(De Miguel Ruffo)
Domingo Faustino Sarmiento tal vez fue el
intelectual más polémico de la
Argentina del siglo XIX. Polémico por su confrontación con
Juan Manuel de Rosas (pero esto sólo lo podemos decir, en cierta medida desde
el hoy, ya que parte de este aspecto de su personalidad se debe a la
reivindicación de Rosas por el revisionismo histórico); polémico por ciertas
apreciaciones del gaucho en la dicotomía de civilización y barbarie y sobre
todo por su “guerra de policía” contra Ángel Vicente Peñaloza, “El Chacho”;
polémico por su enfrentamiento con la burguesía terrateniente pampeana cuando
les dijo que eran una “aristocracia con olor a bosta”. Polémico Sarmiento,
polémica la obra de arte que lo recuerda. “El monumento generó descontento
popular debido a la falta de parecido del rostro de Sarmiento. El día de la
inauguración estaba organizado como un verdadero festejo, incluyó la
iluminación de la parte céntrica de la ciudad y de la Casa de Gobierno. Todas las
celebraciones se vieron empañadas por el comentario generalizado de los
asistentes al acto, cuando el monumento fue descubierto, la exclamación fue
generalizada: ‘¡Ese no es Sarmiento’” (1). Las críticas florecían, desde la de
Augusto Belín Sarmiento que veía en la representación fisonómica de su abuelo a
un orangután, hasta la de Leopoldo Lugones que proponía cambiar la cabeza de la
escultura. El autor del monumento a Domingo Faustino Sarmiento es Augusto
Rodin, quién revolucionó el arte escultórico a fines del siglo XIX. Rodin
expresaba: “para mí la escultura moderna no debe ser una imitación de la
fotografía. El artista no solamente tiene que trabajar con su mano, sino, sobre
todo, con su inteligencia” (2). Es que en la polémica suscitada resonaban antiguas
concepciones estéticas desde las que se piensa al arte como mímesis o imitación
de la realidad. Y esto estaba muy acentuado en el campo artístico de Buenos
Aires desde los orígenes del arte argentino. Así, a nuestros primeros
retratistas, no se les exigía vuelo estético en la composición del retrato,
sino parecido físico entre el representado y su representación. Lo dicho para
la pintura, vale también para la escultura. Podemos decir que la obra de
Augusto Rodin irrumpió con el modernismo, en un medio escultórico local, donde
lo dominante era el arte clásico o neoclásico. “Eduardo Schiaffino fue el
defensor de Rodin y de su monumento […] trató de explicar la obra del escultor
al público y al gobierno nacional, la justificaba porque era la expresión de un
arte nuevo, reflejo de la modernidad.” (3). El monumento a Domingo Faustino
Sarmiento fue inaugurado el 25 de mayo de 1900 y se lo emplazó en el Parque 3
de Febrero (Palermo). Es una figura de bronce, en la que el personaje está
envuelto en una capa, en actitud de avanzar. Se apoya en un basamento en cuyo
frente vemos un relieve de Apolo y una serpiente; mientras en la parte
posterior se encuentra el escudo nacional. ¿Cuál es el simbolismo que se
desprende de estas figuras y cómo se relacionan con Sarmiento? Apolo es una de
las divinidades olímpicas, parte del ciclo o la era de Zeus, y representa la
luz. Esta a su vez simboliza el pensamiento; recordemos al respecto que el
siglo XVIII es denominado El Siglo de las Luces y su filosofía dominante, el
iluminismo o la
Ilustración , se encuentra en la génesis de la Revolución Francesa
de 1789 y en la prolongación de la época burguesa al Río de la Plata con la Revolución de Mayo. La
luz, el pensamiento, la razón; en oposición a la religión y el clericalismo. ¿Y
a la serpiente, qué? Pensamos que esta serpiente no tiene el valor que le
asigna el cristianismo como responsable del pecado y del mal; sino que
simboliza la sabiduría, ya que la serpiente es por excelencia el símbolo del
saber. Seguramente se trata de Pitón, la serpiente que mató Apolo, asumiendo a
través de la pitonisa sus funciones oraculares o sapienciales. Por consiguiente, tanto Apolo como la
serpiente nos remiten al conocimiento, al pensar, a la razón. Y Sarmiento fue
un pensador, un intelectual, al decir de Milcíades Peña. Sarmiento junto a Juan
Bautista Alberdi fue uno de los dos intelectuales más relevantes del
liberalismo en el siglo XIX.
Si polémico es Sarmiento como
intelectual, si polémico es su monumento, no menos polémico es el lugar donde
se lo emplazó: en las que fueron las mismísimas puertas de la Casa de Juan Manuel de Rosas
en Palermo. Sarmiento fue uno de los más acérrimos rivales de Rosas cuando éste
se desempeñó como gobernador de la
Provincia de Buenos Aires; una de las obras de Sarmiento es
“Facundo. Civilización y Barbarie” donde la figura de Facundo se convierte en
el pretexto para atacar al gobierno de Juan Manuel de Rosas. Lo que en Facundo
era instintivo y emocional, en Rosas se convertía en un frío cálculo racional.
Pues bien, los hombres de la Organización Nacional , asentaron a ésta en la
derrota de Juan Manuel de Rosas en la batalla de Caseros en 1852 y como
queriendo borrar el recuerdo de este gobernador, Palermo se convirtió en el
Parque 3 de Febrero (día de la batalla de Caseros); posteriormente la Casa de Rosas fue dinamitada
y desapareció del paisaje urbano. Y poco después como reforzando estas
operaciones simbólicas se implanta el monumento de Domingo Faustino Sarmiento
allí donde se levantaba la célebre casa del Restaurador de las Leyes.
Finalmente digamos –que con el paso de décadas de historia, con sus luchas y
avatares–, hoy en diagonal a la obra de Rodin, está emplazado el monumento a
Juan Manuel de Rosas, como una ironía de la historia, para quien fuera su más
enconado rival.
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Fuentes:
1.Magaz, María del Carmen; “Escultura y
poder en el espacio público”, Acervo Editora Argentina, Bs. As., 2007, pág. 60
2.Rodin, Augusto citado por MAGAZ, María
del Carmen; Ob. Cit., pág. 60
3. Magaz, María del Carmen; Ob. Cit., pág.
61.
Foto: El monumento a Sarmiento –obra de
Augusto Rodin- en el Parque 3 de Febrero
de Buenos Aires.
El material y la ilustración fueron
tomados del periódico “Desde Boedo”, junio de 2014.