(De Miguel Eugenio Germino)
La conquista en el Río de la Plata recién comienza en 1580, cuando Juan de Garay funda por segunda vez la Ciudad de Buenos Aires, tras el efímero intento hecho por Pedro de Mendoza en 1536, en las inmediaciones del actual Parque Lezama.
Recién entonces, casi cien años después del descubrimiento, se inicia en estas latitudes una conquista que ya había dejado en el resto del continente millones de muertos, desplazados y esclavizados.
La región de Buenos Aires era habitada por los querandíes (“gente con grasa”, al decir de los viajeros), denominación que los guaraníes daban a la etnia también conocida como pampas. Estos pueblos querandíes eran nómadas, no conocían la agricultura y vivían de la caza y de la pesca, abundantes entonces. Se armaban con arcos y flechas, lanzas, pedernal afilado y bolas con cordel (boleadoras).
Construían sus viviendas temporarias, precarias, con cueros sin curtir. Ocupaban una ancha franja de la hoy Provincia de Buenos Aires hasta el sur de Santa Fe. Presentaban un bien proporcionado físico, de elevada estatura y eran sumamente belicosos. Vestían un abrigo de cuero, similar al quillango; las mujeres también usaban una falda que cubría su cuerpo hasta las rodillas.
Existen muy pocos testimonios de su lengua, aparte de un par de frases y unas cuantas palabras compiladas por navegantes franceses hacia 1555. Esa pequeña evidencia, aunque dudosa, sugiere una relación con el gününa küne (puelche); los querandíes fueron el grupo más occidental de los pueblos pampas antiguos.
Diversos repositorios encontrados por el profesor Carlos Rusconi en 1932, en paraderos querandíes y guaraníes de Villa Lugano y Puente de la Noria, le permitieron rescatar fragmentos de cerámica, pipas y puntas de flechas que revelan importantes detalles de su vida.
Fueron estos pueblos los que tras una endeble armonía, terminaron con el pequeño emplazamiento de Pedro de Mendoza, poniéndole fin a la primera fundación de Buenos Aires.
El poeta salteño Tomás “Tutu” Campos (1940-2001), reflejaba en sus versos aquella época de la conquista:
"Cuando vinieron, ellos tenían la Biblia
y nosotros teníamos la tierra.
Nos dijeron, cierren los ojos y recen.
Cuando abrimos los ojos,
nosotros teníamos la Biblia
y ellos tenían tierra."
No olvidaban los pueblos originarios, ni sus descendientes, las “encomiendas y la mita”, cuando, tras perder la tierra terminaron en situación de esclavos, o exterminados. A este despojo lo completaría Julio Argentino Roca con la llamada “Conquista del Desierto” en 1879, rematando campañas de gobernantes anteriores.
Aunque sería imposible precisar el paso de los querandíes por lo que hoy es el barrio de Balvanera, no es difícil deducir que debieron haber transitado estas pampas en persecución de su presa para el sustento diario. El pueblo querandí nunca pudo ser domesticado; prefirió el éxodo o la muerte.
Ya hacia 1595, con la introducción de esclavos negros, llegará la mano de obra barata que dejaba vacante el indio. Esta inmigración forzada de gentes africanas influyó considerablemente en la población del actual territorio argentino. La mayoría procedían de los territorios de las actuales Angola, República Democrática del Congo, Guinea y República del Congo, pertenecientes al grupo que habla la familia de lenguas bantú.
En 1778 estas etnias y sus descendientes constituía el 30% de la población de Buenos Aires, y se organizaba en “naciones”, o mutualidades, como “Tambor de Mají”, “Tambor del Congo Anguenga” –éste ubicado en Tucumán y Callao–, la “Nación Bengala ” sobre la calle México , a tres cuadras del actual Congreso, y la de los “Morenos Congos de San Baltazar”.
Con el tiempo comenzó la mezcla de padres españoles y madres negras y/o indias, dando lugar a nuevos grupos raciales: mulato (de blanco con negro), mestizo (de blanco con indígena) y zambo (de indígena con negro).
