanto de los deseos caóticos de muchas agrupaciones con distintos objetivos y tendencias, se ha logrado un funcionamiento armonioso y
muchísimas manifestaciones culturales y de intervención barrial como la obtención de una plaza y la instalación de la Semana barrial.
Josefina nos habla de los riesgos que hoy corren los jóvenes tanto por la influencia negativa de antivalores que los rodean, como por los vaticinios que les auguran que por primera vez van a tener enfermedades que no heredaron, que son nuevas, producidas
por el mal trato del medio ambiente. “En ese contexto de maltrato que los grupos culturales vayan a dejar algo que pueda repercutir en ellos de manera favorable, no es poca cosa”. Consideramos que retomando la herencia de los antepasados culturales, fomentar acciones conjuntas, solidarias, de cooperación que se muestren eficientes para logros en pos del bien común”, es la mejor tradición que podemos dejar.
“Acá las organizaciones no esperaron del gobierno e incluso lo superaron, autogestionan acciones a rescatar la identidad y bienes de la cultural barrial”. Y se constituyen en organizaciones barriales con identidad propia: deportivas, musicales, de y para distintas franjas etarias.
Por ejemplo, comenta, Baires Popular intenta cubrir distintos aspectos de la cultura: literatura, plástica, música. Otros, dice, “toman específicamente la música ciudadana con orquestas juveniles y además de nuclear conjuntos noveles de gran calidad promueven espacios de participación comunitaria en el territorio barrial, como bailes callejeros, mateadas”.
Asimismo consultamos los Manifiestos fundacionales de muchas de las instituciones que conforman la Red. Sólo para mencionar unas pocas: Baires Populares un grupo cultural que reúne varias asociaciones […] y a un conjunto de mujeres y hombres de diversos campos de la cultura […] Intentamos revivir con nuevas propuestas la mística de otros tiempos […] en un esfuerzo común para revitalizar lo mejor de nuestra cultura popular y rescatar la memoria social. ‘Juntos por la identidad’ es nuestro lema porque nada de lo que aquí y ahora ocurre, por pequeño que parezca, nos es ajeno”.
Todos por la Plaza […] serán sus propósitos, sin fines de lucro: Propiciar, defender y motivar la concreción de la obra de la Plaza de Boedo […]. difundir y preservar el patrimonio cultural tangible e intangible de la futura Plaza de Boedo y su zona circundante […] Desarrollar acciones de difusión de derechos. Promover la
solidaridad, el respeto, los valores y los Derechos Humanos.
Carlos Caffarena es curador de las muestras pictóricas que se rotan en cuatro ‘cafés notables’ de Buenos Aires y pertenece a Baires Popular. En ocasión de la inauguración de una de las muestras, en el Café “Margot”, fundamentó el propósito de las mismas en la difusión del arte diciendo: “Normalmente en casi todos los países, pero especialmente en Buenos Aires, el que quiere ver algo interesante en artes plásticas, tiene que dirigirse a un museo, a una galería de arte o a una casa particular. [Sin embargo] son pocos los que tienen la posibilidad de frecuentarlos, a menos que rompan la barrera arquitectónica que significa la puerta del museo. Y también para ofrecer lugares para exponer.
Por otro lado nos interesó tener un panorama más amplio de las opiniones de los vecinos y acudimos a encuestas para lograr un mayor alcance en la comunidad.
Para esto acudimos a las encuestas (constituyen una primera muestra piloto exploratoria que tendrán una frecuencia anual) que realizó la socióloga Virginia Ameztoyinspiradora del Ecomuseo, que es uno de los proyectos que se desarrollan dentro de la
Comisión cultural ambiental Todos por la Plaza de Boedo.
Se decidió realizar un sondeo entre público asistente a diversas actividades del barrio y se puso énfasis en conocer el tipo de público y en averiguar su opinión acerca de la oferta cultural y del proyecto Ecomuseo participativo barrial.
La recolección de datos se realizó mediante cuestionarios (más de 300) autoadministrados en diez diferentes instituciones sociales y culturales del barrio.
