2 ene 2015

Barrio "GRAFA": monoblocks con historia


(De Jorge Luchetti)
           
 Los cambios tecnológicos producidos por efecto de las dos grandes guerras llevaron a transformaciones significativas en la arquitectura del siglo XX; no sólo por la evolución en el diseño y en la morfología del espacio arquitectónico, sino también en el uso masivo de nuevos materiales y la automatización constructiva. Uno de los actores preponderantes de esta historia es el hormigón armado. Si bien su origen data de mediados del siglo XIX -usándose principalmente en puentes, túneles y obras ingenieriles- la masificación y el uso en arquitectura apareció en forma determinante recién al finalizar la Segunda Guerra Mundial. El hormigón armado dio origen a una gran multiplicidad de soluciones, como la construcción en altura en forma más económica, manteniendo las grandes luces y la flexibilidad constructiva a través de los sistemas prefabricados, ya sea in situ o en fábricas.
Sin dudas la falta de viviendas en la Europa de posguerra provocó la necesidad de realizar construcciones en forma rápida y efectiva: así apareció un nuevo tipo de arquitectura, llamada monoblock. Podríamos aseverar que, a partir de esta premisa, la arquitectura contemporánea en sí misma se transformó en una de tipo industrial, la cual llevó a estandarizar los sistemas constructivos. Estos nuevos cambios tecnológicos permitieron una rapidez y efectividad en el armado de los edificios, que se multiplicaron a una velocidad nunca antes lograda. Asimismo, las nuevas formas de vida y la misma falta de hábitat llevaron a un nuevo concepto sobre el espacio en la vivienda. La casa unifamiliar y las nociones de vivienda individual no llegaban a satisfacer al mercado habitacional. Surgen de esta forma los primeros monoblocks, una síntesis del aprovechamiento -en algunos casos excesivo- del espacio.
Pero más allá de que en algunos casos los diseños fracasaron, es innegable que supieron dar respuesta a los problemas de hábitat urgentes. El cambio fue tan radical que no sólo explican el surgimiento de una arquitectura totalmente social, sino también de una transformación en la concepción de la forma de vida del hombre de ciudad. Es interesante además analizar lo sucedido detrás de la Cortina de Hierro, o sea en los países de Europa del Este. Allí se desarrolló un sinnúmero de viviendas comunitarias que tenían una concepción totalmente socialista y buscaban la masificación del hombre, pero a su vez proponían no dejar en la calle infinidad de familias que después de la guerra carecían de viviendas. De esta forma aparecieron las llamadas Jrushchovkas.

ORIGEN COMUNISTA
Las Jrushchovkas o Khrushchovkas son un tipo de vivienda comunitaria realizadas en forma prefabricada y que vinieron a paliar el déficit habitacional después de la Segunda Guerra Mundial, en los territorios de la ya desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). El nombre que adquirió este tipo de viviendas está relacionado con el líder ruso Nikita Jrushchov, que en los años ‘50 era jefe del Partido Comunista en el país -poco tiempo después ocuparía el lugar de Stalin- y es quien propuso la necesidad de un plan habitacional, con un tipo de viviendas provisorias para toda la URSS. El mismo Jrushchov supervisó el trabajo de los arquitectos, condicionándolos con tres premisas fundamentales: costos mínimos, aprovechamiento del espacio y rapidez constructiva, implementando nuevas tecnologías. La supervisión técnica y planificación, que se realizaba en Moscú, estuvo a cargo del arquitecto e ingeniero Vitaly Lagutenko.
Los primeros proyectos fueron pensados para un período de duración de 25 años -la idea era salvar el momento de crisis, luego demoler los edificios y hacer mejores construcciones- pero aún hoy subsisten varios de estos modelos. La economía del espacio fue indispensable. Se llegaron a instalar bañeras de 1,20 metros, donde la persona entraba sentada. Los tabiques interiores se redujeron a ocho centímetros y eran de escasa aislación, en una de las regiones más frías del planeta.
A pesar de las críticas que se le hicieron a estas construcciones, las cuales fueron satirizadas en comedias, el plan de las Jrushchovkas, con falta de comodidades y todos los inconvenientes antes nombrados, han dado solución a más de 50 millones de personas que tenían como destino las frías calles de la URSS. En 2009 se prometieron reemplazar algunas Jrushchovkas, pero lo provisorio siempre se hace eterno y mucha gente deberá seguir esperando por un cambio. Así como Kazán es la ciudad rusa símbolo de las Jrushchovkas, en la ex Alemania del Este la ciudad de Marzahn -durante la Segunda Guerra Mundial funcionó uno de los más grandes campos de trabajo forzado para gitanos- es la ciudad de los llamados monoblocks comunistas, que a pesar de la unificación de Alemania siguen en pie.

