(De Gustavo A. Brandariz)
Terminada la exposición de París en 1889, pese al proyecto
original de su traslado a Buenos Aires, el Gobierno Nacional dispuso su venta,
dada la difícil situación económica del país. A tal efecto llamó a licitación.
La venta sería separada en 8 lotes, por lo que el Pabellón se desintegraría.
Sin embargo, el Intendente de Buenos Aires, Francisco Seeber, logró frenar el
remate y ofreció al Gobierno Nacional compartir los gastos de traslado a Buenos
Aires. Aceptada la propuesta, el 1º de febrero de 1890, bajo la supervisión del
ingeniero municipal, Juan B. Medici y siguiendo expresas indicaciones del
arquitecto Albert Ballú, autor de la obra, empezó a ser desarmado. Se embarcaron
6.000 bultos en la barca naval “Ushuaia”, algunos de los cuales fueron
arrojados al mar en el trayecto, en medio de una tempestad: la carga inicial
pesaba 1.690 toneladas. Desarmado, llegó a Buenos Aires a fines de 1890. A partir
de 1891, el edificio empezó a ser rearmado en terrenos de la actual plaza San
Martín, obra que fue dirigida por el ingeniero holandés Juan Waldorp, terminada
1893. Allí se mantuvo hasta el año 1934. La empresa, del holandés Juan Waldorp
Cía., asumió la tarea como concesionario municipal, facultado para la explotación
comercial del Pabellón por un plazo de 15 años. La fecha de inauguración quedó
fijada para el 14 de enero de 1894. La entrada del Pabellón se hallaba en
Arenales 651, entre Maipú y Florida. Según narra Bonifacio del Carril, “se
celebró un contrato con una empresa particular para explotarlo como sala de
conciertos y teatro. En la bajada de Maipú se construyó otro edificio para
servir de confitería, pero el negocio fracasó y allí quedó el Pabellón
Argentino, solitario, en lo alto de la barranca, soportando las inclemencias
del tiempo”. La confitería-cervecería anexa fue obra de Carlos Morra y luego
sirvió como sede de la
Comisión Nacional de Bellas Artes. En 1898, aprovechando las
instalaciones del Pabellón, se construyeron ampliaciones en forma de alas, del
mismo estilo, para realizar en ambas construcciones la Exposición Nacional
de ese año.
En 1900 el Pabellón pasó a albergar el Museo de Productos
Argentinos de la
Unión Industrial Argentina.
En 1910 funcionó allí la Exposición Internacional
de Arte del Centenario. Entre 1910 y 1931 el edificio del Pabellón Argentino
fue sede del Museo Nacional de Bellas Artes. Hacia 1923, el Dr. Cupertino del
Campo, que fue uno de los más meritorios directores de ese museo, inició una
brega –que nunca logró éxito– para construir un nuevo edificio para la
institución, frente a la
plaza San Martín. A tal efecto, realizaron croquis los
arquitectos Martín Noel, primero, y Herrera Mac Lean y Quartini Herrera más
tarde. Mucho tiempo antes, el arquitecto Julio Dormal había preparado también
un proyecto de edificio monumental para el museo.
En 1932 comenzaron los trabajos de ensanche de la plaza San Martín,
demoliéndose las fincas ubicadas sobre la barranca, entre la calle Arenales y la Avenida del Libertador. En
el transcurso de las obras, en 1934, el Pabellón fue desarmado nuevamente y los
grupos escultóricos que lo integraban fueron dispersados por la ciudad. Por
entonces, en pleno fervor modernizador, la demolición del Pabellón fue vendida
en remate y por muchos años se perdió el rastro de la gran estructura metálica.
En 1964 el arquitecto Mario J. Buschiazzo publicó un artículo de carácter
histórico acerca del Pabellón y en 1988 Bonifacio del Carril volvió sobre el
tema. No obstante, las investigaciones más profundas fueron realizadas por Olga
Vitali, quien, finalmente en 1998 pudo ubicar en un terreno del barrio de
Mataderos un tramo de la estructura original, convertido en galpón de una
herrería.
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Imagen: Pabellón Argentino de la Exposición Universal
de París (1889).
Texto y fotografía tomados del sitio La tragedia del patrimonio porteño.