Circunstancialmente nos reunimos con dos vecinas que nacieron y se criaron en esta cortada ubicada entre Venezuela y México (dirección norte-sur). Es la cortada que corre entre Castro Barros y Colombres.
Según las señoras Clara Hidalgo y Margarita Ramis, nuestras reporteadas, esta cortada, al principio del siglo XX, era ocupada por guapos famosos de cuchillo fácil que proponían algunas disputas breves con desagradables desenlaces. Del año 1910 en adelante, fue habitada por inmigrantes italianos y españoles, que llegaron a constituir, a lo largo de las dos cuadras de extensión de la cortada, una gran familia, con fiestas conjuntas de bailes incluidos para todos los fines de año, Navidades, año nuevo y carnavales, realizadas en medio de la calzada que utilizaban como una prolongación de sus respectivas casas.
Primaba entre ellas un trato de buena vecindad que llegó a producir el milagro de varios matrimonios nacidos entre los hijos de los primeros pobladores.
Para la señora Hidalgo, con domicilio en el número 620, su cuadra era dueña de la paquetería; en cambio, para la señor Ramis, de Agrelo 3749 (esquina Pérez), la cuadra del 500 era representada por los laburantes, y las dos coincidieron en afirmar que existía cierta rivalidad de status, aunque nunca afectó la unión del conjunto, tanto para diversión como para convivencia.
Puertas sin llave, abiertas a la injerencia vecinal, con un gran personaje llamado cariñosamente Pepe (en realidad José Vázquez) que, junto a sus dos hermanos, era repartidor de leche a domicilio, y entraba sin más ni más, sin aviso previo, a todas las casas de la cortada, dejando el líquido alimento bien tempranito, antes de asomarse el sol en el horizonte.
Una cortada con calor de hogar, con moradores que vivían felices en un tiempo añorado reiteradamente por nuestras gentiles informantes, llenas de una memoria envidiable y una simpatía innegable.
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Almacén ya desaparecido en la esquina noroeste de José Julián Pérez y Venezuela.