(De Miguel Eugenio Germino)
Sobre dos manzanas, entre las calles Hipólito Yrigoyen,
Liniers, Moreno y Maza, se ubicaba la antigua quinta de Lange.
El casco conservó su fisonomía a través del tiempo, en el
sector comprendido entre Liniers y el pasaje Lange, (desde 1916 llamado
Lucero), preservando el viejo mirador y parte de su estructura de quinta hasta
1984, cuando fueron demolidos definitivamente para dar lugar a dos edificios en
torre.
Fue uno de los pocos y últimos espacios de memoria y
resguardo del patrimonio existente que se perdería de aquellas quintas del
antiguo Buenos Aires que proliferaron por casi cuatro siglos como un abanico
verde que se abría hacia las afueras del ejido urbano.
La quinta se erigió como escenario de una parte importante
de la historia porteña, de su gente y de sus instituciones. Para 1873 se
transformó en asilo, en hospital de niños en 1875, en la Biblioteca “Bartolomé
Mitre” en 1900, en conventillo hacia 1916.
Además se descubrió que había funcionado en el lugar uno de
los primeros centros de hidroterapia de la ciudad; durante su demolición, se
encontraron vestigios de esa actividad.
Y más aun, en 1960 sirvió de inspiración de la novela Sobre héroes y tumbas, la gran obra de
Sábato.
Esta quinta fue confundida muchas veces con la de Santiago
de Liniers que alquiló otra quinta contigua a ésta, entre Moreno y Venezuela,
donde estableció una planta de pastillas de carne.
“EL ASILO DE LA POBREZA Y EL TRABAJO”
El asilo fue producto de una gestión que realizó el entonces
gobernador de Buenos Aires Emilio Castro ante el dueño de la quinta, Roberto
Lange. En el libro La caridad en Buenos
Aires, Alberto Meyer Arana escribió, refiriéndose a la institución:“El 13
de septiembre de 1870, la Sociedad de Beneficencia nombró una comisión
presidida por la señora Andrea Almagro de Sacriste (hermana de Julián Almagro),
y compuesta por las señoras Isabel Armstrong de Elortondo, Dolores Lavalle de
Lavalle, Jacinta Castro, Mercedes del Sar de Terry y Eulogia Lezica de Acuña,
para atender la necesidad de elevar la moral de la clase pobre y desheredada
por medio del trabajo y desarrollo del sentimiento religioso, creando un asilo
de corrección de mujeres jóvenes y adultas, que al reconocerse culpables se
precipitan al vicio…”
Este grupo de señoras de “ilustre apellido” serían las
encargadas de encauzar a las ovejitas descarriadas a raíz de la pobreza, toda
una concepción discriminatoria y denigrante, propia de aquellos tiempos.
Las primeras asiladas ingresaron el 7 de febrero de 1873;
pero el funcionamiento en aquella casona fue efímero, ya que al poco tiempo el
asilo fue trasladado a otro edificio de la Convalecencia.
EL HOSPITAL DE NIÑOS “SAN LUIS GONZAGA”
El hospital fue bautizado con el nombre del sacerdote
italiano Luis Gonzaga (1568-1591), fallecido a los 23 años y canonizado en
1726, consagrado también patrono de la Juventud Católica. Tanto al mencionado
asilo, como a este primer hospital de pediatría de Buenos Aires, les tocará
funcionar en un lugar de precarias instalaciones y, condiciones y edilicias.
Ya desde la época de Rivadavia la Sociedad de Damas de
Beneficencia era el organismo llamado a regentear la medicina, si bien se
alzaban voces reclamando que la salud fuera potestad del Estado y no un asunto
de caridad a través del cual las clases acomodadas obraban para con las clases
más humildes. También en este caso fue Dolores Lavalle de Lavalle quien ubicó
en esta quinta de la calle Victoria 1179 ―después Hipólito Yrigoyen 3420― el
modesto hospital. Funcionaba en dos galpones de madera hacia los fondos, con 20
camas cada uno. Al momento de la inauguración el 29 de abril de 1875, las 40
camas ya se hallaban ocupadas, lo que era lógico teniendo en cuenta el gran
déficit de atención sanitaria que imperaba en Buenos Aires.
Como director interino nombraron al Dr. Rafael Herrera
Vegas, luego lo reemplazó el Dr. Ricardo Gutiérrez, quien fuera un notable
pediatra. Los secundaron los doctores Ignacio Pirovano, Adalberto Ramaugé y el
entonces practicante José María Ramos Mejía.
El hospital apenas funcionó en este lugar poco más de un
año, ya que en 1876 fue trasladado a la calle Arenales 1462. Dispuso allí de un
edificio algo más amplio, confortable y de mejor acceso. En 1896 se inauguró la
sede actual del Hospital de Niños, en Gallo 1330, que llevaría el nombre de
Ricardo Gutiérrez, quien había dirigido la institución desde casi su fundación
hasta su fallecimiento en 1896.
ERNESTO SÁBATO Y LA QUINTA
Esta misma quinta fue el sitio inspirador de la novela de
Ernesto Sábato Sobre héroes y tumbas;
allí climatizó parte de la obra, aunque en ningún momento identifica al lugar.
¿Qué habrá visto el genial escritor en la vieja casa? Tal vez fue su
predisposición por la naturaleza, las plantas, los animales, los pájaros, y el
clima misterioso del vetusto caserón lo que impulsó su elección.
