(De Ricardo de Lafuente Machain)
Como la de Callao, ésta fue proyectada por el ingeniero don
Felipe de Senillosa durante el ministerio de don Bernardino Rivadavia, pero
tardó muchos años antes de estar totalmente habilitada.
Respecto a su nombre, el doctor don Vicente F. López cuenta
la siguiente anécdota: “Conversaba un día familiarmente en el despacho de
Rivadavia, García y otras personas distinguidas. Estaba allí el gobernador y
dirigiéndose a éste, Rivadavia le dijo:
–Ya me ha traído Senillosa el trazado de la calle de
circunvalación (Callao) y la apertura de la calle de Garantías.
–¿Dónde queda esa calle? –preguntó García con malicia.
Rivadavia se la señaló:
–Mi amigo, la ha
puesto entre las tunas y demasiado
distante para que nos pueda servir.
–Las tunas se cortan, y se edifica.
–Cuando tengamos medio millón de habitantes, y capitales
para cortar tunas y hacer paredes. Lo que es por ahora, no les arriendo las
ganancias a los que vayan a vivir por allá, fiados en el nombre de la calle.
–El señor ministro de Hacienda no tiene fe ni confianza en
el porvenir de su país.
– Sí, tengo; y fuera de lo que he dicho por broma, al oír el
nombre de la calle me vino la idea de que por esos andurriales hará mejor papel
la partida de Alcaraz que nuestro sistema de garantías. Necesitamos mucho
dinero, mi amigo don Bernardino, y medio millón de habitantes para llegar hasta
allá.
– Pues eso es lo que incumbe al señor ministro de Hacienda.
Hagamos un gobierno ejemplar, de orden y honrado, y yo le respondo a usted que
en tres o cuatro años podremos deber
sesenta millones; detrás de ellos vendrá el medio millón de habitantes que
usted pide.
–Pero necesitarán primero enriquecerse para ir comprándonos
las tunas y ayudarnos a pagar la deuda.
–Sí, señor; vendrán y se enriquecerán para hacer todo esto.”
Los augurios del ministro Rivadavia tardaron algunos años en
ser realidad, pero lo fueron. Los tunales desaparecieron ante la demanda
creciente de terrenos a medida que se extendía la población. Se alcanzó y
sobrepasó el medio millón de habitantes añorado, y con rapidez se llegó y
excedió a los “sesenta millones que podíamos deber”.
La calle Garantías se abrió y su nombre perduró hasta que un
nuevo criterio substituyó los pocos tradicionales de la nomenclatura callejera
por otros que implican un homenaje a los
próceres.
El intendente don Torcuato de Alvear quiso honrar la memoria
de don Nicolás Rodríguez Peña, precursor y estadista de la Independencia,
recordando sus servicios en el nombre de una calle.
Según manifestó a doña Catalina Rodríguez Peña de Cazón,
hija del prócer, su deseo era consagrarle la de Callao, donde éste tuvo su
quinta, pero circunstancias del momento se lo impidieron. Entonces al
formar una plaza frente a dicha quinta,
la llamó “Rodríguez Peña”, e hizo extensiva la denominación a la calle Garantías,
que la cruzaba.
Poco a poco se fue abriendo a través de las vastas propiedades
que la cerraban y unos años más tarde llegó hasta el camino del Bajo, en plena
zona de las lavanderas y chiquilines retozones.
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Imagen: Plaza Rodríguez Peña (Foto: panoramio.com)
Tomado del libro de R.D.L.M.: El barrio de la
Recoleta, “Cuadernos de Buenos Aires”, edición de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires,
2da. edic., Bs. As., 1962.