(De Luis Alposta)
Se dice que la palabra botón adquirió un nuevo significado
durante la revolución de 1890. Fue en la mañana del 26 de julio de aquel año.
Los revolucionarios junto a Alem, jefe civil del movimiento, estaban instalados
en el Parque de Artillería, en Plaza Lavalle. A muchos de ellos, por no tener uniformes, se les dio boinas
blancas para ser reconocidos.
Las
fuerzas que respondían al gobierno, acantonadas en Plaza Libertad, incluía a
vigilantes y bomberos, “que eran en gran parte veteranos cumplidos”. Y éstos,
formados en batallones, iniciaron la acción.
Los
cívicos, entonces, dispararon sus “remington” desde los cantones, haciendo
puntería sobre los numerosos y dorados botones de los uniformes policiales. La
orden era tirar a los botones. Y desde entonces, la palabra botón, con la que
se designa al capullo y, también, a la pieza pequeña, generalmente redonda, que
se utiliza para abrochar o adornar los vestidos, pasó al lenguaje popular con
el significado de vigilante, agente de policía o policía a secas.
En su
acepción lunfarda, esta palabra significa soplón, delator, alcahuete, la que,
con el mismo sentido, da origen al aumentativo botonazo y al verbo botonear.
En cambio,
la expresión gauchesca al botón o al divino botón, quiere decir inútilmente,
cosa hecha en vano, sin propósito determinado, sin ganancia, al divino cuete,
al divino pepe, al ñudo.
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Imagen: Cantón revolucionario en los altos de Talcahuano y Piedad durante la llamada revolución del 90.