(De Carlos Cantini)
En Floresta, en pleno epicentro febril de
comerciantes, manteros y vendedores ambulantes, en la esquina de Concordia y
Aranguren, a una cuadra de la calle Avellaneda y dos de Cuenca, en una
construcción de 1913 resiste heroico e inmutable el Almacén Julio (o de Don
Julio).
Julio fue un inmigrante libanés de
apellido Jalil, pero como a tantos otros no hispano parlantes llegados desde
muy lejos entre la pronunciación y lo que los vecinos entendían le quedó
“Julio”. Su nombre real era Mohamed. Y también, como de costumbre, le decían
“turco” siendo justamente de estos de quienes había escapado hacia tierras más
amigables. En 1938 compró el local donde ya funcionaba uno de los tantos
almacén-bar que tenía Buenos Aires. Con los años la normativa municipal los
reconvirtió en almacenes. Don Julio vivió hasta 1983 y vio transmutar el barrio
de comerciantes árabes y judíos hacia coreanos. Un auténtico combo
multicultural. Lo que se mantuvo inalterable fue su almacén que lo continuó su
segundo hijo a quien llamó como lo dictaba su historia de vida: Julio.
Desde 2011, la tercera generación Jalil,
nietos de don Mohamed, siguen al frente con la tradición familiar, pero
incorporando al gran espacio para la clientela lo que antiguamente era una
pieza aledaña y sumando mesas para tomar café o comer y, a veces, escuchar recitar o cantar unos tangos.
No conocí el almacén antes de la
modificación, pero puedo asegurar que si Leila (hija de Julio y nieta de
Mohamed) no me lo contaba es imperceptible. El resto de la carpintería,
estanterías, adornos, publicidades, son las originales y propias de la casa de
una misma familia a la que no se la han hecho cambios significativos en 80
años.
Entrar al Almacén Julio a tomar algo o
comer es un privilegio insospechado en una Buenos Aires de mutaciones
permanentes. Los vecinos de Floresta tienen allí un auténtico templo de cultura
barrial originaria. Y los que vayan de compras por la zona y no lo visiten se
habrán perdido la oportunidad de entrar en la vida de uno de tantos inmigrantes
que poblaron nuestra ciudad y que todo lo que tiene para contar lo preserva en
su lugar, con los aportes lógicos para que además de las compras diarias de
pan, fiambres, etc. se pueda pasar un rato acogedor sin puestas falaces o
guiones poco creíbles.
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Imagen: Esquina del Almacén Julio en Concordia y Aranguren.
Nota y fotografía tomadas del blog Café
contado.