(De Miguel Eugenio
Germino)
Esta es la historia de un policía bravo,
Ramón, orgulloso de reprimir a sangre y fuego toda manifestación popular,
especialmente las de los anarquistas, a quienes odiaba con personal saña.
También la de un joven anarquista, Simón,
que ajustició a Ramón para desagraviar la sangre de sus compañeros asesinados
por éste.
Ramón y Simón vivieron la virulenta época
de fines del siglo XIX y principios de XX, cuando la Revolución Industrial
recién llegaba a nuestras costas. Con más de cien años de atraso, nacían las
primeras fábricas y la explotación obrera, mientras brotaba la resistencia y la
represión patronal y policial del régimen.
Esto ocurría en un contexto de la
historia que no puede ni debe ignorarse, para analizar y sacar conclusiones.
ANTECEDENTES
El proceso de cambios técnicos y
económicos destinados a aumentar y mejorar la producción minera y la
manufactura y multiplicar la productividad, aminoró los costos e incrementó las
ganancias y la competitividad. La Revolución Industrial ,
como se llamó a este proceso, comenzó en Europa en los años de 1770. De su mano
llegó también la explotación obrera.
Las nuevas relaciones de trabajo fueron
tomando diversas formas, que conllevaban siempre novedosas modalidades de
expoliación, y en consecuencia de conflictos.
Los antiguos talleres fueron reemplazados
por una nueva unidad de producción: la fábrica, que no eran más que grandes
galpones en los que se concentraban la materia prima, los medios de producción
y la energía humana, a donde confluían miles de trabajadores, en extensas e
intensas jornadas de 14 horas diarias, con magros salarios, sin seguridad ni
higiene adecuadas y un sinfín de calamidades.
Este proceso se fue dando paulatinamente
en las distintas regiones del mundo occidental hasta llegar a la Argentina con más de
cien años de atraso, junto con la gran inmigración y las ideas imperantes en
Europa. Paralelamente surgía en nuestro territorio la expansión económica de la
llamada Generación del 80, de base agroexportadora, por lo que en principio
pocas fueron las industrias que se establecieron, por lo general eran fábricas
destinadas a abastecer el mercado interno, en la mayoría de los casos de
alimentos.
La industrialización generó una nueva y
dinámica estructura social. Surgieron así nuevas categorías sociales: los
empresarios (dueños de las fábricas), una burguesía rica, culta y emprendedora
(que acumulaba grandes fortunas) y los obreros asalariados, que constituyeron
el proletariado industrial y conformaban la escala más baja de la sociedad. Con
ello se generará un gran enfrentamiento entre el capital y el trabajo, por un
lado con reacciones obreras que luchaban por mejores condiciones de trabajo, y
por el otro lado, la resistencia del capital a sacrificar ganancias.
En este contexto internacional y nacional
se desarrollaron grandes concentraciones y huelgas, que eran reprimidas
violentamente por los regímenes. En el ámbito local, Ramón Falcón fue llamado a
ser la punta de lanza de ese tipo de represión, cuando gobernaba José Figueroa
Alcorta y el conservadorismo más pertinaz.
El 1º de mayo de 1909, socialistas y
anarquistas conmemoraban desde sus gremios en reuniones separadas el día de
lucha de los trabajadores. Los socialistas hicieron lo suyo en Constitución, y
los anarquistas en la
Plaza Lorea , frente al actual teatro “Liceo”, a pocos metros
del Congreso.
Desde temprano comenzaron a llegar las
familias anarquistas obreras con sus banderas rojinegras, todos ellos sin otra
intención que homenajear a “Los mártires de Chicago”. En el transcurso del acto
se sucedieron en el uso de la palabra encendidos oradores, que invitaban a
luchar y organizarse para cambiar la sociedad. Mientras tanto, el coronel Ramón
Falcón, jefe de la Policía ,
observaba a la multitud desde su auto. Pronto algunos manifestantes
descubrieron su provocadora presencia, entonces lo insultaron y volaron algunas
piedras, nada grave si se lo compara con lo que siguió después.
