La cosa surgió en lo de “Poroto” Botana, con quien alguna
vez compartí una original clase de pintura dada por Joaquín Gómez Bas. Fue en
su domicilio de la calle Viamonte, al que concurrí el 14 de noviembre de 1976,
con motivo de su cumpleaños. Lo hice en compañía de José Barcia, Diego Lucero y
el Dr. Luis Adolfo Sierra.
Durante la sobremesa, el dueño de casa nos refirió la
siguiente anécdota, de la que fue protagonista y que, poco después, incluyó en
sus “Memorias”, a las que tituló “Tras los dientes del perro”:
-Fue en el velatorio de Nicolás Olivari. –Nos dijo.
-Como Petit de Murat desbordara tristeza me indigné y le
enrostré cómo siendo tan católico lloraba ante ese accidente venturoso.
Entonces se nos acercó un caballero muy esmirriado, con muy teñido y ralo pelo
pegado sobre el cráneo en un patético intento de ocultarlo.
-Me tomó del brazo y, confidencialmente, me dijo:
“Usted tiene razón. La muerte no existe y bien lo puedo
atestiguar porque soy espiritista.”
“Esta noche en la mesa de tres patas llamaré a don Nicolás.
Y vendrá, seguro que vendrá, pues siempre ha sido tan humilde, tan sencillo que
no va a negarse a hablarme. No como esos hijos de puta a quienes se les sube la
muerte a la cabeza y no contestan.”
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Imagen: El poeta Nicolás Olivari.