En la Muestra Piloto Ecomuseo participativo barrial, los resultados de la variable pertenencia barrial fueron los siguientes: los primeros puestos fueron: 24% para los que viven hace más de diez años y 22% para los que nacieron y siguen viviendo en el barrio,
pero sorprendió que la categoría no vive en Boedo pero asiste a actividades culturales obtuvo el 20%, lo que parecería indicar el interés cultural que despierta Boedo. El estudio arrojó un resultado muy satisfactorio en cuanto al interés demostrado hacia el
proyecto Ecomuseo. Las opiniones y sugerencias ofrecen un interesante material para tener en cuenta respecto a las actividades a realizarse en ese espacio. Si bien las opciones (se podía elegir más de una) más señaladas fueron teatro (61%), espectáculos musicales (59.6%) y cine (55%) todas las categorías fueron muy votadas con
variaciones según los grupos etarios. Pero sobre todo por la participación y seriedad con que fue respondido el cuestionario y
por las excelentes sugerencias y opiniones del público. Como cierre mencionamos dos de ellas: Que los vecinos se conozcan y autodescubran sus posibilidades creativas. (Mujer, 77 años). La democracia debe nacer en comunidades vecinales para poder crecer y ser auténtica. (Varón, 80 años).
Para cerrar esta exposición vamos a referir una experiencia que es casi un experimento de laboratorio. Las construcciones simbólicas y el espacio-temporal suelen entrecruzarse; y en este caso resultaron inspiradores.
El dueño del Café “Margot” del barrio de Boedo, que es uno de los ‘cafés notables’ de Buenos Aires, le había colocado ese nombre que tenía ciertas resonancias de cocotte tangueras y porteñas, pero no habiendo una Margot histórica, una de las asociaciones de la Red –Baires Popular– cuyo reducto habitual es ese bar, y unos de sus objetivos promover y democratizar actividades artísticas, se propuso, dar una vuelta de tuerca, y a través de diversas acciones forzar una construcción simbólica, “la creación mítica de Margot”.
Para esto se realizó un concurso literario con esa propuesta, donde se recibieron más de 150 trabajos. La asociación, que además tiene una Mesa de Publicaciones instalada en la vereda del café mencionado los sábados al mediodía, se encargó de editar los tres primeros premios. Para reforzar la ‘presencia de Margot’, en el interior se expone un transparente con un dibujo de su supuesta imagen y tres objetos: una boina a la francesa, un guante de cabritilla blanca y un cuellito de guipiur. Hobsbawn y Giddens, estarían contentos de esta invención plenamente intencional de
“una tradición”.

CONCLUSIONES
Así pues, como decíamos al principio, el imaginario popular ha efectuado una apropiación simbólica de elementos de su pasado barrial en un proceso de resignificación que no ha concluido, sino que se reelabora permanentemente. Y creemos que este importante patrimonio simbólico es una de las causales de que exista en la
actualidad, en Boedo, un movimiento cultural polifacético como no existe en otros barrios.
Aclaremos que es una de las causas, que siempre son múltiples y complejas. Barrios con situaciones parecidas no tuvieron la misma evolución; La Boca tiene un pasado y una tradición política y cultural quizás más vastos que los de Boedo, pero su actual
movimiento cultural está atomizado en una serie de beneméritas instituciones (algunas más que centenarias) que intentan actualmente aunar esfuerzos para llegar masivamente a los vecinos. Pero, dice Diego Ruiz, la Boca sufrió un proceso de cambio en su
composición demográfica a partir de la década de 1960, así como de retroceso económico a partir de la desactivación del Riachuelo como puerto auxiliar que la ha llevado a constituir una zona de gravísimo riesgo social, lo que no ocurrió con Boedo, que sigue siendo un barrio de clase media y con un índice bastante alto de población longeva que conserva memorias y tradiciones de ese pasado mítico.
Si coincidimos con Certeau en que “en el decir se construye”, la creación artística, el cine y las producciones literarias posteriores a los fenómenos históricos, reforzaron sensiblemente el imaginario social, como ya se ha dicho.
Asimismo como dicen Peter Berger y Thomas Luckmann (1989:84) la realidad del mundo social adquiere mayor masividad en el curso de su transmisión. Sin embargo,esta realidad es histórica y las nuevas generaciones la reciben como tradición, más que como recuerdo biográfico.
