(De Basilio L. Raymundo)
“¡Ché, negra bruja, salí de aquí antes de que te pegue un tajo!”. Estamos en 1840 en el Matadero del Sur (hoy Plaza España), el que describe Esteban Echeverría en su relato famoso. La hacienda llegaba por el camino al Paso de Burgos (hoy avenida Alcorta y Puente Alsina). Más tarde se llamó Matadero de la Convalecencia, por estar frente al Asilo de Convalecientes y Mutilados de la Guerra del Paraguay (más tarde Hospital Rawson).
En 1872 fue trasladado a los terrenos que actualmente ocupa el Parque de los Patricios. Las reses entraban por la calle Arena (Almafuerte) después de cruzar el Paso de Burgos. Se lo conoció más tarde como los Corrales Viejos.
Casi como anexo a los mataderos, en las calles vecinas, Monteagudo, Caseros, Patagones, se encontraban los peringundines. Allí llegaban los reseros, ávidos de caña, juego y mujeres, matizados con guitarreos, payadas y milongas. De cuchillo fácil, daban buen trabajo a la Comisaría vecina y al Hospital San Roque (Ramos Mejía). Para sus torceduras, dolor de coyunturas y machucones, recurrían a la farmacia de la señorita Poggetti (Rioja y Rondeau) en busca de grasa de tigre, iguana, ñandú, potro o yacaré, siempre sacadas de la misma barrica, aunque despachadas en tarros de distintos colores.
Sobre esos mismos terrenos, en la fría mañana del 21 de junio de 1880, se enfrentaron argentinos contra argentinos, nacionales contra autonomistas, hombres de Roca contra los de Tejedor. Se combatió furiosamente, con el trágico saldo de tres mil muertos.
Según el poeta Miguel A. Camino, “el tango nació en los Corrales Viejos, allá por el ochenta […] y los duelos a cuchillo, le enseñaron a bailar […] así en el ocho y en la sentada, la media luna y el paso atrás, puso el reflejo de la embestida y las cuerpeadas, del que se juega con su puñal”.
En 1902 los mataderos se trasladan a Nueva Chicago, donde hoy se encuentran, listos para su mudanza a las proximidades del Mercado Central, partido de La Matanza.
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Los Corrales Viejos (foto de fines del siglo XIX).