2 dic 2011

Cecilia o la fuerza del deseo


(De Viviana Demaría y José Figueroa)

Porque hay una historia que no está en la historia
y que sólo se puede rescatar aguzando el oído
y escuchando los susurros de las mujeres.
Rosa Montero

El 22 de noviembre de 1859 nacía una niñita a quien sus padres llamarán Cecilia. Lo más probable es que hayan elegido ese nombre por el Santoral. Su padre John Parish Robertson Grierson, era descendiente de los primeros colonos escoceses que llegaron al país y su madre  Jane Duffy,  era de origen irlandés.
Si alguien en la estancia de su familia donde pasó parte de su infancia en la provincia de Entre Ríos hubiese anhelado que la niña fuese una famosa cantante o una prodigiosa intérprete de música, la vida le depararía una sorpresa mucho mayor.
Cecilia era una muchacha inquieta y curiosa. Estudiar era su meta desde los 6 años que fue enviada a Buenos Aires a escuelas inglesas y francesas hasta que regresó debido a la muerte de su padre.
Para las posibilidades de la época, ser maestra era lo máximo que le estaba permitido a una mujer. Así que, en primera instancia, tomó lo que la sociedad le otorgaba ingresando a la Escuela Normal Nº1 en la ciudad de Buenos Aires. Ese establecimiento entregaba el título de Maestra de Grado Primario. Cecilia se recibió en 1878.
Al mismo tiempo que estudiaba, su mejor amiga, Amelia Kenig, enfermaba y Cecilia –profundamente impactada por su sufrimiento– decide que su vida debe dar un giro inevitable y controvertido. Estudiaría medicina.
Nada sería sencillo a partir de ese momento. Ninguna mujer argentina había logrado ingresar a ese recinto académico y luego de superar muchísimos obstáculos logra graduarse siendo la primera médica argentina, el dos de julio de 1889 en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Buenos Aires. Su tesis se tituló “Histero-ovariotomías efectuadas en el Hospital de Mujeres desde 1883 a 1886”  se hallaba impregnada de una fuerte mirada de género y absolutamente contemplativa de las cuestiones socioeconómicas que influían en las pacientes.
Cecilia, ahora la Dra. Cecilia Grierson, completó su carrera en el plazo estipulado por la academia de seis años. Mientras tanto participaba como  Ayudante del Laboratorio de Histología, al tiempo que realizaba la práctica hospitalaria en la Asistencia Pública. Tanta energía vital había en esa muchacha que antes de recibirse, en 1886, fundó la Escuela de Enfermeras del Círculo Médico Argentino.
Como podemos imaginar su tesis recibió burlas y críticas. Según el Feminist Theory Website de la Universidad Virginia Tech, Cecilia sufrió el ridículo y el aislamiento en su paso como la única mujer de la Facultad, luego de lo cual tuvo que dar una prolongada batalla legal para poder ejercer.
Sus fuerzas, sin embargo, no la abandonaron nunca. Apenas recibida se incorporó al actual Hospital Ramos Mejía dedicándose a la ginecología y obstetricia. Y si bien en 1891 participó en la fundación de la Asociación Médica Argentina y en 1892 colaboró con la realización de la primera cesárea que tuvo lugar en la Argentina, cuando en 1894 se presentó en el concurso para cubrir el cargo de profesor sustituto de la Cátedra de Obstetricia para Parteras, los miembros del comité académico lo declararon desierto porque en aquel entonces las mujeres no tenían permitido ni siquiera desear aspirar a la docencia universitaria.
Sin embargo, esos acontecimientos no amedrentaron su anhelo de cambiar el mundo. Ella encontró en otros espacios educativos, el lugar donde desplegar su deseo de enseñar. De ese modo fue integrante del Consejo Nacional de Educación. Como tal viajó por Europa y trajo a nuestro país nuevos planes de estudios para profesionales médicos. Al mismo tiempo escribe y publica sus primeras obras  “Educación Técnica para la Mujer”, “La educación del ciego” y “Cuidado del enfermo”.
Sin embargo, algo más allá de su tarea diaria la desvelaba. Fue así que  en 1906 concluyó un extenso estudio del Código Civil, en el cual demostraba que a las mujeres casadas se les otorgaba un  estatus de niños en la Argentina, discriminándoselas en mayor medida que a las mujeres solteras o viudas respecto de los mismos derechos civiles de los hombres adultos. Al llegar el año 1926, alcanzaría a ver algunos cambios “cuando se reformó el Código Civil con la incorporación de muchas de las demandas acerca de la condición de la mujer en el país, como la posibilidad de disponer de sus propias ganancias, formar parte de sociedades civiles o mercantiles, etc.”  Tuvo la oportunidad, además, de fundar una escuela técnica y de labores domésticos para mejorar la inserción económica de las mujeres.
Solidaria con sus compañeras de género, promovió y presidió el Congreso Argentino de Mujeres Universitarias así como el Primer Congreso Feminista Internacional de la República Argentina. Incansable luchadora por el sufragio femenino y pionera en la lucha por los derechos de las mujeres, dejó su huella en todos los ámbitos a los que tuvo acceso por una reforma civil y política para terminar con la discriminación de las mujeres en el ámbito académico y político.
Como si fuera poco, su veta artística la plasmó en la pintura, la escultura y la gimnasia y aunque al final de su vida, Cecilia Grierson sufrió la pobreza y debió sobrevivir con una magra jubilación, nada impidió que convirtiera su casa en un lugar de descanso para médicos y artistas. Al momento de su muerte, dejó en claro su voluntad de donar su casa que se encontraba en la localidad de los Cocos (Córdoba) al Consejo Nacional de Educación, donde luego se construyó la Escuela Nº 189 que lleva su nombre.

Sintiéndome decaer, pensé en acogerme a los beneficios de la jubilación ordinaria, a la cual creía tener derecho, pues había trabajado asiduamente en el magisterio durante cuarenta y dos años. Eso sí, nunca me había preocupado de que el puesto fuese rentado o no; de si era municipal, provincial o nacional la repartición en que servía. Presentados algunos documentos que conservaba, resultó que, según la ley, no pudo computárseme sino veintidós años de servicios con sueldo. ¡Había principiado demasiado joven y había trabajado demasiado ad honorem, y, por lo tanto, quedé excluida del amparo que la Nación Argentina presta a sus servidores!... (Cecilia Grierson)
______
Imagen: Cecilia Grierson.
Nota tomada de  la revista El Abasto, noviembre del 2011.