(De Jorge Alberto Bossio)
Cuando Palermo no era la barriada aristocrática, sino el refugio de malandrinos, malevos y atorrrantes, el café “La Paloma” era un baluarte reo ubicado en la esquina de avenida Santa Fe y Juan B. Justo.
Su nombre lo debe –sostiene Enrique Cadícamo– a una moza que aleteaba en el café, que atormentaba a todos los malevos que concurrían al bar más para ver a la moza que por el café en sí.
Recordando los tiempos en que Juan Maglio (Pacho) era señor de “La Paloma”, transcribimos estos versos de Cadícamo: “Y baja a tomar la copa/ con viejos amigos, fieles/ del tiempo cuando tocaba/ allá, frente a los cuarteles./ Ahí comenzó el año nuevo/ con Luciano y con Pepino/ a darle al tango el aroma./ Era un café muy cabrero/ con un clima pendenciero/ y llamado La Paloma”.
Sobre el ambiente de “La Paloma”, me refería Francisco I. Romay que durante 1911, durante el cual fue jefe de la seccional, en más de una oportunidad debió intervenir en forma violenta para reprimir al sabalaje; a veces –recordaba Romay–, debió entrar a la fuerza en el local, montado a caballo, con el imaginable desbande de los parroquianos.
Muchos de los poetas de Buenos Aires han registrado en sus versos al viejo Café “La Paloma”, como José Portogalo:“En La Paloma dije tus mejores versos/ desde un palquito en alto que llegaba hasta el cielo” (1).
En la época en que Pacho llegó una tarde al café, el propietario era el señor Domínguez; por entonces parece ser que las ratas circulaban con toda libertad por el local, pasando por entre las piernas de los músicos. En reiteradas oportunidades Pacho le reclamó a Domínguez que las combatiera, para lograr la tranquilidad no sólo de los músicos sin también de los parroquianos.
Quien frecuentó “La Paloma” por ser amigo fiel de Pacho, fue el poeta Félix Lima. Tampoco fue ajeno a las reuniones del café palermitano, el payador Juan Agapito Martínez –conocido por Campoamores– , cuya excelente voz acompañó las veladas nocturnas de principios de siglo (2).
Lo que resta del viejo café “La Paloma” es tan sólo el espíritu de la barriada del puente del ferrocarril Pacífico. El local ha sido remozado hasta convertirlo en una rutilante pizzería, denominada “Nápoles” (3).
El cambio de denominación ocasionó a los actuales propietarios (4) ciertos inconvenientes con las gentes del barrio que se resistieron a verlo transformado en una pizzería; pero el progreso tiene sus leyes y los nuevos dueños hicieron caso omiso del requerimiento de los admiradores de “La Paloma”; nos relataba uno de ellos que en la actualidad (5) están arrepentidos del cambio; pero como reciprocidad mantienen inmarcesible la vieja placa (6) del café “La Paloma”; y las gentes del barrio, un poco tristes, se conformaron pero llegaron a llamar a la moderna pizzería La Paloma Herida, por haber dejado de ser el viejo café.
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(1) Letras para Juan Tango, pág. 32, Ediciones Las Esquina, Bs. As., 1958.
(2) Se refiere al siglo XIX.
(3) Ya también desaparecida. En la actualidad hay un moderno edificio donde se ha instalado una pinturería.
(4) El autor se refiere a los de la pizzería “Nápoles”.
(5) Se refiere a cuando escribió este trabajo (circa 1965).
(6) La placa conmemorativa, que al día de hoy ha desaparecido. (Ésta., como las anteriores son N. de la R.)
Tomado del libro Los cafés de Buenos Aires, Schapire, Bs. As., 1968.
Imagen: El Café "La Paloma" en una foto de 1959. (Del archivo fotográfico de León Tenembaum).