(De Sara Vaisman)
Hace unos años, comencé un estudio sobre
las sinagogas de Buenos Aires. Cada una de ellas, da testimonio de la comunidad
que la construyó y representa a un determinado grupo, según la ciudad o región
de la que provienen sus miembros.
Hace poco tiempo, tuve la oportunidad de
ingresar a la sinagoga de la calle Piedras, cuyo nombre es Bet El, donde
concurrían sefardíes de origen marroquí.
A comienzos del siglo XX, la Congregación Israelita
Latina, fundadora de esta sinagoga, logró la compra de un terreno en la calle
Piedras 1164 donde se levantó el mencionado edificio. En esos años, cuando se
realizó la obra, Buenos Aires no estaba tan poblada; la ciudad comenzaba a
experimentar profundos cambios, derivados de la nueva composición social y del
crecimiento económico que se vivía en ese momento.
Hacia finales del siglo XIX, la
producción arquitectónica y la idea de progreso, alentaban a los constructores
a abandonar la tradición nacional para incorporarse a los modelos de la cultura
de Francia, Italia y Gran Bretaña.
Buenos Aires crecía y se transformaba
adquiriendo las características de una metrópoli de población cosmopolita y se
extendía creando nuevos centros, además de los consagrados. La imagen de la
ciudad, en este período, como capital de una nación en formación, requería de
nuevos símbolos que la identificaran con la modernidad, con la mirada puesta en
Europa. En el viejo continente, el eclecticismo imperante recobraba imágenes de
su historia, que nuestro país también adoptó. Por lo tanto, no nos resultará
extraño hallar en los edificios construidos en dicho período, esas influencias,
incluso en la tipología sinagogal.
Este edificio de la calle Piedras,
interior y exteriormente, es un ejemplo más de la arquitectura porteña de la
década del veinte. El proyecto estuvo a cargo de José Tartaglia, arquitecto de
origen italiano, no judío, no existen otros datos, la obra habla en cada
detalle.
Está emplazada en un terreno convencional
entre medianeras, correspondiente a la división parcelaria de Buenos Aires, y
la sinagoga ocupa la totalidad de los 8 metros de ancho del lote.
El edificio está conformado por un hall
de acceso que antecede a la sinagoga propiamente dicha, donde se encuentra la
escalera de acceso a la galería superior y otros anexos. El salón está
conformado por una nave única, rectangular. Esta forma define una fuerte
dirección longitudinal ya que acceso y Eijal (arca), punto focal principal, se
encuentran en los lados menores del mismo.
Una tarima se eleva por encima del nivel
del salón dando lugar a la ubicación de la bimá y detrás de ella al Eijal que
se encuentra flanqueado por dos columnas doradas. Una galería superior, el
espacio destinado para las mujeres, recorre el lado corto del acceso y los dos
laterales largos hasta unos metros antes de llegar al espacio del Eijal. Se
dispone a modo de balconeo sobre el salón principal y constituye una fluidez
espacial que ha de permitir la participación de las mujeres en los servicios.
Desde el techo, compuesto por una bóveda
de cañón, pende una enorme lámpara; ubicada en el centro del salón, ilumina la
parte principal. Además, hermosas lucarnas permiten una iluminación cenital
natural, a la vez que dejan ver las estrellas por la noche. En el muro
posterior del edificio, detrás del arca sagrada, se recortan cinco vanos cuyo
cerramiento lo componen bellos vitrales.
El arquitecto incorporó en esta obra su
saber y el lenguaje de influencia italiana. El antepecho que recorre la galería
superior está ornamentada por pequeñas columnas de orden corintio. Esta
arquitectura académica de finales del siglo XIX y principios del XX se hace
evidente en la fachada, básicamente una conformación simétrica en que un gran
arco de medio punto sobre dos pilastras abarca la totalidad de la composición.
Las particiones verticales responden a un esquema tripartito enfatizando el
área central donde se ubica la entrada. Por debajo del arco se ubican tres
ventanales con vitrales, uno central de dimensiones mayores a los dos laterales
siguiendo la tripartición mencionada.
Una partición horizontal, materializada
por una suerte de friso adornado con pequeñas columnitas de orden corintio con
arquitos de medio punto idéntico al detalle del antepecho de la galería alta
del interior. Este friso llega hasta las pilastras laterales sin superponerse a
ellas donde se destaca la verticalidad que muestran las mismas. Sobre este
friso se ubicaban, además, las dos tablas que simbolizan las tablas de la ley,
hoy inexistentes.
Debajo de este friso tres puertas macizas
de madera siguen la tripartición simétrica proveniente del interior. Para
completar, el frente está adornada por arabescos siguiendo la curvatura del
arco y las pilastras laterales contienen, cada una de ellas, un pequeño nicho
donde se ubican un par de columnitas salomónicas coronadas por un pequeño arco
en forma de herradura o morisco.
Todo el edificio se encuentra retirado de
la línea municipal. Una escalinata eleva la edificación sobre el nivel de la
calle. La línea municipal queda reconstruida a través de una reja.
El edificio constituye una discontinuidad
en el espacio urbano. Según el arquitecto Aldo Rossi, en una ciudad se
manifiesta ese especial contraste entre lo universal y lo particular, lo
individual y lo colectivo. Esta división de la esfera privada y la pública está
relacionada con la arquitectura de la ciudad.
Las áreas públicas están constituidas por
edificios de carácter colectivo, destinados a actividades de la comunidad que
la identifican como tal. Los sitios religiosos, constituyen gran parte de este
universo: son sus espacios sagrados.
Dentro del universo de los edificios de
carácter colectivo edificados por la comunidad judía son las sinagogas los
signos más visibles y representativos. Sus elecciones de lenguajes o estilos
arquitectónicos respondieron, más bien, al momento histórico de la construcción
de estos edificios y a las preferencias de cosmética de cada grupo según su
origen o el de los diseñadores. Su presencia se ha de evidenciar a partir de su
morfología, más monumental, algo retirados de la línea municipal, cargados con
adornos y símbolos visibles propios del judaísmo. La sinagoga Bet El de la
calle Piedras, se erige a manera de quiebre en el espacio profano de una
ciudad.
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Imagen: Frente de la sinagoga Bet El. (Foto
tomada de la página elsoldesantelmo.com.ar).
Material tomado de la revista sefaraires.com
Material tomado de la revista sefaraires.com