(Miguel Eugenio Germino)
La controvertida y a la vez incomprendida artista, dejó su
impronta en el barrio de Balvanera, en el mismo Congreso Nacional, en ocasión
de su inauguración en el año 1906.
Eran cuatro grandes grupos escultóricos, instalados a ambos
costados de las escalinatas de acceso sobre el frente de la avenida Entre Ríos
en el Palacio de las Leyes recién inaugurado. Había dos grupos del lado
izquierdo, compuestos por las alegorías a “La Libertad y al Comercio”
(o el Progreso): una mujer de pie, apretando en su mano derecha unos eslabones
rotos y con la mano izquierda semi levantada, sosteniendo la enseña patria.
Tiene el busto descubierto y sobre la cabeza un pequeño
gorro frigio; los paños de la vestimenta, cubriendo el cuerpo desde la cintura,
transparentaban las formas de la
Libertad, alegoría que insinuaba un movimiento.
La otra pieza de ese grupo representaba “El Comercio” en la
figura de un Mercurio en movimiento, levemente cubierto por una tela y
adelante, “Dos leones”– parado el de la derecha y acostado el de la izquierda–
formaban parte del grupo, con simbolismo desconocido.
El otro conjunto, a la derecha de la escalinata, estaba
integrado por tres alegorías: la primera, masculina, representaba “El Trabajo”,
en una clara alusión a la agricultura. En el centro una figura femenina, “La Paz”, insinuando un paso
adelante con el pie derecho, con un seno al descubierto, acompañaba con el
brazo derecho el movimiento de las piernas, sus formas destacadas por los
pliegues de su vestimenta.
La última figura, “La Justicia”, tenía medio cuerpo al desnudo y de la
cintura hacia abajo una larga túnica. Sostenía con la derecha la espada
enhiesta de la justicia, con la izquierda la clásica balanza, y sobre su cabeza
lucía una corona.
Durante todo 1905, la artista trabajó afanosamente en Italia
y luego en un sector del Congreso, sobre la entrada de Rivadavia 1836, que le
asignaran como taller y vivienda, para entregar a tiempo las alegorías que iban
a decorar la entrada al futuro parlamento al año siguiente, cuando sería su
inauguración.
Predominaba en su obra el desnudo estético, como lenguaje,
despojado de todo contenido erótico, aunque el criterio tradicionalista de la
época malinterpretó esas puras manifestaciones artísticas.
Las obras permanecieron allí cerca de una década, y dieron
lugar a todo tipo de polémicas, hasta fueron tildadas de obscenas, incluso por
dirigentes de partidos políticos llamados progresistas.
Sin embargo las críticas también escondían una sorda disputa
entre el sector conservador gobernante entonces de signo “roquista” y sus
detractores, que libraban un áspero debate acerca del alto costo de las obras
del Palacio, amén de atribuirle a Lola Mora una relación amorosa con Roca.
Esta embestida contra la obra de Lola Mora era la
continuación de la desatada con la inauguración de “La Fuente de las Nereidas”,
que originalmente estaba destinada a adornar la Plaza de Mayo, el lugar
desde donde se ejercía el poder político, pero que terminó desterrada a un
sitio de extramuros, la
Costanera Sur.
Hacia 1913 en el Congreso el embate fue liderado por el
diputado radical Delfor Del Valle, que calificó a las esculturas de “adefesios
que insultaban la memoria de los próceres que pretenden inmortalizar”. El
propio líder socialista Alfredo Palacios, presentó documentación probatoria de
habérsele abonado a la escultora 140 mil pesos entre 1906 y 1908.
Estas críticas se alineaban más bien detrás del escándalo
sobre los manejos arbitrarios de fondos consumidos en la prolongada obra del Palacio
Legislativo y en las peligrosas relaciones entre el poder y el arte.
A resultas de tan virulentas pasiones, las esculturas de
Lola Mora fueron retiradas del lugar en 1915, y tras un período de estar
guardadas en depósitos municipales, fueron trasladadas a la provincia de Jujuy,
donde sí fueron recibidas con beneplácito. Luego en 1927, la artista fue
recompensada con su nombramiento como Directora de Parques de la Comuna de San Salvador de
Jujuy.
Cuatro de las obras: “La Paz”, “La Justicia”, “La Libertad” y “El Progreso”,
desagregadas, fueron ubicadas en diversos flancos de la Gobernación, bajo
supervisión de la autora. La figura “El Trabajo” fue situada en otro sector de
aquella ciudad y “Los Leones” en la plaza central del Barrio Ciudad de Nieva,
el lugar primitivo de la fundación de Jujuy.
En los últimos tiempos se realizaron sin éxito gestiones
para devolverlas a su sitio original de 1906, y reivindicar con ello la obra de
la escultora, muchos años después de su desaparición.
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Imagen: El Congreso Nacional con las obras escultóricas de Lola
Mora posteriormente retiradas.