(De Jorge Luchetti)
La dinámica actual hace que la ciudad se transforme a diario. Esa mutación sin control provoca la pérdida del patrimonio arquitectónico. En Buenos Aires muchas obras del pasado se encuentran ocultas dentro de nuestra urbe y si no las ponemos a resguardo será difícil que subsistan a la depredación urbana. Dos perlitas en Villa Pueyrredón.
Me gusta desde siempre recorrer cada rincón de nuestra ciudad y detenerme a observar aquellos sitios que generalmente pasamos por alto. Por eso intento apreciar hasta los mínimos detalles de cada edificio para conocer más a fondo a Buenos Aires. A veces nos queda la sensación de haber descubierto todo su pasado arquitectónico; sin embargo, esta ciudad siempre nos deslumbra con alguna sorpresa. Es que suele suceder que, atrapadas entre híbridas construcciones, aparecen casi ocultas aquellas joyas de la arquitectura que hacen que nuestra metrópoli sea tan singular.
Hace pocos días tuve una experiencia muy grata visitando el ex Palacio Errázuriz de la Avenida del Libertador. Allí pude apreciar cómo los jardines, diseñados por el paisajista Achille Duchêne, empapados por la lluvia de aquel día, generaban un halo romántico de corte parisino. Cuento esta experiencia porque muchas veces los porteños pasamos por alto o desconocemos aquellos lugares diferentes que posee nuestra ciudad, lo que nos lleva siempre a caer en el típico paseo rutinario de algún shopping. Aquellos que suelen disfrutar reviviendo la arquitectura del pasado sabrán que nuestra ciudad es un museo a cielo abierto que ofrece un verdadero repertorio estilístico. Basta con recorrer la Avenida de Mayo, Santa Fe o Alvear para poder disfrutar del verdadero espectáculo arquitectónico en cada cuadra.
Con una mirada hacia a lo alto, la ciudad se transforma en otra; se nos abre un paisaje distinto, el cielo se llena de cúpulas, remates y torres que nunca antes percibimos, aunque siempre estuvieron allí. Pero no todo termina en aquellas calles históricas, ya que a lo largo de toda la ciudad podemos ir descubriendo varias maravillas que engalanan nuestros barrios. Es importante apresurarse en estos hallazgos, porque el negocio inmobiliario está arrasando con la arquitectura del pasado sin darnos tregua. A pesar de lo dicho, existen asociaciones como Basta de Demoler que están empeñadas y luchan porque Buenos Aires siga guardando su imagen de mixturada identidad.
DEL CENTRO A LOS BARRIOS
Desde el Microcentro porteño hasta los últimos recodos de la metrópoli podremos encontrarnos con muchas obras de arquitectura de prestancia, que son un distintivo de Buenos Aires y que en más de una ocasión pasan desapercibidas a los ojos de los propios transeúntes. Así, por ejemplo, escondida en pleno centro porteño se encuentra la ex usina generadora de electricidad ubicada en el pasaje Tres Sargentos. Esta fue construida en 1915 por la Compañía Italo Argentina de Electricidad. Su arquitectura ladrillera se distingue del resto de las fachadas grises de la cuadra. En la actualidad fue desafectada de su uso original y pasó a ser una especie de museo donde se guardan los autos usados por los distintos presidentes argentinos.
En el barrio de Flores, sobre el pasaje La Porteña, nos encontramos con el ex Palacio Las Lilas, de soberbio estilo Tudor, hoy transformado en la Escuela Técnica Fernando Fader. Aquí se guarda buena parte de la historia del barrio, ya que en los años 20 del pasado siglo este esplendoroso edificio fue sede del Club Flores. Si seguimos recorriendo esta zona encontraremos un grupo de viviendas para el personal ferroviario, de características muy singulares, ubicado en un rincón de Flores: a saber, Boyacá, Bacacay, Fray Luis Beltrán y las vías del ferrocarril. Este tipo de construcción, conocida como Sistema Chacón, responde a uno de los primeros métodos industrializados que usaba los ladrillos de canto para el cerramiento y pilares como estructura.
