(De Haydée Breslav)
Se cumplieron 180 años
del nacimiento en Buenos Aires del poeta Estanislao del Campo. Político y
militar hondamente comprometido con la causa porteña, su obra forma parte de la
mejor poesía gauchesca anterior al Martín Fierro.
Estanislao del Campo era,
como lo elogió Borges, de buena tradición unitaria: su padre fue jefe del
estado mayor de Lavalle y había acompañado los restos del general hasta Potosí.
Estudió en la Academia Porteño-Federal
y fue dependiente de tienda; posteriormente formó parte del primer regimiento
de los Guardias Nacionales, donde conoció a Adolfo Alsina, bajo cuyas órdenes
combatió en Cepeda y en Pavón. Borges rescata una tradición según la cual el
joven oficial salía al campo de batalla luciendo el uniforme de ceremonia y
saludaba militarmente la primera bala.
Designado secretario de la Cámara de Diputados de la
provincia de Buenos Aires en 1863, al año siguiente se casó con Carolina
Lavalle, sobrina del general.
Militó con los “crudos”
de Alsina contra los “cocidos” de Mitre; en 1867, un año después de que su jefe
político resultara electo gobernador de la provincia, renunció a la secretaría
de la Cámara
por haber sido elegido a su vez diputado nacional. Meses más tarde dejó su
banca para fundar el periódico Porvenir
Argentino.
En la campaña electoral
por la presidencia, apoyó la fórmula Sarmiento-Alsina. Antes de dejar la
gobernación, este último lo designó oficial mayor del Ministerio de Gobierno de
la provincia. En 1874 fue ascendido a teniente coronel de los Guardias
Nacionales; ese mismo año luchó contra la revolución mitrista en el combate de La Verde.
En abril de 1880 obtuvo
la jubilación, que poco pudo disfrutar; el 8 de noviembre murió en su casa de
la porteñísima esquina de Lavalle y Esmeralda. Fue enterrado en el cementerio
de la Recoleta ;
José Hernández y Carlos Guido y Spano hablaron en su homenaje.
Desde muy joven, “el más
querido de los poetas argentinos”, como lo llamó Borges, había compuesto versos
románticos, algunos de los cuales aparecieron en publicaciones de la época. El
primer abordaje del lenguaje gauchesco que se le conoce data de 1857, cuando
pudieron leerse en el diario Los Debates,
fundado por Mitre, unos versos firmados por Anastasio el Pollo.
En 1859 fue retratado por
León Pallière como uno de los personajes de su cuadro Interior de una pulpería, donde aparece, vestido de gaucho y
descalzo, sentado en el mostrador.
Composiciones gauchescas
y no gauchescas fueron reunidas en un volumen prologado por José Mármol que,
con el título Poesías, el autor
publicó en 1870. Allí figura “Gobierno gaucho” que, para Calixto Oyuela, “es una expresión inicial de las ideas y
sentimientos de reforma y de justicia para el gaucho”.
En este breve poema, Del
Campo aborda directamente la crítica política y social, como lo hicieron antes
Hidalgo y Ascasubi y lo haría después Hernández. Pero mientras que, para
denunciar los males de su época, el oriental se inclinó por el lamento (por una
patria que pudo haber sido y no fue), Hernández se elevó hasta la epopeya y
Ascasubi no desdeñó recurrir a la atrocidad, Del Campo optó por la sátira.
El argumento, expuesto en
diez décimas, es tan simple como eficaz: un paisano borracho emula al gobernante
de turno. De ahí su frescura, su vigencia, su permanente adecuación a diversas
circunstancias de nuestro país: Eduardo Stilman cuenta que el 21 de diciembre
de 1936 Lisandro de la Torre
citó esas décimas en el Senado, durante el debate de una ley anticomunista.
VIGENCIA DEL "FAUSTO"
El 13 de agosto de1857
Del Campo publicó en Los Debates una Carta de Anastasio el Pollo sobre el
beneficio de la Sra. La
Grua, que anticipa el Fausto. Por
esa época se vinculó con Hilario Ascasubi, a quien admiraba tanto que eligió su
seudónimo como muestra de reconocimiento y respeto al otro, uno de cuyos
apelativos era Aniceto el Gallo. Entre ambos poetas pronto se anudó una sólida
amistad.
Se cuenta que en 1866
asistió a una representación del Fausto de
Gounod en el viejo teatro “Colón”, ubicado donde hoy está el Banco Nación de
Plaza de Mayo. Según Borges, esa misma noche trazó el primer manuscrito de su
obra; otros dicen que necesitó cuatro días más para completarla.
