(De José Muchnik)
...En tu mezcla milagrosa
de sabihondos y suicidas
yo aprendí filosofía..., dados..., timba...
y la poesía cruel
de no pensar más en mí.(1)
Buenos Aires, fruta de piel frágil preñada de charlas maduras. Palpe la piel de la ciudad, podrá presentir sus jugos. No le saquen las charlas a Buenos Aires, la ciudad encogería, quedaría seca, arruga..., ciudad pasa olvidada en un racimo sin esperanza de vinos. Como ciruelas o sandías, la pulpa de las charlas puede saborearse más allá de idiomas o lunfardos, no están hilvanadas con palabras. Brotan repentinamente en cualquier lado, en mesas de café, paradas de colectivo o entre las numerosas colas que engalanan la ciudad (las colas como los choripanes o el delicado andar de los colectivos son otra gran tradición porteña). Vengan, hagan la experiencia, entren en esta charla...
-Che, pibe, lo que vos querés no es un cortado, es una lágrima, unas gotitas de café en una tacita de leche. -Lo que vos digas, de todos modos a mí me viene al pelo, si hubiera que volver a empezar yo empezaría por una lágrima. A quién se le habrá ocurrido hacer mujeres de las costillas del hombre, hombres de la carne del barro y barro de la bosta de los ángeles, aburridos un domingo sin fútbol. -Tenés razón pibe, si hubieran hecho a Maradona antes que la Biblia, la historia hubiera sido otra. -Pensándolo bien, la lágrima es como un cortado al revés , mejor volver a empezar por una lágrima al revés.
Una lágrima que suba/ no que baje/ .../ una lágrima que se eleve/ procreando transparencias/ entre las opacas comarcas/ que cubrieron el imperio/ .../ una lágrima ascendente/ para limpiar los ojos del mundo/ enceguecidos por vapores/ de tantas preguntas acumuladas.
-Pibe... ¿por qué no te dejás de boludear? -El boludeo es arte, creación pura, fuente de sabiduría. Hay que hablar, no para decir cosas sino para que las cosas digan, para que encuentren el lenguaje que atravesar pueda la sordera humana. Lo que me hacía falta es una lágrima al revés, gracias al boludeo me di cuenta. -No es mal tipo pero está más sonado que campana de iglesia. -El día que le den la palabra a las cosas todo será diferente, parecen mudas pero dicen más que nosotros ...escuche, ...ahí..., en la mesa vecina..., dos tacitas de café saboreando un instante de reposo.
Siempre entre dos clientes/ ... / no hay pausa verdadera/ ... / siempre entre dos golpes secos/ siempre la loza cuarteada/ y la hora de los desechos/ esperando la marejada.
Como dijo el maestro/ “en un mismo lodo/ todos manoseaos” (2)/ ... / las olas arrasarán todo./ La sabiduría de las mesas,/ la paciencia de las sillas/ y el eco de las charlas/ flotando en el bar.
Si tan solo me quedaran/ las manos tibias/ y los sorbos lentos/ de aquel estudiante/ que no volvió.
-Che, pibe, ¿me querés hacer llorar? -Dijo el mozo mientras ponía las dos tacitas en su bandeja... antes que el detergente ahogue el sabor de los últimos labios. -Mozo..., pensándolo bien..., una lágrima y un cortado.
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(1) Fragmento de “Cafetín de Buenos Aires” de Enrique Santos Discépolo (letra) y Mariano Mores (música).
(2) Del tango “Cambalache”, de Enrique Santos Discépolo.
Imagen: Foto tomada del sitio: la cocina de inma lópez.