Según el Nuevo Diccionario Lunfardo de José Gobello, un careta es un desfachatado (“Es de los caretas el tipo más puro”: Carlos de la Púa, La crencha engrasada).
Oscar Conde, a su vez, dice en su diccionario que caretear es ser un careta, un desfachatado. También da otras acepciones como la de actuar con falsedad, hipócritamente, representando lo que uno no es; intentar atraer la atención de otros hacia sí y finalmente aparecer o mostrarse en los medios de comunicación. Con respeto al careta Conde dice que es el atrevido, descarado y caradura; o la persona que no consume drogas o el falto que representa lo que no es.
Desde mi punto de vista caretear significa fingir capacidad de consumo, concurriendo a lugares caros.
En la década de 1970, casi a los finales, aparecieron los chetos. Estos eran jóvenes de clase media alta acomodada que solían frecuentar los boliches de San Isidro, Recoleta y Belgrano. Se diferenciaban de los otros jóvenes en que consumían música importada, vestían ropa de marca y bailaban en discotecas de última generación. Solían manejar los automóviles de sus padres, que generalmente eran importados. Tomaban whisky y fumaban cigarrillos, importados también. Además tenían un código muy especial para expresarse y utilizaban un tonito canchero cuando remataban cualquier frase con la muletilla: ¿viste?
Para los jóvenes de clase media y de clase baja ellos eran los caretas que se mostraban en lugares caros, que no habían logrado por sus propios medios; eran los nenes y las nenas de papá que se exhibían los fines de semana.
Los roqueros no escuchaban música importada sino el rock argentino, fumaban Camel, tomaban whiscola o cerveza y usaban ropa con la marca de Fiorucci. Por otra parte no usaban fragancias caras sino un perfume barato llamado patchouli, naufragaban (caminaban) o tomaban el bondi (autobús).
Hasta 1981 estuvieron bien diferenciadas las categorías de caretas y grasas. Cuando aquel año llegó a Buenos Aires el conjunto de pop británico “The Police”, los caretas y los grasas supieron convivir en un mismo estadio. El conjunto, que tocó en Obras, se vio desbordado por los caretas y los roqueros, que también estaban allí; se sentían invadidos porque, según comentaban, los conchetos estaban careteando en un gheto que no les pertenecía. La historia se repitió a la inversa a los dos días, cuando la misma banda actuó en un boliche de moda por aquellos años, llamado New York City. Los roqueros, que no podían solventar la entrada, se hicieron presentes ante la puerta tratando de caretear una entrada que les era imposible pagar.
En los últimos años las canciones de los adolescentes reflejaron esa suerte de discriminación en letras que son muy populares entre ellos. “Nena, sacate la careta dejá ya de actuar”, canturreaba Raúl Porcheto, músico mercedino. El conjunto “Los Gardelitos” dice en su tema Gardeleando: “Si no te gusta como soy, andate, No me mirés, caretas, caretas, y no careteen más”.
En los últimos meses (1), la cumbia villera, que parece no tener límites, alude constantemente a los caretas que se visten bien (saco y corbata), no consumen droga ni alcohol. La Piba, la primera solista mujer de la cumbia villera, dedica sus canciones a los villeros de Fuerte Apache y corea que el que no es del palo es un caretón. Braulio, un niño de diez años, es el primer chico solista de cumbia villera y una de sus canciones se titula Basta de caretas. Dice: “Vivís en un rancho de chapa y vas al Shopping a caretear con una birra que arrebataste en la estación”.
Como puede inferirse caretear y ser careta son expresiones discriminatorias referidas a las personas de menos poder adquisitivo que aparentan ser ricas y, si les es posible, convertirse en famosos.
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(1) Año 2002.
Es comunicación académica Nº 1568 (Academia Porteña del Lunfardo).
Imagen: Recital de rock.