COMPLEJO “GRAFA”
Se podría agregar a todo lo antedicho que la era de los monoblocks no fue privativa de los llamados países del este; en América se extendieron de norte a sur, siendo México uno de los países latinos en donde se desarrollaron los primeros grupos importantes. Pero la necesidad también llegó a la Argentina y el bello chalet californiano ya no era respuesta suficiente ante la gran demanda que empezó a surgir durante la segunda etapa del gobierno peronista.
De esta forma se fueron gestando barrios enteros con construcciones del tipo monoblock: el “Curapaligüe” (Simón Bolívar), del año 1952, ubicado a un lado del Parque Chacabuco; el monoblock “General Belgrano”, también de 1952, que se situó en el Bajo Belgrano; el barrio “Balbastro”, de 1948, en Flores Sur, rodeado por una gran arboleda que hace especial al lugar; el barrio “Los Perales”, en Mataderos, realizado en 1948 e inspirado en las construcciones ejecutadas en Estados Unidos. En 1954 se inauguró uno de los últimos barrios peronistas, el “Alvear III”. Allí también se incluye el llamado popularmente barrio “GRAFA”, construido en 1950 por el arquitecto Carlos Coire, el mismo que construyó la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UBA.
Con más de 7.000 personas, en 1926 se inauguró la fábrica textil más grande del país: Grandes Fábricas Argentinas (“GRAFA”), cuya sociedad pertenecía al grupo Bunge & Born, de origen belga, radicado en el país desde fines del siglo XIX. Bunge & Born adquirió la fábrica Textil Sudamericana, bautizada como “Sudamtex”, y a partir de ese momento comenzó la historia de “GRAFA” junto a la necesidad de construir monoblocks, los que fueron habitados mayormente por empleados de la textil.
El barrio fue llamado “17 de Octubre”, pero después de la caída del general Juan Domingo Perón fue rebautizado por el nombre de “General San Martín”. Hoy, en los vaivenes de la política, está en proyecto restituir su nombre de origen, no sólo para reivindicar la fecha símbolo del peronismo sino también por cuestiones de identidad.
Este conjunto edilicio se desarrolló en 11 hectáreas, rodeando una plaza central y un importante centro comercial. Son más de mil departamentos de tres y cuatro ambientes. Una vez cerrada la textil en los años ‘90, la construcción fue demolida y el barrio se desnaturalizó. Se instaló en su lugar un gran hipermercado en reemplazo de la fábrica “GRAFA”, que desde 1930 venía elaborando ropa de trabajo. El cierre de esta empresa terminó por desvirtuar el sentido que en sus orígenes tuvo el barrio, lamentablemente. Como si fuera una paradoja para el peronismo, la causa de este mal fueron los criterios aplicados por el gobierno de Carlos Menem.
Esta arquitectura, símbolo de una época, quedaría claramente abolida según el crítico Charles Jenks, quien declara que el día 15 de julio de 1972 a las 3.32 de la tarde el fallecimiento de este modelo de monoblocks -incluido dentro del movimiento moderno- habría ocurrido en Saint Louis, Missouri. En ese instante el conjunto habitacional Pruitt-Igoe, símbolo de la aplicación de los principios modernistas a la construcción en masa, se fue abajo.
Lo impersonal, como sucede con este tipo de edificaciones, ha llevado a conclusiones burlescas, como la siguiente extraída de un semanario femenino: “Visitando a una amiga, residente de uno de esos nuevos complejos urbanos, vi niñitos solazándose en los espacios verdes. Llevaban sobre su ropa una etiqueta donde constaba su nombre, apellido, número del edificio y departamento donde residían. En esas torres todas idénticas, sin identidad, donde los niños suelen perderse, tales datos son indispensables para devolverlos a sus hogares...”.
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Imagen: Una vista del llamado barrio "GRAFA", en el barrio porteño de Villa Pueyrredón.
Nota tomada del periódico “Mi Barrio”. (Diciembre de 2014).