Hasta 1810 el grueso de la población extranjera era de origen español, y en el resto de las colectividades minoritarias se destacaba la inglesa, que consiguió entablar buenas relaciones con los sectores más acomodados de la sociedad de entonces. Tuvo más adelante su propio cementerio en el barrio, el de “los Disidentes” (hoy Plaza 1º de Mayo).
Uno de los primeros ingleses que ingresó fue Roberto Billinghurst, en cuyo homenaje una calle de Almagro lleva su nombre. Fue además el padre de Mariano, pionero de los tranvías, con estación terminal también en Balvanera (Rivadavia entre Billinghurst y Mario Bravo).
Lo que hoy es Balvanera comenzó siendo una campiña sin cultivar, que con el correr de los años se convirtió en quintas de fin de semana de los sectores sociales altos de la ciudad. Balvanera nace hacia 1775, cuando el gallego Antonio González Varela instala su quinta en las inmediaciones de las actuales Azcuénaga y Rivadavia, ganándose el apodo de “Miserere” por su propensión a las dádivas. Donará un sector de su quinta para crear un hospicio (alojamiento) y un oratorio para los franciscanos que llegaban a Buenos Aires con destino al interior. El lugar era el del actual emplazamiento de la Iglesia de Balvanera.
Durante el gobierno de Rivadavia en 1826, ingresarán al país los primeros inmigrantes irlandeses, entre ellos el capellán Domingo Fahi, quien compra tierras en las proximidades de Callao y Tucumán. Vende parte de ellas a los jesuitas, que dan nacimiento al Colegio y la Iglesia Del Salvador.
El 11 de abril de 1833 se conforma la parroquia eclesiástica de Balvanera, con un inmenso territorio que llegaba al este hasta el Riachuelo y al oeste hasta el fin de la ciudad, límite con el Partido de Flores: las calles Boedo-Medrano, y hasta Santa Fe por el norte. Una verdadera “Provincia de Balvanera”. Es muy interesante saber que para 1836 el barrio tenía una población de 3.635 almas: 2.998 blancos, 506 negros y 131 extranjeros.
La colectividad francesa también se estableció allí, eran los vascos franceses y los bearneses, que se afincan en los sectores de quintas, estableciendo sus tambos y lecherías junto a los vascos españoles. Hacia 1887 existían en el radio urbano 82 tambos y 37 lecherías, la mayoría en Balvanera. Escribirá el poeta Baldomero Fernández Moreno:
"El Once huele a un vaso de leche grande y fresca,
se adivina el oeste de boina y alpargatas…"
En 1858 los Padres Bayoneses fundan el Colegio San José en la esquina de Azcuénaga y Bartolomé Mitre, compran prontamente las tres cuartas partes de la manzana contigua: Mitre-Azcuénaga-Cangallo y Larrea.
Hacia 1870 comienza a fluir la inmigración italiana, principalmente calabresa, siciliana y napolitana. Muchos se instalan hacia 1890 en la zona del Mercado de Abasto. Esta colonia será luego la más numerosa del país, superando a la española, que introducirá nuevos contingentes (los tataranietos de los conquistadores) provenientes en su mayor parte de Almería, Cádiz, Granada, Huelva, Jáen y Málaga.
Argentina debió homogeneizar sus leyes y cultura con las de los inmigrantes. Favorecida por los rasgos comunes (el origen latino de casi el 80% de los llegados en estas oleadas), el gobierno federal instrumentó una política de educación e inserción forzosa, basada en la obligatoriedad de la enseñanza primaria laica y gratuita, a partir de 1884, y estableció el matrimonio civil en 1888. Hasta entonces ambos eran de carácter católico.
En 1914 se asienta en el sector norte del barrio (Córdoba-Mitre-Riobamba y Anchorena) una poderosa colectividad judía, proveniente de Polonia y Rusia quienes, dedicados al comercio, cambiarán la fisonomía de la zona. Allí establecerán sus asociaciones, convirtiéndose en la séptima comunidad judía en el mundo, con más de 185.000 miembros. Su núcleo se estableció en la calle Corrientes , con sinagogas y clubes judíos, y también se concentró en ella el comercio textil.
