(De María Clara Rosselli)
El Museo de La Ciudad tiene, desde hace
varios años, su ubicación neurálgica: Defensa 219, donde se expone la historia
de la ciudad contada en objetos cotidianos que la gente dona. Pero también se
extiende por toda la zona histórica. Una de las premisas del museo siempre ha
sido la de asumir una actitud activa frente al patrimonio ya sea impulsando
ferias y encuentros al aire libre como incentivando la refuncionalización de
los edificios antiguos. La farmacia “La Estrella ”, instalada en la esquina de Defensa y
Alsina desde el año 1885, es parte del museo pero sigue funcionando como
farmacia. La misma intención está puesta en la próxima inauguración de las
salas y locales comerciales ubicados en dos de las casas más antiguas del casco
histórico: La casa de Josefa Ezcurra y Los Altos de Elorriaga, frente a la
farmacia.
“El Museo de la Ciudad se creó con el
objeto de preservar para la historia de la ciudad la forma de vida de los
porteños, desde cómo funciona la ciudad, o sea desde cómo se armó la ciudad y
se sigue armando a través de su arquitectura, su patrimonio arquitectónico y
los usos y costumbres de la gente que vive en la ciudad. La forma de hacerlo es
a través de la investigación y de la recopilación de objetos que forman parte
de su patrimonio”. Así resume el actual director del Museo de La Ciudad , Eduardo Vázquez (1), el
espíritu de uno de los museos de Buenos Aires que atesora, desde 1968, los
modos de vida porteños.
Hace años ya que se ha instalado la
costumbre entre los porteños, de donar aquellos objetos cotidianos que
consideran importantes de su casa o de algún familiar y que relatan los hábitos
de la vida en Buenos Aires. De esta manera son los mismos habitantes los que
cuentan lo que es y ha sido la ciudad a través de los años. “El museo tiene en
este momento catalogadas como unas setenta y cinco mil piezas, la mayoría de
las cuales vinieron de esa forma”, comenta Vázquez.
A fines de los 60, cuando el arquitecto
José María Peña, el primer director del museo, propuso su creación, el barrio
se perdía en los trágicos artículos de una ordenanza que disponía su demolición
total. Sumado a eso, existía cierto desconocimiento y desinterés por el
patrimonio como se lo entiende actualmente. “El patrimonio es todo aquello que
muestre fehacientemente el proceso, en este caso, de la ciudad y de la vida de
los habitantes. Por eso para nosotros no tiene tanto valor material el objeto
sino lo que representa en sí mismo. El patrimonio es lo que nos dejaron
nuestros padres y nuestros padres son nuestro pasado. Todo lo que ellos
crearon, toda esa historia que armaron consciente o inconscientemente hoy está
en el Museo de La Ciudad ”,
precisa Vázquez.
El objetivo que proponía el museo desde
sus inicios era el de movilizar a la gente para que entendiese el valor que
tenía el casco histórico tanto para sus vecinos como para la gente de otros
barrios. Esto se logró por un lado mediante las ferias que aún hoy siguen en
actividad. “La de los domingos, que se creó por tres razones: la primera,
porque curiosamente nunca ha habido en Buenos Aires una feria así, que era
común en Europa, en Montevideo, en Chile, por ejemplo. El segundo motivo fue
que todo lo que se iba a vender en la feria había estado dentro de las casas de
Buenos Aires con lo cual era como si fuera una sala al aire libre del museo.
Cosa que no era nada habitual, los objetos estaban dentro de casas. La tercera
razón, no menos importante, era la aspiración de que por ir a la feria, la
gente empezara a reconocer uno de los barrios más viejos”, nos aclara el
arquitecto Peña. Además de esa, se crearon otras ferias más: la Feria de las Artes frente a la Iglesia de San Francisco, la Feria de los Libros, la Feria de los Metales, la Feria de la Ropa y hay una feria los
cuatro sábados de abril a la cual puede anotarse cualquier persona. Además, las
ferias, con la venta de objetos viejos, impulsaron también el surgimiento de
los anticuarios en el barrio, ya que hasta ese momento había pocos locales de
venta de antigüedades.
