(De Haydée Breslav)
Parecería que esa
opacidad se extiende a otros aspectos de su vida: hay muy poca información
respecto de ella; apenas se sabe que su apellido era Basterra. Claro que eso no
interesa demasiado, pues lo importante es la obra, que está entre las más
representativas de tan mentada década.
De esa obra, la primera
pieza que se conoce es Morocha triste,
encantadora canción criolla con música de Enrique Maciel que Corsini grabó en
1939. Tres años después Sanguinetti comenzó a desarrollar una producción
copiosa –en SADAIC registró más de 150 títulos– aunque de calidad no siempre
pareja, que encontró buena aceptación entre los directores de orquesta. Fue así
como se hizo conocido y pronto alcanzó el favor popular.
Enrolado, como José María
Contursi, en el neorromanticismo, una de las dos principales tendencias
poéticas de la época (la otra era la vanguardia, en la que incursionó Homero
Expósito), su lenguaje es armonioso y fluido, desprovisto de lunfardismos. No
hay en su obra tropos deslumbrantes ni efusiones declamatorias: Sanguinetti
apuesta a la fuerza rítmica de los versos, intensificada muchas veces por la
rima interna; a la creación de atmósferas sugestivas; a la expresión sencilla
de sentimientos profundos (aun a riesgo de simplificarlos).
Otro rasgo distintivo de
su poética es la lograda descripción de los personajes femeninos: le bastan
pocas líneas para definir los retratos de mujeres inolvidables (“Su nombre era
Margot / llevaba boina azul / y en el pecho colgaba una cruz”, Tristeza marina, con música de José
Dames; “De satén y color negro, la pollera / de charol y tacos altos, los
zapatos / dibujando garabatos / del ritmo que se adueña / tu estampa de
porteña”, Bailarina de tango, con
música de Oscar de la Fuente ;
“Qué linda estabas entonces / como una reina de bronce / allá en el
Folies-Bergère”, Moneda de cobre,
música de Carlos Viván).
De entre sus muchas
letras podemos destacar la milonga El
barrio del tambor y el tango Alhucema,
con música de Antonio Bonavena y de Francisco Pracánico, respectivamente: ambas
piezas abordan el tema afroporteño y fueron grabadas por Aníbal Troilo con la
voz de Alberto Marino. También se ubica dentro de esa temática el nombrado Moneda de cobre.
Con Viván compuso además
los tangos El barco María, donde ya
el título anticipa un doliente lirismo, y Amiga,
inexplicablemente muy poco difundido, así como la entrañable Milonga para Gardel, que recomendamos
escuchar en la versión de Ángel Vargas. La admiración por el Zorzal le inspiró
también el tango Discos de Gardel,
que lleva música de Eduardo Del Piano.
Para tres de sus mejores
tangos contó con la participación musical del gran compositor José Dames: se
trata del mencionado Tristeza marina
(en cuya música colaboró asimismo Roberto Flores), Los despojos y Nada. En
ellos el autor le da forma tanguera a la idea romántica de la melancolía: el
abandono, el desencuentro y la desolación son sendas muestras de la felicidad
que no puede ser alcanzada. Otro de sus grandes tangos es Barro, cuyo dramatismo es acentuado por la vigorosa música de don
Osvaldo Pugliese.
En cuanto a los títulos
más exitosos, podemos citar el tango Gitana
rusa, con música de Juan Sánchez Gorio, y los valses Manos adoradas y Paloma,
con música, respectivamente, de Roberto Rufino y Juan José Guichandut, con
quien compuso además el pasodoble Magnolia
triste; menor difusión que aquellos, a pesar de evidenciar mayor valor
poético, alcanzó el vals El hijo triste,
con música de Enrique Mario Francini. Sí calaron en la sensibilidad popular los
tangos Viejo cochero y Novia provinciana, que llevan música de
Eduardo Bonessi y de Pomati y García Dávila, respectivamente.
Agreguemos como curiosidad
que Sanguinetti es autor de una versión española del precioso samba brasileño Risque, de Ary Barroso, que grabó en
tiempo de tango Héctor Varela con la voz de Rodolfo Lesica.
"YA SE JUGÓ EL ÚLTIMO DADO
DE MI SUERTE"
Durante mucho tiempo
circuló entre los tangueros una historia que atañe a Sanguinetti y que nunca
había salido del todo a la luz; dudamos en incluirla, pero optamos por hacerlo
pues supimos que no hace mucho fue publicada. La contaremos tal como nos fue
referida y confiando en que la memoria nos sea fiel.
Una noche porteña, que
pudo haber sido de fines de la década del 40 o de principios de la siguiente
(no hay mayores precisiones de tiempo ni lugar), Horacio Sanguinetti,
desesperado, fue a ver a su amigo y colega Homero Manzi: había matado a su
cuñado.
Fue en el velorio de su
hermana, cuya prematura muerte Sanguinetti achacaba a los malos tratos que
continuamente le infligía el indigno y golpeador marido. Irritado por gestos y
actitudes de éste, en tan triste trance, se cobró con su vida la de su hermana.
Manzi, que tenía acceso
al presidente Perón, le gestionó una audiencia y lo acompañó. El general
anunció a Sanguinetti que le concedería una tregua de veinticuatro horas para
que abandonara el país, y en su presencia se comunicó telefónicamente con el
jefe de policía, el también general Arturo Bertollo, para darle las
instrucciones pertinentes.
Sanguinetti cruzó
entonces al Uruguay por la vía más rápida y expedita: en lancha, desde Tigre a
Carmelo; así lo hacían los perseguidos políticos huyendo del peronismo.
En la otra orilla se le
pierde el rastro: se sabe (se dice) que murió en Montevideo el 19 de diciembre
de 1957.
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Imagen: Partituras de
tres composiciones de Horacio Sanguinetti.
Nota e ilustración
tomadas del periódico barrial "Trascartón"..