(De Guillermo Sosa)
Las nuevas corrientes arquitectónicas ya hablan del “Cemento Clasista” , algo así como ir colocando a la vista de millones de habitantes locales y turistas cómo las grandes ciudades se van construyendo de una manera que –nunca visto antes– la opulencia y la pobreza se cercan una a otra, y sus muros de contención son estaciones de trenes, grandes avenidas, algunos accidentes geográficos, muros, alambrados con puntas de púas o simplemente las fuerzas de “seguridad”, que van de acuerdos en acuerdos para que ningún negocio decaiga por culpa de la necesidad humana de comer, vestirse o trabajar, y que lleva a entremezclar morochos/as con blancos turistas o habitantes de grandes nuevas torres de la ciudad de Buenos Aires. Algo que no queda bien, ¿vio?
Los pobres con los pobres, los ricos o camino a ricos con ellos mismos.
Lo nuevo que ahora están allí, pegaditos, a la vista, cerquita, casi se rozan. Unos (las torres al cielo) con una mirada discriminatoria hacia sus vecinos. Los otros (trabajadores, desocupados, casas sin revoques), también ven, olfatean y de noche van a la búsqueda de sus sobras. No todos.
También ocurre lo mismo en Sao Pablo, Río de Janeiro, Medellín o Estambul.
Las villas (se quintuplicaron en una década, según el INDEC) de Capital Federal se construyen con cemento, cal, arena y ladrillos. Ya no más cartón.
Si Macri (Mauricio) u otro gobernador de turno, quisieran correr a sus casi 300.000 habitantes, deberían declarar algo así como....una guerra.
Las torres con vista al cielo, con la misma base material que las villas, no pararon de crecer, en Caballito, Boedo o Puero Madero.
Según la socióloga Susana Torrado “las clases medias tienden a precarizarse o a ser el nuevo sector alto de la ciudad”.
La “histórica clase media de los 60y 70 está en vía de extinción”.
“Los que se quedan en el medio siempre pierden, les pegan de los dos lados”, diría el escritor Osvaldo Ardizzone.
Los datos más conservadores señalan que en 2025 cerca de un millón de sectores bajos y desclasados estarán en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Los datos más conservadores también dicen que para esa fecha habrá el triple de edificaciones de más de 30 pisos en Palermo, Caballito, Barracas, Costanera Sur y Boedo.
“Los barrios, sus culturas, formas de relacionarse tienden a desaparecer en las nuevas metrópolis. No hay determinaciones políticas para que ellos permanezcan. Para las constructoras la historia pasada no es negocio. Para la pobreza, que se extiende, la ciudad tiene más rendijas para sobrevivir que Chascomús o San Andrés de Giles”, señala Daniel Mercado, sociólogo.
En la década de los 90 se habló del “choque de culturas”, refiriéndose a las guerras entre Occidente y Oriente. Ello ahora ocurre en las ciudades.
Con tres migraciones: 1) Una interna del país de pertenencia, 2) las que proceden de los países limítrofes y 3) la de los turistas. Una especie de mochileros de aviones con euros y dólares. Tan necesarios para cualquier Estado.
En Europa, a los africanos los devuelven y depositan en el mar.
En Francia, de vez en cuando un disparo da en la nuca de un marroquí o nigeriano. Luego millares de autos arden bajo la ideas de “justicia por propias manos”.
En Latinoamérica se va conformando el “Cemento Clasista”.
Los countries van desapareciendo en Colombia y Brasil, y ahora en el Gran Buenos Aires vienen a descubrir que quienes cuidan a sus habitantes son los propios ladrones. Esos futuros (o viejos) “caceroleros”, se vuelven a los edificios torres. Primero: lagos, cancha de golf y casas. Ahora una huida hacia el cielo.
Mientras: cal, cemento, arena y ladrillo le dan fortaleza al más débil.
Saben que algún día vendrán por ellos. Saben que entonces habrá guerra. Aunque suene fuerte.
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Imagen: La Villa 31 contra un fondo de modernos edificios (Foto de mundovilla.com).
Texto tomado de la página web buenos aires sos.