Los árabes, armenios, libaneses, sirios y algunos turcos, se instalaron en la parte sur del barrio, traspasando la frontera con San Cristóbal. Sobre Corrientes a la altura del Mercado de Abasto, se establecerá también una pequeña colonia griega.
Muchas de las colectividades venían huyendo de sus países por las guerras y las persecuciones políticas y religiosas.
El censo de 1914 indicó que un 30% de los habitantes eran extranjeros: 2.358.000 sobre un total de 7.885.000. El siguiente cuadro ilustra la magnitud de los arribos entre 1895 y 1946, que llegaron a 3.800.000:
Italianos 1.476.000; Españoles 1.364.000; Polacos 155.000; Rusos 114.000; Franceses 105.000; Alemanes 60.000.
INMIGRACIONES MÁS RECIENTES
Los movimientos migratorios más recientes están vinculados a las transformaciones económicas de sus metrópolis y a las crisis recesivas que afectan sus economías. Ello implica movilidades a distancias más cortas (migraciones limítrofes), donde los factores de tal comportamiento tienen que ver con una función netamente material.
La paraguaya es la comunidad extranjera más grande radicada actualmente en el país, con un 21,2% del total de los inmigrantes, seguida por la boliviana (15,2%) y la peruana (5,8%). En menor grado siguen los asiáticos (chinos, coreanos y japoneses).
Otras migraciones menos numerosas de diverso origen constituyen una minoría, muchos también afincados en el Once, como africanos y dominicanos.
XENOFOBIA Y EXPLOTACIÓN
Especialmente a los inmigrantes de los países limítrofes se los ve como una “competencia ilegítima”, como individuos que vienen a quitarle el trabajo a los argentinos. O se los ignora, esa “invisibilidad” da lugar a la proliferación de mitos y también a quitarles la voz, lo que por lógica los hace sentir discriminados. Algunos sufren situaciones violentas que no tienen nada de mítico.
Son muchos los casos de maltrato y explotación hacia ellos (especialmente los indocumentados), en general por parte de empleadores. Es irónico el caso de los inmigrantes chinos que emplean en negro y en condiciones abusivas a inmigrantes indocumentados de nuestros países limítrofes. O el caso de la policía, que les impone un maltrato injustificado, principalmente a los africanos.
Desde la agudización en 1990 de la aplicación de políticas liberales, suman decenas y decenas los casos de abusos, de reducción a la servidumbre y de esclavitud laboral, especialmente en las colectividades bolivianas y peruanas. También han proliferado empresas de “trabajos temporarios”, que encubren precariedad y trabajo no registrado, utilizando la modalidad de “monotributistas”.
A su vez es típica en Balvanera la discriminación hacia el inmigrante peruano, de gran concentración en el barrio, partiendo de sus condiciones de hacinamiento en hoteluchos e inquilinatos, y su modo de vida un tanto pública, que provoca molestias a muchos, a veces exageradas e injustificadas, lo que configura una actitud de abierta xenofobia.
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Fuentes:
-“Buenos Aires nos cuenta”, nº 8 de abril de 1988.
-Cordero, Héctor Adolfo, Cuando Buenos Aires era colonia, Aguilar, 1980.
-Difrieri, Horacio A., Atlas de Buenos Aires. Tomo l, Municipalidad de Buenos Aires, 1980.
-Frau, Salvador Carlos, Las poblaciones indígenas de la Argentina, Hyspamérica, 1953.
-http://es.wikipedia.org/wiki/Inmigraci%C3%B3n_en_Argentina
-http://omerfreixa.blogspot.com/2010/09/los-inmigrantes-en-argentina-hoy-dia.html
-Periódico Primera Página, números 14 y 15, de noviembre y diciembre de 1994
-Wilde, José A – Buenos Aires desde 70 años atrás, Eudeba, 1960.
Imagen: Escudo del barrio de Balvanera.
Nota tomada del periódico Primera Página, año 2011.