(De Mario Sabugo)
Dice Evaristo Carriego: … “ando con un entripao,/ que de continuar palpito/ que he de seguir derechito/ camino de Triunvirato”. Por allí, se va rumbo a la Chacarita, por penas de amor, como teme Carriego o por causa de un entrevero, como relata Borges: “…en cada esquina/ lo anda acechando el mal rato./ Un balazó lo tumbó/ en Thames y Triunvirato;/ se mudó a un barrio vecino:/ el de la 'quinta del ñato’…”. Y así como van al encuentro de sus ocasos el pesaroso de amor y el compadrito, puede “tomárselas” todo un barrio “finado”, como el Villa Crespo pasado que llora Vacarezza: “…viniste, al fin, a caer,/ y tu lontano retrato,/ se fuga por Triunvirato/ para nunca más volver!”.
En el antiguo Boulevard Corrientes, luego Triunvirato, y de nuevo –por fin– Corrientes, se extiende el Mito de un Camino terrible, aludido en poemas, milongas y sainetes como los citados; mito que compone el aspecto funerario del amasijo ambiguo y delirante de las creencias porteñas. El oído ultrasensible de los artistas populares “pesca” historias y redondea en mensajes verdaderamente monumentales, que nos legan bases contundentes y definitivas para un urbanismo mitológico.
Ahora bien, en la mitología tradicional, el Oriente (cuna del sol) es favorable y vital, mientras que el Occidente (tumba del sol) es desfavorable y mortal… hablando en plata, el Oeste es “mufa”. Todo decumano corriendo de este a oeste, va –por lo tanto– de la “buena” a la “mala”. Los antiguos romanos “arrugaban”, sin más, frente a la mufa occidental, y por eso muchos campamentos de las legiones tenían anulados el medio decumano oeste y la puerta respectiva en la muralla, dejando el trazado típico –en forma de cruz– para pasar a un trazado en forma de “T” (por ejemplo, de Timgad, en el norte africano).
En ese sentido, es lógico que en una esquina cualquiera de la urbe (que siendo una, son cuatro, al estilo del misterio Trinitario) habrá mala para en las dos occidentales y buenas ondas en las dos orientales, asunto que –curiosamente– no figura para nada en los manuales de tasaciones urbanas.
Volviendo –entonces– a nuestro decumano Corrientes-Triunvirato, no se trata, en absoluto, de una “casualidad” que su extremo nefasto y occidental culmine en la Chacarita. Menos aún siendo una vía plagada de simbolismos, nocturnidad y filosofía: tampoco es “coincidencia” que tenga, en todo su trayecto, otro nivel “misterioso” con su subte, que este subte tenga trece estaciones (1) (como el Martes que te dije, los comensales de la Última Cena y los partidos del Prode), que la vía parta desde la ribera con la advocación de la Luna (bajo la forma de “Park”), la que personifica el agua y el cambio, y ni siquiera que intente balancear la tendencia fatídica (del este al oeste) poniendo su mano única en sentido contrario.
En estos términos, en fin, está trazado el trauma original y cosmológico de la ciudad porteña, con su esperanza puesta en el Río y su temor puesto en la Pampa, trauma perfectamente alineado en la dirección decumánica de Corrientes y del Camino de Triunvirato.
P.D.: En la excelente “Buenos Aires nos cuenta” número 7, se encuentra otra versión, ésta debida a la pluma de Héctor Gagliardi; y que culmina el retrato de Corrientes de este modo: “Sos hija del Luna Park/ con avenida Madero./ Te canto porque te quiero/ Banderín de mi ciudad./ Si tu punto terminal/ es el mío…Chacarita…/ Donde un coro de floristas/ Nos cantan el funeral…!”.
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(1) Al momento de publicarse este trabajo, ése era el número de estaciones de la línea “B”, habiéndose alargado su recorrido al presente y contando con más estaciones. Sin embargo, a los fines de la nota nada ha variado, pues la estación Federico Lacroze , frente al cementerio de la Chacarita, sigue –y seguirá siendo– la número 13 (Nota de la redacción).
Imagen: Dibujo de Horacio Spinetto que ilustra la presente nota en el libro “La ciudad y sus sitios”, Bs. As. 1987, de donde se ha tomado este trabajo.