Ramón Falcón dirigió personalmente la
represión del acto. Dio la orden a la policía montada, al mando del comisario
Jolly Medrano, de dispersar la manifestación a sablazos y balazos. Y así cargó
el escuadrón de caballería a machetazos y descargas contra la multitud
desarmada.
Un cronista del diario “La Prensa ” contó 36 charcos de
sangre; una vez concluida la refriega, el saldo era de 12 trabajadores muertos
y 105 heridos, incluido niños. El mismo reportero contó que Falcón dijo: “Hay
que concluir, de una vez por todas, con los anarquistas en Buenos Aires”, y
recurriendo a la obediencia debida, agregó que respondía a instrucciones del
Ministerio del Interior.
Tres días más tarde de tan feroz
represión, más de 60.000 personas se agolparon frente a la morgue reclamando
los cadáveres de sus familiares para poder conducirlos al cementerio. Pero una
vez más, en un acto de barbarie sin precedentes hasta el momento, pero que se
tornará una práctica de ahí en adelante, la policía le arrebató los féretros a
las familias a fin de impedir que se concretara el multitudinario cortejo
fúnebre. Los “cosacos” dispersaron a la mayoría, sin embargo, unos 4.000
aguerridos militantes lograron llegar hasta el cementerio. A la salida,
integrantes de la comisaría 21 volvieron a balear a los obreros.
Mientras tanto, en la Casa Rosada , el
“heroico” coronel Falcón era felicitado por el presidente José Figueroa
Alcorta.
Inmediatamente las dos centrales
sindicales, la UGT
socialista y la FORA
anarquista, convocaron a huelga general y exigieron justicia, así como la
expulsión de Falcón de la jefatura de Policía. La respuesta del gobierno fue la
confirmación de Falcón con todos los honores. Durante toda esta Semana Roja,
como se la conoció, la huelga fue total.
Entre los presentes en el acto de Plaza
Lorea se encontraba un muchachito llamado Simón Radowitzky, protagonista a
partir de ese momento de uno de los capítulos más representativos de la lucha
obrera y por los derechos de los trabajadores en nuestro país.
SIMÓN MATA A RAMÓN
Tras varios meses de preparativos, todo
estaba listo. En la mañana del 14 de noviembre de 1909, el joven Simón
Radowitzky salió poco antes de las once de su casa de la calle Andes 394, tomó
el tranvía 17 y bajó en la esquina de Callao y Quintana. Caminó por Quintana
hacia el cementerio de la
Recoleta y esperó unos minutos, hasta que vio salir el
Milord, el coche en el que viajaba Ramón Falcón. El feroz represor departía con
su secretario, Juan Lartigau. La conversación lo tenía tan ensimismado que no
advirtió la extrema cercanía de aquel joven vestido de negro, que sin mediar
palabras le arrojó el paquete que llevaba consigo. Este fue a dar al piso del
coche entre las piernas de Ramón.
Falcón no tuvo tiempo de reaccionar; un
terrible estruendo partió el auto y lo despidió junto a su acompañante sobre el
empedrado. Las piernas le quedaron destrozadas, lo mismo le ocurrió a Lartigau.
Para cuando llegó el auxilio ambos ya estaban prácticamente desangrados. Se los
trasladó al Hospital Fernández, pero ya era tarde, murieron unas horas después.
Luego de arrojar la bomba, Simón corrió
por Callao hacia el Bajo, pero fue perseguido por policías y civiles que lo
arrinconaron contra una obra en construcción. Al verse acorralado, extrajo un
revólver y tras gritar con un inconfundible acento ruso “viva la anarquía”, se
disparó un tiro sobre la tetilla izquierda. Los nervios le jugaron una buena
pasada y solo se produjo heridas leves. Tras el disparo, se arrojaron sobre él
y lo condujeron a la rastra hasta la comisaría 15, donde fue salvajemente
torturado en sucesivos interrogatorios, que no consiguieron sacarle el nombre
de sus cómplices. Radowitzky únicamente decía: “Tengo una bomba para cada uno
de ustedes” y “Viva la anarquía”; con el tiempo se supo que habían sido al
menos cuatro los que ayudaron a preparar la ejecución de Falcón.