Del Campo dio a su Fausto la forma de un diálogo en verso
gauchesco entre los paisanos Anastasio el Pollo y don Laguna; el primero
refiere al otro las “impresiones” que le ha causado la representación de la
ópera homónima, cuyas incidencias y personajes ha tomado por cosas y seres de
la realidad.
Una primera versión se
publicó en El Correo del Domingo y
posteriormente en La Tribuna ; la versión
definitiva, corregida y aumentada, apareció como folleto el 8 de noviembre de
ese año; la ilustraba una litografía de Meyer, quien prestó a Anastasio el
Pollo los rasgos de Estanislao del Campo, y a don Laguna los de Adolfo Alsina;
el producto de la venta se destinó a los hospitales de la guerra del Paraguay.
El poema fue criticado
severamente por Rafael Hernández (hermano de José), quien cuestionó el empleo
incorrecto de ciertos términos gauchescos, que probablemente hoy estarían
olvidados si Del Campo no los hubiese asentado en su obra.
Lugones objetó después la
poca credibilidad del argumento, que Borges habría de defender observando
simplemente que todo arte es convencional. Por nuestra parte, recordamos que
Niní Marshall empleó la idea de Del Campo en un desopilante episodio en el que
su personaje Catita contaba la película Hamlet
de Laurence Olivier.
Lo cierto es que, desde
su aparición, el poema gozó de gran popularidad. Refiere Stilman: “Hizo furor en la campaña. Circulaba en el
‘Colón’, entre los asistentes a la representación de la ópera. La fama de su
autor jamás dejó de crecer, y ninguna crítica disminuyó nunca su prestigio.
Aprendían sus versos los cantores de pulpería y los sabían de memoria los
próceres de la
Legislatura. Muy a menudo, en mitad de una charla o un
debate, alguien citaba un verso suyo, con jerarquía de refrán”.
En su prólogo a la
edición de Eudeba de 1963, ilustrada con chispeantes dibujos de Oski, León
Benarós se pregunta “por qué nos sigue
gustando el Fausto”. En el
párrafo final enumera: “El idioma limpito
y justo, el diálogo vivaz, la sensible pero varonil poesía…”.
Muchos elogian las bellas
descripciones del mar, de la noche y del amanecer, las referencias a la
fugacidad de las flores, la sentida expresión de las tristezas del amor, la
admisión del penoso destino que entonces se imponía a las mujeres. Benarós
advierte que se trata de digresiones, sin criticarlas por ello; después de todo,
no sería la primera vez que las digresiones constituyen lo mejor de una obra.
Borges, en cambio,
reivindica la amistad que une a los dos paisanos, que califica de “clara y resplandeciente” y que se
extiende a los caballos, como hace notar Benarós, quien menciona “el conversado encuentro sin tiempo y sin
apuro”; en ese sentido, Horacio Jorge Becco destaca “el deseo ferviente de comunicarse y hacer de esos instantes […] algo
detenido y perdurable”.
A su vez, Raúl González
Tuñón hace hincapié en los valores poéticos de la obra. En sus palabras, “el Fausto de Del Campo es un modelo en su género, es una sátira llena de
chispazos líricos, rica en metáforas. Recuérdense ciertos momentos de la obra,
cuando el relato trasciende bellamente el paisaje”.
Por nuestra parte,
señalamos la luminosa sonoridad de décimas y redondillas, “que tienen fragancias de un tiempo gaucho [demasiado] olvidado”. Y
nos conmueve el candor de ese paisano, que bien podría representar a un pueblo
al que tantas veces, y sin mediar justificaciones artísticas, se lo ha inducido
a confundir la realidad con juegos de engañosos artificios.
En cuanto a la amistad
que alabó Borges, distinguimos en ella el gesto que el gaucho acomodado tiene
para con el pobre, esa gauchada, elegida por el autor para cierre del poema,
que preanuncia actitudes de Gardel, Magaldi, Troilo y otros grandes del tiempo
que estaba por venir: “Cuando los dos
acabaron / de ensillar sus parejeros / como güenos compañeros / juntos al trote
agarraron, / en una fonda se apiaron / y pidieron de cenar. / Cuando ya iban a
acabar, / Don Laguna sacó un rollo / diciendo: ‘El gasto del Pollo / de aquí se
lo han de cobrar’”.
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Imagen: Estanislao Del
Campo.
Nota y foto tomadas del
periódico barrial “Tras Cartón”.