La descripción que realizó el maestro fue notable; se detuvo
en todos los detalles del lugar. La novela consigue sin duda alguna instalar al
lector en este rincón de Almagro. Comienza con el portón de hierro trabajado,
sobre la calle Hipólito Yrigoyen, transita luego el frondoso jardín por un
camino de baldosas que conduce a un portal central neoclásico, sostenido por
columnas de hierro fundido, típico de finales del siglo XIX, con el adorno de
una balaustrada.
“Se sentía un intenso perfume de jazmín del país. La verja
era muy vieja y estaba abierta a medias, cubierta por una glicina. La puerta
herrumbrada, se movía dificultosamente, con chirridos. En medio de la oscuridad
brillaban los charcos de la reciente lluvia. Se veía una habitación iluminada,
pero el silencio correspondía más bien a una casa sin habitantes.
Bordearon un jardín abandonado, cubierto de yuyos, por una
veredita que había al costado de una galería lateral, sostenida por columnas de
hierro. La casa era viejísima, sus ventanas daban a la galería y aún conservaba
sus rejas coloniales; las grandes baldosas eran seguramente de aquel tiempo,
pues se sentían hundidas, gastadas y rotas.”
“Atravesaron un estrecho pasillo entre árboles muy viejos
(Martín sentía ahora un intenso perfume a magnolia) y siguieron por un sendero
de ladrillo que terminaba en una escalera de caracol.”
“Bueno, de la quinta no queda nada. Antes era una manzana.
Después empezaron a vender. Ahí están esa fábrica y esos galpones, todo eso
pertenecía a la quinta de aquí, de este otro lado hay conventillos. Toda la
parte de atrás de la casa también se vendió. Y esto que queda está hipotecado y
en cualquier momento lo rematan… Alejandra intenta abrir una dificultosa
cerradura, dijo ‘esto es el antiguo mirador.
–¿Mirador?
–Sí, por aquí no había más que quintas a comienzos del siglo
pasado…’”
LA QUINTA Y LA HIDROTERAPIA
Como si fuera poca la historia de esta quinta, en un estudio
realizado por un grupo de restauradores bajo la conducción del arquitecto
Daniel Schávelzon en los subsuelos de un Buenos Aires destruido y oculto, se
ubicaría tras la demolición del sitio descripto una infinidad de objetos que
documentan la privacidad de quienes lo habitaron.
En el sector que corresponde a Hipólito Yrigoyen 3402 fue
descubierta una pileta de hidroterapia semidestruida, con paredes de azulejos
franceses. La piscina perteneció al establecimiento que habían instalado en el
lugar los médicos Felipe y José Solá, hacia 1876, llamado “Establecimiento
Hidroterápico de Buenos Aires”. Los folletos de publicidad lo ubicaban en la
calle “Victoria 1466 del barrio Once de Septiembre”, precisamente la actual
Hipólito Yrigoyen 3402, entonces terrenos de la quinta de Lange.
Se trataba de las primeras experiencias de procedimientos de
salud mediante el uso del agua, tanto fría como caliente. En 1877, el Dr. Juan
Lacroze instalaría un establecimiento similar en Piedad 1374 (actualmente
Bartolomé Mitre 3088, hoy sitio del accidentado local Cromagñón), aunque con
elementos mucho más modernos, importados de Europa.
La clínica contaba con baños de asiento, en todas sus
variantes. Disponía también de duchas movibles, con lluvia fina, común y de
columna, formadas por círculos superpuestos y caños perforados que liberaban
agua a diferentes alturas del cuerpo. Aplicaba además una técnica que consistía
en arrojar un chorro de agua dirigido desde tres metros y medio de distancia
sobre el cuerpo del paciente; una modalidad que hoy solo es usada por la
policía para disolver manifestaciones, y que en algún momento fue un recurso
hogareño para aplacar ataques de nervios.
El establecimiento poseía un gran depósito de agua, colocado
a diez metros de altura, con filtros y dispositivos para mantenerla entre 8 y
14 grados de temperatura.
BIBLIOTECA, INQUILINATO Y TORRES
No existe, en cambio, mayor información sobre la Biblioteca" Bartolomé Mitre" que habría funcionado allí en el año 1900; sí del conventillo y
del inquilinato que se instaló en 1916 hasta la mencionada demolición, para
construir las dos actuales grandes torres.
Si se transita por la calle Liniers, a la altura del antiguo
mirador (a 20 metros de la esquina), se encontrará con un pedazo de pared y
rejas de aproximadamente 18 metros cuadrados: son los restos del primitivo
paredón de la quinta. Es lo único que se ha salvado ―hasta ahora― de la rica
vida allí encerrada.
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Fuentes:
-http://www.guti.gov.r/histor.htm
-Llanes, Ricardo M., El
Barrio de Almagro, Cuadernos de Buenos Aires, 1968.
-Meyer Arana, Alberto, La
caridad en Buenos Aires, Sopena, 1911.
-Periódico “Primera Página”, nº 72, marzo de 2000.
-Rezzónico, Carlos A., Antiguas
Quintas de Buenos Aires, Interjuntas, 1996.
-Schávelson, Daniel, Buenos
Aires arqueológica, Ediciones Turísticas, 2002.
Agradezco la colaboración de Guillermo José Ibarra.
Imagen: Mirador de la quinta de Lange en las calles Liniers y Victoria -actualmentey Virrey Liniers e Hipólito Yrigoyen-en el año 1936.