Por otro lado, se organizaron los
“Encuentros porteños en Plaza Dorrego” un sábado de por medio. De tres a seis
había juegos que la gente proponía, había un coro para cantar tangos, se hacían
tapices colectivos en un gran bastidor y donde todo el mundo hacía algo, había concursos de pintura, visitas guiadas
por las calles del barrio, se jugaba a “Embocar a la tetera” en reemplazo de
“El sapo”, donde las fichas eran las monedas devaluadas de principios de los 80. A las seis tocaba una
orquesta de San Telmo que estaba suspendida en el tiempo. “Tanto que un día
terminan de tocar una melodía, que bailaba el público, y Teófilo Ibáñez, quien
dirigía la orquesta y cantaba, se dirige al público y dice: “Estimado público,
damas y caballeros, para que muevan esos cuerpos arrogantes interpretaremos
ahora un bonito Foxtrox”,¡que era música que se bailaba en los años 40!” nos
cuenta aún asombrado el arquitecto Peña. También se armó el encuentro entre
“Los porteños y sus máquinas sonoras” donde asistieron vecinos que tenían
organitos, valijas fonógrafos, cajas de música. Estaba también el “Encuentro
entre los porteños y sus mascotas vivas” donde se elegían entre el público el jurado para votar a la
mascota más linda, a la mascota más rara, a la mascota más simpática y a la
mascota más parecida a su dueño y se les daban diplomas.
Cerca de 1970 el museo adquirió las casas
de Josefa Ezcurra y Los altos de
Elorriaga para que fueran parte de sus salas. “El museo no tiene una sala donde
se pueda recorrer toda una muestra de la historia de la ciudad con todo un
desarrollo de Buenos Aires desde fines del siglo XVIII hasta 1880 que fue el
gran cambio de la ciudad” comenta Vázquez. El dinero para la restauración de
ambas casas llegó recién veintiséis años más tarde, momento en el cual se
comenzó el rescate de lo más grueso. En 2010 finalizó la primera etapa de
trabajos que involucró la restauración de las fachadas y ya se comenzará toda
una etapa de recuperación de la casa de Elorriaga, la de la esquina, cuya
estructura e instalaciones ya están totalmente consolidadas. Restan dos etapas
más de trabajo: una es la planta baja, y la segunda es la planta alta. La
recuperación de la planta baja, donde habrá locales más una sala muy grande
para museo, comenzará cuanto antes aunque el proceso es lamentablemente largo.
De la trayectoria del Museo de La Ciudad debemos aprender dos
cuestiones: por un lado el valor de lo que significa la historia común de una sociedad
y su difusión, y por otro el ejemplo de conservar sin frenar, manteniendo una
actitud de preservación pero al mismo tiempo permitiendo el crecimiento de la
ciudad y más que nada, dándole vida al patrimonio apropiándonos de él,
usándolo, recordándolo y viviéndolo.
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Nota:
(1) Según nos informa la lectora María Eugenia Lisio, el actual director del Museo de la Ciudad es el licenciado Ricardo Pinal Villanueva. La presente nota, fechada en el año 2011 y publicada en "El Sol de San Telmo", fue "levantada" del blog al que se hace referencia, cuando aún era su director Eduardo Vázquez, y "subida" a este blog recientemente por considerar que el trabajo tiene una mirada bastante abarcativa con respecto a la evolución del Museo de La Ciudad.
Nota:
(1) Según nos informa la lectora María Eugenia Lisio, el actual director del Museo de la Ciudad es el licenciado Ricardo Pinal Villanueva. La presente nota, fechada en el año 2011 y publicada en "El Sol de San Telmo", fue "levantada" del blog al que se hace referencia, cuando aún era su director Eduardo Vázquez, y "subida" a este blog recientemente por considerar que el trabajo tiene una mirada bastante abarcativa con respecto a la evolución del Museo de La Ciudad.
Imagen: Una de las salas del Museo de La Ciudad (Foto tomada de miraargentina.com)
Nota tomada del blog “Crónicas porteñas”.