Cuando todo indicaba que iba a ser
condenado a muerte, un rabino, tío de Simón, Moisés Radowitzky, dio a
publicidad su partida de nacimiento que determinaba que era menor de edad, lo
que evitó el fusilamiento. Se sustanció un proceso de una rapidez inusitada
para los tiempos de la justicia argentina y se dictó una sentencia que no
registraba antecedentes: se lo condenó a prisión por tiempo indeterminado y a
sobrevivir a pan y agua durante veinte días cada año al cumplirse los
aniversarios del atentado.
Tras una breve estadía en la Penitenciaría Nacional
de la calle Las Heras, y tras un intento de fuga, fue trasladado al penal de
Ushuaia, donde permaneció hasta 1930, durante 21 años. Simón Radowitzky se
transformaba así en un símbolo del movimiento obrero anarquista que no dejó
jamás de luchar por su libertad.
En el año 2013 el documental
cinematográfico “Simón, el hijo del
pueblo” lo recuerda. Fue dirigido por Rolando Goldman y Julián Troksberg y en
el elenco figuran Osvaldo Bayer y Julián Goldman.
BREVES BIOGRAFÍAS
Ramón
Lorenzo Falcón
Había nacido en Buenos Aires el 30 de
agosto de 1855. Fue un político, militar y policía que se destacó por la dureza
que ejerció al mando de la
Policía de la
Capital (actual Policía Federal Argentina), al reprimir con
mano de hierro las manifestaciones obreras de la época. Falcón fue el primer
cadete del Colegio Militar, al que ingresó en 1870, cuando era presidente
Domingo Faustino Sarmiento. Egresado con honores en 1873, combatió en la Campaña del Desierto; a su
regreso, en 1898, se retiró con el grado de coronel. También resultó electo
diputado nacional.
En 1906 recibió el nombramiento de Jefe
de Policía de la
Capital Federal. En ese cargo creó en 1905 la escuela de
policía, ubicada en Rosario y José María Moreno, que llevó su nombre hasta el
año 2011. El mismo año de la creación de la Escuela , José Figueroa Alcorta había decretado el
estado de sitio como consecuencia de la revolución radical.
En 1907, durante la Huelga de Inquilinos, fue
el encargado de desalojar a las familias obreras que se negaban a acatar el
aumento unilateral de precios aplicado por su arrendadores. Descontentos con la
falta de intervención del gobierno en la regulación de la vivienda y de las
condiciones de vida en los inquilinatos, en estado lamentable en su mayoría,
mujeres y niños obreros tomaron las calles con escobas, bajo el lema de “barrer
la injusticia”. En julio de ese año, en pleno invierno, con la ayuda del cuerpo
de bomberos de la ciudad de Buenos Aires, redujo los conatos de protesta
arrojando a las familias agua helada con mangueras de alta presión. Falcón
llevó adelante los desalojos masivos y los ex inquilinos debieron quedarse en
los campamentos organizados por los sindicatos anarquistas.
La represión del 1º de mayo de 1909 en la
conmemoración obrera de los caídos en Chicago fue tal vez el punto culminante
de su carrera, el que lo llevaría a la muerte. Murió asesinado el 14 de
noviembre, bajo la mano de un joven anarquista.
Simón
Radowitzky
Había nacido en Ucrania, el 10 de
septiembre o 10 de noviembre de 1891. Creció en la ciudad de Ekaterinoslav,
donde la familia, de origen judío, se había trasladado para que los niños
pudieran ir a la escuela, pero abandonó los estudios a los 10 años para iniciar
su aprendizaje como herrero. Fue la hija de su maestro quien lo inició en el
anarquismo. Cuatro años más tarde, ingresó como jornalero en una metalúrgica.
