(De Raúl González Tuñón)
“Haz como aquellos hombres
que trabajan seis días/
y en los domingos podan
unas plantas queridas” Banchs
No suelo desdeñar los
versos sensibleros
con su luna barata y su
candor legítimo
y tras cuyo sabor popular
se adivina
la historia brava o la
novela triste.
Puede allí estar la
gracia; la insólita inocencia
típica de esos hombres
que trabajan seis días
y pintan en domingo.
Ese clima inefable de las
ventanas pobres
con los visillos cursis y
los desvelos íntimos
y de los corralones de
extramuros sureros.
Algo de lo que estaba
detrás de Henri Rousseau,
el peintre du dimanche, con su novia increíble
y la Shilly Simphony de su violín
fulero.
Y el silencio que llega
con su carga de raso
que la intemperie
perfumara.
La canaleta, el patio, la
lámpara furtiva,
una foto de Tita Merello,
desvaída.
Y atrás la calle con su río
y un sauce, un almacén,
un suicidio y un tango.
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Foto: El poeta Raúl González Tuñón en el living de su casa de la calle Amenábar al 100.