(De Enrique Espina Rawson)
Con este nombre se conoce al colosal edificio ubicado en Av. Corrientes (2248/58/60) entre Paso y Larrea. Se construyó en 1918, su primer propietario fue Alberto Grimoldi, y su diseñador, el arquitecto italiano Virginio Colombo, de quien ya hemos dado múltiples referencias en anteriores notas sobre algunas de sus obras.
El apellido Grimoldi está asociado desde hace más de 100 años a la memoria de los porteños. Alberto Grimoldi fue un inmigrante italiano que en 1895 fundó una fábrica de calzados, que logró inmensa popularidad a través de los años, y que, como sabemos, aún existe. ¿Quién no recuerda a Grimoldi como “la marca del ½ punto? ¿Quién no oyó de Gomycuer?
Volviendo al edificio, digamos que sus dimensiones son heroicas: 8.200 m2 cubiertos en los 24 metros de frente x 87 de fondo. Supone para quienes habitan en el cuarto y último cuerpo del edificio de seis pisos, caminar casi una cuadra entre la puerta de su departamento y la puerta de calle. Asomarse a los interminables pasillos de las entradas correspondientes al 2248 y 2260, es contemplar un festival de diseño.
Desde las arañas tipo Tiffany, los coloridos vidrios de las puertas, las ornamentaciones que se desarrollan en las paredes y todos los detalles que evidencian la ejecución “a medida”, dan cuenta de la infinita minuciosidad del dibujo, la estupenda calidad de los materiales y la experiencia y profesionalidad de la mano de obra empleada. Sabido es, ya lo hemos dicho en alguna nota, que Colombo tenía su propia cuadrilla de operarios, traídos expresamente de Italia para trabajar en sus obras, que por cierto abundaban en esos años.
El apellido Grimoldi está asociado desde hace más de 100 años a la memoria de los porteños. Alberto Grimoldi fue un inmigrante italiano que en 1895 fundó una fábrica de calzados, que logró inmensa popularidad a través de los años, y que, como sabemos, aún existe. ¿Quién no recuerda a Grimoldi como “la marca del ½ punto? ¿Quién no oyó de Gomycuer?
Volviendo al edificio, digamos que sus dimensiones son heroicas: 8.200 m2 cubiertos en los 24 metros de frente x 87 de fondo. Supone para quienes habitan en el cuarto y último cuerpo del edificio de seis pisos, caminar casi una cuadra entre la puerta de su departamento y la puerta de calle. Asomarse a los interminables pasillos de las entradas correspondientes al 2248 y 2260, es contemplar un festival de diseño.
Desde las arañas tipo Tiffany, los coloridos vidrios de las puertas, las ornamentaciones que se desarrollan en las paredes y todos los detalles que evidencian la ejecución “a medida”, dan cuenta de la infinita minuciosidad del dibujo, la estupenda calidad de los materiales y la experiencia y profesionalidad de la mano de obra empleada. Sabido es, ya lo hemos dicho en alguna nota, que Colombo tenía su propia cuadrilla de operarios, traídos expresamente de Italia para trabajar en sus obras, que por cierto abundaban en esos años.
Podemos incluir un pequeño comentario al respecto. Lo que hoy tanto admiramos en el peculiar estilo Liberty que desarrolló Colombo con tanta fantasía y precisión, parece no haber entusiasmado demasiado a los residentes de la zona de Recoleta y Barrio Norte. No registramos ninguna obra de Colombo ni de sus émulos desde, digamos, la Av. Córdoba al norte. Todas parecen estar circunscriptas a las zonas céntricas, a Congreso, Abasto y fundamentalmente, vinculadas con exclusividad a los altos referentes de la colectividad italiana. Seguramente la exuberancia de elementos decorativos, no era considerada de muy buen gusto por quienes habitaban las zonas más caras y exclusivas de Buenos Aires, en las que predominaban los palacetes de estilo francés.