En el barrio de Palermo nos encontramos con otra obra de interesante porte; es conocida como La Colorada. La construcción data de 1911 y se encuentra en la calle Cabello 3791. Tiene un fuerte acento británico dado por el ladrillo rojizo (de allí su mote), importado desde Inglaterra. El patio central, a donde balconean las viviendas, está abrigado con una gran claraboya vidriada. En sus orígenes el edificio fue destinado a viviendas para los gerentes del ferrocarril. A pocas cuadras de allí, sobre la avenida Bullrich, unido al Regimiento de Patricios, velado por el hipermercado que lo circunda, se encuentra el único sobreviviente de los veinte pabellones realizados para el centenario de la Revolución de Mayo de 1810. La obra simbolizó al Servicio Postal en la Exposición Ferroviaria y de Transportes Terrestres de aquella época. El edificio, realizado por el arquitecto modernista Virginio Colombo, perdió parte de sus adornos pero no su encanto. Desde las terrazas del hipermercado aún podemos apreciar su suntuosa figura.
En el límite entre Colegiales y Belgrano nos encontramos con el pasaje Paz. Este no suele figurar en los mapas, pero es uno de los más interesantes que tiene la ciudad. Una de las entradas se encuentra en Ciudad de la Paz 561 y la otra en Zapata 532; fue construido por el Ing. Pedro Vinent. A pesar de estar cerca de la avenida Cabildo muchos desconocen su existencia, pero aquellos que recorran la zona podrán distinguir fácilmente el aire andaluz del pasaje, dado por las mayólicas del patio y el resto de la decoración. La otra particularidad está dada por una serie de puentes que atraviesan el pasaje de lado a lado, uniendo las viviendas de cada lateral.
ESCONDIDAS EN VILLA PUEYRREDÓN
A unas pocas cuadras de la Estación Pueyrredón, sobre la calle Obispo San Alberto, se encuentran dos construcciones que se destacan del resto de las fachadas linderas. Si bien aparecen medio ocultas en el barrio, no dejan de embellecer el lugar. Una de ellas, ubicada en el 2388 de la misma calle, es una vivienda particular de tinte colonial en buen estado de conservación. Las tejas musleras, que sirven de remate en los techos, junto a la herrería bien recargada en puertas y ventanas y la combinación cromática del ocre y blanco de su frente son las principales características de la arquitectura neocolonial, que tuvo su apogeo en los años 30 del pasado siglo y fue adoptada en esta casa. Es interesante difundir estos modelos arquitectónicos, que no abundan en nuestros barrios; lo más cercano que tenemos es el Círculo Urquiza de la calle Cullen, que guarda cierta relación estilística con la vivienda que describimos.
En la vereda opuesta, Obispo San Alberto 2379, se erige una espléndida mansión de líneas italianizantes. El edificio está decorado en su frente por orlas, guirnaldas y molduras que atavían la obra; algunas de estas ornamentaciones se han desprendido, como por ejemplo las ménsulas de uno de sus balcones. La escalinata y el pórtico de entrada describen la jerarquía del edificio. En la actualidad funciona en el lugar la Escuela Especial y Formación Laboral Nº 21 “Rosario Vera Peñaloza”. Estos dos ejemplos desconocidos por muchos porteños son parte del patrimonio de Villa Pueyrredón y de la metrópoli; deberemos protegerlos para que en el futuro no desaparezcan del paisaje del barrio.
Nuestra ciudad ya ha perdido varias construcciones de importante valor patrimonial. Muchas no tuvieron la suerte de ser evaluadas y directamente pasaron a demolición sin un juicio de valor previo. Es que nunca la ciudad puede quedar a merced de las leyes del mercado edilicio. La falta de una norma que salvaguarde el patrimonio arquitectónico porteño abrirá las puertas para que distintos proyectos inmobiliarios desdibujen el perfil de la ciudad, afectando así su identidad. La problemática de la salvaguarda de los bienes arquitectónicos porteños, su gestión y preservación preocupa y ocupa cada vez a más profesionales. La conservación es una disciplina científica y multidisciplinaria en su acción; proteger la vieja arquitectura es proteger el medio ambiente.
Dice Italo Calvino en su libro Las ciudades invisibles. “Si Amarilla es así por incompleta o por haber sido demolida, si hay detrás un hechizo o sólo un capricho, lo ignoro. El hecho es que no tiene paredes, ni techos, ni pavimentos, no tiene nada que la haga parecer una ciudad, excepto las tuberías de agua que suben verticales donde deberían estar las casas [...]”.
Esperemos que el destino de Buenos Aires no sea como el de Amarilla.
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Imagen: Palacio Errázuriz (Foto: palermo-buenos.aires.com)
Nota tomada del periódico “El barrio”, febrero 2012.