(De Jorge A. Bossio)
A principios del siglo XX, cuando la ciudad extendía sus límites geográficos ganándole yuyos a la pampa, las pulperías ya habían perdido su formalidad campera. El almacén le sucedía en las esquinas de Buenos Aires, donde los payadores acodaban sus ilusiones en el “estaño”. Otras figuras y otros instrumentos alternaban con los antiguos troveros criollos. Bandoneón, guitarra y flauta acompasaban nuevos sones y otros músicos, cuyas venas sentían la fuerza del cruzamiento sanguíneo de criollos y gringos.
De estas circunstancias, el “Almacén Suizo” fue testigo por el año 1908 de la actuación de un trío famoso en el suburbio: el del “Pibe” Ernesto.
Se sucedían los días de 1908, año en que la colectividad italiana se horrorizaba con los violentos terremotos que asolaban a Sicilia; entonces, cuando el “Almacén Suizo” se enseñoreaba en la esquina de Corrientes y Pueyrredón, un dúo se floreaba en las noches con las picarescas notas musicales del tango; Ernesto Poncio y el cieguito Aspiazu, con bandoneón y guitarra, atraían a los muchachos porteños, que entre copa y copa olvidaban la tragedia que enlutaba a los italianos. La fuerte personalidad del “Pibe” Ernesto, siempre dispuesto a cualquier guapeza, nos dejó, con su actuación en el “Almacén Suizo”, el tema para proyectar en esta nota la figura de este almacén que por rara coincidencia se convertía en un baluarte del avance del tango en su asalto al centro.
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Imagen: La esquina de Corrientes y Sud América (hoy Pueyrredón), circa 1900. ( Foto tomada desde esta última avenida hacia el sur).