El edificio Grimoldi está dividido en dos mitades simétricas, con entrada principal a las unidades del primer cuerpo, en el 2254 de Av. Corrientes. El frente, realizado en parte en imitación piedra oscura y en otra revocado, es en verdad digno de estudio, y de no ligera descripción. Así, los balcones del primero y segundo piso aparecen enmarcados en una columnata clásica que se destaca en el extenso frente. En las bases de las columnas, a la altura del cielorraso de la planta baja, rugen cuatro pétreas cabezas de león, restauradas no hace mucho; y mientras las barandas de los balcones del segundo piso son de rejas, las del primero están realizadas en maciza y decorada mampostería, igual que en el tercer piso.
Bajo los ventanales del cuarto piso lucen dos blancos frisos poblados de querubines, mientras que el quinto, si bien participa de los lineamientos característicos generales, tiene un diseño distinto a los cuatro pisos anteriores. Este piso conforma un increíble duplex con el sexto, y ambos se unen con el segundo cuerpo a través de sendos puentes que atraviesan el primer patio de aire y luz. Este último piso está algo retirado de la línea de edificación y de las medianeras, posibilitando así terrazas laterales, otorgando al conjunto unacierta impronta babilónica, vinculándolo, por ese aire de familia al Palacio de Tribunales, cuya ornamentación estuvo a cargo, precisamente, de Virginio Colombo.
No podemos dejar de mencionar que el interior de los departamentos es suntuoso. Mármoles, piso de roble de Eslavonia, carpintería de cedro, mosaico veneciano y vitraux, son comunes a todos ellos, desde los internos más pequeños de 50 m2, los del frente que tienen 250 m2, hasta el gran dúplex mencionado de más de 500 m2. Varían los tamaños, no la calidad insuperable.
No podemos dejar de mencionar que el interior de los departamentos es suntuoso. Mármoles, piso de roble de Eslavonia, carpintería de cedro, mosaico veneciano y vitraux, son comunes a todos ellos, desde los internos más pequeños de 50 m2, los del frente que tienen 250 m2, hasta el gran dúplex mencionado de más de 500 m2. Varían los tamaños, no la calidad insuperable.
La descripción del edificio demandaría una vida, tanto de quien emprenda esta tarea como de quienes la lean, así es que nos limitaremos a mencionar algunas pocas cosas más. La entrada principal tiene un cielorraso abovedado de placas de mármol, en tanto que los muros laterales están cubiertos de frisos con motivos clásicos, también de mármol. También en ella podremos ver un grandioso pórtico de madera tallada, con dos cariátides, que da acceso al palier del ascensor, que es también una pieza de colección, seguramente única en el mundo.
Los patios interiores, lógica y lamentablemente, no pueden ser vistos desde la calle. Los laterales, más pequeños sí, y son observables por quienes se sitúen en la esquina de Paso y Corrientes. Son un modelo de lo que se dio en llamar “futurismo”, evidenciado en las grandes ventanas redondas, y en las aberturas metálicas curvas ornadas de vidrios de colores de alucinantes diseños.
Afortunadamente las construcciones linderas son bajas, de modo que se puede apreciar todo el largo del edificio y disfrutar de los detalles de este vanguardista monumento a las artes. También, observando el pináculo de la casa, podrán asombrarse con una torre circular rodeada de rejas que corona con gracia y sutileza el edificio, y desde la cual, por esos años, se podía ver casi todo Buenos Aires. Cincuenta metros más allá de nuestra homenajeada, sobre la misma vereda, la estrambótica circulación vertical de una derruída galería comercial nos recuerda que el buen gusto y delicadez para construir parecen haberse perdido en nuestra ciudad -sin contar las excepciones- hace mucho tiempo.
La Casa Grimoldi fue sabiamente restaurada hace no mucho tiempo, y se la pudo despojar así de una cartelería abrumadora, y poner en valor muchos elementos decorativos del frente, algo deteriorados. Sólo molesta- ¡y cómo!- un saliente brazo metálico, como de robot barato, que brota del tercer piso, con el nombre de una popular casa de hamburguesas y papas fritas. Casi una profanación.
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Foto: Casa Grimoldi (Foto de Iuri Izrastzoff).
El texto y la ilustración fueron tomados del sitio: Fervor x Buenos Aires, revista on line.