Justamente en una manifestación reclamando la reducción en la jornada laboral,
fue herido por un sable cosaco que lo confinó en cama durante seis meses. Tras
la convalecencia, se lo sentenció a cuatro meses de prisión por repartir prensa
obrerista. Fue segundo secretario del sóviet de la fábrica en la que trabajaba
cuando los eventos de la revolución rusa de 1905. Tras la represión zarista,
debió exiliarse para no ser condenado a prisión en Siberia. Irónicamente, en su
destino elegido, Argentina, acabaría condenado al penal “Del Fin del Mundo”, en
Tierra del Fuego.
Llegó a la Argentina en marzo de
1908; se afincó en Campana, donde trabajó como obrero mecánico en los talleres
del Ferrocarril Central Argentino. Mantuvo estrechos contactos con la creciente
comunidad anarquista local, inclusive se relacionó con un grupo de
intelectuales anarcosindicalistas de origen ruso. Se trasladó a Buenos Aires,
donde trabajó como herrero y mecánico. Comentaba que la policía montada
argentina le recordaba a los cosacos zaristas que con sus sables dejaban un
tendal de obreros muertos en las concentraciones anarquistas de Rusia.
Este militante obrero anarquista se
convirtió en uno de los más célebres presos del penal de Ushuaia, donde
permaneció 21 años de su vida. Después de recibir el indulto, partió de la Argentina para luchar en
el bando republicano durante la
Guerra Civil Española. Murió en México, donde trabajaba en
una fábrica de juguetes, a los 65 años de edad.
Así lo recordaba el escritor Osvaldo
Bayer: “Estoy en Ushuaia, en el edificio del antiguo penal, y hablo sobre Simón
Radowitzky ante una concurrencia formada principalmente por gente joven. Nunca
hubiera soñado antes que iba a tener esa posibilidad. En los años setenta
publiqué un libro que se titulaba ‘Simón Radowitzky, ¿mártir o asesino?’, que
fue a parar a la hoguera de la dictadura de los Videla y Massera. ¿Quién era
ese Simón Radowitzky que había sido una figura legendaria del movimiento obrero
en las tres primeras décadas de este siglo y que había pasado veintiún años de
su vida en la cárcel, la mayoría de ellos en el penal de Ushuaia, una de las
páginas más negras de la historia penal del género humano de la cual tendríamos
que avergonzarnos los argentinos? Y que se mantuvo no sólo durante el gobierno
de los conservadores liberales sino también durante los tres gobiernos primeros
del radicalismo. Los que más cantaron a Simón Radowitzky, llamado el ‘mártir de
Ushuaia’, fueron los payadores criollos en versos como estos:
Traigo aquí para Simón
este manojo de flores,
del jardín de los dolores
del alma y del corazón:
traigo para aquel varón
valiente y decidido,
este manojo que ha sido
hecho con fibras del alma,
en un momento sin calma
de rebelde convencido.
A más de un siglo de aquel magnicidio de
Plaza Lorea, aún queda en la ciudad una calle que reivindica el nombre de Ramón
Falcón, y la escuela oficial Nº15 DE 6º de Rioja 660, en Balvanera. La
“historia oficial” continúa reivindicándolo como héroe y mostrando a Radowistky
como villano.
Tristes son los conceptos cuando no son
respaldados por el esclarecimiento de las verdades y las mentiras históricas.
______
Fuentes
-http://www.elortiba.org/simon.html
-http://www.lamalatesta.net/product_info.php/products_id/4000
-http://www.taringa.net/posts/apuntes-y-monografias/2450784/Anarquistas-simon-
radowitsky.html
-http://www.elhistoriador.com.ar/articulos/mundo/revolucion_industrial.php
-http://www.todo-argentina.net/biografias/Personajes1/ramon_l_falcon.php
-Pigna Felipe: Los mitos, tomo 2,
Editorial Planeta 2005
Imagen: Un aspecto de la llegada de familias anarquistas a la Plaza Lorea para el acto del 1º de Mayo del año 1909, antes de la represión.
Nota y fotografía tomados del periódico barrial
Primera Página, mayo de 2014.