“Dios los cría y el viento los amontona”, reza un viejo refrán. Y lo que parece común a todas las asociaciones actuales es la convicción de que si fue posible en otra época, es posible hoy. 
Un barrio moviéndose no deja indiferente a nadie. Esa situación se puede comunicar al resto de la ciudad, incluso a gobiernos, que no propiciarían este tipo de acciones, pero que terminan queriendo ser parte de esa movida, en tanto perciben y descubren las ventajas para la promoción del barrio y del turismo, aún sabiendo que no cuentan con muchos votos entre los vecinos.
Lo que uno cree en su fuero interno, es el imaginario de muchos que hoy son actores o sujetos de acciones que aún perciben el espacio como manteniendo viva la impronta de los tiempos de oro. En los tiempos de oro: ¿todo era oro? ¿La mayoría de sus habitantes participaban de esas glorias o fueron grupos reducidos y en tiempos acotados, los que nos trasmitieron su pasión?
Sea una u otra la respuesta, el imaginario social fue tan fuerte que hizo que los actores actuales se propongan abordar y redoblar la apuesta. Hoy los derechos se han ampliado, estás más claros o asumidos en la conciencia de mucha gente, por lo cual sería impensable que no se intentara incluirlos en los proyectos de las organizaciones y los gobiernos. Es el caso, por ejemplo, de franjas etarias como la niñez y la vejez que estaban diluidas en el paisaje de la familia y lo social sin considerar que son sujetos de derechos particulares o propios o de la consideración de minorías o sectores
subalternos.
Para valorar plenamente el efecto ‘sanador’ de la movida cultural, producto de las diversas asociaciones que hoy forman parte de la Red hay que recordar que comenzó en un momento sumamente crítico: la crisis económica del año 2001 que atravesó el
continente pero que produjo un incendio social en Buenos Aires. Fue la época de los ‘cacerolazos’ y el ‘que se vayan todos’ en referencia a los representantes políticos, los golpes en las vidriera de los bancos que tuvieron que rodearse de paredes de metal para
protegerse de la furia de quienes quedaron atrapados en el ‘corralito’ que les impedía usar sus propios ahorros. También en otros barrios aparecieron asociaciones autoconvocadas, pero casi ninguna logró sortear los sectarismos o pudo alcanzar consensos como ocurrió en Boedo, en donde la participación se amplió con decenas de instituciones barriales públicas y privadas ligadas a la actividad social, cultural, deportiva, artística: clubes barriales, centros culturales, escuelas de enseñanza de artes, asambleas vecinales, bibliotecas, centros de jubilados, asociaciones de historiadores, asociaciones de músicos, grupos de teatro comunitarios, formaciones musicales, grupos de ballet, artesanos, artistas plásticos, teatros, periódicos barriales, cafés culturales, comedores comunitarios, grupos de asistencia social, etc. Dice Claudia Ferrentino: “Como puede suponerse, se constituyó un espacio muy amplio, marcadamente variado, bastante heterogéneo, notablemente diverso, absolutamente inédito a nivel local y, fundamentalmente, incomparable con cualquier otra experiencia similar”.
Dos logros de intervención barrial: la Plaza para Boedo, único barrio en Buenos Aires que no tiene ninguna, y la instalación y celebración de la Semana de Boedo, plena de festejos y ofertas culturales, son algunos de los resultados palpables de la fecundidad de la cooperación.
Pareciera rondar alguna profecía autocumplida, un intento de crear un Pigmalión colectivo con la convicción de que es posible revivir el viejo imaginario que poetas, artistas y escritores crearon, en el sentido de que este espacio era y es, privilegiado, para trasmitir esos valores de solidaridad, cooperación y desarrollo cultural.
Siendo nuestras reflexiones más intuiciones que certezas, nos hemos propuesto plantear a la comunidad una serie de interrogantes, más que respuestas.
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Imagen: Esquina de las avenidas Boedo e Independencia -entrada al barrio de Boedo- a comienzos de la década del 60 del siglo XX.