(De Hugo Corradi)
Las tierras donde actualmente se halla el pujante barrio de Liniers eran campos en 1887, donde sólo se levantaban algunas casas dispersas, el edificio de la pulpería “La Blanqueada” frente a la estación y la capilla de la casa de Ejercicios.
La modesta estación ferroviaria había sido autorizada a construirse mediante el Acta del Directorio del entonces ferrocarril de la Provincia del 19 de enero de 1872, bajo las siguientes condiciones: “Que don Francisco Sosa, solicitante de la estación done a favor del ferrocarril una manzana de terreno; Que él mismo construya en dicha manzana una estación semejante a la de Almagro , y pozo y balde para el correspondiente servicio; Que el referido Sosa pagará los sueldos de Gefe y peón que deben servir esa estación, hasta tanto produzca lo necesario para cubrir dichos gastos”. El mismo Directorio fijó el nombre de Liniers a la estación el 18 de diciembre del mismo año. Pero recién el 1º de noviembre de 1887 fue librada al servicio del público. Hacia el oeste la primera estación se llamaba San Martín, denominada, en febrero de 1872, Lavalle, y, en marzo del mismo año, Ramos.
Los campos que la rodeaban pertenecían a la estanzuela de Massini y a las quintas de Fürst y Conde. Las primeras que se subdividieron eran las de don Pedro Natta y Fader Peña, luego de 1890. Las primeras calles habitadas estaban al norte de la estación y fueron numeradas del 1 al 6, siendo años después designadas con los nombres de Cuzco, Gana, Madero, Álvarez Prado –hoy Gallardo–, Magán –actual Barragán– y Maces –hoy Fragueiro– y las paralelas a Rivadavia, a saber: Francisco de Viedma, Tejada –actual Bynnon– y Orinoco –hoy Amadeo Jacques–.
En los terrenos de la Casa de Ejercicios, donde existía una capilla –origen del actual templo de San Cayetano–, se alzaban algunas construcciones donde los religiosos de la ciudad pasaban sus descansos y convalecencias. Más al oeste, cerca de las vías, estaba desde el año 1825 la llamada Tablada del Norte, cercana al camino de Gauna, y luego sobre el de Morón, aproximadamente donde hoy es Ciudadela, se levantaba el caserón llamado La posta vieja, primera parada de carretas en la época de la colonia.
“La Blanqueada” era una pulpería más nueva ubicada también en Rivadavia, dentro de los terrenos de La Gironde de Fürst, haciendo ángulo con un callejón hacia el sur que con los años se habilitó como calle Bariloche y hoy se denomina José León Suárez. En ella los escasos vecinos se reunían con los lecheros, troperos, payadores y otros ocasionales viajeros para cambiar noticias, jugar a los naipes o realizar negocios. “La Blanqueada” era fonda, club, comercio, en fin, faro de aquellas solitarias zonas.
Los antiguos planos de la ciudad muestran al naciente barrio de Liniers como un pequeño damero ubicado entre la estación y el camino de Gauna. Hacia el sur de Rivadavia, en cambio, durante muchos años aparece el verdor de quintas y despoblados. Asimismo se observa proyectada una plaza de dos manzanas frente a la estación, sobre Rivadavia, que nunca llegó a concretarse. A lo largo de esa avenida las viejas chacras de verdura fueron dando paso a hermosas quintas residenciales, palacetes y chalets, que también, a partir de 1930 fueron desapareciendo y en su lugar se alzaron las actuales construcciones. A sus fondos se levantó a mediados de la década del 20 el barrio de Casas Municipales Coronel Ramón L. Falcón. Un poco más al sur corría el camino a San Justo, designado en octubre de 1902 avenida Emilio Castro, solitario sendero de huellas utilizado para llegar a algunas estancias y quintas vecinas y al pueblo de aquel nombre.
Aproximadamente donde hoy se cruza con la calle Tellier –calle San Fernando en 1895 –, existía el casco de la estancia de don Miguel Flores, que lindaba con los campos de Fürst, Penco, Zappetta y Naón.
La propiedad a fin de siglo ya había sido dividida en nueve quintas, siendo la mayor propiedad de don Francisco Santojanni, quien muchos años después, cuando casi todo aquello había cambiado, donó cinco manzanas, dos de ellas destinadas a la construcción de un hospital y las restantes a parque. Estas instalaciones se inauguraron en marzo de 1940.
Las familias de Garavanno, Silva, Cánepa y Fussoni –entre otras– ocupaban las restantes, cuyos frentes daban a Rivadavia.
Los potreros que bordeaban la avenida Emilio Castro se mantuvieron durante mucho tiempo, ocupados sólo por tambos y hornos. La extracción de tierra por parte de los mismos provocó desniveles y lagunas, como la conocida por “la cava”, que se mantuvo hasta fines de la década del veinte en Emilio Castro y Basualdo y fue la primera pileta de natación para muchos muchachos de entonces.
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Imagen: La primitiva estación Liniers sobre la calle Rivadavia en 1903. (Foto: Archivo General de la Nación).